A/N: ¡Lo que todos esperaban!
OK, seré breve porque sé que lo que interesa es la historia: Esta es una colaboración hecha entre dos escritores de nacionalidades diferentes: el honorable Sr. Oscar Shaggy y este servidor. De nuestras cabezas (premisa suya, ideas mías y un montón de creatividad junta) nació esta singular historia original. Se trata de la primera novela de Scooby-Doo escrita totalmente en lengua castellana. Completa, extensa, entretenida, fluida, emocionante, con un humor muy discreto y un misterio interesante. Para todo tipo de lectores, para gente de todos los países y razas, para chicos, chicas y adictos a la nostalgia de todas las edades. Los personajes conservan su personalidad original intacta, pues está ubicada en el universo de las series originales, así que no se preocupen por eso. Mas bien pónganse cómodos y tráiganse las papas, porque tratamos de escribir capítulos largos para que ustedes disfruten al máximo.
Les daré más detalles abajo. Por lo pronto, aquí tienen el primer capítulo de esta novela. Si dejan reviews, publico el segundo. Escribirla nos demanda una gran cantidad de tiempo, así que espero les guste.
Sin más preámbulo... ¡LEAN!
Disclaimer: Scooby-Doo y todos sus personajes y elementos son propiedad de Joe Ruby, Ken Spears, Iwao Takamoto, William Hanna y Joseph Barbera. Los eventos, personas y empresas descritas aquí se consideran ficticios. Cualquier similitud y/o parecido con la realidad con personas — vivas, fallecidas, conocidas o por conocerse —, eventos o empresas en cualquier dimensión, son meramente coincidencias sin intención de ofensa. Las referencias se indicarán sólo si el lector lo solicita en un review.
Fanfiction escrito con propósitos lúdicos y de entretenimiento sin fines de lucro.
Copyright© Derechos Reservados Originales a Hanna-Barbera Productions (Warner Bros. Animation)
Scooby-Doo y los Fantasmas de Machu Picchu.
Por Oscar Shaggy y Joe KS.
Capítulo 1: Ver para creer.
Misterios hay todos los días, por doquier. Cada pregunta debe tener su respuesta, es lo lógico. Después de todo, buscar respuestas nunca está mal… es una reacción humana, un deseo inherente en todos nosotros.
Los llaman misterios, otros les dicen "enigmas", y hay algunos que hasta podrían describirlos como "crímenes". Cualquiera de nosotros podría toparse con uno, en cualquier momento. Pero nunca uno donde el misterio estuviera tan confuso, que no pareciera posible resolverse: un misterio repleto de dudas, espionaje y terror; uno que involucra secretos, que juega con tus pensamientos… y pone en riesgo tu vida. Todos nos negaríamos a tomar la labor, por considerarla difícil. Pero nada, absolutamente nada es del todo imposible de resolver. Como dice un viejo refrán, «Para todo hay remedio, menos para la muerte». Esta, es la historia de uno de esos misterios, tan complejos como la vida misma, tan reales como tú y como yo.
Se sentía dichoso. Era una alegría que no se esforzaba en ocultar.
Hasta ese momento, su vida había transcurrido con normalidad. Bueno… «Normalidad» sería la perfecta palabra para resumir toda su existencia, de hecho.
México, pese a sus problemas políticos, sus monopolios, su robo y su narcotráfico, era aún un país hermoso a sus ojos. Y Leonardo Pérez Espinosa, un chico normal, bastante rechoncho y con un amplio párpado morado — que hacía que luciera como salido del ring—, se sentía orgulloso de haber nacido, y vivido durante los últimos 25 años allí.
Era sorpresa entonces que decidiera celebrar su cumpleaños (atrasado por cinco meses) yendo al lejano país de Perú, al sur del continente. Un lugar modernizado por su gigantesca superpoblación y con una mezcla de razas, culturas y costumbres que atraen a extranjeros y deslumbran a turistas. Ocurría que todo lo que se imaginaba sobre tan emblemático país, no le convencía ni un "pellizquito" y lo dejaba "en vela" durante las noches. Soñaba con viajar, conocer el pensamiento de sus habitantes, admirar la belleza de sus paisajes y sorprenderse ante sus imponentes montañas, y ahora estaba a un paso de lograrlo. Había ahorrado durante seis meses la súper friolera de 330 mil 100 pesos mexicanos para darse buenos lujos en el Perú. ¿Cómo los consiguió? Gracias al éxito que le había producido su nuevo libro, "Trampas Manejadas en Computadora", el cual imprimía la Editorial Santrillana.
No lo podía creer. Había empezado a escribirlo en los pocos ratos libres que le dejaban sus estudios de ingeniería. Ni bien publicado, la gente lo había recibido bastante bien. Según la editorial, la mayor cantidad de ejemplares los compraba el gobierno a sus empleados, para capturar criminales. Esto lo ponía cien veces más feliz.
Así que viajó a Perú tan pronto como pudo, cargado de su laptop que le habían regalado en su cumpleaños hace cuatro años (que había recibido, sin embargo, cuatro meses más tarde después de que la rogara a principios de 2011), además de lo que es común llevar en un viaje. Un martillo ocupaba espacio en su maleta más grande. Después de lo que pensó era un extenso viaje — el primero que hacía solo y que lo había dejado fatigado—, había llegado con tranquilidad al aeropuerto internacional Jorge Chávez, en la ciudad de Lima, capital del Perú. Era un agradable 5 de julio de 2015 y el cielo se veía despejado y azul. Perfecto para viajar por el mundo. En lo que estaba buscando su maleta en la cinta transportadora, decidió ir a cambiar sus billetes; pero cuando regresó y la vio, se dio cuenta de que ésta ya había sido abierta.
— Algo anda mal — dijo —. Voy a ver si traigo todo lo que tengo.
Volvió a revisar: todas sus cosas estaban allí, no faltaba nada. No se convenció totalmente y se acomodó en la sala de espera, revisando otra vez sus cosas; pero no había nada que no tuviera. Dio por hecho que sólo se había abierto por error, e invadido por el entusiasmo de encontrarse en un país totalmente nuevo, decidió no esperar un segundo más y hacer lo primero en su lista. Ni siquiera se detuvo a pasear un rato por los alrededores. Una vez hubo revisado su equipaje, cargó con él y fue a abordar un segundo avión. Esta vez, a Cuzco.
Visitar las antiguas ruinas de Machu Picchu era, prácticamente, la razón principal por la que el joven Leonardo había decidido viajar al Perú. Una vez que llegó allá, saliendo de la ciudad, decidió tomar el tren a Ollantaytambo. Su destino, el poblado cuzqueño de Aguas Calientes. Una pequeña dotación de risa se produjo en su interior: en México había un conjunto de municipios que, por la diferencia de un mini-espacio, también se llamaba "Aguascalientes".
Explorando en su computadora y gracias a los folletos que le proporcionaron, descubrió que el lugar a donde iría, se diseñó concienzudamente a propósito, sin conexiones con las carreteras conocidas para prohibir la entrada a grandes muchedumbres, dado su valor histórico-patrimonial-cultural-turístico. No era para menos: Machu Picchu había sido declarada "Patrimonio de la Humanidad" por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) sin mencionar que contaba con gran renombre a nivel internacional, por ser cuna de la civilización más grande y poderosa de la época prehispánica.
La mejor forma de llegar a Ollantaytambo era en tren, un medio que le había recomendado un amigo peruano que sólo conocía en internet. En el trayecto, habló con varias personas, oyó muchas experiencias e intercambió saludos con muchos rostros que más tarde no recordaría. Tranquilamente, su viaje planeado duraría quince días… no se le pasó por la cabeza que aquella experiencia única se alargaría el triple. Bueno, en realidad en ese punto nada era seguro del todo, excepto la diversión. Leonardo nunca olvidaría el viaje que estaba iniciando.
Tras tres horas en el tren ("¡Nunca había viajado en tren, desde que los habían descontinuado en México desde 1994!", habría de decir Leonardo cuando le pedían que contara lo ocurrido) se registró en el hotel "Hanaqpacha",. Era un lujoso recinto, aunque las calles que lo rodeaban fueran distintas a las de su tierra. En la entrada, la gente bolteaba a mirarlo con expresión recelosa; él les saludaba y contemplaba las construcciones a su alrededor. El Perú era nuevo para él, pero allí se respiraba un aire… distinto, perturbantemente acogedor.
— ¡Bienvenidos a Aguas Calientes! — saludó el recepcionista —. Esperemos que disfrute una buena estancia.
— Gracias, señor — dijo Leonardo.
— ¿Puedo conocer el motivo de su visita?
— Vengo por vez primera a Perú.
— ¡Ah! Extranjero entonces.
— Si un mexicano es extranjero — aclaró Leonardo —, entonces sí.
— ¡ Ah, qué bien, aquí siempre nos alegramos de recibir turistas.
— He venido porque quiero visitar Machu Picchu.
— Pues quién sabe si pueda, señor: es muy difícil llegar. No hay carretera directa, porque es sensible al daño de las muchedumbres.
— Ya tuve toda la paciencia del mundo para llegar aquí — le explicó —: ahorré por cinco años para poder venir y no pienso irme.
— Pues entonces no hay pero que valga. No se diga más — dijo el recepcionista, con la amabilidad en su cansado rostro, que por primera vez le sonreía genuinamente a un turista —. ¡Quédese con nosotros, y ojalá pase buenos momentos en nuestro país!
Apenas hubo subido las escaleras y entrado a su lujoso dormitorio, decidió ducharse. La habitación ofrecía una cama de dos plazas, un buró, un televisor plasma de 40 pulgadas con antena satelital, cortinas de vivos colores… suficiente para no querer salir.
Los dos días siguientes fueron de puro relajo: dormir, comer, leer un poco, ver las series de la TV peruana. El sólo hecho de estar en el extranjero por primera vez le cautivó de tal modo, que quiso disfrutar primero esa sensación a plenitud.
No llevaba ni dos días en el recinto (no había salido entonces), cuando un tipo de lo más extraordinariamente raro se presentó en su alcoba.
— ¡Saludos, chico! — le gritó — ¡Bienvenidos al Perú!
— Nada de anuncios, nada de formalidades… el tipo sólo se apareció allí de repente, saludando al joven con extraña efusividad.
— ¿Qué? Pero ¿qué demonios hace aquí? ¿cómo se atreve a entrar sin mi permiso? ¡Sálgase de mi dormitorio!
— ¡Uuuy, pero no sea tan enojón! — exclamó —. Sólo quería invitarlo al Machu Picchu.
— ¿De parte de quién viene? — preguntó: ya le habían advertido tantas veces que no fuese tan confianzudo.
— ¡Ya va a empezar con preguntas, mi jovenazo! — le dijo el sujeto —. Pues vengo de una empresa que divierte a sus turistas; ¿qué esperaba? ¿A John Lennon? — acto seguido, se rió.
— Momento — le paró Leonardo a la alegría del individuo —. ¿Cómo rayos supo dónde estaba? ¿Quién lo mandó a mí? Yo no pedí ningún servicio.
— Nadie, nadie — exclamaba, riendo —; es que siempre vengo cuando veo caras nuevas.
Pelo revuelto y desalineado; una nariz puntiaguda llena de manchitas de paño; dientes medio rotos por la caries; y un rostro arrugado y manchado por el sol. Leonardo empezó a deducir que algo andaba mal con el sujeto desde el momento en que lo oyó mencionar ver "caras nuevas". Sin embargo, creyó en su palabra (en ese momento, una visita gratuita a Machu Picchu auspiciada por una empresa turística, y encima acompañado, sonaba bastante bien) y fue con él. Ese momento lo cambió todo. Muchos años después, Leonardo habría de recordar su experiencia en su visita a Machu Picchu; más por lo que experimentaría ahí, que por la deliciosa comida peruana.
Más adelante, cuando le preguntaron por qué aceptó acompañar al extraño aquella noche callada, Leonardo recordó el sudor frío que le invadió en ese momento. Recordaría las calles poco iluminadas al salir del hotel… las puertas de las casas, todas cerradas y durmientes. Pero sobre todo, recordaría la extraña sensación de seguridad que sintió al principio. Estaba yendo a Machu Picchu acompañado de un tipo que sabía dónde lo estaba llevando… eso era mucho mejor que hacer la travesía solo.
Fue un viaje interminable. Al poco rato de caminar, Leonardo comenzó a sentir un sabor desagradable en la boca. Intentaba quitárselo fijando la mirada en las incandescentes luces de la carretera Hiram Bingman — recomendada por el mismo sujeto — pero el sabor aún iba con él mientras caminaba.—¿no se supone que había buses para ir?—. En su país, viajar desde su natal Celaya hasta la ciudad de México tomaba sólo 7 horas… pero Machu Picchu era una civilización construida a mayor distancia. Lástima que entender esto no le tranquilizaba ni un ápice.
Había momentos de impaciencia en los que Leonardo se desesperaba (para desgracia suya ocurrían muy seguido) y este definitivamente era uno de ellos. La música de su reproductor digital no le quitaba la sensación de ahogo que venía sintiendo en la garganta.
La preocupación (o quizá lo empinado del camino) le hizo tropezar como 20 veces. Recordaba a su madre. Se arrepentía de todo. Deseaba estar echado en su cama viendo la TV, seguro y a salvo. ¿quién lo mandó a caminar en medio de ninguna parte en compañía de un sujeto a quien ni siquiera conocía? ¡Se supone que este era un viaje planeado! Fue su condenada curiosidad… esa era la única justificación que se le ocurría para encontrarse atravesando las desconocidas regiones de un país extraño…y la única razón que lo impulsaba a no dar media vuelta y regresar al hotel. Y sería esa misma curiosidad la que esa noche le cobraría la factura…. Pero en ese momento, él no lo sabía.
Pronto, su mente empezó a divagar…
¿Acaso era eso…?
No, no podía ser.
Le pareció oír que alguien murmuraba algo en un idioma que, al principio, Leonardo no pudo identificar con ninguna de las pronunciaciones que oyó, viendo videos en el sitio web YouTubet antes de salir de México. Era como estar en la oscuridad, rodeado de murmullos ahogados de gente que no existe, de la que no puedes escapar. Sonaba como si fuera un cavernícola. Eran palabras… vacías de ruido… un idioma salido de otro lugar y otro tiempo. A veces, lograba distinguir algunas palabras en español… algo como "vender", "demoler", "parque"; y algo relacionado con Pachacútec y el retorno a la ciudad.
En momentos, había diálogos entre Leonardo y el señor, como el siguiente:
— ¿Ya vamos a llegar? — preguntaba el joven, lleno de ira por la simple impaciencia.
— ¡No sea tan mexicanista señor! — le decía el tipo, en tono burlón — ¿A poco es chilango?
— ¿Cómo se atreve? — protestaba Leonardo — ¡No soy del Distrito Federal, de la Ciudad de México!
—¡Pues aguántese! — le regañó — ¡Y no proteste!
"No tiene el acento peruano, y no lo digo nada más por tener a Laura Bozzo como única referencia. Además, ¿cómo diantres supo que a los capitalinos los llaman chilangos? ¿Y de dónde se inventó la palabra 'mexicanista'?. Algo anda muy mal con este sujeto".
Analizar todas estas pistas hubiese sido lo mejor en ese momento… pero no hubo tiempo de hacerlo. Habían llegado a unas escalinatas.
— ¡Por fin llegamos, señor! — exclamó el extraño sujeto—. Cuenta la historia que Pachacútec, el primer emperador inca; llegó a estas tierras que mandó construir en 1450. Tuvo una población de 2500 habitantes, y fue gobernada por Moctezuma…
— ¡Eso es un fraude! — protestó Leonardo —. ¡La ciudad sólo tuvo máximo mil habitantes! Además, ¡Moctezuma no era peruano! — acto seguido, juró — ¡Que se muera el presidente de Telerrisa si tengo razón!
— ¿Cómo se atreve a cuestionarme? — exclamó el sujeto —. ¿O qué?, ¿acaso usted sabe más que yo?
— ¡Pues usted es bien menso! ¡No mezcle agua con aceite!
Profanando obscenidades, el tipo siguió el recorrido. "Donde sea el lugar donde haya nacido este tipo, no sabe nada sobre Perú. Mejor sé más que él", pensó Leonardo.
La noche ocultaba la majestad del paisaje cuzqueño, un cielo lleno de estrellas que querían desaparecer. Era la hermosura de los parajes de la serranía peruana, admirada por extranjeros e ignorada por gran parte de la población local. Sus ojos contemplaban algo que todo país envidiaría tener, y que nunca antes había conocido. "¡Qué bonito es lo bonito!".
Llegaron al foso seco que daba paso al sector urbano, y un silencio de muerte envolvió aquel lugar. Sombras infinitas asomaban en las líneas de aquellas escaleras interminables… Leonardo se dio vuelta para asegurarse de que no estaba solo… y sus ojos lo decepcionaron: sólo miraron espacio vacío.
El sujeto que hasta entonces lo había acompañado ya no estaba a su lado. Bajando la mirada, le pareció ver que el hombre se cayó de las escaleras; pero sólo había silencio. Sus gritos de auxilio no fueron pronunciados. Había desaparecido, y los ojos del joven no podían ubicarlo en aquella oscuridad.
"Bueno, ya estamos aquí así que ¿por qué no?", pensó, y decidió seguir adelante. Al diablo con ese sujeto, al fin y al cabo era un ignorante que no sabía nada. De pronto, Leonardo se hallaba solo en aquel mundo de tinieblas.
Si él hubiese decidido darse vuelta y correr, esta historia habría sido distinta; pero la curiosidad le hizo adentrarse en aquella insondable oscuridad. Firmes pasos, ahora más tranquilo que antes. Bajando… bajando…, videocámara en mano, capturando las sombras de la penumbra.
Las escalinatas acabaron y, con calma, llegó a "El Jardín Botánico".
De repente, la poca luminaria que había en el lugar se apagó. Instantáneamente miró su reloj: las once de la noche. El viento se hizo cómplice de las tinieblas y se llevó toda su serenidad… y toda su cordura.
Se sintió perdido y, de pronto, el esqueleto fantasma de un guerrero se materializó ante sus ojos, desafiante y agresivo. Sus ojos eran dos pozos negros, dos agujeros de fuego que le helarían la sangre a cualquier cristiano.
— ¡LÁRGUESE DE ESTE SITIOOOOOO!
Y Leonardo se sintió muerto.
Era el brillo de los viejos huesos de la calavera, tragados por la muerte. Sus oídos ya no funcionaban; aquella amenaza los había ensordecido. Se oyeron numerosas explosiones. El suelo se sacudió tanto que, por un momento, el joven se sintió un ángel que flotaba sobre él, viéndolo todo, ajeno y parte a la vez de un infierno real. Ya no estaba en sus cabales… fue un momento de horror que le paralizó la voz y le impidió reaccionar. Empezó a hacerse para atrás cuando, de la nada, el cielo despidió un mar de flechas ardientes, todas cayendo como una lluvia dispuesta a empapar de fuego a un solo objetivo.
Leonardo corrió. Salió despavorido y lleno de terror y desesperación, tan rápido que no pudo recoger su gorra. Mientras corría, recordó que su videocámara seguía encendida, lo cual era bueno por si tenía que demostrar evidencia. De lo contrario nadie iba a creer lo que le había sucedido.
La adrenalina le impulsó a caminar más rápido. A ratos, sentía que esas flechas de fuego venían detrás, listas para quemarlo vivo. Sin embargo, el miedo no evitó que acabara extraviándose. Pasó más de 6 horas vagando sin rumbo, con los ojos cansados e imágenes de gente muerta dispuesta a matarlo en la mente, antes de que un campesino lo encontrara y lo llevase a su hotel de regreso.
Amanecía en el Cuzco, y el sol había decidido negar su presencia por unas horas más. Leonardo despertó creyendo estar en ninguna parte, encontrarse perdido y solo… unos segundos después descubrió que se hallaba en su habitación.
¿Todo había sido un sueño?
No, generalmente los sueños se olvidan al poco tiempo, pero los fantasmales recuerdos seguían marcados en su cerebro. Su reloj seguía en su muñeca, diciéndole que la noche anterior fue real, que había llegado al hotel y caído dormido sin darse cuenta, y que ahora eran las 10:30 AM.
Muchas ideas daban vueltas en su mente. Se arrepentía de haber venido a un país lejano, estar en una cama con sábanas que no eran tan cómodas como las de su casa allá en Celaya…
"Yo no sé cómo diantres me dejé convencer de ir a Perú. Si no me regreso a México, es porque no tengo nada que hacer por allá. Pero no puedo quedarme aquí… ¡mi visita a Machu Picchu se ha ido al agua!"
Y era cierto. Lo que experimentó en el recinto había sido real y… un segundo… ¿dijo real?
O sea que… ¿Machu Picchu estaba lleno de almas en pena que le habían gritado que los dejara en paz? Otros turistas podrían espantarse y acabar con traumas psicológicos… y lo peor, el turismo en el Perú iba a disminuir exponencialmente. ¡No podía permitir que eso pasara, tenía que hacer algo! ¡avisar al ejército, a la policía, a los guardaparques, a Batman… a quien fuera!
Estaba arriesgando su credibilidad. Las autoridades seguro lo iban a tomar por un loco, ¡lo mandarían a Aguas Turbulentas de por vida! Pero alguien tenía que enterarse de esto, y además ¡tenía pruebas! Rápidamente, revisó su videocámara: rebobinó hasta la parte en que se acercaba al jardín… un segundo de la imagen del fantasma bastó para que se convenciera de que las tenía.
Empacó sus cosas y emprendió camino a Lima. Las autoridades iban a escucharlo, esto era algo que no se podía ocultar y tenía que ser solucionado inmediatamente. Ya en Cuzco no tenía más que hacer; una noche en "Machu Picchu" le había bastado para no querer regresar, por lo menos hasta que las personas indicadas se hicieran cargo, y ahora era su misión avisarles. El rumbo había cambiado.
— ¿Ya se va? ¿Tan pronto? Preguntó el recepcionista al verlo bajar, maletas en mano.
— Sí— declaró Leonardo —. Cambio de planes.
— Pues… normal pero, ya sabe que aquí siempre es bienvenido.
— Gracias — dijo Leonardo y se fue; sin dar ni un centavo de propina.
El vuelo a Lima fue sencillo… Oh, ¿a quién engaño? Para empezar, Leonardo tuvo problemas para encontrar una tienda donde vendieran DVDs… y lo peor era que nadie entendía bien lo que quería, porque en el Perú la palabra "DVD" se pronuncia de forma distinta. Luego, cuando llegó al aeropuerto no lo dejaron pasar con su maleta. ¿Por qué?: una navaja adherida que no podía sacar (y quién sabe quién diablos la había puesto ahí) había hecho sonar las barras de seguridad detectora de metales.
— ¿Y ésa navaja señor? Preguntó el inspector de seguridad.
— No sé cómo apareció allí.
— Sí claro, y yo soy el Súper Agente 86 — le cuestionó el guardia, con un ácido sarcasmo similar al que tendría Gregory House —. Mire no me haga perder el tiempo por favor y dígame dónde la consiguió y para qué planea usarla.
— Si le digo que no sé — se justificó Leonardo —, es porque no tengo idea de cómo llegó eso a mi maleta. Ni siquiera tengo dinero para comprar armas así.
— Tendremos que quedarnos con la maletita entonces, señor Pérez. Pero cómprese otra, al fin y al cabo nosotros no vamos a gastar— le informó el guardia, al ver que Leonardo no tenía antecedentes criminales.
Luego de ir a las tiendas Duty Free por una nueva maleta, Leonardo pudo por fin subirse al avión que lo llevaría a su destino. La 3 veces coronada villa, lo recibió con un cielo grisáceo y una urbe repleta de gente, centros comerciales y automóviles veloces (cuyos conductores evidentemente no sabían leer porque no respetaban las señales de tránsito). Lima era una ciudad superpoblada en crecimiento constante cuyas calles aparentaban modernidad; un territorio que hace a penas un siglo no era más que un basto puñado de haciendas. Una metrópolis donde todos hablaban a la vez y por eso nadie se entendía, pero a la vez, un lugar que ofrecía de todo y para todos.
Tras desayunar, tomó un taxi para dirigirse al Ministerio de Defensa. Pensó que, estando en el Perú, el trámite para entrar sería más fácil que en México (no hacían grandes avances por allá, a menos que uno fuera muy influyente o tuviera un buen "colchón" de billetes), pero se llevó un chasco: las cosas eran iguales aquí y en todas partes.
— ¡Hey, amigo! ¿se puede saber qué haces curioseando ahí? ¿qué quieres? — preguntó una joven rubia de rostro aburrido, sentada ante un escritorio, cruzada de piernas y con una minifalda que dejaba ver sus curvas (y algo más).
— Es que necesito al Ministro de Defensa, señorita.
— El señor está ocupado amigo, — dijo la secretaria —. Vuelve más tarde.
— ¡Es que es urgente! — dijo Leonardo, exasperado.
— No hay nada tan urgente como para molestar al ministro — le reprochó la secre — así que te me vas.
— ¡Machu Picchu está invadida por esqueletos fantasmas!
— Sí, sí — exclamó, sarcástica —; y el ayuntamiento tiene ratas. Ya te dije que vuelvas más tarde, amigo.
Y al salir, le pareció oír a la secre diciendo algo como: "Suerte buscando novia, perdedor".
OK, eso dolió un poquito, pero no lo hirió: Leonardo ya estaba acostumbrado a cierta dotación de maltrato. Pero bueno, era comprensible que no lo atendieran con esa apariencia: rostro cansado, sudoroso por el calor, pelo revuelto, una playera arrugada de dos días y unos zapatos tenis que parecía que nunca limpiaba. No era extraño que no le hicieran caso. Igual, oír eso de los labios de una chica hermosa, quien seguro tenía cientos de novios mañana tarde y noche y no estaría con él ni aunque le pagaran… pues, lo deja a uno algo desanimado; decidió encarecidamente esperar otro día y fue a un hotel a asearse, cambiarse y pasar la noche.
Al día siguiente, estaba parado en las puertas del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo. Esto no podía quedarse así, alguien tenía que escucharlo, estaba presentando una queja legítima y se supone que toda persona debía ser escuchada.
Una amable secretaria solitaria, de pelo castaño y con una nariz demasiado grande para sus 21 añitos, lo atendió.
— Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, ¿qué se le ofrece?
— Mi nombre es Leonardo señorita, vengo a dar una queja.
— Claro, dígame su problema.
— Se trata de Machu Picchu, de ahí vengo.
— ¿Qué tiene? ¿le trataron mal? ¿No hay dónde comer? ¡No me diga que lo quisieron coimear señor! ¡Ay no, en verdad lo sentimos…!
— No, no es eso — le dijo Leonardo. Y sacó su videocámara en la que puso un DVD, recién quemado.
— ¿Y… está seguro de que esto no lo hizo con Premiere o con After, o con Avid? ¡Porque esos programas son muy buenos!
— No señorita, en verdad ocurrió. ¡Fue una experiencia horrorosa!
— Señor ministro — habló la secretaria por el intercomunicador, en tono preocupado —, aquí hay un muchachito con una queja muy seria. Tiene que verlo inmediatamente.
— Déjelo pasar, señorita Ríos.
Leonardo se sorprendió por la apariencia física del ministro peruano de defensa: parecía una versión alternativa de Ricardo Salinas Pliego, por el pelo, sólo que este tenía una apariencia más ruda.
— Cómo está, mi nombre es Juan Carlos González Martinot, Ministro de comercio exterior y turismo. ¿En qué puedo ayudarlo?
— Saludos, ministro González. Mi nombre es Leonardo Pérez, y quisiera reportarle un problema con Machu Picchu, señor.
— ¿Qué ocurre? ¿mucho ratero?
— H-h-hayu-u-u-n-n-n-a-a-a-aho-o-o-rd-d-d-a-a-a-a… — tartamudeó Leonardo. El condenado nerviosismo no le dejaba hablar.
— ¿Horda de qué? ¡hable de una vez pues hombre! — gritó, desesperado.
— ¡De esqueletos fantasmas! — declaró asustado.
Hubo tres incómodos segundos de silencio… justo los que necesitaba el ministro para echarse a reír.
— ¿Qué es tan gracioso? —se desesperó el joven.
— Oiga, no me venga con cuentos, pues. El Machu Picchu es una zona arqueológica, declarada Patrimonio de la Humanidad — declaró el incrédulo ministro—. Es inaccesible, está bien cuidada y bien resguardada. Y luego usted, muy suelto de huesos, viene a decirme que hay una horda de esqueletos fantasmas. Qué buena broma amigo en serio en serio, tuve un día fatal pero usted me lo alegró. ¡Bien ah!
— ¡Pero es cierto! — protestó el mexicano— ¡Si no me cree, vea esto!
Y le mostró el DVD, y el político vió la aparición del esqueleto fantasma del guerrero. Todas esas flechas ardientes cayendo del cielo bastaron para que su expresión cambiara.
— Ya… y ¿esto no lo hizo con After o…? — preguntó el ministro, ya que no le daba mucho crédito. Si se podían incluir OVNI's en las películas, insertar espectros no era nada.
— ¿Cuántas veces tengo que repetir que no lo edité? ¡es en serio! — exclamó Leonardo.
— Ya. Mire, nosotros tomaremos atención a su queja — declaró el ministro, aunque en ese momento no estaba seguro de qué diablos hacer—. ¿Puede dejarnos su vídeo?
— Quédeselo, tengo más DVD en mi maleta — dijo Leonardo, bajando los hombros —. Si me permite un consejo, señor Ministro, yo le propondría llamar a "Misterio a la Orden."
— ¿Y eso con qué se come?
— Son un grupo de jóvenes, que se dedican a asuntos paranormales. Fred Jones, Daphne Blake, Vilma Dinkley, Shaggy Rogers y Scooby-Doo. Pero no sé cómo telefonearles — concluyó el joven, desconfiando de sus propias palabras. Después de todo, nadie te toma en serio cuando mencionas a Scooby-Doo (eso debe cambiar, por cierto).
— Gracias por todo, joven, aunque no creo que lo necesitemos… — esa ni el propio Ministro se la creía.
— Leonardo Pérez a sus órdenes, señor.
— Espere — le pidió el señor ministro —. Como sólo usted sabe del… asunto, le pido que no le hable de esto ni a su sombra. A cambio, le ofreceremos un lugar seguro donde pueda quedarse hasta que lo resolvamos. El ministerio solventará la mitad de los gastos, un hotel de tres estrellas con todo incluido.
— Muy bien — aceptó Leonardo. ¿qué más podía pedir? La denuncia estaba formalmente hecha y ahora sólo quedaba esperar a que las autoridades peruanas tomaran cartas en el asunto, así que se retiró, por fin, a descansar tranquilo.
El gobierno tardaría un tiempo en resolver el "asuntito". El político peruano promedio no tenía idea de qué hacer en una situación así; ¿acaso a los fantasmas se les puede matar con armas o exterminarlos como insectos? No, pero si no solucionaban esto rápido, los cobradores del santuario no ganarían su platita y renunciarían. Pronto, la gente empezaría a notar que algo extraño sucedía, y nadie necesitaba enterarse de esto. Podían solucionarlo rápido y sin armar escándalos. Así que hizo lo único que se le vino a la cabeza: llamó a médiums, parasicólogos, a los investigadores del grupo Darma… todos salieron traumados. Nada sirvió. Reinaldo Dos Santos fue traído de urgencia, todo para que dijera esto:
— "Grandes problemas se avecinan en el hogar de los incas. En 2016, explosiones, inundaciones y terremotos azotarán a esta zona. Nadie estará a salvo en la residencia de Pachacútec. Tengan cuidado…."
Sí, y la conductora de "Reporte Dominical" lo miraba con cara de asustada y trataba de esconder su miedo ante cámaras. El pronóstico de Reinaldo no le dio calma a nadie, y lo peor era que la noticia había salido a la luz.
"Oigan, a este tipo no lo vuelvan a llamar nunca en su vida," ordenó el gerente de Fregüencia Te Anima.
El presidente del Perú, hasta el momento, no le había dado importancia al problema que estaba a dos dedos de enfrentar y, en cambio, se había dedicado a asuntos más relevantes como inaugurar obras y lucirse ante la gente. "Sólo un loco que vino a quejarse," dijeron. "Nadie le cree" dijeron. "¿qué tan grave puede ponerse esto?"
Bastante, y más cuando llega una persona del extranjero para gritártela en la cara.
— ¿Ahí está bien, señorita Cyrus?
— ¡Un segundo! Mitchel, abrázame más fuerte… así. Ahora, sólo para ensayar… mmm, me encantan tus besos.
Miley Cyrus y Mitchel Musso habían llegado al Perú entre aplausos, fans en el aeropuerto, firmas de autógrafos, apariciones televisivas y toda la cosa. Luego de que acabara su serie, el pájaro cantor de América había caído en el olvido: sus discos no se vendían, todo porque Billy Ray se negó a seguir ayudándola, dejó de escribirle las canciones y la echó por haberlo dejado en vergüenza con sus bien sabidas "escapadas". Tuvo que protagonizar películas de bajo presupuesto e incluso apareció en algunas cintas… ejem, bueno, digamos que en una faceta completamente distinta a la acostumbrada. Un día fue a buscar a un amigo al que quería ver… y acabó reflotando su carrera. Bueno, todos la miraban como "la novia de Mitchel Musso" ahora pero no importaba, el asunto era que estaba con él y tenía dinero otra vez. ¡Adiós a las películas indecentes!
— Wow, Miles. En el resto del mundo como que ya no eres tan famosa, pero en estos países de Latinoamérica te reciben como la Hannah de siempre y tienes fans a montones. Curioso ¿no? —preguntaba Musso.
— ¡Oh, sí… lo bueno es que ahora estamos juntos — decía Miley, su característico acento sureño adornando su voz. —Eres maravilloso Taters; vales más que todos los patanes con los que he estado. "Y además por fin tengo a alguien que me escriba las canciones," pensaba para sus adentros. Estaba con Mitchel porque lo amaba ¿o era por el dinero? Bueno, es igual.
— Lo curioso es que tu camarógrafo haya visto fantasmas aquí Miles. Quizá deberíamos…
En eso, todas las luces se apagaron.
— ¡Jerry, si las luces no vuelven en 5 segundos te despido! ¿me escuchaste? — gritó la muchacha, acomodándose su peluca rubia para salir bien en el video.
— Pero señorita Cyrus, yo no fui, fue…
— ¡LÁRGUENSE DE ESTE SITIOOOOOO!
— Este… ¿cómo dices que dijo el deshuesado?
— ¡Vámonos de aquí Miles!
Leonardo había presentado su denuncia un miércoles 7 de julio y el presidente ni caso. Una semana después, Miley Cyrus mandaba una protesta con el mismo ministro y todo el Perú ponía atención. El camarógrafo de Miley, quien había venido al Perú para grabar el disco "PerufortheWorld" con su novio, reportó la presencia de fantasmas. Miley no le había tomado crédito hasta que lo experimentó.
— ¡Esto es inconcebible! — declaró el representante de Cyrus, el cual trabajaba para Disney en Perú —. ¡La cantante no puede filmar su nuevo éxito, con espectros merodeando el lugar!
Al oír la noticia, críticos extranjeros y nacionales no sabían qué era más increíble: que hubieran entidades espectrales en Machu Picchu, o que alguien calificara como "nuevo éxito" a las canciones de Cyrus. La noticia se esparció más rápido que chisme de mercado y con el pasar de los días, se puso peor:
Paul McCartney iba a ofrecer un concierto gratis en la Antigua Entrada, tal y como lo había hecho en México el 20 de abril en el Zócalo, pero lo había cancelado al escuchar los rumores; Steve Ballmer, el líder detrás de Microsoft, había planeado visitar el Perú y vacacionar en Machu Picchu… sí, adivinaron, en su lugar se fue a Argentina. Gloria Estefan canceló todo plan de ir (pese a que Gian Marco se lo rogó y suplicó) provocando ira e indignación en la opinión pública peruana.
"Gloria Estefan nos odia", "Gobierno atado de manos", "Autoridades aún no dan la cara," decían los titulares.
El Perú ganaba infamia internacional. En México, la prensa en todas sus plataformas — generalmente reconocida a nivel continental por sus contenidos amarillistas y sensacionalistas — había exagerado más de la cuenta el rumor: habían llegado al extremo de declarar que la gente moría nada más llegando al lugar.
— ¡Esto ya es el colmo! — bramó furiosísimo el presidente del Perú, Vicente Cisneros Sánchez, temblando de enojo —. ¡Estamos perdiendo turistas por culpa de esqueletos fantasmas, y ahora el pueblo pide revocatoria! — vociferaba a gritos. Por suerte, nadie lo oía (había mandado fortificar las paredes de palacio para evitar más escándalos familiares).
— Pero señor presidente— dijo el Ministro de Comercio Exterior y Turismo, justificándose —, ¿cómo iba a creer yo que había una verdadera horda de esqueletos fantasmas rondando el lugar? ¡Sonaba imposible! ¡y ya lo he intentado todo!
— ¡Pues haz algo que sí resulte, hombre! — exclamó el presidente —. ¡Esto está llegando más lejos de lo que pensé!
— Es inútil, señor presidente. Nadie ha podido combatir esos espíritus señor ¿entiende?
— Machu Picchu es una de las siete maravillas del mundo moderno, ¡y no es posible que ahora, un grupo de esqueletos fantasmas se aparezca así de repente y ahuyente a los turistas! ¡Cantantes, estrellas de Hollywood, arqueólogos, investigadores… todos han quedado asustadas, ya no van a venir aquí! ¡El turismo se va a ir al diablo! ¡o me solucionas este problema cuanto antes o te reemplazo!
— La frustración del mandatario acababa de llegar al límite. El Ministro quería que reventara de un puñetazo el vidrio de su despacho, para salir huyendo como la gallina que era.
— ¿Ya ve por qué quiero cerrar permanentemente la entrada? — declaró el Ministro de Seguridad, el General Pedro Hernández Santana, allí presente cada vez que el presidente convocaba —. ¡Esto es una evidente obra de los porros!
— ¿Y eso qué tiene que ver? — preguntó el presidente.
— Que si cerramos permanentemente la entrada — explicó —, ya no habrían problemas.
— Ay sí tú, ¡qué endemoniadamente fácil es para ti decirlo! Y luego qué, ¿nadie viene? Además, el pueblo cercano obtiene solvencia del sitio. ¿De dónde sacamos para mantener a Machu Picchu? ¿Y los fondos que obtenemos del turismo qué, se van?
— Un ratito un ratito… creo que tengo la solución — dijo el Ministro de Comercio Exterior y Turismo. Y luego, bajando la voz— Todo lo que hemos intentado para resolver este misterio no ha funcionado por una sola razón.
Y entonces, sacando una tablet de su portafolio y poniéndola sobre el escritorio del presidente, continuó:
— Señor, me temo que sólo existe en este mundo un grupo de personas lo suficientemente inteligentes, fuertes, temerarias y, sobre todo, extremadamente valientes como para solucionar este problema. Son héroes, grandes personas extraordinarias y de carácter sumamente serio, que no le temen a absolutamente nada. ¡Sólo ellos podrán salvarnos…!
Y en la pantalla, aparecieron cinco siluetas.
— ¡Sigan corriendo chicos, nos están alcanzando! — gritó un muchacho rubio, que llevaba un pañuelito alrededor del cuello. Abrazada a él, una muchacha esbelta y pelirroja trataba de esconderse y no mirar.
— ¡Shaggy, Shaggy! ¿Estás bien? gritaba una chica pequeña con anteojos, antes de que un muchacho alto y delgado la tomara en sus brazos.
— ¡Sí Vilma, pero la próxima vez que tengamos que resolver un misterio, no nos levantaremos de la cama a menos que nos ofrezcan comida grátis, y una vida libre de fantasmas! —gritaba aquel chico con una voz increíblemente llena de pánico.
— ¿Esos? Pero si son apenas unos adolescentes y un perro!
— ¿Y además se visten como si estuviéramos en los 60! ¿ellos son los que supuestamente van a ayudarnos?
— Sí — exclamó el ministro —. ¡Son "Misterio a la Orden"! ¡Resuelven misterios… es su pasatiempo!
— ¿Pasatiempo? No, no, no hijito… coleccionar estampas es un pasatiempo; ir a patinar los sábados es un pasatiempo… ¿pero resolver misterios? — dijo el Ministro de seguridad —. Además ¿cómo se supone que los encontraremos?
— ¿Quién tiene todas las respuestas a los problemas de la vida…? ¡Pues san Internet de la Piedad! Déjenme ver si lo averiguo… a ver… dónde encontrarlos… a ver… ¡aquí está! parece que viven en un lugar llamado Cueva Cristal… California. ¡Y aquí hay un teléfono!
— ¡Pues llámalos! — exclamó el presidente —. No tenemos nada que perder y además, hay que parar esto como sea. ¡PERO RÁPIDO! ¡MEJOR SI ES PARA HOY! — y luego, viendo a su Ministro de Seguridad—: Y tú, cierra todos los accesos a Machu Picchu. Nadie puede entrar o salir del recinto fuera de horario.
— ¿Está seguro, señor presidente?
— ¿Acaso yo no te parezco seguro? — preguntó el presidente, señalándose la cara. No era un adonnis exactamente.
— Por eso decía que cerremos la entrada, qué buena idea — murmuró el ministro de seguridad, sumiso.
Machu Picchu era lo que más turistas atraía y nadie cambiaría eso. Ni siquiera unos esqueletos de pacotilla. La historia de toda una nación estaba en juego.
Pero este sería un juego que nadie iba a ganar.
A/N: Tan tan taaaaan… ¿y? ¿les gustó?
OK, ahora sí explico cómo nació esta historia. Oscar, al igual que yo, es fanático de Scooby-Doo, y de nuestras largas pláticas surgieron ideas para homenajear a estos personajes inmortales de Hanna-Barbera. No iba a ser difícil, pues juntando su habilidad para hilar historias y mi conocimiento de los personajes y el universo ya había novela. Sólo teníamos que hallar la trama principal: buscando lugares que la pandilla nunca antes ha visitado, elegimos el más fascinante histórica y culturalmente hablando: Perú. Pese a que muchas de las ideas originales de esta novela son mías, el responsable por haberla escrito es Oscar, aunque es un proyecto conjunto entre ambos, nuestro homenaje a las series que revolucionaron el mundo: Scooby-Doo ¿dónde estás? (1969) y su secuela Scooby-Doo! Misterios S.A. la única que le ha hecho justicia a la calidad de la original, dándole nueva vida a la franquicia que había caído en la mediocridad desde los años 80 (a excepción de algunas películas como la isla de los zombies o un verano espeluznante). Hemos respetado totalmente la caracterización de los personajes, este es un aspecto de la novela que está bien cuidado, así que no se preocupen.
Oscar se encarga de diseñar las tramas principales con nuestras ideas, y yo cumplo el trabajo de convertirla en novela, supervisar la caracterización y hacerla fluir para que les guste más. Aunque tratamos de mantener las descripciones y pasajes tan reales como podemos, muchos también son ficticios, nos tomamos mucha libertad para parodiar todo lo que se nos ocurre, en todos los sentidos, inspirados en el humor irónico de Scooby-Doo! Misterios S.A. que ha marcado una nueva tendencia y ahora es alabada por fans y no fans. Intentamos insertar la mayor cantidad de parodias y referencias de todo aquello que nos gusta y disgusta… en eso se basa el humor de esta novela. Si quieren que insertemos una referencia a cualquier cosa… dejen un review con su pedido, no sean tímidos. La novela está ubicada en el año 2015 porque es muy probable que muchas cosas hayan cambiado para entonces, pero nos hemos tomado licencia creativa para meter parodias y referencias. ¡En el próximo capítulo aparece la pandilla y ahí sabrán por qué!
¿Quieren seguir leyendo la primera novela de Scooby-Doo escrita en lengua castellana? ¡Todo lo que tienen que hacer es… escribir tantos comentarios como puedan en la cajita de abajo! Es simple: tomen el mouse, bajen un poquito más… otro poquito… ¡ahí está! ¡Dejen muchos reviews y verán lo que sucede!
Joe
