Capítulo 0 Prólogo
–Todavía no puedo borrarme esa imagen de mi cabeza... Ese beso fortuito con Sairenji... Ha hecho que la situación conmigo mismo sea algo insoportable.- Decía tumbado en mi cama mientras miraba el techo de mi habitación.
Me sentía extraño; no comprendía la repercusión que había tenido aquella acción. Supe que no tuve nada que ver. Fue un accidente... Provocado por uno de los tan "aclamados" aparatos de Lala. La idea de hacerse pasar por Sairenji mientras nosotros éramos diminutos para distraer a sus padres, y que no sospechasen, fue bastante ingenioso. No obstante, tuvimos muchos percances hasta que volvimos a la normalidad. Acabamos metidos en el lugar menos apropiado para escondernos: sus braguitas. Cada vez que lo recordaba se me ponía la cara como un tomate bien maduro.
Pensaba, pensaba y pensaba con la almohada apoyada en mi cara, y escuchaba tras la puerta de mi cuarto cómo correteaban Momo, Lala y Nana. Lala, todavía se encontraba en fase de crecimiento tras el enorme gasto de energía que sufrió durante la pelea con Darkness. Tomó el aspecto de una cría de ocho años debido a que se vio obligada a sobrepasar su límite, y yo... Solo me asustaba cuando alguno de sus pechos se me acercaba a la cara.
–¿Por qué siempre reacciono así? Las chicas siempre tienen una visión completamente opuesta de lo que sucede realmente... –Balbuceé
Sin embargo, pese a la mala interpretación que siempre tenían de mis acciones, ella continuaba con su carácter feliz e inocente. Eso me confundía. En mi mente, solo circulaba una palabra desde hacía un par de minutos: Harem. No sabía el porqué de darle tanta importancia a esa palabra... Las leyes de la tierra solo permitían contraer matrimonio con una sola persona. Aún así, estaba con las ideas sin aclarar.
Me levanté ligeramente de la cama y apoyé mis manos sobre el colchón. Escuchaba griterío en el pasillo el cual cada vez iba en aumento:
–¡Momo, suelta mi cola! ¡Ay! –Decía Lala entre gemidos algo tímidos.
–No te preocupes, hermanita, esto es solo un calentamiento. –Dijo con mucha picardía.
Tenía claro que si me metía en aquel jaleo, saldría con daños colaterales. Sin embargo, esta vez me arriesgaría por echarle una mano a Lala. Abrí la puerta y me asomé tímidamente al pasillo. Cuando quise darme cuenta de mi grave error... Ya era demasiado tarde. Momo había dejado fuera de combate a sus dos hermanas a base de "cosquillas". Sus ojos se pusieron a brillar en cuanto me localizó; cerré la puerta inmediatamente para ahorrarme tragedias mayores. Me dejé caer sobre la pared y suspiré, al igual que, de pronto, escuche una dulce voz femenina dentro de mi cuarto:
–Rito, tenemos cosas interesantes de las que hablar je, je, je. –Soltó Momo desabrochándose el botón de su camisa.
