There's a place that I'll never meet again…
− No. De ninguna manera lo permitiré.
El otro chico, que estaba sentado en la plataforma del escenario, esbozo una sonrisa de burla mientras una de sus manos sostenía el balón de basquetbol.
− ¿Es así? –preguntó con calma, mirando como el balón empezaba a girar sobre uno de sus dedos. – Kuroko, ¿acaso estoy pidiendo tu autorización? Me parece que lo que dije es un hecho, no una consulta.
− Pues no estoy de acuerdo contigo. No lo acepto.
− ¿Y cómo planeas evitarlo?
Kuroko se quedó callado, mirando sus pies.
−Encontraré la forma, no me rendiré tan fácil.
El balón dejo de rodar un segundo para después volar y aterrizar en el dedo índice de su mano izquierda.
−No hay nada que puedas hacer. Solo acéptalo como un hecho.
Kuroko, quien tenía las manos dentro de su sudadera, las hundió aún más intentando buscar en el fondo de ella algún punto de soporte para el dolor que estaba sintiendo. Repentinamente no sabía cómo actuar o qué decir o que callar. Incluso aunque era una persona que no expresaba sus emociones, se había quedado en blanco y lo único que podía pensar era en lo desesperado que estaba por traerlo de regreso a él.
−Eres tan cruel…−murmuró lo suficientemente fuerte para que el otro chico lo escuchara.
El balón dejo de girar, se escuchó un ruido sordo al caer y luego unos pies aterrizando al piso.
−Lo cruel, Kuroko, sería permanecer contigo un segundo más. Esto se está volviendo aburrido.
Kuroko levantó la vista, conteniendo el aliento. ¿Qué era lo que estaba diciendo? ¿Qué fue lo que acababa de pasar? ¿Acaso esa era la forma en la que estaba terminando con él?
Dio una débil cabezada, sin carburar del todo la oración, sintiendo como sus ojos empezaban a arderle, los cerró con fuerza. Dio un paso hacia atrás y apretó aún más sus manos dentro de su sudadera.
Los pasos del otro chico se hacían más fuertes conforme se acercaba pero Kuroko ya no quería escuchar nada más, quería largarse de allí, en ese mismo instante, rápido…
−Ya no hay luz a la que tengas que alumbrar. Esa luz brilla demasiado, aún sin ti.
Kuroko se quedó callado, sintiendo su respiración moverse profusamente. ¿Eso en verdad estaba pasando? Aún era imposible creerlo, hace apenas un día estaba sobre sus piernas gimiendo y suplicando por un poco más de fricción.
Las manos del otro chico se detuvieron sobre sus mejillas, limpiándole algo húmedo que se deslizaba sobre ellas. Kuroko escuchó un silbido. Confundido, puso atención, hubo un segundo silbido.
Sintió su garganta tremendamente pesada al igual que sus ojos, estaba a punto de romper en llanto de la forma más absurda y humillante que podía y, aun así, las gotas de agua que deslizaban por sus mejillas no eran las suyas…
Abrió lentamente los ojos y, sorprendido, colaboró que esas lágrimas que se deslizaban por su rostro eran las del otro chico, no de él. Estaba llorando a carne viva, en silencio, y tenía una expresión que para nada cuadraba con lo que pedía.
− ¿Por qué? –preguntó, viéndolo fijamente. – ¿Por qué lloras si ya no quieres estar conmigo? ¡¿Por qué haces esto?!
El chico abrió la boca pero en su lugar solo salió un llanto desconsolado. Kuroko no sabía qué hacer, era todo muy incoherente como para pensar rápido.
Suspiró, sacando sus manos de su sudadera y las enredo alrededor de su cintura mientras recargaba su rostro contra el fornido y suave pecho de su amigo. No creía que eso fuera conveniente pero no sabía que más hacer. El chico recargó su barbilla contra la frente de Kuroko y sus manos, aun incapaces de hacer cualquier cosa, permanecían sobre sus mejillas.
Kuroko pensó que aquello era muy desgastante y doloroso, pero no encontró la forma de expresarse y decidió guardar silencio. Ni siquiera él sabía que estaba pasando pero necesitaba ese abrazo, casi tanto como necesitaba sus labios. Sin embargo, no exigió sus labios ni sus caricias, solamente se quedó allí, escuchando el molesto silencio del llanto proferido pero no expresado.
−Es una tontería, Midorichi.
−Tu opinión es irrelevante, solo te estoy advirtiendo. No quiero tratar con tu tonto y lloroso trasero después.
−Sí, sí, sí. Lo tendré en cuenta. Ahora, dame mi celular.
− ¿Qué dices?
−Te lo di a guardar−recordó el rubio, viéndolo fijamente. –Cuando fui a las duchas, te dije que lo tomaras por mí.
− No soy tu niñera. Hazte cargo de tus cosas.
− ¡¿Eeeeeeh?! ¡¿Lo dejaste?!
Midorima lo miró con desdén.
−No seas tan escandaloso por una trivialidad. Seguramente con el salario del modelaje podrás reponerlo.
−Ese no es el punto. Tenía fotos de cuando fuimos al campeonato de las estatales y…
−No es mi problema−interrumpió, acomodándose sus lentes. –Ahora, ve rápido o te dejaré atrás.
− ¡¿Eeeeh!? ¿Por qué eres tan malo, Midorichi?
Midorima suspiró fastidiando, dirigió su mano vendada hacia su cuello y tomo la cuerda de sus auriculares para después colocárselos pulcramente y seguir caminado.
Kise soltó una queja más sin no antes dejar un "regreso rápido" y partir corriendo.
Kise llegó en cuestión de minutos al salón de usos múltiples, sabía que Midorima lo dejaría si se tardaba mucho y lo último que quería hacer era irse caminado solo hasta la estación del metro. Y es que la única razón por la que se iba con Midorima era porque este, a pesar de ser popular y atractivo, tenía un aura bastante amenazante que repelía a todas las chicas. Al principio creyó que era una coincidencia que las chicas dejaran de seguirlo pero después se dio cuenta que las chicas habían dejado de buscarle porque siempre estaba con Midorima. Sin embargo, en cuanto Midorima se alejaba de él, las chicas llegaban en grupos pidiéndole su número, fotografías e incluso se ofrecían a acompañarlo a su casa y, para ese entonces, Kise ya estaba harto de las mujeres…
Tomó un respiro en la puerta del salón y la empujo con algo de rudeza. Entró precipitado y en cuanto pudo mirar hacia adentro con plenitud, se quedó frio.
Su cabeza se quedó completamente en blanco y sus músculos estaban rígidos. Era como si de pronto perdiera la noción de todo a su alrededor.
Parpadeó un par de veces hasta que empezó a comprenderlo.
Quien estaba allí, tirado en el suelo de madera, con la playera subida hasta la altura del pecho y gimiendo boca arriba, era Kurokochi y encima, embistiéndolo con tal velocidad misericordiosa mientras le tocaba los pezones con cierta rudeza, era Aominichi.
Las manos de Kuroko se deslizaron de su cuello hasta sus mejillas e intento sentarse. Aomine se detuvo, tomo la cintura de Kuroko con suavidad y lo atrajo contra él hasta que esté estaba totalmente sentado sobre sus piernas.
A continuación, Aomine lo besó, tan delicadamente que Kuroko sintió que su corazón se iba a romper en ese mismo instante. Kise, congelado desde su lugar, abrió los ojos en sorpresa. ¿Aomine actuando dulce? ¿Qué seguía, empezaría a decirle cosas dulces al oído?
Kise sintió un estremecimiento, dio un paso hacia atrás para darles su privacidad y, justo en ese instante, escuchó un gemido de dolor.
Kuroko tenía la cabeza hundida en la clavícula de Aomine y sus manos parecían estar rasguñando su espalda. Su movimiento, algo compulsivo, no parecía ser porque fuera a correrse o algo así.
"Está llorando" pensó Kise, luego sacudió la cabeza. Eso era imposible…
Kuroko alejo su rostro del pecho de Aomine y lo miró fijamente a los ojos, con las lágrimas deslizando por sus mejillas. Aomine se detuvo, mirándolo con tristeza.
− Detenlo ahora. Deja esa tontería de querer irte, de dejarme−ordeno Kuroko, sorprendido de que su voz sonara más suplicante que molesta. – Detenlo en este mismo instante… aún estas a tiempo… si tú no lo haces… si no lo detienes… ya no abra marcha atrás… nunca te perdonaré… te olvidaré…
Aomine lo miró sorprendido y luego, con una sonrisa triste, empezó a moverse con suavidad.
− Entonces vamos a terminar esto bien− murmuró, dándole un beso a Kuroko para después agarrarlo de la cintura y sentarlo en el piso. Kuroko se le quedo mirando y, un instante después, se puso boca abajo en el piso, con las caderas en alto. Aomine se acomodó atrás de él.
Kuroko soltó un silbido.
Kise, quien aún estaba demasiado sorprendido como para hacer cualquier cosa, dio unos pasos hacia atrás, escuchando el eco de los gemidos de Kuroko.
Se llevó una mano hasta la mejilla y se limpió unas cuantas lágrimas que se habían deslizado por ellas. Así que ¿Así se sentía cuando terminabas con alguien que amabas?
Sin poder permanecer un segundo más, intento salir pero fue en ese mismo instante en que Aomine levantó el rostro y lo vio. Sus miradas se encontraron, Aomine detuvo las embestidas por completo y justo cuando Kise creyó que iba a decirle algo, Kuroko movió sus caderas contra su pelvis. Aomine soltó un silbido, a continuación lo tomo del abdomen, atrayéndolo contra su espalda, y tomo su cabello entre su mano. Kise tuvo miedo de que Kuroko lo viera, sin embargo, los ojos de Kuroko estaban cerrados. Simplemente giró un poco su cabeza buscando la boca de Aomine. Aomine no lo hizo suplicar, enseguida le correspondió y empezó a moverse otra.
Kise sacudió la cabeza, ya había visto demasiado y más que excitado o asqueado, sentía un fuerte dolor en el pecho. Sin saber exactamente por qué, trastabillo un poco para después salir corriendo del salón. No podía permanecer ni un instante más allí.
Aomine salió del salón media hora después, miró a Kise, quien estaba sentado en la salida, y sin cruzar palabra, siguió su camino hacia la salida de la escuela.
No parecía que le afectara en lo más mínimo que Kise los hubiera visto, quizá no era la primera vez que alguien los veía.
Kise suspiró, se levantó del suelo y entró, no sin cierto temor, al salón. La puerta chirrió y se azoto con fuerza.
Kuroko levantó la mirada, con esperanza, pero fue hasta que miró el cabello rubio que su sonrisa se desvaneció. Parecía afectado y no se molestó en ocultarlo. Kise se sintió enfermo, preguntándose por quinta vez en un record de 30 segundos, qué es lo que hacia allí.
Kuroko aún no terminaba de arreglarse, tenía los pantalones bajados y el bóxer parecía haber sido subido de una forma muy descuidada. Su abdomen estaba aún descubierto y un poco de sudor rondaba por ellos.
Kise encontró la imagen muy sugestiva pero no muy merecedora. Evitó entablar contacto hasta llegar a donde estaba.
Kuroko lo miró con esos ojos grandes y azules que tenía y también, con lágrimas retenidos en ellos.
−Yo…
−Aomine dijo que ya no me necesita−interrumpió Kuroko, mirando hacia ningún lugar. –Dijo que, a partir de ahora, al único que necesita es a sí mismo. –Kuroko suspiró pesadamente, mirando fijamente los ojos de Kise. –Dijo que es lo mejor para mí… él va a dejar el equipo… él me dejó… él….
Y entonces, ya no pudo continuar.
Las lágrimas empezaron a salir con rapidez y su boca se vio incapaz de sacar algún otro sonido que no fuera el lastimero sonido del llanto.
Kise, sorprendido y asustado, se arrodillo frente a él y lo abrazo. El rostro de Kuroko se hundió contra su pecho y sus manos se aferraron a su espalda.
Kise pensó, durante un segundo, que en ese sonido indecente de gemidos entre Kurokochi y Aominechi se había roto algo. Algo bien profundo e irremplazable. Quizá algo que solo se encontraba una vez en la vida.
Y se sintió deprimido, deprimido de la idea de que Aomine había llegado a un punto de autosuficiencia en el que ya no podía marcha atrás, en donde estaba escogiendo el camino de la soledad y en donde aquél Aomine que lo había enseñado a jugar y hacia bromas pesadas sobre él, se había desvanecido.
Sin embargo, también se sintió deprimido por Kuroko, era él quien estaba siendo abandonado, hecho a un lado como saco de basura, era quien se quedaba con esos sentimientos estúpidos de dolor y olvido.
Kise tuvo miedo de que con esto Kurokochi, que de por si era como un libro difícil de leer, se convirtiera en una hoja en blanco.
Tuvo miedo, un miedo muy fuerte, y mientras sentía las uñas de Kuroko siendo enterradas contra su espalda y su boca gimiendo desesperada, deseo que Kuroko encontrará alguien mejor. Y se juró a si mismo que jamás, jamás, le pasaría eso a él.
Continuará...
