N/A—Sí, me alegro de publicar esto y que Sarah me haya escrito la mayor parte.
Sarah, este fic te lo dedico a ti. Y a tu personaje Miranda que cumple siete días antes que yo (ya que yo cumplo el 17 de febrero). Me encanto que me hayas escrito aquella historia resumida y tan triste. Me reí, lloré. Me encanto —sin contar las enormes faltas de ortografía y etc, que tuviste al escribir el resumen ;D. Espero te guste lo que creaste.
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:::ℱʀᴇѕᴀсʜᴜɩ:::
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—"Si quieres conocer bien a alguien, ve cuál es el tipo de licor que bebe con sus amigos."
—"Los piratas y mendigos, ladrones y miserables, ¡sin nosotros el mundo es aburrido! Gyahahahaha..." —Miranda More (Ooc).
Bajo el movimiento de la marea Cristin More gemía en el calabozo sin poder evitarlo. Lo había soportado por horas, el parto tenía que llegar a su fin, y lamentablemente, ese era el peor momento en el que pudo llegar a concebir a aquella pequeña bebe que poco a poco, y con la ayuda del doctor del barco marine, empezaba a salir al mundo por primera vez y gracias a un doloroso proceso.
Era de noche, se podía oír y sentir las olas chocar contra el barco y mecerlo suavemente. Sólo estaban ellos dos en ese lugar, la primera yendo hacía su destino —Marineford— y el doctor que había notado su embarazo y sus contracciones apenas fue capturada.
Pero él no dijo nada a los demás por lástima a lo que posiblemente le pasaría a aquel bebe si alguien supiera de su existencia.
—M-muchas... gracias...—Cristin gimió lo más bajo que pudo. Agradecía en su interior que hubiera alguien con la suficiente valentía como para ayudarla y ayudar a su bebe. A su futura hija.
El hombre la miró antes de seguir con sus cortes, tratando de proporcionarle una saludable salida a aquel bebe. Aquella nueva vida.
—Es más por no sentirme culpable después que por usted. Cristin More.
Unos minutos después, en brazos de aquel doctor y extrañamente callada, como si supiera que llorar seria un problema, la recién nacida dormía ya limpia entre las mantas, mechoncitos negros de cabello sobresalían en su cabezita mientras Cristin la veía lo mejor que podía entre aquel cansancio que daría futura inconsciencia.
—¿Y cuál sería su nombre?
Cristin sonrió.
—Miranda. Me gusta ese nombre. Le pido que la salve, que la saque de aquí por favor.
El doctor asintió.
—El destino de este bebe podría ser la muerte apenas lo deje en aquel bote.
Cristin negó.
—El destino de Miranda es vivir. Y llegar a hacer grandes cosas.
El doctor asintió.
Salió de los calabozos con la bebe en brazos, fue a la enfermería y agarro lápiz y papel para anotar algo dejando de paso a la bebe descansando en la camilla.
Cuando termino de anotar aquello en la hoja, miró entonces hacía la bebe y se acercó a ésta.
—Tienes suerte de tener una madre que en sus peores momentos desea tu felicidad. Mis palabras para ti son que no causes muchos problemas si sobrevives.
Mientras la noche se iba bajo la llegada vaga del sol, el doctor sin nombre agarro delicadamente a la bebe y también a la nota, salió de la enfermería y se dirigió hacía los botes salvavidas a paso tranquilo.
Cuando desamarro las cuerdas y las sostuvo para que el barco todavía no cayera, dejo a la bebé con la nota entre los montones de mantas.
—Hoy, 10 de febrero, te despido a ti, Miranda More, y espero que puedas sobrevivir como dijo tu madre que harías. Suerte.
El pequeño barco chocó contra el océano mientras el doctor lo miraba alejarse con la corriente. Sabía muy en su interior que posiblemente aquel bebe no sobreviviría ni un día. Pero no podía hacer nada más.
La madre seria posiblemente ejecutada pronto, y él sólo era un simple doctor que había hecho un acto de misericordia hacía aquella pirata Cristin. Y eso era un delito.
Inclino un poco su cabeza.
«Suerte.», volvió a repetir, pero esta vez en su mente.
Nadie se merecía morir, incluso por todos los males que hubiera hecho en su vida.
Pero él no era nadie para decirlo.
—O—
—¿¡Podría ser un tesoro!?
—Idiota, ¿quién dejaría a la deriva un tesoro en un pequeño bote? Además parece que no hay nada en él más que mantas.
Todos se fueron amontonando uno a uno en el borde del barco observando con extraña curiosidad hacía aquel barquito que flotaba tranquilamente. De repente, un llanto los saco de sus diálogos y pensamientos sobre qué podría ser lo que había en aquel bote.
—¡¿Escucharon eso?! ¿Qué hacen aquí parados todavía? ¡Súbanlo!
Era claro que se trataban de piratas. Y nada más ni nada menos que de aquellos que traficaban sirenas y personas en el nuevo mundo.
Los piratas se movieron de aquí para allá trayendo cuerdas y acatando las ordenes de su capitán.
—¡Muehehehe! ¡Si tenemos suerte y es un bebe entonces lo podríamos vender a un muy buen precio! En estos tiempos las mujeres con dinero y que no pueden tener hijos estarán desesperadas por conseguir uno ¡muehehehe! Las sirenas nos harían ricos, pero un bebe lo haría más.
—Tiene razón Capitán Step. —exclamaron sus nakamas animados.
—¡Muehehe!
Los piratas acercaron el bote hasta el barco y dos de ellos saltaron hacía éste agarrando en el proceso a la "cosa" que en aquellos momentos lloraba a moco suelto.
El pirata alzo a la "cosa" sonriendo triunfal.
—¡Un bebe, capitán Step!
—¡Muehehe!
El pirata que recientemente había alzado a la bebe, la bajo y miró entre sus mantas curioso, encontrando en el proceso un papel. Lo agarro y lo leyó en voz alta, pero baja.
—"A los que la lleguen a encontrar, su nombre es Miranda More, hija de la pirata Cristin More. Por favor, no culpen a la bebe por su procedencia y críenla." —el pirata frunció el ceño y guardo la nota nuevamente entre las mantas de la bebe mientras procesaba a subir nuevamente al barco.
—O—
Sin embargo, no todo fue como pronostico que seria el pirata Step. Tuvieron que abandonar el Nuevo Mundo pues los marines les pisaban los talones. Meses, años, escondiéndose de éstos. En islas, sin siquiera poder vender una misera de las sirenas que tenían en el barco, y la bebé, que fue criada por una sirena que ya había alcanzado los treinta años y por ello su aleta se había partido en dos, ya tenía ocho años y un aspecto de la vida bastante malo.
Sabía, con sus ocho años de vida que: odiaba a los traficantes de sirenas por maltratarlas y venderlas; Odiaba a la marina por no salvarlas.
Apretó la nota más preciada que le recordaba de dónde venía y quién había sido su madre. El collar con aquellas tres escamas de color azul, naranja y amarillo —regalo de sus "madres"— colgaba orgullosamente de su cuello mientras su mirada vagaba entre las olas del mar.
—Qué mar tan idiota —murmuró rodando los ojos aburrida.
Su gastado vestido rojo se mecía lentamente por el viento del mar.
Miró al horizonte.
—Algún día las liberare. Saldremos al mar y seremos libres.
Sus palabras, lamentablemente, no serían concebidas, pues, unos días después y con los piratas de Step ya sin poder siquiera negociar una buen venta por la niña Miranda, se la "obsequiaron" a otros piratas bajo las atentas protestas de la niña.
Ese día lloro bajo la despedida que nunca pudo hacer con sus madres.
Esperaba que estuvieran bien.
Un mes después se entero por los periódicos que todos los piratas de su anterior tripulación fueron capturados, y que, las sirenas, no estaban. Y otro mes después, fue abandonada en un puerto por los piratas a los que se había unido involuntariamente.
Y así comenzó su viaje de tristeza.
Puerto tras puerto, barco tras barco, pasaron los años y parecía que ninguna tripulación la quería pues siempre terminaba siendo abandonada. Las escamas de colores la acompañaron como un vago recuerdo de sus madres en cada viaje que hacía en cada barco pirata.
Hasta que a los trece años y ya harta de la monotonía del abandono, escapo del último barco en el que se monto, robando uno pequeño del puerto en el que habían desembarcado. Saliendo así al mar.
Y a la deriva.
—Debí haberles robado su oro, algo de comida, y un maldito Log pose, o Eternal pose.—frunció sus oscuras cejas ante el caluroso sol que le daba de lleno en la cara y en el resto de su cuerpo.
Su estomago volvió a gruñir.
—Llevo dos días así. ¿Cuánto era que podía sobrevivir un humano sin beber ni comer? —se pregunto para sí misma— Ah, sí, cerca de menos de una maldita semana. ¡Maldición! ¡Tengo hambre! ¡Y esta ropa es una mierda! ¡Al carajo!
En medio de sus quejas por comida, un barco se empezó a divisar. Enorme, imponente.
Miranda lo miró con la boca abierta.
—¿Pero qué...? —sus ojos brillaron una lamparita se encendió arriba de su cabeza—...Oh, yeah. Gyahahaha...
¿Cómo se las ingenio para subir a aquel barco sin que nadie la notara? Eso sería un misterio hasta para el mismísimo Vegapunk. Pero, lo había hecho, y de alguna extraña y misteriosa manera, termino volviéndose un ninja —en vez de un pirata— y terminó en el cuarto de los hombres —como si hubieran mujeres en aquel barco...—.
Entre los montones de ropa, agarro los harapos que parecían estar más "decentes y limpios" y se vistió ocultada entre la montaña de ropa sucia.
Cuando se termino de cambiar, se tuvo que abstener de toser o vomitar por los asquerosos olores.
—Rayos, incluso mi anterior tripulación era más decente que estos —murmuró tapándose la nariz.
—¿Cómo te las ingeniaste para entrar aquí, señorita?
Aquella voz la hizo sobresaltar hasta el punto de terminar saltando hasta el techo de madera y haber clavad sus uñas en éste como si su vida dependiera de ello.
Y como si fuera un gato.
Vaya las ironizas de la vida.
—¿Q-qué...? ¿Pero qué...? —sin palabras, y todavía colgada del techo, Miranda giro su cabeza hasta donde había escuchado la voz y contemplo a aquel hombre rubio con lentes y barba extrañas. Sin poder evitarlo, y debido a lo ridícula de la situación, comenzó a reír como sólo ella podía hacer— ¡Tu barba es extraña! Gyahahaha...
Silvers Rayleigh, vice-capitán de los piratas de Roger, sería rubio, pero no tonto.
Una vena palpito en su cien.
—¡Pequeña mocosa! ¡No te burles de mi barba!
—¡Pero si está geométricamente cortada! Gyahahahaha... —rió aún más, sin darse cuenta de que sus uñas no resistieron más y la hicieron caer dolosamente al piso.
Esta vez fue el turno de Rayleigh de reír como desquiciado.
—¡Tú, maldito! ¡¿Quieres pelea?!
—¿Yo? ¿Pelear? ¿Con una niña como tú?
La vena esta vez se formo en la cien de Miranda mientras cerraba sus puños enojada.
—Además, te tienes que disculpar.
—¿¡Y por qué rayos lo haría!? —le grito cabreada hasta los huesos.
—Porque has robado la ropa de mis nakamas, has entrado al camarote de hombres y me has insultado la barba.
—Lo siento.—se inclino respetuosamente ante la sorpresa de Rayleigh, pero entonces alzo la mirada y una sonrisa macabra surco sus labios— Excepto por lo de la barba.
—Tú... enana...
—O—
Miranda había logrado muchas cosas a sus trece años:
Por fin ser independiente y haberse largado de la tripulación que la había acogido. Y que en un futuro seguramente la abandonarían.
Salir con vida.
Haber llegado al barco de uno de los piratas más famosos, Gol D. Roger. Futuro Rey de los piratas y, sin saberlo siquiera, haberle robado a los nakamas de éste su ropa e insultado a uno de sus primeros oficiales.
Entrar involuntariamente —como al parecer era un hecho que siempre le pasaría— a esta tripulación y ser una de las "nuevas aprendices" de Silvers Rayleigh.
Odiar a Shanks.
Sí, se podría decir que había avanzado mucho en su vida.
Continuará...
¿Qué tal? ¿Les gusto? ¿Quieren conti? —igual la continuaré.
En fin, ¿les ha hecho reír? Porque a mí sí xD.
A las demás personas que pusieron sus fichas les aviso que haré de ustedes fics futuros. Pero que por ahora me centrare en este.
Hasta el próximo cap.
