Descargo de responsabilidad: Akatsuki no Yona pertenece a la maravillosa Kusanagi Mizuho.
GRACIAS, PADRE
Gracias, Padre…
Gracias por enseñarme a amar a nuestro pueblo. Por enseñarme la responsabilidad y las obligaciones de ser un buen gobernante. Por enseñarme a cuidar de Kouka.
Por enseñarme a ser fuerte.
Yo te admiraba. Te amaba. Yo me miraba en tus ojos y quería ser como tú. Grande, justo y noble.
Como tú…
Pero los sirvientes hablan, padre… Y hablan y no se dan cuenta del niño que se esconde tras la puerta. No advierten al pequeño que les escucha decir que en el Castillo Hiryuu apenas hay doncella ni mujer de menos de treinta a la que no hubieras seducido o ultrajado, padre…
Siempre hablan, y si uno se queda el tiempo suficiente, entre rumores y suposiciones, entre verdades torcidas y mentiras confusas, puede acabar escuchando la verdad…
Y yo siempre he sido muy paciente, padre…
Nunca fueron los rebeldes, padre… Dicen que la reina se tumbó en el lecho y se desangró por las muñecas. La encontraron con la palidez que trae la muerte y una daga junto a ella. Pero tú y yo ya sabemos por qué. Volviste a poner tus manos en ella. Volviste a mancillarla. Y mi tío lo supo.
Años antes, mi tío, siempre tan noble y compasivo, cargó con las consecuencias de tu infamia y rescató a una muchacha de su vergüenza mediante el matrimonio. Era el segundo hijo… Apenas importaba con quién se casara. El trono te esperaba a ti, padre, así que te vino muy bien que el manso Il se te quitara de en medio con un casamiento mediocre. Pero el rey Joo-Nam, mi abuelo, vio la oscuridad en ti… Tus 'hazañas' en los lechos de palacio solo traían la deshonra a su casa y a su nombre. Seguramente te hubiera exiliado de no necesitarte en el frente… Fue por eso que le legó el reino a tu hermano. Pensando que quizás, bajo su mano, la tribu del Cielo no sería manchada más por tus actos. Tú lo aceptaste con una sonrisa, proclamando tu decisión de seguir luchando por el bien del reino y yo te amé más aún por ello.
Pero tú, padre, no podías dejarlo estar… La seguiste rondando, acechando, porque la fruta fuera de tu alcance siempre es más atractiva. Poco te importaba ella. Bueno, sí… Ahora era reina. Y tú nunca lo habías hecho con una reina… Solo querías la emoción de la caza, perseguir a tu presa y derribarla. Someterla y humillarla otra vez. Pero esta vez mi tío lo supo. ¿Cómo no saberlo cuando ves a tu esposa yaciendo en un lecho carmesí? Él lo supo. Y por una vez en su vida, el pacífico bufón de rey blandió una espada y se convirtió en asesino.
Pero yo te seguía amando, padre, y no olvidaba tus sueños de cuidar y velar por el país. Kouka era débil, y agonizaba de enfermedad y miseria, y una mano fuerte debía tomar las riendas para salvarlo.
Así que te vengué, padre.
Con la misma espada. De la misma forma.
Limpié sangre con sangre y te vengué, padre mío.
La tribu del Cielo sigue en el trono, y me esfuerzo en cumplir tu sueño. Soy rey, y mis manos ensangrentadas gobiernan este reino.
Así que enhorabuena, padre. Lo conseguiste. Tu linaje se sienta en este trono manchado con la sangre de los descendientes de Hiryuu.
Yona vive aún, ¿sabes?
Tampoco sabes lo difícil que ha sido no amarla, padre… Verla crecer con ese amor por mí en sus ojos… Firme, inquebrantable, leal… Yo cerré los ojos y me negué a sentirlo… Porque el amor es un lujo doloroso que no me pude permitir desde que te robaron de mí.
Gracias, padre, por hacer de mí el hombre que soy.
Un rey… Un monstruo…
Sé bien que algún día tendré que matarla…
Y cuando llegue ese día, perpetuaremos este ciclo de sangre y muerte que tú iniciaste, hasta que solo uno de los dos quede en pie.
Padre, espero que sea ella.
Mi hermana.
Yona.
