¡Hola a todos!
Después de pasarme mi tiempo pensando en qué escribir sobre la facción de Abnegación, me apeteció pensar en cómo se sentiría Susan Black al ver que aquellos a los que ama se alejan de su lado.
Aviso: este fic participa en el reto "¡Facción antes que sangre!" del foro "Divergente".
Cabe mencionar que ninguno de los personajes me pertenece; son de la magnífica imaginación de Roth. Respeta mi trabajo como yo respeto y respetaré el tuyo.
Disfrutad.
El comedor se encuentra más inquieto y silencioso de lo normal. Como de costumbre, los osados siguen apostando en sus juegos; los veraces gritando sobre sus apuestas; los eruditos envueltos en su lectura; y los cordiales dando palmadas. Siempre me han parecido ignorantes. Unos por decir que son valientes, otros por sinceros, inteligentes y amables. ¿Pero de qué sirve todo eso cuando no puedes ayudar alguien? La satisfacción interior y la alegría de saber que tu empeño y sudor han colaborado a mejorar la sociedad, es mejor que cualquier otra cosa. Dejo de pensar cuando en la siguiente ronda, llaman a mi hermano y a mi amigo Caleb Prior. Reprimo una sonrisa al pensar en su nombre e ignoro la extraña presión que siento en el pecho.
Me quedo callada al lado de Beatrice, su hermana. Entre nosotras el silencio parece común, y para mí no es incómodo. Me gustaba poder escuchar lo que me rodea y prestar atención en los pequeños detalles. Pasan los segundos, quizás demasiados minutos para mí y ambos salen algo temblorosos. Sin pensarlo, me acerco a ayudarlos. Sé que está prohibido preguntar el resultado de tu prueba así que me callo y los atiendo en lo que puedo. En la siguiente ronda de nombres, me mencionan junto a Beatrice. Me levanto y juntas, caminamos hasta la sala donde se hacen las pruebas. ¿Cómo algo tan sencillo puede definir tu futuro?
La sensación es extraña. Como si tus brazos, piernas, manos y pies no formaran parte de ti. Como si por más que le obligases e insistieras en que permanecieran silenciosos y quietos, te ignoraran completamente. Nunca me había sentido tan nerviosa, pero este era un día especial. La Ceremonia de la Elección. Miro a los lados para ver cómo los veraces y osados pueden hacer tanto alboroto. ¿Es que no saben respetar a los demás? ¿Tan difícil es dejar de pensar en ti? Me apoyo en la silla y espero a que nuestro líder recite los nombres de los demás. Bueno, y el mío. Observo orgullosa cómo los abnegados permanecen silenciosos e invisibles. Me siento muy orgullosa de ellos, de lo que representamos. Nombran a mi hermano y se acerca al escenario a escoger su futuro. Yo ya sabía cuál era mi elección, siempre la supe.
Un sudor frío baja por mi espalda cuando veo cómo se aleja a la zona de Cordialidad. Nos había abandonado. Me llevo una mano a la boca y reprimo un sollozo. Le cojo la mano a mis padres al ver sus caras destrozadas. No por la vergüenza que supone de que tu hijo te abandone; sino por el dolor que provoca dejarlo ir. Arrancarlo de un golpe de tu corazón, aquel sitio que creías que le pertenecía por simplemente nacer. Llaman a Caleb y cuando se va, siento como el mundo se desmorona y decide tirarse encima de mí.
Me llaman, y aún temblorosa y atontada, suelto las manos de mis progenitores, bajo las escaleras y llego al escenario. Con el corazón en un puño recojo el cuchillo que me ofrecen y sin más dilación, me hago un pequeño corte y espero a que salga una gota de sangre. Es cálida y espesa, resbala lentamente por mi piel y se pierde entre las diferentes piedras de Abnegación. No solemos aplaudir, así cuando me giro y me encamino a abrazar a mis padres, sólo vislumbro alguna que otra disimulada sonrisa por parte de mis nuevos vecinos y amigos.
Cuando llegamos al barrio de mi facción, puedo distinguir antiguos conocidos y me alegro de que estén aquí con nosotros. Uno de los nuevos instructores empieza a hablarnos sobre las normas e ideales de nuestra facción. Me las sé de memoria, casi puedo decirlas a la vez mientras él habla. Sonrío sin evitarlo. Nosotros, los abnegados somos altruistas. Tenemos muchas opciones para trabajar. Somos voluntarios en casi todos los trabajos de la ciudad, y hasta nos confían la dirección del gobierno porque no somos egoístas ni pensamos en nosotros mismos. Vivimos por los demás. No podemos ser vanidosos ni destacar mucho y no es algo que me moleste.
Caminamos entre las simples y grises casas del complejo y vuelvo a sonreír mientras una lágrima resbala por mi mejilla. Espero que mi hermano tenga una buena vida, espero que Caleb encuentre la felicidad y sobre todo espero, que recuerden lo que siempre les decía: Quién lucha sin descanso, triunfa.
