De risas y lágrimas
Capítulo I – Volviendo de trabajar
Por Panku
Aquel día Levi salió de trabajar excepcionalmente tarde. Incluso se puede decir que ni estaba consciente de la hora que era. De lo que podía estar seguro es que ya eran pasadas las 8, pues la calle se encontraba casi vacía de gente, a diferencia de como sería fácil encontrarla por el medio día: atiborrada de personas.
En realidad su trabajo no era tan exigente como a veces trataba de hacerse creer a si mismo: no consistía en más que estar todo el tiempo frente al monitor de una computadora de más años que cables redactando en qué consistían las paradojas más grandes de la vida. La empresa para la que trabajaba no se dedicaba específicamente a eso, pero era la tarea asignada para él. Su salida estaba marcada a las 5:30, pero él prefería trabajar un par de horas extra para poder obtener el dinero suficiente para pagar las deudas que lo sofocaban últimamente.
Con su habitual paso calmado, avanzaba lentamente por las tranquilas calles del distrito Trost, en la Colonia María. Los faroles que estaban a los lados de la calle no alumbraban lo necesario como para ver exactamente todo en su esplendor, pero sí lo suficiente para diferenciar las figuras que se pudieran cruzar en su camino. El ambiente era tenebroso sin duda, tanto que cualquiera que no conociera la calle se hundiría en su expectación sobre algún posible robo. Por suerte, Levi tenia bastante desarrollado su sentido de la supervivencia así como el del oído por lo que en el caso de que algo como eso se diera, sabría tenerlo bajo control. Claro, que no significaba que hubiera estudiado en alguna academia de policías ni mucho menos. Simplemente horas y horas en el gimnasio y alguna que otra clase de defensa personal. Nada más, nada menos.
Con anhelos de poder darse una ducha cuanto antes, el pelinegro aceleró un poco su paso, pues sus ansias de estar en su casa eran cada vez más fuertes. Simplemente era sorprendente cómo se le había podido olvidar llevar dinero o siquiera su pasaporte para irse a su hogar por el metro. Cuando salió de trabajar todavía alcanzaba el ultimo vagón, pero ahora ya era demasiado tarde.
Distraído en cosas triviales como: "¿Qué habrá hecho Petra de cenar?", no se dio cuenta de lo que se estaba suscitando a algunos metros de él, en algún callejón de la siguiente cuadra. Seguía sin notarlo hasta que...
—¡AHHH!
Se detuvo, algo dentro de él se prendió. Como si su cerebro se hubiera enchufado con la razón y el sentido que le decía que oír gritos por la calle no era algo que se viera todos los días. Se quedó unos segundos inmóvil considerando la opción de que sólo habia sido su mente jugándole un truco, llegando finalmente a la conclusión de que así había sido pues no se repitió ningún otro ruido. Decidió seguir con su trayecto hacia su casa mientras negaba ligeramente con la cabeza, pensando en que ya estaba demasiado cansado, tanto que alucinaba. Qué equivocado estaba.
—¡SOCORRO! ¡ALGUIEN QUE NOS AYUDE, POR FAVOR!
Eso sí que no era su imaginación. Sin pensárselo ni un segundo más, tomó la decisión de echarse a correr hacia donde provenían los gritos de auxilio. Si sus oídos no lo engañaban como antes había creído, la víctima de lo que fuere que estuviera sucediendo no estaba tan lejos como sospecharía. Cada vez acercándose más, al cabo de unos segundos llegó a un estrecho callejón por el que apenas y entraba un poco de la luz de los faroles. Con el corazón latiéndole en los oídos por haber corrido recientemente, fue testigo de como un hombre en smoking intentaba efusivamente proteger a una mujer en vestido de brillos rojos con un bebé en brazos de un par de delincuentes que seguro habían creído buena idea asaltarlos no usando más que una navaja y una pistola, respectivamente. El pobre hombre tenía la piel aperlada por el sudor que producía por lo desesperado de la situación; su traje estaba desaliñado, por un posible forcejeo tal vez. La mujer, escondida detrás de su marido, abrazaba al bebé aferrándose a su pequeño cuerpo como si la vida se le fuera en ello. Impactado ligeramente por la brutal escena en la que estaba siendo no más que un vil espectador, Levi se quedó parado en la entrada de la callejuela, con los pies anclados en el pavimento incapaz de moverlos a voluntad y con los puños tan apretados que la mano con la que sostenía su maletín ya tenía los nudillos blancos.
¿Cuántas veces pasaría aquello a la semana en todo el mundo? ¿Cuántas familias habrían sido eliminadas del planeta por imbéciles como aquellos? ¿Cuántos de ellos se habrían salido con la suya? La simple idea le hizo arder la sangre, tanto que su vista se nublo y no pudo contener más el ligero temblor por la frustración. Porque Levi no permitiría que se salieran con la suya, mucho menos frente a sus narices.
—¡MALNACIDOS!— El grito que pegó fue tal, que llamó la atención de todos los presentes ahí, confundiendo a más de uno. El pelinegro iba por todas, corriendo lo más velozmente que sus piernas le permitían deteniéndose justo a unos metros de distancia de los demás. El impulso había sido tal, que incluso su maletín quedó olvidado junto a alguna bolsa de basura de por ahí.
Sorprendido por la repentina aparición de otro personaje, el maleante A -quien era un hombre robusto, rubio, y de facciones toscas- no supo hacer nada más que voltear a ver a su compañero el maleante B -alto, delgado, y con los ojos redondos- quien le respondió con la misma mirada de confusión, sin saber qué pasaría a continuación.
—¡No te entrometas! ¡No es asunto tuyo, duende!— Exclamó el maleante A, tentando a la suerte esperando haber siquiera espantado un poco al hombre de baja estatura que recién se había manifestado cerca de ellos. —¡Esfúma-
—¡Gracias, buen hombre! ¡Dios se lo pague!— Interrumpió el señor de traje alabando a Levi, con la expresión de gratitud más grande que cualquiera pudiera ver en su vida. La de la mujer detrás de él no se distanciaba mucho de la misma, mientras el bebé lloraba escandalosamente por el alboroto a su alrededor.
—Si no he hecho nada todavía, no me dé las gracias.— Dijo intentando recobrar el aliento perdido. —¡Oye tú, mastodonte!— Exclamó después, señalando al rubio grandote. —¡Te crees muy rudo con tu pistolita, ¿no?! ¡Si tan hombre eres, no ataques a alguien indefenso! ¡Métete con alguien de tu tamaño, abusador!— Ah, la provocación verbal. El arma más letal del mundo. "¡¿Duende?! ¡Verás de lo que un duende es capaz!" Por más rabia que eso le hubiera provocado, él no sería quien empezara la pelea. Por supuesto que no, él simplemente aplicaría la "defensa personal" que tanto había practicado.
—¿De mi tamaño? ¿Quién? ¡¿Tú?!— Preguntó en tono burlón, tomándose la implícita amenaza a la ligera. —¡No me hagas reír! ¡Piérdete!— Gritó sin más haciendo un ademán con su mano libre restándole importancia al asunto. El maleante B estaba parado sin saber qué hacer o decir en respuesta a la situación. —Ahora... ¿En qué estábamos? ¡Ah, sí! ¡DENME TODO SU DINERO O PAGUEN LAS CONSECUENCIAS!— Dicho esto, volvió a apuntar al señor con el arma de fuego, quien inmediatamente reanudó su temblor de nerviosismo. —¡Berth, la mujer!— Ordenó con un gesto de cabeza hacia la misma, quien volvió a gritar con desesperación.
—¡NO, POR FAVOR!
Viéndose ignorado, Levi sintió que se le acababan las opciones. Además, el ruido y la urgencia del asunto solo empeoraban las cosas. Buscando una solución rápida, llegó a él una estupenda idea:
—¡Conque huyendo, ¿eh?! ¡Cobarde! ¡Dime, ¿tienes miedo de lo que un duende como yo te pueda hacer?! Oh... Creo que tu hombría está por caducar...— "Bingo." Pensó al observar atentamente cómo el maleante A se tensaba bajo su mirada y su amigo el maleante B retrocedía unos cuantos pasos, tomando distancia de su compañero.
Aparentemente enfurecido, el rubio se movió bruscamente hacia Levi tratando de atinarle un puñetazo en plena cara, fallando colosalmente.
—¿Eso es todo lo que tienes? Qué decepción.— Mencionó mientras esquivaba otro golpe más: impulsivo, fácil de controlar.
—¡Cierra tu puñetera boca!— Escupió cerrando por un microsegundo los ojos, momento que Levi aprovechó para tomarle desprevenido y golpear con fuerza en su estómago con su rodilla, sacándole el aire provocando que se doblara y se arrodillara tratando de recuperar el oxigeno perdido. Inconscientemente soltó la pistola.
—Qué pena. ¿Fui demasiado duro? Lo siento...— Dijo con sorna.
—¡R-Reiner!— Exclamó el maleante B, acercándose titubeante hacia su amigo.
—¡No seas idiota, deshazte de ellos!— Gritó este mientras tomaba la pistola y se reponía lentamente. El maleante B dudó por un segundo hacer caso al maleante A, pero inmediatamente se giró hacia el que debía ser su próxima víctima: el hombre de smoking.
Arrepintiéndose por no haberla lanzado lejos, Levi trató de arrebatarle al maleante A el arma de las manos. Este no tuvo que hacer mucho más que mover su brazo hacia arriba evitando que el pelinegro cumpliera su meta, mientras su cómplice se acercaba peligrosamente hacia la pareja y el bebé.
Durante un intenso forcejeo con el maleante A, Levi pudo ser consciente de algún que otro alarido del desafortunado hombre que no pudo elegir mejor noche para salir a pasear con su familia. "Mierda. Esto ya no es divertido." A su contrincante también se le escapó uno que otro disparo fallido. Por alguna razón no se le había ocurrido dispararle a quemarropa, pues al cabo de un rato la pistola quedó extraviada en el suelo.
Irritado por la duración que había tomado el altercado, decidió poner fin a eso.
En un momento de descuido, tuvo la oportunidad de patear fuertemente detrás de las rodillas del maleante A, haciendo que se cayera inminentemente. Se colocó encima de él y lo sofoco ligeramente tratando de provocarle un desmayo. Casi estaba fuera de combate, es más, ya estaba claro que había perdido. Durante la pelea sus acciones eran muy impulsivas y no pensaba bien lo que iba a hacer a continuación, por lo que era sencillo esquivarlo. Por otro lado, era fuerte, y si sus golpes acertaban, le causaba un daño considerable.
Dejándose llevar por sus deseos de desquitarse con alguien, Levi aplicó mayor fuerza sin importarle las quejas de dolor del hombre debajo suya. ¿Era un sádico por el hecho de que estuviera disfrutando del sufrimiento ajeno? No. ESE que estaba sufriendo era un hombre malo. Se lo merecía. Era su castigo.
Tentado a terminar con la vida del bastardo que tuvo la mala suerte de cruzarse con él y su furia, no se percató de que a un lado suyo, lo necesitaban. Lo único que pudo sacarlo de su trance, fue el sonido de una pistola siendo cargada.
—Aléjate de él, o ésta rata millonaria pagará las consecuencias de tus actos.— Alzando lentamente la mirada, se percato de que el maleante B se había desecho de la pequeña daga de antes y apoderado del arma que momentos atrás estaba muy cerca de él. ¿En qué momento la había tomado? ¿De verdad estaba tan distraído? Eso ya no era relevante. El cabrón "Berth" estaba apuntándole a la cabeza al hombre de la inocente familia que trataba de defender. —Aléjate de él, maldito enano infernal.
El tipo ya no se movía. ¿Lo habría matado? No. No utilizó la fuerza suficiente como para acabar con su vida, sólo estaba inconsciente. Sin más remedio, lentamente se puso de pie y alzó las manos hasta los costados de su cabeza.
—Tú, deja que se vayan. Ahora el asunto es entre tú y yo, ¿no es verdad?— Dijo con tono apacible, pero el sujeto frente a él sólo miraba al bobo en el suelo. —Oh, ¿él? No te preocupes. Vivirá si es que a su inconsciente cerebro no se le olvida respirar.— No pudo evitar que un ligero tono mordaz se reflejara en su voz. Grato error.
—¡Cállate!— Le estaba poniendo los pelos de punta. Al parecer era más difícil para este mantener la calma. —¡Lo mataste!— Su respiración se volvió errática, amenazando con perder la cabeza de un momento a otro.
—No es cierto. Si lo hubiera hecho, ahora mismo tú también estarías muerto.— Mencionó desganado, buscando las palabras correctas para no provocarlo más de lo que ya estaba.
De repente, la respiración del maleante B se normalizo, tranquilizando tanto a Levi, como al señor y a su esposa. El único ruido que se escuchaba era el interminable llanto del bebe.
—Ojo por ojo.— Fue apenas un susurro, pero se escuchó claramente.
—¿Qué?— Oh, lo había oído. Pero no creía que después de todo siguiera creyendo que su amigo estaba muerto. No cabía duda, estaba loco.
—Ojo...
—¡Espera!
—Por...
—¡Piedad!—Suplicó desesperadamente el señor bajo el agarre del fuerte brazo que lo apresaba.
—¡Ojo!
Demasiado tarde. El cuerpo sin vida del hombre cayó con un golpe sordo al suelo, al mismo tiempo que su esposa gritaba desgarradoramente. Levi se quedó inmóvil unos segundos mientras la señora seguía gritando porque el maleante B se había volteado repentinamente hacia ella y su hijo, acercándose, dándole la espalda al pelinegro.
Apenas y podía respirar. No, ¿de verdad estaba respirando? No sabía reconocerlo. Acababa de ver a un hombre morir frente a sus propios ojos. Levi era un hombre frío, pero eso no quería decir que no le importara la muerte de alguien. Oh, eso es lo que MÁS le importaba. Sobretodo ahora que la culpa había sido suya. Si sólo se hubiera enfocado... No. No todo estaba perdido. Todavía podía salvar dos vidas. Dos vidas todavía dependían de él. Dos vidas todavía lo necesitaban. Él las rescataría.
Sin pensárselo más, se dirigió velozmente hacia el maleante B -la única potencial amenaza de ese momento- lanzándose salvajemente hacia su cuello, colgándose de el. Teniendo la mala suerte que sólo Levi podía tener, el tal Berth disparó el arma accidentalmente por la sorpresa ocasionada por el repentino sofocamiento. El maleante B comenzó a sacudirse, sujetando los brazos que lo trataban de ahorcar e impidiéndole de paso al dueño de los mismos averiguar si el tiro había dado en algún punto o no.
En un desesperado intento de quitarse de encima a aquel "enano infernal", Berthold se hizo hacia atrás hasta chocar con la pared del callejón, aplastando intencionalmente a Levi. Sin embargo, le salió el tiro por la culata, pues nuestro protagonista no hizo más que apretar el agarre, noqueando finalmente al maleante B, que le costó mucho más trabajo que el rubio cabeza de alcornoque.
Cuando por fin estuvieron ambos contrincantes fuera de combate, se tomó la libertad de analizar a la mujer, quien desafortunadamente fue atacada por un balazo justo a la altura del pulmón derecho. "Maldita sea." Pensó. Por milagro, el bebé estaba intacto. Quizá un poco desaliñado.
Sin perder más el tiempo, se apresuró a buscar su maletín por donde sea que lo había dejado. Cuando por fin lo encontró, registró su interior buscando su celular para llamar una ambulancia.
Quizá fuera la adrenalina recorriendo sus venas por los recientes combates que tuvo, quizá era la urgencia del asunto, pero no pudo evitar que sus dedos temblaran al marcar el número de emergencia, equivocándose una vez. Si no era rápido, si nadie respondía su llamado, todo lo que hizo esa tarde habría sido en vano. Bueno, en realidad… no todo. El hombre había sido asesinado inmediatamente por lo que no tenía remedio. La mujer a pesar de haber sido perforada, todavía vivía; desangrándose, pero vivía. El bebé... Oh, ahora se daba cuenta de la situación. Si la madre moría... ¿Qué sería de aquel bebé? ¿Quedaría huérfano? ¿Tenía más familiares que cuidaran de él? O... ¿Iría a un orfanato? Qué triste idea era aquella. Vivir por su cuenta, sin el amor que un familiar podría conceder...
—¿Hay alguien ahí?— Escuchó momentáneamente, saliendo de su ensoñación. Era la aguda voz de la operadora.
—¡Ambulancia!— Fue todo lo que sus agitados pensamientos lograron articular, sonando más primitivo de lo que le hubiera gustado.
—Claro, señor. Facilíteme su dirección y en unos instantes la ambulancia irá hacia donde se encuentra.
Luego de haberle dado las instrucciones necesarias a la señorita, Levi colgó, encontrándose con que la moribunda mujer -a la que había tratado de salvar antes- le indicaba con un débil gesto de mano que se acercara.
—¿Qué... sucede?— Preguntó tratando ser gentil, aunque al principio sonó bastante rudo. Se aclaró la garganta.
—Cuida de ella.— Solicitó con una voz rasposa, una sonrisa y los ojos cristalizados por las lágrimas.
—¿E-eh? ¿Cómo dice?— No hubo respuesta. La mujer se había desmayado sin las fuerzas suficientes como para seguir sosteniendo su propio peso. Aturdido, Levi tardó unos momentos en comprender que aquella mujer se refería a aquel bebé que seguía sosteniendo fuertemente en brazos, aun en estado de inconsciencia.
Ligeramente cohibido, cogió gentilmente a la pequeña criatura quien no había dejado de llorar en ningún momento, sonando ronco a esas alturas. Apenas reparando en ello, descubrió que el bebé -o mejor dicho, la bebé- no pesaba prácticamente nada. Calculó que tendría unos ocho meses de haber nacido.
En un reflejo involuntario por calmarla, comenzó a arrullarla, consiguiendo que se apaciguara eventualmente hasta quedarse callada y con los ojos fijos en él, totalmente quieta. En ese momento fue que pudo pensar detenidamente sobre lo que le había dicho la señora.
¿Cuida de ella? ¿Era una petición? Bueno, obviamente lo era. Pero es que simplemente no comprendía la razón del por qué se lo había dicho. ¿Confiaría la vida de su hija a cualquier extraño? Ok, él ya no era precisamente un extraño. Técnicamente no se conocían de nada, pero él había tratado de salvarles... fallando en el intento. Ese último pensamiento le dio un leve escalofrío. ¿Había fallado? ¿En serio? No era tan tarde, ¿o si? No podía ser cierto; de ser así, él ciertamente tendría que hacerse cargo de la bebé en sus brazos. Aquella idea le llevó a otra: En el caso de que aceptara cuidarla, ¿qué de diría Petra, su pareja de hace años? No podía simplemente llegar y decirle "¿Qué crees? ¡Vamos a ser padres de una niña que no es de nosotros! ¿No es genial?" No. Lo tomaría por un demente. También cabía la posibilidad de que si se negaba, ella lo reprimiera por irresponsable. El futuro era totalmente incierto. En los muchos años que llevaban de noviazgo, ninguno de los dos mencionó el tema de tener hijos. Sinceramente ni sabía si ella quería tenerlos. A él le resultaba casi indiferente. Casi.
Sumido en sus pensamientos, no se dio cuenta de que la ambulancia que había solicitado se acercaba, no hasta que la sirena y las luces se hicieron más presentes que nunca.
Observando cómo se abrían las puertas y se bajaban los paramédicos, se sintió como si estuvieran pintados, pues los antes mencionados pasaban de ellos como si así fuese. No fue hasta que se le quedó viendo a uno joven pelirrojo, que éste sintió su pesada mirada y se percato de su presencia. De pronto pareció que le dio una idea y se encaminó a Levi.
—Disculpe... ¿Acaso fue usted el que solicitó la ambulancia?
—No, fue la bebé.— Respondió con sarcasmo. ¿De verdad estaba dispuesto a preguntar algo tan obvio como eso? ¿Siquiera pensaba antes de hablar? El chico rió nerviosamente.
—Esto... ella... ¿es su hija?— Dijo indeciso.
—¿Acaso nos parecemos?— Preguntó volteando a verla, dándose cuenta de que ella no paraba de verlo con cierto tipo de... ¿fascinación? Dejando esa suposición de lado, continuó hablando: —Es la hija de la pareja que acaban de subir a la ambulancia. El par de imbéciles que están inconscientes en el suelo fueron los que trataron de asaltarlos o qué mierda voy a saber yo. Simplemente me percaté de lo que sucedía y decidí ayudar. No tuve tanta suerte y lograron herirlos de algún modo. El bebé lo cargaba la mujer, pero no pudo más y tuve que hacerlo yo. ¿Alguna duda?
—A-ah... ¿Us... usted fue el que noqueó a ambos sujetos?— El muchacho estaba flipando en colores. ¿De verdad lo hizo todo eso un sólo hombre de baja estatura?
—Soy incapaz de hacerlo. Nuevamente, fue la bebé...
—Jaja, sí. Yo... ah...
Aparentemente abochornado, el joven paramédico no dijo nada más y simplemente estiró los brazos en dirección a Levi en señal de que le diera a la bebé, pues se la llevarían junto con sus padres. Antes de entregársela, dudó un poco y la miró, quizá por última vez. La bebé seguía observándole. "Qué comportamiento más raro." Finalmente se la dió y escuchó un "Gracias" en voz baja por parte del chico. "¿Pero de qué? Todo esto lo hice por capricho."
Sin más que hacer por el lugar, buscó su maletín en donde recordaba haberlo abandonado luego de llamar a la ambulancia y al encontrarlo se marchó de ahí en dirección a su casa, sin ver hacia atrás ni una sola vez.
Cuando por fin llegó al frente de su casa, suspiró y caminó hacia el tapete de bienvenida que estaba en la entrada delantera. Decía: "Hogar dulce hogar". Recordó en el momento que lo leyó que él y Petra lo compraron el mismo día que se mudaron a aquella noble casa. De pronto se sintió nostálgico pero la imagen del señor muriendo frente a sus ojos volvió a su cabeza, haciendo que un escalofrío recorriera su espalda mientras volvía a la realidad.
Sacó distraídamente una pequeña llave de su saco y la metió en el pomo de la puerta, para después darle la vuelta e ingresar al interior.
—¡Bienvenido!— Escuchó la dulce voz de Petra provenir desde la cocina.
—Estoy en casa.— Respondió mientras se quitaba sus zapatos y se desajustaba la corbata gris que siempre usaba. Al parecer su tono de voz sonó menos animado de lo que le habría gustado, porque Petra acudió a su encuentro.
—¿Levi? Te ves decaído. ¿Sucedió algo hoy?— Pregunto con preocupación mientras se quitaba el delantal floreado que traía puesto. Juntos fueron hacia la sala y de ahí ella regresó a la cocina.
—No, nada interesante. Sólo estoy cansado.— Mintió; pensó que sería mejor si no se lo decía, pues tampoco es que fuera a volver a encontrarse con la mujer y la bebé. Aunque claro, le gustaría dar sus condolencias por su pérdida. Sin embargo, las había dejado en buenas manos, ¿no?
—¿Seguro?— Insistió. Levi suspiró. Si seguía así, no podría seguir ocultándoselo y tendría que contarle todo.
—Sí. No te preocupes.
—Okey. ¿Quieres café?— Ofreció amablemente olvidando el tema anterior. Su cabello naranja se meneaba conforme ella se desplazaba por la cocina.
—Claro. Petra, ¿qué hiciste de comer?
Mientras a ella no le afectara, seguiría ocultando lo que sucedió aquella tarde, cuando volvía de trabajar. Al menos hizo una buena acción ese día. ¿Debería comenzar a considerarse a sí mismo un héroe? No. Sería muy modesto. Negó ligeramente con la cabeza y le dedicó una sonrisa a su novia, quién lo veía entretenida desde donde estaba.
—¿Qué sucede?— Preguntó extrañado.
—Te ves feliz.— Sentenció ella, dejándolo aún mas extrañado.
Fin del Capítulo I
¿Continuará?
¡Hooooola! ¡Soy Panku, y estoy muy agradecida de que le hayas dado una oportunidad a mi historia! Tanto si eres lector nuevo como si no, ¡muchas gracias!
Esto es sólo el comienzo, y en realidad no es nada más que el prólogo, pero lo dejo como Capítulo I porque es parte de ésta historia.
Si quieres saber cuando publicaré un nuevo capítulo, puedes agregarme en Facebook como Panku Blite.
Bueno, creo que eso es todo por ahora. ¡Bye!
Panku~
