Los nombres de algunos personajes corresponden a sus debidos autores. La historia que leeras a continuación es de mi creación con el único fin de entretener.
Capítulo 1
Puerto de Londres, El Mauritana.
Habían pasado más de tres años desde que dejó América. Pero ya era tiempo de volver. Aunque no estuvo en total acuerdo con la decisión de sus padres no tuvo mas remedio que agachar la cabeza y aceptar.
En la cubierta de la inmensa nave, la joven rubia con ojos viriosos sujetaba un extremo de una serpentina o listón largo, al igual que muchos de los pasajeros, y sus amigos en tierra el otro extremo, hasta que el débil lazo se rompía al avanzar el barco.
—Escribeme, amiga—gritaba una de sus amigas.
—Prometo que lo haré.
—Te visitaremos en unos meses, ¡Promete que no nos olvidarás, Candy!
—Co-como podría hacerlo...—dijo tratando de contener las lágrimas.—Voy a extrañarlos. Cuidense —fue lo último que dijo. Sus amigos agitaban sus brazos diciéndole adiós.—Los quiero —grito la joven mientras corría hacia la popa para ver a sus amigos que hacían hasta el final del muelle. Se quedó contemplando por un buen rato hasta que sólo podía observarse pequeños puntos a lo lejos.
—Cariño, será mejor que entremos. Esta haciendo demasiado frío. Podrías pescar algún resfrío.—dijo su madre a espalda de ella mientras frotaba sus brazos.
—Si.—dijo dándole una tímida sonrisa.
—En unas horas debemos estar en el salón para la cena de fin de año.—ella sólo respondió con un asentamiento de cabeza mientras se dirigían a sus camarotes.
Ya adentro, un hombre de unos cuarenta años las esperaba. Vestido elegantemente, cabello corto y castaño claro. Sus ojos de un verde esmeralda al igual que los de su joven hija. Sostenía en su mano una copa de whisky.
— Se tardaron. ¿Dónde estaban?
—Nos despedíamos de nuestros amigos—se adelanto a responder su esposa. El sonrio y luego miró a su hija.
—¿ sucede algo, cariño?
—No papá...sólo estoy algo cansada.
—Deberias dormir un rato. Te despertaré antes de la cena así te arreglas.—dijo su madre amablemente.
—Susy, tu también deberías descansar. No has dormido bien hoy y no quiero que vayas a enfermar.—Susana Marlow se había casado a la edad de diecisiete años con William White, quien le llevaba ochos años de diferencia. Ella era rubia y de ojos celestes, una hermosa mujer. El era un médico muy reconocido y apreciado en toda Europa. Provenía de una familia adinerada. Susana, en cambio no era de la clase alta pero siempre vivió en la comodidad que sus padres pudieron ofrecerle. Se casó enamorada. Ambos formaron una feliz familia, al año siguiente de casados tuvieron una hija. Era la luz de sus ojos.
—Te haré compañía un rato y luego lo haré, cariño.
—Yo descansaré un rato.—agregó la joven.
—Le diré a Ponny que tenga todo listo para cuando despiertes.
—Si, hija. Ve.—dijo su padre. Se despidió dando un beso en la mejilla a ambos y luego entró a su habitacion.
—No se si fue buena idea. Candy parece no estar de acuerdo, aún creo que no ha superado tal desilusión.—dijo en un tono angustiada su madre.
—Ya ha pasado demasiado tiempo, querida. Estoy seguro que ya ha olvidado. Tan sólo eran unos niños.
—Ojala y tengas razón, William. No quisiera que nuestra pequeña vuelva a sufrir por culpa de ellos—el hombre dejo su copa y se dirigió a su mujer estrechándola en sus brazos. Ella apoyo su cabeza en el firme pecho y suspiro.
—Estará bien.—beso la parte superior de su cabeza.—Ahora ve a descansar.
Mientras en su camarote, recostada en su amplia y cómoda cama.
—No se como haré para estar cerca de ti y que no duela. Ha pasado tanto tiempo y aún no he logrado sacarte de mi corazón... ¿Porqué tuvo que ser de esta manera? ¿porque justo con ella...? ¿porque?
Miles de preguntas surgían una y otra vez ...trayendo viejos recuerdos a su mente.
—Antony...—susurro y lágrimas rodaron por su mejilla...
Dos años atrás...
—Mamá ... mamá —gritaba desesperada mientras ingresaba a su casa buscando a su madre, quien alarmada bajo rápidamente las escaleras dirigiéndose hacia donde provenían los gritos.
—¿Candy, que ocurre?
—Lo siento señora, no pude detenerla.—dijo muy angustiada la muy mayor.
—Esta bien, Nana. Ahora dime Candy. ¿que ocurre?
—¡Antony!—exclamo la pequeña rubia.
—¿Que paso con él? ¿Le ocurrió algo malo?—su madre estaba pálida. Parecía que iba a desmayarse enseguida.
—No mamá, todo lo contrario.
—Entonces, ¿a que se deben todos esos gritos?
—¿Que es todo ese escándalo, Susana?—pregunto irritado, su esposo bajando por las escaleras.—¿a que se debe este alboroto?
—Papá... mamá... estoy tan feliz.
—Cuentanos, cariño de una vez.—la tomó de las manos y la llevó a la sala donde los tres tomaron asiento. Pero ella sólo duró unos segundos ya que se levantó y comenzó a dar vueltas.
—¡Antony ha regresado!
—¡ Y por esto tanto ruido!
—Ya William. Sabes lo que ese muchacho significa para nuestra hija. Deberías ser más considerado.
—Esta bien, esta bien.—dijo resignado. Sabía que no ganaría nada oponiéndose a ambas.—la próxima vez, si vas a dar una noticia procura no despertarme de esta manera —la pequeña se encogió de hombros y sonrió ampliamente a su padre. Luego corrió a su recamara para cambiarse y visitar a su gran amigo, Antony.
—Siento interrumpir. Han dejado este sobre , señor.—dijo uno de los criados, entregándole un sobre de papel de seda blanco.
—Gracias, George. Puedes retirarte. Es una carta —dijo abriendo el sobre y sacando una tarjeta del mismo color escrita con letras cursivas en negro.
—¿De quien es?—Pregunto su esposa.
—Es de tu prima Margareth.
— Que raro, no sabía que estaría de festejo. Dejame ver.—tomo el papel y leyo —"Señor Willian White y familia: están cordialmente invitados a la fiesta de compromiso de mi querida hija, Eliza Legan con el señor Antony Bro..." —No llegó a terminar de leer debido a la impresión que sintió al leer esas palabras. Cayendo sobre el suave sillón, con una mano en el pecho y la otra tapándose la boca.
—¿Que ocurre, Susy? Estas pálida.
—Lee...—ordenó, este tomó el papel que había caído sobre la alfombra traída especialmente de Francia, al igual que todos los muebles que contenía la casa. Luego con el ceño fruncido miró a su mujer.
—No puede ser. Se supone que...
—Por Dios. ¿cómo le diremos esto a nuestra hija? Estaba tan ilusionada.
—Nunca debimos dejar que Candy se hiciera ilusiones con ese muchacho. Era muy grande para ella. Debimos haber supuesto que esto pasaría. Ambos son mayores que ella, y el siempre la ha considerado como a una hermana pequeña.
—Todos contribuimos a esto. Rose, también lo fue. Ella quería que su hijo y mi Candy se... —se corto. No podía continuar hablando ya que el llanto y el nudo que tenía en su garganta le impedían hacerlo.
—¿Donde esta? Hablaré con ella.
—Oh por Dios.
—¿Que pasa?
—Iba a casa de Antony.—volvio a soltar en llanto.
Montando en un blanco corcel, Candy había llegado a la mansión de la familia Brower. Estaba feliz de volver a ver a su amigo. Quien hacia mas de tres años que se marchó a Francia para continuar con sus estudios. Habían mantenido la comunicación a través de cartas. Siempre contándose todo. Y en una de esas cartas él le confesó que estaba enamorado, que se dio cuenta estando allá de cuánto la extrañaba a esa persona, que la distancia le hizo aclarar sus sentimientos. También le confesó que cuando llegara a su país se lo confesaria a su enamorada. Candy creyendo que se refería a ella, lo espero todos esos años muy ansiosa. Pero grande fue su sorpresa al enterarse que su mejor amiga y prima, sería la afortunada.
—Candy, pequeña. ¿Que haces por aquí?— dijo Rose, la madre de su amigo.
—Vine a ver a Antony.
—Siento desilusionarse pequeña. Antony salió hace unas horas a casa de Eliza.
—¿Eliza?—pregunto sorprendida.
—Si, cariño.
—¿Tardará mucho? Quiero verlo. Hablar con el.—dijo muy entusiasmada.
—Si quieres puedes quedarte a tomar el té conmigo. De seguro no tarda en llegar—dijo mientras ambas caminaban hacia la casa.
—Será todo un honor hacerle compañía, Rose.
—De paso me gustaría que veas el vestido que hice hacer para la fiesta.
—¿Fiesta?—pregunto curiosa. "De seguro será por la llegada de Antony," pensó la joven.
—Claro, cariño . Se compromete mi único hijo—dijo con tanto entusiasmo. Ella se detuvo en seco. Sintiendo un fuerte golpe en su pecho. La mujer mayor se detuvo y la observo— ¿Que pasa, Candy?
—F-fiesta de compromiso...—tartamudeo. Su pecho podía notarse subir y bajar. Sentío su corazón romperse en miles de trocitos.
—Candy...—susurro al ver el triste rostro y las lágrimas amenazando por salir.
—¿Con quien, Rose?—emitio con voz temblorosa.
—Pense que ya sabías lo de Antony con Eliza...
—Eliza...—dijo con un hilo de voz. Lagrimas caían por la suave piel de sus mejillas. La mujer quiso tomarla en sus brazos pero ella retrocedió .
—N-no... no no pue-de ser—sin decir mas, salió corriendo y montó su caballo.
—¡Candy espera! —gritó Rose. Quedó angustiada, no esperaba esa reacción. Pensó que lo que sentía por su hijo ya lo había superado, creía que Antony le había comentado sobre su noviazgo con su prima.—Candy...
El llanto nublaba su vista, no supo donde estaba hasta que vio el lago. Lugar donde había compartido casi toda su infancia con el que ahora había roto en mil pedazos a su joven corazón.
Candy nunca espero que la persona a quien le confió todos sus más íntimos secretos y sentimientos con respecto a su mejor amigo, la había traicionado de la peor manera. Siempre fueron como hermanas. Por lo menos ella así la había considerado , a pesar de que ella era tres años menor siempre se llevaron bien.
Se bajó del caballo y se sentó sobre una roca. Podía ver su reflejo en el agua. Sus ojos estaban hinchados y rojos al igual que sus mejillas. Sus labios aún temblorosos no podían pronunciar palabras.
Cuando escucho salir esas palabras sintió como si su corazón fuera arrancado en vida y estrujado violentamente.
Ya no había nada por hacer. Antony se había enamorado de su prima, siempre lo estuvo y se había dado cuenta cuando partio a Francia. Que ilusa había sido en pensar que un chico mayor podía fijarse en una niña como ella. Ahora que sería de ella. Todas las ilusiones que tenía junto a él, sus sueños. La boda que tanto había planeado en sus sueño y comentado con su madre.
Pero ¿porque Eliza nunca se lo comentó, porque le había ocultado algo tan importante?
El único consuelo que tenía es que ella jamás le había confesado sus sentimientos a Antony.
El golpe de la puerta la sacó de su ensoñación. Limpio las lágrimas y fingió dormir.
—Mi niña, es hora de levantarse —anuncio su nana.
...
..
.
Horas más tardes...
La feliz familia se dirigía al salón principal. Caminaban observando cada rincón del barco.
La decoración era un lujo, su elegancia era de estilos del renacimiento francés, así como estilos italianos y británicos los cuales eran muy diversos, el Mauritania debía ser no solo la nave más rápida, si no que también debía competir con cada lujo que se encontrara en el interior, tenía una elegancia inmensa desde los baños públicos, la exquisitez dorada se ejercía en todo el lugar, la decoración de artesanías en maderas finas que fueron traídas de los bosques ingleses y franceses para la elaboración de muebles elegantemente finos y exquisitos tanto para el salón principal adornado en un estilo francés del décimo octavo siglo, así como para sus flamantes habitaciones.
Sus comodidades expresaban el buen gusto con la decoración contemporánea, las maderas y las telas raras combinadas con el trabajo de artistas notables de la época, era una delicia ante los ojos humanos, en su salón principal su techo estaba adornado con los signos zodiacales, podía escucharse la orquesta.
—Doctor White, Señora, señorita. Buenas favor, acompañame les indicaré su mesa.
Muchas miradas se dirigieron a la pequeña familia que caminaban elegantemente por el lugar.
La joven madre luciendo un amplio vestido de seda color vino adornado con un fino encaje negro, mangas larga de encaje y cuello redondo, con un sutil escote. Llevaba una estola de piel en su hombro derecho. Su cabello rubio estaba totalmente recogido en un hermoso moño adornado con piedras preciosas. Su maquillaje era muy sutil. Acompañó a su atuendo unos aretes de diamantes.
Por su parte, su hija escogió un vestido azul francia, escote cuadrado bordeado por una puntilla blanca tejida a mano con diminutas piedras blancas, por lo cual no llevaba gargantilla sólo unos pendientes de piedra blanca. La falda del vestido era amplia no tanto como la de su madre, también estaba bordada al ruedo, su cabello lo llevaba suelto adornado con un moño blanco de seda en la cien. Como el vestido era de mangas cortas llevaba guantes blancos que cubrían la blanca y sedosa piel de sus brazos,y una estola de piel de igual color cubriendo sus hombros.
Madre e hija irradiaban elegancia y belleza pura.
Una vez que cada uno ocupó su lugar, pidieron observar tranquilamente a los invitados.
—La gente no deja de mirar hacia nuestro lado.—comentó Susana.
—Estan celosas de que dos bellas damas acompañen a este anciano.
—Que cosas dices, papá. Eres el caballero más guapo del salón. —dijo su niña guiñándole el ojo.
—Opino igual. Estas muy guapo William.
— Candy, pareces toda una princesa.—dijo su padre al mirar cuanto había crecido su niña. Ya era toda una dama. Elegante y de una belleza inigualable.
—Papá, me harás sonrojar. Suficiente he tenido con mamá y Ponny.
—Tu padre tiene razon, cariño. Los jóvenes de aquí no te han sacado la mirada de encima.
— Creo que será mejor marcharnos. No me gusta que miren a mi pequeña.
—William...—lo reprendió su mujer con la mirada.—No vas a hacer una escena aquí, ¿verdad? —apoyo su mano sobre la de él.
—Solo bromeaba querida. Aunque admito que no me causó ninguna gracia tu comentario.—dijo serio.
—Papá... ¿cuanto tiempo estaremos en Chicago?—pregunto Candy para cambiar de tema.
—No lo sé , cariño. ¿Porque lo preguntas?
—Por curiosidad.—dijo encogiéndose de hombros. Ambos padres se miraron uno al otro.
En ese instante interrumpieron la charla para dar, el capitán el discurso bienvenida a los flamantes tripulantes. Todos alegres aplaudieron al hombre mayor.
Luego sirvieron la cena. Los platos eran exquisitas delicias francesas.
Luego de comer varios se levantaron para presentarse y charlar en otras mesas.
Mientras que el padre de Candy entablaba una amena charla con el capitán y otros hombres, su madre lo hacía con las mujeres del lugar. Ella aprovechó para salir a la cubierta. Estaba algo mareada por la Copa de champagne que había probado, no estaba acostumbrada a las bebidas alcohólicas.
Al salir de encontró todo neblinado. Se acercó a la barandilla.
—Hmm...hace frío aquí—dijo frotándose los brazos y mirando al cielo—... otra vez nos volveremos a ver...—una lágrima se escapó.—Antony... feliz año.
—No es sano hablar solo—dijo una voz masculina a su espalda. Ella se quedó helada y lentamente se dio vuelta. Una figura bien portada estaba de frente a ella. Un joven de cabello largo, llevaba una capa.
—No es de caballeros escuchar conversaciones ajenas—dijo cruzándose de brazos y levantando su barbilla.
—No te enojes pequeña pecosa.
—Pecosa...
—Siento decírtelo pero realmente eres muy pecosa.
—Que me importa. Me gustan mucho mis pecas.
—Mmm...—emitio tocándose la barbilla—entiendo, por eso la coleccionas.
—¡Pero que grosero!
—Pero si dije la verdad. Tu nariz esta llena de pecas—dijo estallando en risa.
—Urhg... pero que mocoso engreído. Para tu información me gustan mis pecas.
—Ya veo. Y también estarás orgullosa de tu naricita—dijo tocandole la nariz con la punta de su dedo índice.
—Claro que si—dijo furiosa.
—Es usted señorita Candy, preguntó George a lo lejos.
—Adios pecosa.—desaparecio entre risas en la neblina.
—Maldito idiota —dijo con los puños apretados.
Continuará...
