Era una noche cálida, las nubes grises se alzaban sobre Londres, y en las sucias calles, no se veía ni un alma. La guerra entre mortífagos y aquellos que se oponían a ellos se había extendido tres años ya, y había llegado a afectar a los muggles, la gente no mágica.

Había habido muchas bajas, pero más en la de el bando que luchaba contra Lord Voldemort, y no había muchos motivos para sonreír. Pero, aun así, en esa noche del 26 de junio, se respiraba un ambiente feliz y cómodo en el número 12 de Grimmauld Place.

Las botellas de cervezas de mantequilla estaban esparcidas en la larga mesa. Habían estado celebrando que Bill y Fleur tendrían un bebé. Ya pasaban de las doce, y alrededor de la mesa, sólo quedaban: Luna, los gemelos, Ron, Ginny, Harry y Hermione.

— Por eso yo digo que, tenemos que vivir nuestra vida mientras aún podamos. — Dijo Ron tomando su botella — No entiendo porque algunos se enojen porque vayan a tener un bebé.

— Es cierto —dijo Hermione — si sus padres no hubieran tenido a Harry en tiempos de guerra, quien-ustedes-saben no habría perdido su poder en ese entonces.

— ¡Vamos todos a tener hijos! — Exclamó Fred — ¡Llamaré a Alicia!

— No me refería a eso, Fred — dijo Ron rodeando a Luna con un brazo — me refiero a que, debemos vivir nuestra vida y hacer lo que queremos hoy, ya que no sabemos si estaremos aquí mañana. — y dedicó una mirada significativa a Harry, quien miró el fondo vacío de su botella.

— Bueno — dijo George bostezando después de unos minutos y golpeo con el codo a su hermano. — Yo me retiro.

— Nos retiramos — corrigió Fred que entendió el golpe y se levantó de inmediato. Luna estaba a punto de quedarse dormida en la silla y Ron decidió levantarse y cargarla para llevarla a su habitación.

— ¿Se quedan chicos? — preguntó.

— Sí — dijeron Harry, Ginny y Hermione.

— Ginny, mamá dijo que no te desvelaras, ve a dormir — la apuró Ron.

— Bien — suspiró Ginny y miró a sus amigos de soslayo — descansen, chicos.

Los tres se fueron y, Harry y Hermione se quedaron en la cocina, donde aún crepitaban débilmente las llamas, uno al lado del otro.

— Hermione, creo que Ron tiene razón. — dijo Harry metiendo las manos en sus bolsillos.

— ¿Sí? — preguntó ella, después de darle el último trago a su botella.

— Sí, debemos vivir nuestra vida. Y yo quiero compartirla, en guerra y, en paz, en tiempos buenos, y en malos, cuando estemos alegres, y cuando no; y no me gustaría hacerlo con nadie más que no fuera contigo. — Harry sacó una pequeña caja de los bolsillos de los pantalones, y se arrodilló en la cocina.

Tonks, gritó, y toda la familia Weasley la miró enojada desde el otro lado de la pared, ya que habían sido descubiertos.

— Bueno, vamos a pasar porque ya nos oyeron— gritó George, y Remus, Tonks, casi toda la familia Weasley, Kingsley, McGonagall, y Draco Malfoy, entraron por la puerta.

Harry rodó los ojos, y Hermione soltó un par de lágrimas.

— Continúa, Potter. — dijo Minerva McGonagall con un pañuelo en las manos, cerca de la cara.

— Hermione Jane Granger, ¿Quieres casarte conmigo? — preguntó Harry devolviéndole la atención a su, ahora hace dos años, novia, y abriendo la caja que tenía en la mano.

— ¡Sí! — dijo ella sin esperar a que le diera el anillo y lo abrazó.

La señora Weasley y la profesora McGonagall rompieron a llorar. Kreacher fue al sótano y dijo que sacaría champagne para el amo. Remus le dio una palmada a Harry, los gemelos exclamaron, Ron y Luna se besaron, Ginny suspiró viendo a ambos, y Malfoy se comportaba como si estuviera en el peor lugar del mundo.

Harry sacó un anillo de plata, que tenía una esmeralda algo grande, y pequeñas incrustaciones de diamantes alrededor.

— Es el anillo que mi padre le dio a mi madre. — le dijo Harry a Hermione cuando se lo ponía en su dedo anular, y entonces, llegó Kreacher, y le dio el champagne a Harry, quien se lo dio a Arthur Weasley, a quien sentía, ya hace mucho, como su padre. Molly apareció unas copas, y cuando la botella se descorchó todos brindaron.

Lamentablemente para todos ellos, la felicidad momentánea que tuvieron en ese momento, no duró mucho. La guerra terminaría dos días después de eso. Muchos morirían, otros serían traidores, algunos serían héroes, y Hermione junto con el anillo, se perderían, tal vez, para siempre.