Para Siempre
Había cumplido su palabra de años atrás y había regresado para tomar a Ayame como su mujer.
Existían muchos mitos sobre la relación entre lobos, pero ellos estaban dispuestos a creer en solo uno de ellos…
Capítulo I
Época de apareamiento. Aquella época nunca le había causado gran interés, es mas pasaba por completo desapercibida para él, pero ahora no. Solo tres semanas faltaban para aquella fecha y debía admitir que estaba ansioso y tenía cierta urgencia de que llegara.
Quizás todo se debía al hecho de estar emparejado. Un año atrás aun no había tomado a Ayame como su mujer, y no sentía la necesidad de aparearse con ninguna otra hembra. Es cierto que había sentido interés hacia Kagome, quien ya hacía más de año y medio que se había ido, pero realmente nunca llego a querer estar con ella de aquella manera.
En cambio ahora mantenía una intensa urgencia por aparearse. Aunque si bien es cierto, había hecho suya a Ayame una y otra vez, hasta ambos quedar extenuados, envueltos uno en los brazos del otro, y de aquello hace aproximadamente ocho meses, pero aquella era una urgencia diferente, algo que debía saciar cuanto antes.
Quisiera poder saber si todos los lobos machos luego de emparejarse sentían aquella necesidad, en esa época, y más aun deseaba saber si Ayame se sentía de igual manera.
Hace ya dos semanas que no la veía. Él, junto a Ginta y Hakkaku habían ido a explorar nuevas tierras en busca de sobrevivientes o nuevas tribus de lobos, y no se supone que regresarían hasta pasadas al menos cuatro semanas, aquello era lo que se había pactado, y a pesar de que anteriormente también había realizado aquellos viajes jamás había tenido tanta prisa por querer regresar y estar con su mujer. Estar así lo estaba desquiciando, era algo que desconocía y de cierta forma precisaba obtener.
Y pensar que cuando llego a la tribu de aquella pelirroja, hace ya año y medio, tan solo tenía la intención de cumplir con la promesa que había hecho años atrás, pero se topo con la sorpresa de que era ahora Ayame quien se negaba a aquello.
- Lo siento Kouga, pero no puedo unirme contigo. No puedes ver esto como un simple compromiso de algo que se prometió hace mucho. Debes sentirlo y quererlo de verdad…
Aquellas habían sido las palabras que dijo Ayame. Una sutil forma de rechazarlo y lastimar su ego. En un principio había tenido la intención de irse nuevamente, pero sabiendo que no tendría otro lugar al que partir, y no queriendo ser un nómada, con sus dos fieles compañeros, decidió quedarse.
Durante las semanas y meses que precedieron, fue bien recibido en la tribu, y tuvo la oportunidad de acercarse más a Ayame. Pudo notar como la joven loba se comportaba de manera muy cordial y amigable con cada miembro de la manada, y aunque ella lo negara o quizás no se diera cuenta mantenía a más de un lobo detrás de ella. En un principio aquello no le molesto en absoluto, pero acorde fueron pasando las semanas algo se fue formando en su interior, y al pronto tiempo se dio cuenta de lo que era. Había comenzado a sentir celos y envidia. Él quien siempre había sido seguro de sí mismo, y acostumbrado a mantener todo controlado, aquello le perturbaba.
Sin dejar pasar mucho tiempo, comenzó a mostrar aquellos celos hacia la joven, sin permitir que cualquier otro lobo se lo acercase demasiado. Estaba decidido a defender y proteger lo que pretendía como suyo.
No paso un año luego de que el llegara a la aldea de aquella tribu de lobos, cuando él y Ayame ya se habían unido, luego de que él le hubiese asegurado de que realmente quería aquello, tanto o más que ella misma.
Aun recordaba con claridad aquella primera vez cuando tomo a la pelirroja como su mujer. Había sido una experiencia desbordante, que no podría llegar a comparar con nada mas, tan solo con repetir aquello una y mil veces más.
Luego de terminar con aquella ceremonia oficial, por fin se encontraba en su cueva a solas con la que sería su mujer, por todas las de la ley de los youkai.
Ya había anochecido, y la cueva era sutilmente iluminada por los rayos lunares, y las estrellas presentes en aquel enorme firmamento nocturno. No necesitaba más luz que aquella, podía apreciar fácilmente la silueta de Ayame frente a él y viceversa.
- Ayame –susurra su nombre, de una manera ronca y suave, casi arrastrando cada letra. Ella se estremeció al escuchar su voz de aquella forma, y cada vello de su piel se erizo de sobremanera-
- Kouga –dijo ella con voz ronroneante incitándolo aun más- .
Ambos dieron un paso al frente para separar los centímetros que los separaban, él se inclino sobre ella y la beso. Aquel no era como los besos que le había dado, suaves y cortos. Este estaba lleno de deseo, y se estaba prolongando cada segundo más. Sus lenguas danzaban una con la otra, mezclando sus sabores. Kouga comenzó a acariciar la cintura de ella, para luego ascender lentamente. Ella gimió y se separan para recobrar el aliento.
- ¿Estás segura de esto? –le pregunto al oído, mientras acariciaba su espalda, y de esa forma mantenerla más cerca de él-
Le pregunto aquello, pero en realidad ya conocía la respuesta, podía oler como ella emanaba aquel aroma que lo invitaba a tomarla y a poseerla, hasta saciarse de ella.
- Lo he esperado desde hace mucho –es la respuesta de ella, para luego colocarse de puntillas y unir sus labios con los de él-
Se desvistieron despacio, dándose la oportunidad de conocer cada uno el cuerpo del otro. El lamio desde el vientre de ella hasta el valle de sus senos, saboreando cada centímetro del cuerpo que deseaba poseer. Al haberse despojado de sus ropas Kouga sentó a Ayame a horcajadas sobre él, gruñendo al sentir aquel contacto tan íntimo. Antes de unirse a ella, lame su cuello, mientras Ayame hacia exactamente lo mismo en el suyo.
Coloco sus manos en la cadera de ella, la levanto solo un instante para luego dejarla caer lentamente, mientras se deslizaba en su interior. Gruño con furia y escucho un aullido por parte de Ayame, al mismo instante ambos dirigieron sus colmillos al cuello del otro, para dejar aquella marca que los reclamaba.
Permanecieron sin moverse segundos que les parecieron eternos, mientras se acostumbraban a aquella sensación de pertenencia. Al haber dejado aquella marca de posesión en sus cuellos, separaron sus rostros, aun manteniéndose unidos.
Kouga noto como las mejillas de Ayame se tornaron de un rojo carmesí, haciendo un juego perfecto con su cabello, que ahora mantenía pequeños hilos de plata al brillar con los rayos lunares. Se veía hermosa de aquella manera, exquisita, y solo de él. Estaba seguro de que la querría en su vida por siempre.
- Kouga –la escucho aullar su nombre, mientras ella comenzó a moverse sutilmente sobre él-
No pudo evitar gruñir entre excitado y desesperado. Los movimientos comenzaron a intensificarse al igual que la temperatura de sus cuerpos. Él mantuvo sus manos en la cadera de ella siendo quien la guiara, predominando en los movimientos.
El final de su ritual se acercaba, podía sentirlo tanto en su cuerpo como en el de su, ahora, mujer. Arremetió en ella con más arrebato, hasta sucumbir en un clímax apremiante que los envolvió a ambos. Juntos aullaron al ser invadidos por aquella tormentosa ola de placer.
Se dejo caer hacia atrás, manteniendo a Ayame entre sus brazos. Sus respiraciones agitadas se recuperaron pronto. Y aquella noche permanecieron de aquella manera, uno en brazos del otro, impregnados de la esencia misma de su acto.
Gruñe al rememorar aquello. Definitivamente la época de apareamiento ya estaba comenzando a afectarlo y aun no había llegado.
- Así que aquí estabas –escucha la voz de Ginta, haciéndolo voltear y encontrándose con sus dos compañeros-
- Tenemos un buen rato buscándote ¿Qué haces? –termina por preguntar ahora Hakkaku-
- Nada. Ya vámonos de aquí –lo dice un tanto incomodo. Se levanta y comienza a correr hacia la dirección que seguían. No tenía intención de hablar de sus necesidades básicas con ellos, además dudaba que alguno pudiese ayudarlo-
Estaba camino a verse con su abuelo como lo hacia todas las tardes después de ocuparse de algunas cosas en la aldea. Sabía que Kouga regresaría ya dentro de pocos días y aquello la mantenía ansiosa.
Aun le parece que fue hace poco cuando el ojiazul se apareció en la aldea dispuesto a tomarla como su mujer desde ese mismo instante, pero ella sutilmente le había rechazado. Por mucho que ella misma deseaba aquella unión más que otra cosa, debía estar segura de que él se emparejara con ella porque la quería de verdad, y no solo por el hecho de cumplir su promesa hecha bajo el arcoíris lunar.
Él tan solo poco después, ya había comenzado a seguirla y cortejarla, le ofrecía mimos y la sorprendía. Hasta que un día lo escucho de sus labios.
- Te quiero. Quiero que seas mía y permanecer a tu lado.
Aquellas palabras que tanto había esperado escuchar, él se las dijo. Se estremecía de tan solo recordarlo. Hace ya aproximadamente ocho meses desde que se habían emparejado, y aquel tiempo le había resultado maravilloso y perfecto. Después de todo estaba con quien había estado amando desde hace tanto tiempo atrás. Y todo resultaba mejor de lo que hubiese llegado a imaginar.
- Hola abuelo –saluda cariñosamente al lobo de tamaño colosal y de blanco pelaje, acercándose a él para sentarse a su lado-
Comenzaron a charlar cosas de lo que normalmente conversaban, y en ocasiones el anciano lobo narraba alguna de sus vivencias haciendo reír a la pelirroja. A Ayame le gustaba estar y hablar con su abuelo, luego de que sus padres muriesen siendo ella tan solo una cachorra se había mantenido muy unida a él. Podía hablar de cualquier tema con su abuelo, siempre que dudaba de algo le preguntaba a él, tenía su completa confianza.
Con Kouga había creado un vínculo parecido, aunque de diferente manera, ya que se relacionaba con el hecho de estar emparejados, cosa que los hacía estar más unidos en muchos aspectos.
- Ayame ¿sabes que falta poco para la época de apareamiento, no es así? –pregunta el anciano lobo, dejando a la joven pasmada-
- Si –responde simplemente. Claro que lo sabía, era por aquello que se encontraba un tanto inquieta-
- Entonces supongo que tu y Kouga tuvieron que hablar de ello en alguna ocasión. Como pareja alfa que son, tienen la responsabilidad de procrear, aun más que cualquier otra pareja.
Ciertamente no había hablado con Kouga sobre aquello. Pensó que podrían a llegar a tener más tiempo para ellos, antes de fomentar una familia. Es más aun no estaba segura de que el ojiazul estuviese al corriente de que desde el mismo momento en que se unieron él pasaba automáticamente a ser el macho alfa, debido a que su abuelo ya era demasiado mayor para seguir dominando la tribu.
- La verdad es que no hemos mencionado el tema –confiesa con un leve sonrojo-
- Mi dulce niña –dije con cariño el anciano- no es por querer apresurarte, y sé que esa es una decisión en la que solo pueden opinar tu y Kouga, pero yo ya estoy muy viejo y quisiera poder llegar a conocer a tu descendencia antes de partir de este mundo –lo dice con cierto dejo de añoranza en su voz-
- Oh, no digas eso abuelo. Tu veras crecer a los cachorros que tengamos –le asegura con una sonrisa. Al regresar Kouga debía hablar con él, no sabía si él querría una familia ahora. Era cierto que como pareja alfa tenían aquel deber, pero aun cuando ella estuviese de acuerdo y dispuesta a tener cachorros ahora, la decisión final la tomaba el macho dominante. Todo dependía de Kouga-
Continuara…!
Hola, hola! Después de estar ausente por un buen tiempo he vuelto con una nueva historia, en esta ocasión decidí tomar a Kouga y Ayame ya que no he visto muchos fic de esta pareja =(
A aquellos que me ha venido leyendo desde hace tiempo.. Esta historia está relacionada con "Mi mayor anhelo ¿no es el tuyo" solo que ocurre antes de que Kagome regrese a la época Feudal… Si no han leído anteriormente no tienen de que preocuparse ya que las historias no se ``complementan´´ por así decirlo jejeje
Ahora me despido y debo decir que aunque es una historia corta (5 capítulos) espero les guste ^^
