AMORIS MARIS ET LUNA

"Señores, ¿os gustaría escuchar una hermosa historia de amor y de muerte? Es del príncipe del Mar y de la princesa de la Luna. Sabréis del goce y del dolor con que se amaron y cómo murieron, en el mismo día, él por ella, ella por él"…

PROLOGO

Hace muchos milenios, las naciones de la tierra estaban divididas por disputas entre los diferentes reinos; asolados por el poder del Imperio Lunar, los ejércitos selenitas invadían con frecuencia la tierra causando destrucción y estragos entre los reinos terrícolas en busca de abastecerse de recursos naturales los cuales no poseían en su planeta, a pesar de tener poderes especiales, buenos guerreros y tecnología muy avanzada.

Siglos enteros de dominación selenita comenzaron a crear entre los pueblos terrícolas el deseo de poner fin a esta injusticia, de liberarse de la amenaza terrible del Reino Lunar de una vez por todas, pero divididos, esta hazaña era casi imposible. Solo un milagro podría unir a los reinos de la tierra, un milagro que solo el amor puede logar, pero… ¿Acaso pueden la Luna y el Mar llegar a amarse cuando en medio de ellos se alza un abismo de odio?

(música en Youtube: /watch?v=zYuMNfsSruU&feature=related)

Capítulo 1: Guerra y Muerte

Reino de Atlantis. Planeta Tierra.

Las olas azules del mar se elevan en una calma apacible aquella mañana, en que el sol alumbra la arena de la playa y pone brillos dorados sobre el agua. Dos figuras flotaban sobre el mar, nadando con maestría y surcando las olas como si fuesen peces, pero no lo eran, sino un hombre de cabellera rubia y un jovencito de no más de doce años, de cabello tan azul como el tono aguamarina del mar. El alto hombre rubio se detiene junto a un peñasco donde las olas se estrellan y da la mano al jovencito para subir en el peñasco. El hombre rubio desata un pequeño cuchillo de obsidiana, atado a la tela que cubre su cintura, y se lo alarga al niño de cabello aguamarina, el cual lo toma en sus manos y asiente saltando luego en un clavado hacia las aguas del mar donde se hunde y emerge como un verdadero pez.

El musculoso hombre rubio mira con sus ojos azules como la cabeza aguamarina del niño emerge mas delante, justo donde las peñas del mar forman una pequeña caleta en que un cardumen de peces mueve las aguas provocando que algo de espuma salga de esta. El jovencito nada con sigilo y después se queda inmóvil, sumergido en el agua en la que solo destaca un poco de su cabeza y sus ojos azul aguamarina.

-Vamos, tu puedes hacerlo pequeño. Sigilo, valor, velocidad, contundencia-repite el hombre rubio. En un movimiento intempestivo el jovencito sumergido en el agua salta con el cuchillo en su mano y ataca al desprevenido pez que nadaba cerca de él, después el niño levanta su mano y el animal aparece encajado en el cuchillo. El hombre rubio sonríe y salta al agua nadando hacia su pequeño hijo que ya sale hacia la playa con el pez enterrado en el cuchillo negro.

-¡Bien hecho Owen! ¡Ven acá!-feliz sale del mar el musculoso hombre rubio abriendo los brazos. El niño de cabello aguamarina deja el pez muerto sobre la arena y corre a abrazar a su Padre el cual lo levanta en alto y los dos riendo giran.

-¡Lo hice Padre, lo hice!-exclama el niño.

-¡Lo hiciste hijo! Lo lograste con un año menos que yo-emocionado el hombre rubio bajando al niño y acariciando sus mojados cabellos azules.

-¿Y cuándo podré cazar a un tiburón?-emocionado el niño caminando con su padre hacia unas rocas donde descansaba su ropa seca.

-¿Un tiburón?-pregunta el hombre rubio mientras seca su cuerpo con una manta y se pone una camisa.

-¡Por favor Padre!-suplica el valiente jovencito. El hombre sonríe y le lanza la manta al niño.

-Sécate y vamos a casa, porque si llegamos tarde tu madre nos reñirá. Además tendremos visitas-termina el alto hombre rubio y el niño haciendo un encantador mohín con sus labios acaba de secarse y vestirse.

Unos momentos después, Padre e hijo cruzan las llanuras posteriores a la playa de aquella bellísima isla, donde a lo lejos destacan las torres de coral azul de majestuoso reino de Atlantis. El hombre rubio lleva además de sus ropas y una capa azul con el escudo de un caballo de mar, una espada maravillosa de empuñadura plateada en su cinto. El niño tiene una pequeña capa igual a la de su padre y orgulloso lleva ahora el pequeño cuchillo en su cinto y el enorme pescado atado con un hilo en su otra mano.

-¿Qué crees que diga mamá cuando vea el pescado que traje?-inquiere el pequeño Owen.

-Ten por seguro que no le gustará mucho, ella se siente más orgullosa de ti cuando tocas bellas melodías con la lira, que cuando cazas conmigo-responde el rubio.

-Mamá dice que un verdadero rey del reino de Atlantis debe ser tan valiente y fuerte, como sensible y artista-repite el niño las palabras de su madre. Andrew Thalassa sonríe ante la ocurrencia de su hijo.

-Es que tu madre es una artista. Escucha esto, Owen, este día va a haber invitados especiales en el palacio. Tendremos una reunión importante y verás a muchos de los reyes de los reinos vecinos. Quiero que los observes bien y aprendas de ellos, para que pienses qué tipo de rey quieres llegar a ser en el futuro. ¿Entendido? Recuerda que debemos aprender de todo lo que nos rodea-instruye el rey a su primogénito.

-No necesito observarlos, Padre, sé qué tipo de rey quiero ser cuando sea mayor. Quiero ser tan fuerte y valiente como tú, y tan sabio e inteligente como tío Endymion-asegura el niño con orgullo. El hombre rubio sonríe y acaricia la cabeza aguamarina de su hijo.

-Buena elección, Owen. Veo que ni siquiera a mi pequeño caballo de mar le ha pasado desapercibido quién entre los nobles de la Tierra es el más sabio y fuerte-tercia el rey.

-Padre… ¿Van a unirse contra los selenitas verdad?-inquiere el inteligente niño.

-Si hijo, vamos a unirnos, porque alguien tiene que poner fin al terrible domino del Imperio Lunar.

-¿Tu?-cuestiona el jovencito, para quien su Padre era un héroe capaz de todo solo.

-Yo, Endymion, todos los reinos. No podemos resistir solos.

-Yo si podría-asegura el niño, haciendo reír a su Padre.

-Mi pequeño caballo de mar se convierte ahora en un guerrero. Pero debemos tener cuidado, el valor sin inteligencia, no es bueno. ¿Entiendes?-el niño asiente, justo cuando llegan a las puertas de la imponente muralla de torres de coral de la ciudad de Atlantis en la que los guardias de armaduras azules al ver a su señor y al pequeño príncipe les permiten el paso respetuosos.

Dentro, la bella ciudad mimetizada con el mar de aquella isla próspera y hermosa, con sus altas torres de un metal dorado llamado Oricalco, destellaban de forma hermosa con el sol.

El rey camina por las calles con su hijo hasta llegar a la explanada principal en que unos soldados se reúnen tras el rey y el príncipe que atraviesa el pequeño mercado en que los ciudadanos de Atlantis se surten de toda clase de objetos.

-Escucha esta lección, pequeño caballo de mar, si vuelves a casa sin un regalo para tu señora, conocerás lo que es el infierno. ¡Anda a elegir algo para tu Madre!-empuja Andrew Thalassa a su hijo hacia los puestos ambulantes al ver que un hombre alto y fornido, de cabello rojo y aspecto fiero, vestido con pieles cafés, a la usanza de la gente del Sur, se acerca a él. El niño pregunta por unos collares y pulseras de conchas de mar a un vendedor, que al conocer a su príncipe se apresura a atenderle.

-Mi señor-saluda el formidable guerrero de cabellera roja con una mano en el pecho al guerrero rubio.

-Rubeus. ¿Han llegado todos?-pregunta el rey de Atlantis.

-Todos señor, los hérulos de las frías tierras del norte, los stones de las tierras del este, los gurdeos del oeste y mis compatriotas del Sur-asegura el guerrero, quien a pesar de no ser de Atlantis profesaba una lealtad ciega a la familia Thalassa en agradecimiento al rey quien le perdonó la vida en batalla.

-Muy bien, con Endymion estamos todos. ¿Dónde está él?-inquiere el rey.

-Llegaron él y la reina temprano con una discreta comisión, y desde ese instante están en las habitaciones de la reina Michiru charlando-asegura Rubeus con una gran sonrisa.

-¿Y a qué se debe tu sonrisa entonces? Tu no sonríes sin una razón, te conozco, fiero amigo-palmea su espalda el rubio rey.

-Mi señora, la princesa Rei, esposa del rey Endymion…está embarazada. ¿Se da cuenta señor? Pronto mi patria tendrá un heredero-asegura el fiel y bravo guerrero del sur. Andrew Thalassa sonríe.

-Tengo que felicitar a Endymion entonces-asegura caminando hacia el palacio. El niño de cabello aguamarina corre hacia su Padre.

-¡Mira Padre! ¿Qué te parece?-pregunta mostrándole una bella pulsera de conchas nacaradas.

-Perfecta para tu madre. Vamos adentro Owen-lo llama su padre y ambos, junto con Rubeus, entran en el castillo atravesando el pasillo mientras los guardias se cuadran ante su señor y su príncipe. Justo cuando van subiendo las escaleras, un joven que debe rondar los 20 años, de armadura gris y cabellera negra, baja por estas con prestancia y majestad. Al ver al guerrero de cabello negro, el niño corre alborotado.

-¡Endymion! ¡Endymion!-el pequeño príncipe abraza afectuoso al joven rey de Erusion que corresponde al abrazo.

-¡Owen! Mira que grande estás. El día de mi boda me llegabas solo al pecho y ahora estás a la altura de mi hombro. De seguir así pronto serás un fuerte guerrero-alborota cariñoso el cabello de su sobrino el joven rey de las tierras del centro.

-¡Mira! Cacé yo solo este pez, usando solo un cuchillo-presume Owen.

-Asombroso. Eres muy valiente. Yo a tu edad no hubiera podido hacerlo-confiesa Endymion.

-Mientes. Cuando tenías cuatro años más que yo, fuiste nombrado rey de Erusion y lo hiciste mejor que nadie. Cuando sea mayor quiero ser como tú-confiesa el niño de cabello aguamarina.

-Vamos, Owen, deja a Endymion que tengo cosas importantes que tratar con él y ve a ver a tu madre-lo empuja levemente el rubio soberano, el niño se pierde corriendo por los pasillos y Andrew toma del hombro a su primo.

-Debes sentirte muy orgulloso de él. Es todo un cachorro de león. Promete mucho para el futuro-comenta el joven rey de cabello negro.

-Los hijos siempre llenan de orgullo y satisfacción a un padre, ya lo descubrirás por ti mismo. Supe lo del embarazo de Rei. ¡Felicidades!-sincero el rey rubio, y los dos primos se funden en un abrazo.

-Gracias, de verdad Andrew, soy el hombre más feliz de la tierra, amo a mi mujer, voy a ser padre, mi reino está en calma, tranquilo, desde mi matrimonio con la princesa del Sur las hostilidades entre nuestros reinos disminuyeron, y ahora, gracias a ti tengo el apoyo de los nobles de Erusion, ahora creen en mí, les he demostrado que puedo ser un buen rey aun siendo joven-comenta Endymion caminando con su primo hacia la sala del trono.

-Lo sé, por toda la Tierra se comenta tu acierto al gobernar, y cómo en tan pocos años has logrado lo que tu Padre, mi querido tío, deseaba antes de morir, la grandeza de Erusion-apoya Andrew.

-No lo hubiera logrado de no ser por ti. Cuando murieron mis Padres y tuve que tomar el trono, no era más que un adolescente de 16 años, los nobles querían destituirme, y lo habrían logrado, de no ser porque el poderoso y sabio rey de Atlantis me da su voto de confianza y apoya mi gobierno. Después, cuando la amenaza de guerra con el poderoso reino del Sur, tu consejo del matrimonio con la princesa solucionó todo. Nos evitamos problemas políticos y una guerra, y yo por otro lado, encontré con mi bella princesa amatista la felicidad. Te debo todo lo que soy, primo. A mis 22 años puedo decir que al fin lo tengo todo, y no sé cómo pagarte por lo que me has ayudado-sincero el joven rey de Erusion.

-Ahora puede ayudarme, no pagarme, porque lo que hice fue porque te estimo y no en espera de pago-responde el sabio rey rubio de Atlantis.

-Dime cómo y lo haré, Andrew-responde seguro de sí el joven Endymion.

-¿Sabes por qué reuní aquí a los soberanos de todos los reinos de la Tierra?-pregunta el rubio rey a su joven primo llegando a la sala del trono y caminando hacia una larga mesa de piedra rectangular con muchas sillas doradas en torno, donde los dos reyes toman asiento.

-Lo supongo primo. Luego de los ataques a tierras del norte de parte del Imperio Lunar, todos tenemos el mismo miedo. Las crueldades del rey Domhnal Argento del Imperio Lunar, su prepotencia, su maldad, los tributos que cobra y sus injusticias son ya insoportables. En tiempos de mi Padre, cuando era tan pequeño como Owen, lo escuché hablar contigo sobre la posibilidad de unificar los reinos terrícolas en uno solo. De lo que no somos capaces cada reino de forma individual, lo seríamos unidos bajo un solo rey-explica Endymion.

-Sigues siendo tan inteligente como siempre, primo. Esa es la razón. He pasado muchos años gestionando con embajadores de mi confianza en los reinos vecinos, tratando de convencerlos de al menos escuchar la propuesta que Orión, tu padre, tenía. Hasta este momento es que logramos el consentimiento de todos los reyes. Voy a proponer que nos unamos bajo el mando de un solo rey, es justo allí que quiero tu apoyo-indica Andrew Thalassa tomando el fuerte hombro de su primo que sonríe y devuelve el mismo gesto.

-Sabes que tendrás mi apoyo, a nadie apoyará el reino de Erusion más que a ti, Andrew, eres el mejor de nosotros para unir los reinos-responde el joven de cabello negro. Una sonrisa de Andrew.

-Lo lamento, Endymion, pero no entendiste bien en qué consiste tu ayuda. No voy a proponerme a mí mismo para ser el rey que una a la Tierra, vamos a proponerte a ti-asegura el rey de Atlantis. El más completo asombro se plasma en las pupilas azules del joven rey de Erusion.

-¿A mí?...¡Pero Andrew!

-Espera, primero escucha, eres un joven tan sabio como valiente. En unos pocos años le has demostrado a todos los reyes de la Tierra que eres capaz de gobernar un reino tan grande como lo es ahora Erusion, antes tu reino era uno más de los muchos de la Tierra, ahora es el más grande de todos, desde tu matrimonio con la princesa del reino de Simurgh, el rey Van Hino, tu suegro, te apoya en todo y juntos el reino del centro y el del Sur, son la porción territorial más grande de la Tierra unida bajo tu mando. Eres el indicado, Endymion.

-¡NO! Yo no quiero esa responsabilidad. Lo siento mucho Andrew pero no puedo. Tu eres quien debe gobernar la Tierra, no yo, unirnos bajo un solo reino provocaría la furia del Imperio Lunar, es por eso que mataron a mis Padres, el Rey Domhnal jamás lo permitiría, nos atacaría, tiene espías por todos lados.

-¿Tienes miedo?-inquiere el rubio.

-Sí, pero no de pelear yo solo, sino de las consecuencias para el pueblo. Yo no podría llevar a los reinos terrícolas a la victoria, los selenitas nos aplastarían, sabes la tecnología que tienen. Yo lo único que quiero es vivir en paz, con mi mujer y mi hijo, no quiero terminar como mi Padre-declara firme Endymion.

-¡Muchacho, por favor, espera!-lo intenta detener Andrew, pero Endymion desaparece por la sala del trono pasando en medio de las dos bellas mujeres que van de la mano y lo ven salir de la sala del trono precipitadamente. La más alta de las dos, la hermosa reina de cabello aguamarina llega a la mesa donde su marido preocupado permanece en silencio.

-¿Andrew? ¿Cariño pasa algo malo con Endymion?-inquiere la reina tan parecida al pequeño príncipe.

-Pasa todo, Michiru. Endymion no quiere aceptar. ¿Te das cuenta? Luego de tantos años, de tantas vidas y de tantos tratos para lograr la unificación, el único que puede hacerlo realidad, se niega-dolido el rubio Rey. La más joven de las dos soberanas, una hermosa jovencita de cabellos negros y expresivos ojos amatista escucha aquello interesada.

-¿Era esa la razón por la que nos reuniste? ¿No el festejo de su aniversario?-adivina la intuitiva princesa de Simurgh.

-Así es, Rei, esa era la razón. Andrew iba a plantear a los reyes de la Tierra un tratado para unirse como un solo reino, que haga frente a las atrocidades y saqueos del Imperio Lunar y de Domhnal Argento-responde la reina de cabello aguamarina refiriéndose al terrible y sanguinario rey de la Luna. El rey de Atlantis se levanta de su trono y toma las manos de la bella reina de Erusion.

-Rei, muchacha, tienes que convencer a Endymion. He hablado con todos los reyes y están dispuestos a apoyarlo, él tiene también el apoyo de tu padre, y con él toda la fuerza militar del reino del Sur. Está destinado a ser el rey que conduzca a la tierra a una nueva era donde no tengamos que soportar las injusticias de los selenitas. Piensa en el mundo que quieres legarle a tu hijo, a su hijo-pide ansioso el rubio monarca mirando las pupilas moradas de la reina que asiente.

-Lo haré. Lo convenceré-promete ella.

-En una hora será la reunión-indica el rey de Atlantis.

-Volveremos antes, y Endymion aceptará, te lo garantizo-decidida la reina de Erusion saliendo de la sala del trono. Andrew Thalassa suspira hondo, mientras su esposa lo toma del brazo.

-Confía en ella, nadie puede convencerlo más que Rei-declara la reina Michiru. La joven reina de cabello negro atraviesa los pasillos de palacio buscando a su marido, hasta que lo descubre apoyado en un balcón con vista al mar. Se acerca a él y posa su mano en el fuerte hombro del joven.

-Es una locura lo que quieren Andrew y los demás, una provocación al Imperio Lunar no es la forma de ganar esta batalla-habla Endymion.

-Andrew cree que si, está seguro de que es momento de que un hombre fuerte y sabio tome las riendas de este planeta y haga justicia, enfrente con brazo fuerte al rey Domhnal y haga que la era de paz sea posible para la Tierra. Él y muchos creen que ese hombre eres tú. También yo lo creo-declara la bella reina. Endymion gira la vista y contempla a su esposa, que con la luz roja del atardecer parece una aparición celeste.

-Tengo miedo de las consecuencias, de no hacerlo bien, de terminar como mi Padre. No tengo miedo por mí, sino por ti y por él…- declara Endymion colocando su mano sobre el vientre abultado de su mujer. La princesa del Sur sonríe y acaricia la mejilla de su esposo.

-Es justo por él por quien debes aceptar. ¿Qué Tierra quieres legarle? ¿Qué futuro quieres que tenga? Vivir en un lugar donde no podemos ser libres, en un planeta asolado por la maldad y ambición de los selenitas, o quieres para nuestro hijo un mundo libre, un mundo donde pueda crecer y ser feliz, un mundo que tu ayudarás a construir para él, para nosotros-pide la joven reina cerrando sus ojos y juntando su frente con la de su esposo que la escucha atentamente.

-Andrew es un tramposo de lo peor. ¿Te envió a convencerme no es así?-cuestiona el rey de Erusion abrazando a su esposa por la cintura. Ella sonríe correspondiendo al abrazo de su esposo y pasando sus brazos por su cuello.

-¿Lo logré?-cuestiona ella.

-Tu siempre logras que haga lo que deseas-es la respuesta del joven de cabello negro antes de besar amorosamente los labios de su esposa-Voy a aceptar esa responsabilidad, porque tú me lo pides, y por nuestro hijo.

-Y tanto él como yo, seremos los más orgullosos de ti-declara la reina. Endymion sujeta la blanca mano de su esposa y la besa en el dorso, luego ambos tomados de la mano salen del balcón, donde la tarde ha muerto por completo, dando lugar a la oscuridad de la noche y las primeras estrellas que alumbran el cielo.

Una hora más tarde, encerrados en el salón del trono de Atlantis, los soberanos de todos los reinos de la Tierra están sentados en la gran mesa rectangular escuchando al rey Andrew Thalassa. Los guardias cuidan la entrada a la sala, y solo los soberanos, las dos reinas y el pequeño de cabello aguamarina se encuentran en la sala.

Owen Thalassa observa con sus ojos muy abiertos a cada uno de los reyes; el rey Malachite Sven del norte, alto y de cabello blanco, el rey Neflyte del Oeste, fuerte, moreno y de largos rizos castaños, el rey Zoicite, rubio y elegante, de los lejanos desiertos, y el rey Jedite de las tierras orientales, pero el que más le inquieta al pequeño príncipe de Atlantis, es el rey Diamante Black del Este, de cabello platinado y lacerante mirada fría y dura. Su tío Endymion está sentado al lado derecho del trono de su Padre, y su madre, que luce la pulsera de conchas de mar que él le obsequió, al lado izquierdo. Del otro lado de la cabecera de la mesa, justo frente al trono de su Padre, está la hermosa reina de cabello negro y ojos amatista, y a su lado, parado, el pequeño Owen.

-Creo que estamos todos y debemos comenzar-indica Andrew Thalassa.

-Una objeción antes, Andrew, ¿Por qué debe haber mujeres presentes en asuntos políticos que conciernen solo a los hombres?-pregunta mordaz Diamante Black.

-Eso es, Black, porque esas mujeres que mencionas con desprecio, son reinas. Una de ellas es la Noble Michiru Thalassa, reina de Atlantis, anfitriona de todos esta noche, y otra, es mi esposa, y reina de Erusion, princesa del reino de Simurgh, quien es delegada por el rey Van Hino, su Padre, para tomar decisión esta noche sobre todo lo que concierna a tierras del Sur. Si eso no basta para justificar su presencia entonces no sé qué más deseas, Black-responde firme Endymion. Los ojos del rey del Este se cruzan con los del rey de Erusion en flagrante desafío.

-Tía Rei...Ese tipo, Diamante, no me gusta-opina el pequeño de cabello aguamarina del otro lado de la mesa jalando levemente el brazo de la reina del Sur. La mujer de cabello negro acaricia la mejilla del chico.

-Eres muy intuitivo, Owen. Es verdad, a mí tampoco me gusta. Observa y aprende para que jamás te portes como él, que es un rey ambicioso y malvado que solo ve por sus intereses-instruye la sabia joven. El niño comparte una sonrisa con su tía que ahora le ordena guardar silencio colocando su dedo índice sobre sus labios.

-Ahora, señores, les mostraré el mapa de los reinos terrícolas-indica el rey de Atlantis. El pelirrojo Rubeus jala una soga y ante los reyes se despliega el enorme mapa de tela que representa a los reinos de aquel planeta, divididos por un cordón-¡divididos, débiles, como los selenitas quieren!-declara el rubio soberano, luego tomando su poderosa espada corta el hilo que sirve de marca territorial a los reinos y lo jala del mapa dejándolo libre de divisiones-si fuéramos un solo reino, unido, nuestro ejército sería el doble que el suyo, podríamos derrotarlos al fin. Por eso estamos todos aquí hoy, para firmar este tratado de unificación-propone el rey de Atlantis tomando un pedazo de pergamino con muchas letras escritas en él.

-¿Y quién sería el rey?-pregunta el alto hombre de risos castaños.

-El más fuerte y sabio de entre nosotros, el rey Endymion Chiba, de Erusion- propone el rubio monarca y todos los ojos se clavan en el joven de cabello negro que sostiene las miradas con soberbio continente.

En las afueras, el palacio de Atlantis es resguardado por soldados de armaduras azules que patrullan por las murallas de coral que protegen el palacio de aquella majestuosa isla en medio del mar. Uno de ellos mira el cielo nocturno donde algunas estrellas parecen moverse con rapidez, y hacerse cada vez más grandes.

-¿Qué diablos es eso?-se cuestiona el guardia viendo como aquellas lejanas estrellas se acercan cada vez con más velocidad hacia ellos.

Surcando el espacio y la atmósfera de la Tierra, cuatro naves veloces de color plateado se acercan a la Isla de Atlantis. En la nave que va delante, se encuentra sentado un joven guerrero de largo cabello negro sujeto en una larga coleta, y ojos azules penetrantes. Lleva la armadura plateada propia de la guardia del Imperio Lunar e insignias militares en su pecho, condecorado con medias lunas de plata.

-Capitán Kou, estaremos llegado a Atlantis en diez minutos-informa uno de los técnicos que conducen la nave.

-Perfecto. Quiero un acercamiento hacia palacio ahora-indica el joven líder de la expedición. Los técnicos selenitas manipulan los paneles luminosos, última tecnología del Imperio Lunar, y una pantalla se despliega mostrando en la bahía de Atlantis, anclados barcos que ondean banderas de todos los reinos terrícolas-Excelente, de modo que la rata de Black no mintió, todos los reyes terrícolas unidos conspirando contra nuestro rey en Atlantis. Era verdad…

-¿Qué ordena que se haga, capitán Kou?-pregunta otro de los técnicos. El joven de ojos azules sonríe.

-Aplastarlos como ratas, eso textualmente dijo el rey Domhnal, y hay que obedecer. Dé la orden al resto de los comandos para el ataque simultáneo-declara este, todos los soldados que conducen la nave responden con un "SI SEÑOR" y se concentran de nuevo en sus ocupaciones.

Dentro de la sala del trono del palacio de Atlantis, la discusión continúa, algunos reyes están a favor de la idea de Thalassa, otros en contra, hasta que el propio rey rubio los calla a todos con autoridad.

-¡Si son felices enviando todas nuestras riquezas, comida, ganado y ganancias al Imperio Lunar y viviendo como esclavos, entonces no firmen!-habla molesto el rey Andrew.

-Si fuéramos felices haciendo eso, Thalassa, jamás nos habríamos arriesgado a venir aquí o a atender a tus embajadores-opina el alto hombre de largo cabello blanco, Malachite Sven, rey del norte y una nueva discusión se desata. Endymion se levanta de su silla y camina hasta colocarse al lado de su primo.

-¡Amigos! mi esposa está embarazada, mi corazón me dice que es un niño-declara mirando hasta el otro lado de la mesa amorosamente a la joven de ojos amatista que le sonríe. El pequeño Owen también sonríe y mira el vientre de su tía, esperando que de verdad sea un niño para poder jugar con él y enseñarlo a cazar-quiero que mi hijo viva en una Tierra donde todos nosotros, todos los reinos, el Norte, el Este, el Oeste, las tierras áridas y el lejano Oriente, estén en Paz-propone el joven rey de Erusion- esta tierra no ha conocido la unidad desde hace tres milenios, por eso firmo este tratado-declara tomando la pluma azul y mojándola en tinta estampa en él su firma.

-¿Y por qué deberíamos seguirte, Endymion?-cuestiona Diamante Black con encono.

-Tal vez, Black, porque tu último intento de formar una alianza sin el conocimiento de la mitad de los reyes aquí presentes fracasó-responde el joven de cabello negro cruzando su mirada desafiante con la del rey de las tierras del Este que presiona furioso los puños ante el murmullo que se levanta en la sala. Los murmullos son cortados por el atronador sonido de un rayo y una explosión de luz plateada que acompaña al estruendo que produce el rayo al estrellarse en una de las torres del palacio y derribarla.

El terremoto que produce el ataque es acompañado por el grito de un soldado que irrumpe en la sala del trono.

-¡Alarma! ¡Alarma! ¡Los selenitas están atacando!-declara el soldado provocando un pánico terrible que se desata en la sala del trono, acompañado de gritos atemorizantes del pueblo y de más sonido de explosiones de rayos venidos de las cuatro naves selenitas que descienden en medio de la ciudad. El rey de Atlantis corre hacia los ventanales mirando la desolación de su gente que corre y grita mientras los soldados de armaduras plateadas y lanzas luminosas los mascaran.

-¡Marthus! ¡Que el ejército proteja a la gente!-ordena a su general.

-Pero señor…no tenemos suficientes hombres y…

-¡Hazlo! ¡Hay que enfrentarlos!-valiente el rey rubio, el soldado asiente.

-¡Guardia real agrúpense! ¡Vamos a salir!-le rey Andrew desenfunda su espada y camina para salir de la sala del trono. Endymion se le une con su arma en la mano.

-Esto no tiene sentido, alguien debió delatarnos-opina el joven de cabello negro caminando junto con su primo. Una nueva explosión acompañada de gritos se deja escuchar junto con un temblor más, el palacio está siendo derribado, y el fragor del combate entre los selenitas y los soldados de Atlantis es cada vez más cercano.

-¡No salgas, me encargaré de todo! ¡Quédate y pon a salvo a Michiru, a tu mujer y a Owen!…¡Por favor!-suplica Andrew. Endymion asiente y dejando a su primo ocuparse de organizar a sus soldados regresa y ayudado por los demás monarcas vuelcan la gran mesa de piedra y la arrastran hasta colocarla frente a la entrada.

-¡Todos colóquense detrás! ¡Cuando entren los enfrentaremos!-ordena Endymion preparando el inminente combate. La reina de cabello aguamarina corre entre el caos de la sala.

-¡Owen! ¡Owen!-llama asustada hasta que encuentra a su hijo abrazado de la reina de Erusion al lado del trono. Llega allí y los abraza a los dos-no teman, vengan conmigo, vamos a salir de aquí.-jala la reina a ambos, el sonido de los rayos plateados selenitas que derrumban en palacio así como el ruido de la batalla, es ensordecedor. Todos los soberanos esperan con las espadas desenvainadas detrás de la mesa de piedra. Las enormes puertas de la sala del trono estallan en ese momento por efecto de un rayo planteado y algunos soldados son lanzados dentro, entre ellos Andrew Thalassa, que sangrando de la frente rueda por el suelo pero se levanta con agilidad y corre hacia donde los demás aguardan.

-No pudimos hacer mucho, ya estaban dentro de palacio, vienen hacia acá…¡A defendernos!-grita animoso el valiente guerrero, en ese instante el sonido marcial de los pasos de los selenitas se escucha en el lugar, y un contingente de soldados de lanzas color plata y armaduras del mismo tono irrumpe en el lugar, con el bravo capitán Kou a la cabeza, quien con mirada sádica lanza un grito.

-¡Aplástelos como ratas!-ordena Seiya Kou a sus hombres que gritan y se lanzan sobre los terrícolas.

-¡Defiendan con su vida lo que aman!-estalla en el mismo fiero tono Andrew mientras ambos bandos chocan en encarnizada lucha. Diamante Black por su parte se escabulle en medio del combate de aquella sala donde los gritos, los aceros y la sangre se confunden en terrible caos. Las dos Reinas, protegidas por el pelirrojo Rubeus, con el pequeño príncipe, se resguardan tras los tronos mirando aterradas la batalla. El niño de cabello aguamarina mira indignado aquella pelea donde las poderosas lanzas selenitas que lanzan rayos plateados están mascarando a los reyes de la tierra, molesto por la falta de honor de los guerreros del reino Lunar y lleno de un impulso de valor, desata su nuevo cuchillo de su cinto y corre gritando hacia el lugar de la pelea.

-¡Owen! ¡Owen no!-lo intenta detener la reina Michiru llorosa al ver a su hijo correr hacia el peligro.

-¡Majestad!…no vaya…-la detiene Rubeus. El pequeño corre entre los combatientes y se lanza encima de uno de los guerreros selenitas clavándole el cuchillo en una pierna, el selenita grita de dolor y lanza una patada al niño que rueda por el suelo, luego furioso levanta su lanza para encajarla sobre el pequeño, cuando el acero de una poderosa espada interfiere. Owen Thalassa mira como su Padre se alza, sangrando, entre el selenita y su hijo y luego de forcejear, termina por cortarle la cabeza al invasor. El rey rubio mira al niño y lo levanta del brazo.

-¡No debes estar aquí! ¡Me oyes! ¡Vuelve con tu madre!-espeta el rey.

-¡Pero quiero pelear!-valeroso el chico. Su Padre lo toma del brazo, lo arrastra hacia un lado del salón, abre una escotilla pequeña que servía para guardar alfombras y lo lanza allí.

-Quédate aquí-ordena y cierra la puerta de madera, justo en ese momento el sonido de una risa lo hace mirar atrás.

-¡De modo, Andrew Thalassa, que pensaron que podrían conspirar contra el Imperio Lunar sin castigo!-habla la voz.

-Kou…debí saberlo…Domhnal no es tan valiente como para hacer el trabajo sucio solo, y debe enviar a su carnicero favorito-furioso el rey rubio.

-¡Calla y pelea traidor! ¡Mi rey me indicó trato especial para ti!-espeta el capitán selenita, y una cruenta batalla inicia entre ambos, el rey de Atlantis se defiende con su espada y ataca al guerrero lunar con valentía, pero la lanza de este tiene poderes más allá de su alcance, y lanzando rayos plateados logra quemarle un brazo y que suelte la espada. Luego con un grito furioso blande la lanza en el aire y con la filosa cuchilla de uno de sus extremos parte por la mitad al rey de Atlantis.

En su escondite de madera, el príncipe Owen mira aterrado como su Padre es vencido, y cae pesadamente sobre el suelo, sangrante, abierto por la mitad, paralizado, ni una palabra, ni un grito, sale de la boca del niño, que solo ve como la sangre de su padre se filtra por las junturas de la madera de su escondite y moja su cabello azul.

Desesperado, el niño intenta abrir la escotilla en que lo han encerrado, escuchando los gritos y lamentos del combate, pero es imposible salir.

Afuera, Rubeus ha tenido que dejar a las dos mujeres solas para pelear contra tres selenitas a los que mantiene lejos, pero el Capitán Kou, que ya se ha deshecho del rey, camina ahora con la armadura manchada de sangre hacia los tronos donde se ocultan las reinas, gira su poderosa lanza y lame la sangre que corre hacia sus labios blandiendo el arma contra las dos mujeres, la reina Michiru toma un escudo que hay en el suelo y detiene el ataque del selenita protegiendo a Rei, una carcajada de este es la respuesta antes de derribar a la valiente reina con la punta de su lanza barriéndola en el suelo en el que cae pesadamente.

-¡Michiru!- grita aterrada la chica embarazada al ver al selenita levantar el arma y clavarla en el pecho de la reina que yace en el suelo y escupe sangre por la boca.

-¡Así perecen todos los que se oponen al Reino Lunar!-grita el capitán Kou sacando la lanza de pecho de la reina y mirando ahora con sadismo a la joven de ojos amatista, a la cual se dispone a atacar, hasta que otra poderosa espada se interpone en su camino. Un sangrante Endymion con los dientes apretados defiende a su esposa.

-¡Malditos carniceros! ¡No dejaremos que nos venzan!-estalla el chico de cabello negro comenzando una pelea con el selenita que en un momento de esta, lanza al joven con uno de los rayos plateados salidos de su arma hasta estrellarlo en un ventanal que se rompe.

-¡Endymion! ¡No!-grita la mujer de cabello negro, aterrada y llorosa, el capitán Kou camina ahora hacia ella sonriendo con sadismo.

-Se terminó todo, pequeña rata, ¡Hora de dar cuenta de los pecados de tu maldita raza de esclavos!-declara este y blandiendo su lanza en el aire, rebana el cuello de la joven reina de Erusion que cae al suelo de rodillas en un charco de sangre.

Seiya Kou respira agitado, mirando en torno, donde una gran cantidad de cadáveres sangrantes de terrícolas y el palacio derrumbado, dan cuenta de que su misión está completa.

-¡Rainus!-llama a gritos a su subalterno, que corre a ponerse a sus órdenes-asegúrense de asesinar a todo el pueblo, no importa si son mujeres o niños, ordenes de nuestro rey. Después, enciende fuego a la ciudad, y nos largamos de aquí.

-Como ordene señor-declara el guerrero de armadura plateada. Seiya Kou mira su lanza manchada de sangre y la limpia en la ropa del cadáver de la joven reina de Erusion, saliendo después de allí con paso marcial y la misma mirada dura de siempre, como si aquel horripilante escenario, fuera normal para él.

El pequeño Owen sigue luchando por abrir la escotilla de la trampa del suelo, hasta que al fin lo consigue, y con mucho esfuerzo la abre. Cuando sale se da cuenta de que no podía salir porque el peso de un cuerpo sangrante y destrozado estaba sobre la puerta de madera, aterrado, contempla el cadáver destrozado del rey de Atlantis.

-¡Padre!-exclama dolido el niño, con lágrimas en los ojos moviendo el cuerpo-¡Padre!-pero no obtiene respuesta, mira en torno, donde todo es desolación y muerte; los cadáveres de los hombres que hace una hora estaban en la sala, hablando con su padre, están ahora tirados en el suelo, mutilados, sangrantes, muertos…asustado el niño se pone de pie y camina entre aquella desolación. Llega cerca del trono, donde puede ver aterrorizado a su madre, quien está muerta, con una gran herida en el corazón, tendida en un charco de sangre.

Respirando agitado ante el horrible espectáculo, el niño cae al suelo y se arrastra lejos, con los ojos azules clavados en el cuerpo de su madre, quien aún luce en su muñeca la pulsera de conchas de mar que le diera esa tarde.

-¡Madre!-lloroso el niño se pone de pie asustado, y dando la espalda al horrible espectáculo intenta huir, salir de allí. Una figura se levanta, sangrante, entre los vidrios del ventanal. El hombre de cabello negro se apoya levantándose y entra de nuevo en aquella estancia llena de muertos caminando con dificultad por las heridas.

-¡Por todos los dioses!…-exclama dolido Endymion al darse cuenta de la tragedia. Luego sus ojos azules se clavan en el pequeño niño que corre hacia la salida, parece que Owen y él son los únicos sobrevivientes de aquella mascare. Va a acercarse para hablarle al niño cuando ve como, de entre el humo, surge una alta figura de armadura plateada, parece un guardia selenita que termina de cerciorarse de que todos hayan muerto, pues blande su lanza poderosa en el aire, directo al niño pequeño que corre, un impulso más grande que el dolor de sus heridas, hace a Endymion correr en dirección al niño y empujarlo mientras grita.

-¡NOOO!-el empuje del rey de Erusion lanza al niño al suelo, pero al mismo tiempo, la lanza selenita cercena de tajo la mano derecha de Endymion. El pequeño Owen en el suelo mira aterrado como la mano de su tío cae junto a él mientras escucha los gritos de dolor del hombre que se ha dejado caer al suelo mientras la sangre escapa abundantemente de su muñón roto.

El soldado selenita que los ataca se lanza sobre ellos con su lanza levantada, pero Endymion, haciendo gala de valor, desentierra un cuchillo del pecho de un cadáver y lo lanza con su mano izquierda directo a la frente del selenita que cae pesadamente hacia atrás. Respirando agitadamente, Endymion se levanta del suelo, toma un pedazo de manta y envuelve su muñón sangrante usando su mano sana y sus dientes. Luego de atarlo con un nudo, camina hacia el niño que sigue en el suelo y se hinca delante de él tomándolo de la cabeza y apoyando su frente con la de este.

-No te preocupes, Owen, todo estará bien…yo voy a cuidar de ti…tranquilo…-el sonido de pasos hace a ambos mirar atrás, Endymion se levanta y busca algún arma para defender a su sobrino, pero cuando se da cuenta de que se trata de Rubeus, respira mejor. El pelirrojo, que luce muchas heridas, pero sobretodo un gran tajo en su cara que atraviesa su ojo izquierdo, camina hacia el niño y se hinca delante de él.

-Príncipe Owen…gracias a los dioses sobrevivió-exclama el fiel soldado. Owen sigue callado, temblando, asustado, pero ni una sola lágrima escapa de sus ojos azules, como si aún no lograra entender qué había pasado. Endymion, más tranquilo al ver que Rubeus cuida al pequeño, se apoya en una columna y se levanta, con dificultad por el terrible dolor de su mano cercenada, y una vez en pie, camina por la desolada sala del trono hacia el roto ventanal. Afuera puede ver como las naves selenitas despegan y encendiendo sus motores se alejan; la ciudad es un hervidero de cadáveres, y muchas de las casas de lo que antes era la hermosa Atlantis, han sido incendiados. Largas columnas de humo escapan de la ciudad cubriendo la huida de las naves del Imperio Lunar.

Una vez seguro de que los invasores se han ido, Endymion camina por la sala del trono, tratando de encontrar a más sobrevivientes, pero se paraliza al darse cuenta de que al lado del ventanal, en el suelo, se haya el horrible cadáver de su esposa, tirada en un charco de sangre, con la cabeza separada de su cuerpo.

-No…por favor no…-murmura dolido Endymion cayendo de rodillas en el suelo, con las lágrimas agolpadas en sus ojos azules.-¡REEEEI!-grita con desgarrador lamento el joven rey de Erusion, y su grito resuena por los desolados salones del derruido palacio de Atlantis.

Imperio Lunar, Territorios del señor de Argento. La Luna.

La gran ciudad de Argentum era inundada por la neblina y ese aire húmedo que le caracterizaba por estar a los pies de la "Mare Serenitas", el día presagiaba lluvia; como si la bóveda celeste llorara por la pérdida de una de las almas más bondadosas que jamás hubiera puesto pie en aquel reino.

La reina Serenity, gran señora y esposa del señor de Argentum, sus cabellos rubios la comparaban en belleza con la Diosa Selene, cualidad que le valió su nombre y la fama, de ser un alma bondadosa y de noble corazón. Todo su reino y parte del imperio lloraría por días su muerte.

Una gran marcha fúnebre salió del palacio Real para dirigirse al mausoleo de los gobernantes del Reino, a lo lejos en uno de los salones del palacio contemplaba un hombre alto, rubio de duro semblante por una ventana dicha procesión fúnebre que entonaba canticos llenos de tristeza.

Un golpe hizo que desviara su atención de dicha escena y con una voz ronca e imperante clamo.

-¡Pase!- un hombre con armadura selenita entro al salón y al ver al hombre se inclinó llevando su mano al pecho.

-Mi rey, traigo noticias del Capitán Kou-

-Infórmame- ordenó.

-La trasmisión dice lo siguiente, "los rebeldes fueron controlados con éxito, nos dirigimos hacia Erusion"

El rey sonrió al escuchar esas noticias, estaba contento aun con la atmosfera de tristeza que inundaba el palacio y al mismo reino.

-Retírate – El hombre se irguió a giro marcial y a este paso se retiró. El Rey volvió a fijar su mirada en la procesión. – Así pagaran todos los que tengan la osadía de interponerse a mis deseos… estoy destinado a esto… yo que nací bajo la estrella de Zeus… ni aun tú con todo tu poder, amada mía pudiste oponerte a mi grandeza… descansa en paz, prima adorada- llevo su mano a los labios lanzando un beso al aire.

Muchos rumores sobre los reyes corrían en Argentum, entre ellos que el rey era menos que un amante esposo; que Serenity desde su boda había sufrido maltratos y humillaciones tantas que la llevaron a una tristeza la que acabo enfermándola y finalmente matándola.

Se decía que Domhnal era ambicioso y que deseaba controlar tanto a los selenitas como a los terrícolas, los cuales sufrían constantes ataques de la armada Selenita que, aunque poca, estaba mejor equipada y mejor adiestrada que los habitantes de la Tierra, los cuales eran considerados menos que barbaros; era cierto que la guerra entre la tierra y la luna tenía tantos años como estrellas el firmamento. La Luna nunca reconoció el derecho de los terrestres a decidir por sí mismos, el simple deseo de protección se volvió con el tiempo una tiránica imposición; de la cual los terrícolas estaban cansados y artos. Las primeras rebeliones y con ello las guerras evitaron que la gente de la Tierra desarrollaran su tecnología a los pasos que lo hacían los selenitas. Domhnal deseaba dominar a la Tierra, y según se decía, equipararse a los dioses. Su ambición desmedida no tenía fin.

Domhnal había nacido el mismo día que se presagiaba el nacimiento de Zeus, y aunque no era un heredero directo a la corona de Argentum, como su esposa Serenity, la posición de su estrella regente estaba a su favor. Su boda con la heredera de la dinastía Lunar le hizo obtener la tan ansiada corona, esto fue algo tan natural, debido a la nobleza de la familia de Domhnal, que pocos vieron el objetivo real.

La joven reina Serenity en un principio amó la fortaleza de ese hombre, creyó encontrar amor, pero en su ambición, se enamoró de una ilusión; una que Domhnal alimento con ahínco hasta el día que ambos unieron lazos, el busco afianzar su dominio a través de un hijo varón el cual nunca le dio Serenity, una niña fue el único producto de aquella relación, el rey nunca mostro afecto por su esposa la cual mantenía aislada de todo los asuntos del imperio. Decía que el cuidado de la princesa debería de ser la prioridad de la Reina, la cual lentamente fue perdiendo fuerza hasta que un día enfermó y aun contra todos los esfuerzos de los médicos selenitas ella murió dejando a una niña -que era el reflejo de ella cuando joven- sumida en la más absoluta tristeza.

El grupo fúnebre entro en el mausoleo real colocaron el cuerpo de la reina Serenity, sobre una pira que descansaba sobre una losa de mármol decorada con figuras humanas que indicaban el procedimiento a seguir en dicha ceremonia, la búsqueda de abrir las puertas del reino de los dioses en donde las almas de los reyes selenitas descansaban.

Los cantos se intensificaron los cuales llegaron a confundirse con un lamento, un grupo de sacerdotes que sostenían unas antorchas se acercó a la pira y la encendieron, el fuego en cuestión de minutos cubrió el cuerpo dela reina.

-¡Mamá, mamá!- clamaba una niña no mayor de 12 años que estaba en el grupo de los dolientes. Una mujer la sujeto con todas sus fuerzas evitando que se acercara al grupo funerario.

– Esta con los dioses ahora, Serena, no deberías llorar…algún día la volverás a ver- la niña volvió su rostro hacia la mujer de largos y ondulados cabellos azulinos y clavo su rostro sollozando entre las ropas de esta.

-¿Así lo crees, Luna?- preguntó la niña buscando consuelo.

-Así lo creo, mi niña- Serena limpió el llanto que se acumulaba bajo sus ojos azules, tan parecidos a los de su madre, mientras abrazada de su Nana miraba. Con la muerte de su madre para la pequeña princesa se terminaba el mundo, sabía, intuía, que para su padre ella era solo una molesta consecuencia de su condición y que la única que la amaba de verdad había sido su madre, una hermosa madre cariñosa y buena que ella vio consumirse de tristeza y dolor poco a poco, llorar los malos tratos del rey y lamentarse cada vez que se enteraba por los soldados de un nuevo ataque de su marido en contra de los pobres e indefensos terrícolas. Serena Argento, heredera del Imperio Lunar, entendió entonces que fuera de Luna, su Nana, nadie en todo el Imperio Lunar tendría para ella afecto y amor, ese día, ella entendió que estaba sola…

Reino de Atlantis. Después del ataque de los Selenitas.

Cuando Endymion recobró fuerzas y salió de las ruinas del palacio, pudo contemplar con sus propios ojos la destrucción que había dejado el ejército selenita. El pueblo de Atlantis había sido destruido casi en su totalidad; enormes antorchas de fuego se elevaban a los cielos, usurpadores de lo que antes eran casas, palacios, plazas, templos y teatros de la bella ciudad de los mares.

-Señor…- habló Rubeus que llego a su lado…- hay pocos sobrevivientes… ¿Qué debemos hacer ahora?- Endymion buscó donde recargase, sus ojos estaban vacíos sin emoción alguna, su muñón aun sangraba copiosamente. Rubeus lo sostuvo y observo la herida del Rey de Erusion. El pelirrojo soldado del Sur curtido en tantas batallas supo que había que hacer algo con la terrible de su amo, quien fue llevado casi a rastras por el fuerte soldado a un pequeño hogar en donde había una fragua que se había salvado del ataque.

-Colóquenlo ahí- indicó el guerrero pelirrojo a uno de los soldados de la extinta ciudad.

-Debemos cauterizar su herida, si no, morirá desangrado- indico Rubeus-Toma mi espada y déjala en el fuego hasta que este a rojo vivo.

El hombre obedeció, colocó la espada del hombre pelirrojo.

-Señor…no debe cerrar los ojos, véame- hablo a Endymion que caía otra vez en el sopor. El Rey de Erusion contemplo a Rubeus mientras musitaba.

-Rei… ¿Dónde está Rei?-

-Tiene que concentrarse y no dormirse, mi señor-

-Owen... ¿está bien?- preguntó. El guerrero señaló un rincón de aquel hogar en donde un niño de cabello aguamarina descansaba apacible sobre un montón de paja; sus ropas estaban manchadas de sangre pero aun así el niño dormía. –Me alegra…-

El soldado que estaba en la fragua indicó que el utensilio estaba listo, Rubeus tomo un pedazo de cuero y se lo coloco a Endymion en la boca.

-Deme su mano- pidió, tomo la mano del Rey entre las suyas, mientras él aproximaba su brazo cercenado a la espada al rojo vivo; al contacto Endymion cerró los ojos ahogando un grito de dolor, mordió el cuero con todas sus fuerzas, el dolor era terrible más allá de otro que hubiera experimentado antes, sus sentidos se aturdieron ente sus gritos ahogados y el olor a carne quemada.

Imágenes vinieron a mente, parecían todas difusas como ilusiones que se extinguen como el agua que se evapora; vio a su viejo padre portando orgulloso su espada, moviéndola frente a él enseñándole sus movimientos "–la espada es una extensión de tu cuerpo, Endymion; no lo olvides nunca"- vio a su madre que le contaba historias de antiguos Reyes –" …Y él la vio tendida en el suave pasto, su piel tan blanca como la luna, cautivado por su belleza se acercó a ella…"- la primera vez que vio a su esposa cuando le fue presentada por el rey del reino del Sur – "Esta es mi hija, Rei Hino"- finalmente a ella con su abultado vientre tomando su mano y colocándola sobre este -¿puedes sentirlo?, creo que se ha movido- cada recuerdo danzaba frente a él aturdiéndolo, cerró los ojos y volvió a perder el conocimiento.

Cuando Endymion despertó observo su antebrazo su muñeca estaba torpemente vendada podía sentir como la carne viva punzaba en su interior, trato de quitárselo para ver y cerciorase que en realidad había perdido su mano.

-No debe hacerlo, Mi señor- advirtió el hombre de pelo rojizo.

-¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

-Dos días, doy gracias a los Dioses que esté mejor-respondió Rubeus.

-Debemos partir- señaló el Rey, se sentó en esa cama improvisada.

-Aún no está en condiciones…- advirtió el soldado del Sur.

-Eso no importa… debó regresar a Erusión… darle digna sepultura a la Reina… dar digna sepultura a los Reyes de Atlantis…- al decir esto vino a su mente la imagen de su sobrino recordando que a pesar de su dolor tenía aún algo por qué vivir-¿Dónde está Owen?

-Lo han llevado a comer… el príncipe… no ha querido comer, nos hemos visto forzados a obligarle.

- Lo llevare conmigo, tú también puedes venir si lo deseas, y todos aquellos que perdieran todo en estas tierras… necesitaremos reagruparnos…así lo hubiera querido mi primo; comprendo sus deseos más que nunca…regresaremos a Erusion, Rubeus, tú, yo y Owen…y vamos a comenzar de nuevo-decidido el fuerte y valiente hombre, recordando porqué era rey.

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La ceremonia fúnebre fue breve se prepararon piras para todos aquellos que había muerto, el reino de Atlantis de un pueblo lleno de vida se volvió un cementerio, Endymion vio llorar a su pequeño sobrino de cabello aguamarina, quien no había derramado una sola lagrima desde el día del ataque, y se sintió avergonzado de la entereza del muchacho, pues él en cambio había llorado todas las noches desde que su esposa había muerto. Realmente no podía negar que era hijo de Andrew Thalassa, rey de Atlantis; pero el niño al verse observado apretó los puños y detuvo su llanto Endymion se acercó a él y lo rodeo con su brazo.

-Llora, pequeño León, no debes detener tu llanto, que los dioses sean testigos de nuestra perdida para que nos concedan próxima justicia.

-Los selenitas son unos malvados- sentencio el niño con sus puños apretados y de sus ojos escapaban lagrimas que trataba de controlar.

-El rey de los selenitas es ambicioso, vil y cruel, capaz de todo por mantener su poder y su reino, aprende de eso, Owen, y jamás sigas el camino del egoísmo- corrigió Endymion.

-¡Papá, Mamá vengare sus muertes! ¡Los selenitas pagaran por el dolor que le causaron a nuestra gente…se los juro!- prometió el niño.

Endymion lo observaba atento. Había tanta determinación en sus ojos que le hizo recordar la mirada de su primo en ellos… sonreiría pero ahora se debatía en su propio dolor y dudas ¿qué hacer?, ¿cómo proceder?, Andrew siempre lo había catalogado como un hombre inteligente y sabio a su edad pero ahora que se sentía totalmente desvalido , no sabía cómo actuar; en las noches la imagen de Rei con su cabeza cercenada lo hacía despertar atormentado y preguntarse dónde estaba él en ese momento y porque no pudo evitar su muerte, lo que si sabía era que debía aclarar su mente rápido mientras más tiempo pasara eran más vulnerables a otro ataque selenita.

Cuando el fuego se elevó por los aires llevando las almas de su esposa e hijo y la de su primo y su esposa, junto a los Dioses, Endymion entendió lo que debía hacer.

-Andrew, prometo cuidar a tu hijo como si hubiera sido de mi propia carne, y cumplir tu deseo de unir a todos los pueblos de la tierra en uno solo y con el enfrentar a los selenitas-prometió el joven rey de Erusion con firmeza, y una promesa de un hombre como él, era verdadera…

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NOTAS FINALES: Queridos lectores, este es un curioso experimento que tengo el honor de compartir con mi amiga Malkav, inspirado en una leyenda conocida por todos, la leyenda de TRISTAN E ISOLDA con un toque especial. Está ubicado en un universo alterno donde la Luna es gobernada por un rey maldito (el papá de Sere) y domina y sojuzga a la tierra. ¿Qué pinta Endymion en esto?...creo que quienes conocen la historia lo sabrán, un interesante triángulo amoroso con tintes medievales y algo del estilo libre de sus autoras, si servidora y Malkav, que procuraremos hacer divertido este clásico que reinvientamos con personajes de SM (Owen no es de Sailor Moon, está inspirado en Len Tsukimori de LA CORDA D´ORO)

¡Gracias por leer!

ATTE: Éboli y Malkav.

EL KOHAI DICE: Antes que nada una felicitación a una gran personita que tuve el placer de conocer…si no físicamente si diré en espíritu; "mi guía" y porque no decirlo alguien que se ha vuelto parte de mi vida de forma muy especial, un abrazo y una gran felicitación para Miss Lady Tortoise alias Genbu sama, queridísima señorita hacemos este pequeño presente para tu beneplácito y satisfacción, verdaderamente para mí es un reto trabajar con alguien tan creativo como Eboli san pero lo aceptamos con gusto porque era para alguien muy especial. Trabajar en algo como lo que precede fue el verdadero reto… más bien en las partes de dirigir al joven Owen (que si recordaras bien no es santo de mi devoción) ya al final no fue tan malo y más cuando Eboli literalmente me saco del set y me mando a tomar 5 min de aire! (Chamaco más tozudo!), que puedes esperar pues de esta historia… más miel estilo Eboli!, capaz!... y más viseras…igual; todas muy estilo Eboli (me ha amenazado con que desea hacerlo así que no puedo intervenir… según ella me arriesgo a la maldición de una Diosa llamada Bridget…), esperemos que sea de tu agrado porque si todo sale como deseamos podríamos a llegar a impactarte jajá! (Claro respetando al clásico, pero buscando darle un Reflesh…por Dios! ) tanto que me he adentrado que recibí casi clases privadas de la autora.

Así que nuevamente te exhorto a que lo disfrutes y pienses que lo hacemos con cariño (claro el destrozar un clásico no es fácil siempre hay una carga emocional en ellos y lo que nos mueve a esto es la alta estima que te tenemos. Un abrazo y mi sincera amistad es lo único que te puedo ofrecer.

Malkav-Iztli: "Sempiterna Regina, Geli Domina Aquae"

LA DIOSA DICE: Bueno, ciertamente me hacía falta escribir algo sobre Serena, conozco a una tortuga que adora la leyenda de Tristán e Isolda y que además adora a Serena, ella me ha ayudado a ver el personaje desde otra óptica y a valorar algunas cosas que por necia pasaba por alto. Hace tiempo, amix, un año para más señas, hablamos de esta posibilidad, un fic de tu leyenda favorita con tu pareja favorita. Se lo conté a Bati-Pudin y ella aceptó (no sin rabietas) ayudarme, porque te queríamos dedicar un hermoso regalo para expresarte lo mucho que te apreciamos asi que ¡OMEDETÓ! Es todo tuyo, y como no llevamos realmente mucho (sorry pero el tiempo nos apretó) si quieres escribir tu algún chap nos dices y hecho que es tu regalo. Y no te creas que no amenacé a nadie ni Marcia es aquí la víctima, aunque a este Owen sí que lo ha aceptado y eso me enorgullece, ya verás que sorpresas te damos con esto. Te diré que no hay extorsión ni maldiciones de por medio como presume tu huidizo discípulo sino mucho cariño de ambas por ti. ¡OMEDETOO GENBU SAN!