¡Hola! Aquí vuelvo con un nuevo UlquiHime traducido, esta vez de ashurahime. Os advierto que tiene un contenido bastante explícito, no apto para sensibles. Aún así espero que lo disfrutéis. Un beso!
Las Noches era una fortaleza repleta de secretos. Los hollows solían hacer rumores sobre los extraños acontecimientos que allí sucedían. Los imponentes muros del castillo escondían tales maravillas que harían que cualquiera deseara entrar.
Una de esas anomalías era la humana Inoue Orihime. La bella humana de poderes divinos era el tema de conversación favorito de los hollows. La chica llevaba bajo el dominio de Ulquiorra desde hacía medio año, impidiendo que cualquiera la viera u oyer. Incluso algunos decían que estaba muerta.
Pero si alguno de aquellos hollows hubiera penetrado en los dominios de Ulquiorra, se habría dado inmediata cuenta de lo equivocado que estaba. Si hubieran escuchado los inhumanos gritos y llantos de la enorme celda, habrían sentido el opresor y furioso reiatsu del Espada sin emociones. En efecto, la mujer no estaba muerta. Seguía viva y luchando.
Llegó el amanecer otro día más en el mundo sin sol y Ulquiorra llevaba el desayuno a la mujer personalmente. Hacía tiempo que había encontrado inútil el trabajo de su sirviente y odiaba tener que explicarle sus funciones día tras día. Se produjo un suave golpe en la puerta.
Dentro de la oscura celda, Orihime se encontraba tirada en el suelo hecha una bola, mientras miraba la luna. Su resplandor era frío y violento, pero la chica lo miraba igualmente, pensando que sería la única forma de estar cerca de Ichigo.
En los últimos seis meses, Orihime se había apoyado casi totalmente en los recuerdos de su mundo y sus amigos para sobrevivir en aquel lugar. Había llegado incluso a venerar esos recuerdos, con el único objetivo de recordar quién era. Su pasado se convirtió en su presente, los recuerdos la consumían por completo. Pasaba casi todo el tiempo recordando su vida, tratando de captar hasta el más mínimo detalle. Podía llegar a abstraerse durante horas, sentada en alguna esquina de su celda.
La monotonía de aquella insustancial vida se rompía tres veces al día: durante el desayuno, la comida y la cena. Se trataba de los peores momentos porque él aparecía. Aquel monstruo de ojos verdes llegaba y sacaba a Orihime de su mundo ideal. Entonces la humillaba y destrozaba sus recuerdos de Ichigo, Tatsuki y los demás. Tan sólo para divertirse, Ulquiorra minaba la moral de Orihime hasta el olvido.
La única manera que Orihime había aprendido para sobrevivir a aquello era siendo dura y cruel. La pelirroja sólo quería tirarse a un agujero y morir allí pero, si eso no era posible, deseaba hacer sufrir a Ulquiorra Schiffer en su lugar. Haría todo lo que estuviera en su mano para atacarlo, para hacer de su vida un infierno y, al mismo tiempo, conseguir salir ella del suyo propio.
Durante los últimos meses Orihime había descubierto una parte de ella que nunca imaginó que tuviera. Era hiriente y cruel, nada que ver con su típica actitud abierta y amistosa. Orihime tenía una actitud deprimida, histérica, suicida, llena de odio, arrepentimiento y resentimiento. La cordura de la joven se escapaba igual que la arena entre los dedos, y no veía la forma de mantenerla.
Nada más abrirse la puerta, una luz solar artificial iluminó la celda. La figura que permanecía en la puerta de mirada verdosa era la sombra más terrorífica de aquella luz, la única que Orihime había visto durante todo ese tiempo. Aún así, la chica no se giró hacia la luz, hacia ese monstruo. Esta vez decidió luchar contra él, esta vez decidió ser la ganadora de aquel juego destructor.
No destrozaría sus recuerdos. No se convertiría en su Dios.
El intimidante Cuarto Espada penetró en la habitación sin hacer ningún ruido, cerrando la puerta tras de sí. La oscuridad invadió la habitación de nuevo. Por un momento ambos permanecieron en silencio, como si el tiempo se hubiese parado.
- Tienes que comerte la cena, mujer- ordenó Ulquiorra, sin obtener respuesta a cambio- Aizen ha ordenado que te mantengas con vida. El arrancar había aprendido que no podría doblegar a Orihime de cualquier manera; tan sólo podía hacerlo sacándola de su escudo y haciéndola reaccionar de alguna manera. Al principio no resultaba complicado, pero con el paso del tiempo el aire de Hueco Mundo parecía haberle robado la vida a Orihime- Y no admitiré que desobedezcas las órdenes.
- No quiero obedecer a Aize. Quiero que se muera.
Pese a que la voz de Orihime fuera aguda, sonaba firme. Odiaba a Anisen y a su insano control sobre su vida. Lo odiaba, aunque quizá no tanto como al monstruo de ojos verdes que estaba allí. No apartó la vista de la luna.
- No digas eso de tu amo. Gracias a su piedad aún sigues viva.
Ulquiorra se dirigió hacia la joven, permitiéndola escuchar sus lentos y firmes pasos. Al final se paró a poca distancia de ella, fijando su venenosa mirada sobre la espalda de la chica, casi con burla.
- ¿Quién dice que quiera seguir viva? Preferiría morir antes que seguir aquí.
Orihime se encontró con la vacía mirada de Ulquiorra. Había pasado tanto tiempo con su captor que había conseguido imitar aquellos fríos y penetrantes ojos.
- ¿Has decidido darte por vencida? Seguramente tus amigos estén de camino para rescatarte.
Durante las semanas anteriores, Ulquiorra había tratado de reducir a Orihime diciéndole que sus amigos nunca irían a buscarla. Ahora la había destrozado diciéndole que tal vez lo hicieran. Para colmo, ella se consideró como una auténtica mierda.
- ¿Por qué vendrían a buscarme?- por décima vez aquel día, Orihime se maldijo por ser tan despreciable. Estaba claro que sus amigos no la rescatarían. Entonces se levantó del suelo y encaró a su captor- Soy una carga, nada más que una carga para ellos. Están mejor sin mí. Les hice un gran favor viniendo hasta aquí.
- ¿Por qué dices eso?
Ulquiorra clavaba con la mirada a la mujer. Era tan débil y patética, tan fácil de romper. Ulquiorra podía ver por qué nadie la quería; la odiaba con toda su alma. Pero tuvo una extraña satisfacción al escucharlo de su boca, escucharle diciendo el poco valor que tenía. Fuera cual fuera el motivo, no podía evitar sentirlo.
- Siempre han estado detrás de mí, protegiéndome… todos ellos- no podía pronunciar los nombres de sus amigos en voz alta, nunca podría. Sentía que los ensuciaría al mencionar sus nombres. Pese a estar tan melancólica Orihime adoptó un tono engreído- Ahora que estoy aquí no puedo volver a meterme en su camino. Nos hiciste un gran favor a todos.
- ¿Es eso lo que piensas?- preguntó Ulquiorra de nuevo. Empezaba a sentir un enfermizo placer al verla tan decaída, pese a que ese humor hubiese resultado inaguantable para cualquiera- Pero, al mismo tiempo, ¿no crees que eres una vergüenza para ellos al haber sido capturada? Aunque tu ausencia sea un alivio para ellos, tu debilidad y cobardía han ensuciado ya sus nombres.
- N-no… Es-eso es… im-posible…
De pronto, Orihime sintió una penetrante derrota. ¿Estaba siendo derrotada incluso en aquel momento? ¿De verdad tenía una existencia tan miserable?
- Es cierto- la presencia de Ulquiorra se cernía sobre ella, empujándola aún más contra la esquina- Cada respiración que tomas es una vergüenza para tus amigos porque cada una es un regalo de Aizen. Lo quieras o no, cada momento que sigues viva es una traición para Ishigo Kurosaki.
Las lágrimas empezaron a derramarse.
- N-no es c-cierto…- murmuró Orihime entre el llanto, al mismo tiempo que Ulquiorra la arrinconaba. Sin pensárselo dos veces, llevó las manos a su pecho y lo empujó con todas sus fuerzas- ¡Esto es todo culpa tuya!
El arrancar no se movía ante los débiles empujones de la chica; ella, por el contrario, se echaba cada vez más hacia atrás
-¡Me has traído aquí! ¡Me has convertido en lo que soy ahora!- gritó Orihime, desde lo más profundo de su alma, sacando toda la rabia que tenía. Entonces levantó la mano y golpeó a Ulquiorra en la mejilla con todas sus fuerzas, pero él ni se inmutó. Orihime se encolerizó aún más y lo golpeó con su puño, pero él sólo pestañeó, sin apartar la vista de ella- ¡Eres un cabrón sin corazón! ¡Un monstruo!
Orihime siguió golpeándolo, ignorando el dolor de sus nudillos y la sangre que empezaba a correr por sus manos. Ella pegaba con rabia, pero él ni se movía.
- ¡Te odio! ¡Te odio!- gimió Orihime, tratando de derribar a Ulquorra con toda la fuerza y rabia que tenía- ¡Os odio a ti y a tu adorado Aizen!- la pelirroja detonó la bomba. Sabía lo poco que soportaba Ulquiorra las faltas de respeto hacia su amo. Los ojos de Ulquiorra se oscurecieron un poco. Su mirada se hizo un poco más severa- ¡No es más que un engreído y vanidoso bastardo!
Orihime se rió con burla al ver la cara cada vez más irritada de Ulquiorra, mientras su actitud engreída salía de nuevo. Cuánto adoraba a su Aizen.
- Haces todo lo que te pide como si fuera tu Dios. Él te utiliza y manipula como quiere pero tú siempre le contestas con un ridículo "gracias, Aizen". ¿Y sabes? Creo que él ni siquiera…
Ulquiorra estalló, apretando la mano lo más fuerte que pudo alrededor del cuello de Orihime, levantándola del suelo. Al cortarle la respiración observó estaba sufriendo. Su cara, envuelta en dolor mientras trataba de respirar, era increíblemente tentadora. Mientras su rostro se volvía azulado, Ulquiorra empotró a la joven contra la esquina de la celda, para que el impacto fuera más doloroso, antes de soltarla.
- No hables de Aizen de esa manera.
El tono de voz tan monótono de Ulquiorra se acentuó con el deliberado y lento acercamiento a la chica. Aún sintiendo el dolor en su cuello, Orihime miró a los ojos verdes con rebeldía, completamente ida.
- ¿Qué pasa? ¿La mascotita de Aizen tiene miedo de que le pillen diciendo cositas malas?- ironizó Orihime mientras hacía temblar sus piernas, sin apartar la vista de Ulquiorra. De pronto la joven empezó a reírse de manera grotesca. En ningún momento hizo algo así durante todo aquel tiempo. Aquella imagen parecía sacada de una película de terror- No tienes de qué preocuparte, no tiene ni idea de lo que pasa aquí.
Orihime levantó la cabeza de golpe, apartando el cabello de su cara. Tras varios momentos de deliberación, se aproximó al Cuarto espada con un brillo familiar en su mirada.
- Si tu querido Aizen fuera tan fantástico como dices te habría sustituido hace ya tiempo- se encontraba a poca distancia de Ulquiorra. Acarició la mejilla del arrancar con su mano ensangrentada, de manera muy suave, mezclando el rojo con el blanco de su piel. Orihime llevó un dedo a los labios del Espada, esparciendo el carmesí como si se tratara de un pintalabios- Sólo un idiota despreciable ignoraría lo que está pasando en este castillo- Orihime se rió con burla mientras una sádica expresión se dibujaba en su rostro. Con tranquilidad apretó su cuerpo contra el del Espada- sobre todo con propio Espada.
Orihime se encontró encajada entre una dura pared y un duro cuerpo. Ulquiorra estaba mucho más furioso que antes y terriblemente firme. No tenía nada que decirle a la joven, aunque tampoco había palabras que consiguieran describir su furia. Las manos de uñas pintadas apretaron las muñecas de orihime con extrema fuerza, pero ella estaba ya acostumbrada.
Si apartar la vista de él, Orihime se puso de puntillas y le besó en los labios, como burla. Ulquiorra tenía ya bastante con aquel juego y aquella mujer sin valor. Después de soltar las muñecas, el Espada se concentró en el cuerpo de la chica. al momento la elevó del suelo y empotró contra la pared.
Mezclando la ira con la lujuria, Ulquiorra empezó a tocar con ira el cuerpo de Orihime. La creciente erección del Espada no había pasado desapercibida para la chica, así que ella, presa de un momento de lujuria, perdió el poco control que le quedaba y metió la mano por debajo del hakama de Ulquiorra. Inmediatamente tomó la erección del arrancar entre sus manos y empezó a masajearla.
Ulquiorra trató de rebelarse contra el poder de la joven, pero acabó cayendo al suelo con la chica sobre sus rodillas, mientras seguía luchando contra Orihime y su mano. Una vez que Ulquiorra estaba ya en la posición que deseaba, la chica aprovechó el masaje cada vez más fuerte que le estaba dando para tumbarlo contra el suelo, con la otra mano.
Echando a un lado la hombría de Ulquiorra con una mano, utilizó la otra para desabrocharse la chaqueta. La práctica le había enseñado cómo obtener lo que quería de su captor; los prominentes pechos que se escondían bajo la chaqueta subían y bajaban siguiendo el ritmo de Orihime.
Los ojos de Ulquiorra, llenos de la misma ira y odio que al princpio, no podían apartarse de Orihime. Pese al inmenso placer que estaba sintiendo el joven estaba insatisfecho con su posición, así que se agarró de la ropa de Orihime y tiró de ella hasta romperla.
Sorprendida por la acción, Orihime dejó por un instante de masajear el pene de Ulquiorra. Él aprovechó este momento de libertad para intercambiar la posición con ella; al momento ella estaba tendida en el suelo y él le agarraba las caderas, mientras bajaba la boca a su cuello. Finalmente empezó a lamer la piel de detrás de la oreja con vicio, mordiéndola en ocasiones.
Orihime se concentró en masajear su entrepierna mientras su otra mano dibujaba su torso. Ulquiorra, no pudiendo mantener el control, arrancó más tela del vestido de Orihime, hasta el punto de exponer sus prominentes pechos. Después de cogerlos entre las manos, empezó a apretarlos, soltarlos y volverlos a masajear, hasta que Orihime, a su pesar, no puedo evitar empezar a gemir sin control alguno.
Aún masajeando el pecho de Orihime, Ulquiorra condujo su boca hasta la piel de su cuello. Mordiendo, chupando e incluso besando, el arrancar fue poco a poco bajando hasta el pecho de Orihime y, una vez allí, se perdió en la suave piel de su escote. Después de coger los pezones con sus dedos, empezó a girarlos y tirar de ellos, haciendo que la pelirroja jadeara.
Tras apartar la cabeza de aquel valle, Ulquiorra empezó a chupar uno de los pezones de Orihime, mientras llevaba la otra mano a la entrepierna de la chica. Mientras ella centraba su atención en su pecho, la mano de él empezó a deshacer el nudo de su fajín. Sin embargo, ella se lo impedía involuntariamente cada vez que lo intentaba, así que Ulquiorra, harto de esperar, mordió el pezón con más fuerza, provocando que la sensible chica jadeara con más fuerza.
Orihime aprovechó los problemas de Ulquiorra para cambiar de posición, así que agarró firmemente la entrepierna del arrancar y, antes de que pudiera impedirlo, la chica estaba de nuevo en la misma posición que al principio.
Sin perder un segundo, la chica se sentó sobre las piernas de Ulquiorra, contra el muro. A continuación se quitó algo más de ropa y se bajó los holgados pantalones, hambrienta. Justo cuando Ulquiorra se levantaba para someter a la rebelde humana, la chica le lamió su hombría de principio a fin. A su pesar, Ulquiorra gimió con pasión. Orihime sonrió con malicia; sabía lo mucho que le gustaba.
Orihime tomó la punta de su erección entre sus labios para metérsela por completo dentro de la boca después, con calma. Jadeando, el arrancar enredó sus manos entre el pelo anaranjado de la chica, mientras marcaba el ritmo que debía de seguir Orihime.
Divertida por la desesperación de Ulquiorra, Orihime luchó contra la presión de su mano que la empujaba hacia el miembro. Quería ver lo lejos que podía llegar Ulquiorra para conseguirlo. Además, ésa era la debilidad del arrancar; sólo Orihime sabía que era muy pasional en el sexo oral.
Molesto e increíblemente disgustado con la actitud de la chica, Ulquiorra se levantó y empujó a Orihime contra la pared. Con el pene aún en su rostro y la mano entre sus cabellos, el arrancar usó la otra para abrirle la boca. A pesar de desearlo profundamente, Orihime luchó contra el impulso de Ulquiorra, así que intentó moverse aún más contra la pared. Sin embargo fue inútil, no quedaba más espacio.
Ulquiorra, aprovechando aquella posición desventajosa para ella, la empotró aún más hasta que consiguió abrirle la boca y metérsela hasta el fondo. Situaciones pasadas habían enseñado a Orihime a no rebelarse, así que decidió lamerlo con ferocidad. Ulquiorra no la dejó escapar por ningún lado, gracias a sus manos y caderas. Dejándole un mínomo espacio para que levantara la cabeza, Ulquiorra se fijó en la cara de Orihime; sus gemidos se hicieron entonces más fuertes y rápidos.
Sólo cuando Orihime estaba empezando a tener problemas para respirar, el arrancar se separó de ella, dando un gemido más fuerte que los anteriores. Nada más apartarla de él y volver a sentarse, Orihime se tragó el asqueroso líquido que emanó de él, sabiendo que era mejor que escupirlo. Los ojos esmeralda se clavaron en ella, mirándola con desprecio.
Antes de Orihime se diera cuenta de lo que sucedía, observó que se encontraba ya completamente desnuda. Ulquiorra, también desnudo, agarró a la chica de las caderas y la empujó para sí, haciendo que su entrepierna comenzara a mojarse.
Ulquiorra cerró la distancia que había entre ellos, obligando a Orihime a adaptarse a su voluntad. Los brazos de la chica se aferraron a la musculosa espalda del arrancar, pidiendo su atención. Ulquiorra levantó la cabeza de la chica y acercó sus labios a su oído. Ella podía sentir la erección de Uqluiorra creciendo por momentos.
- No pienses que podrás escaparte de mí.
Un segundo más tarde, Ulquiorra había conseguido levantarse y empotrar a orihime contra la pared. La chica tuvo que sujetarse a los hombros del arrancar para no caerse, sin dejar de jadear. Sin dudarlo ni un momento, Ulquiorra separó los muslos de Orihime y la penetró con violencia. Completamente extasiado, empezó a entrar y salir de ella con rapidez, cada vez más profundamente. Orihime cerró las piernas alrededor del cuerpo de Ulquiorra, tratando de acercarlo más a ella. Quería su polla dentro de ella desesperadamente.
Incapaz de contener los gritos de placer, Orihime los dejó escapar. Empezó a revolver su mano en el pelo de Ulquiorra mientras subía y bajaba, reflejándose a su vez en los verdes ojos de él. Cada vez sentía más su erección; se estaba volviendo completamente loca.
Era su posición favorita. Ulquiorra adoraba someter a Orihime, arrinconarla, haciéndola indefensa y, finalmente, explotar cada milésima de placer que le daba. Orihime, por su parte, adoraba ver la cara tan placentera que tenía, en contraposición con el rostro impasible de siempre. Se sentía una triunfadora cuando rompía aquella fachada; aunque se tratara de la única victoria que consiguiera en aquel lugar.
El ritmo de Ulquiorra fue haciéndose cada vez más rápido, haciendo que sus gemidos fueran cada vez más incontrolables. Mientras la miraba con fijación la pellizcó en el trasero; aquello provocó que Orihime gritara y llegara al orgasmo. Mientras los msulos de la chica se apretaban alrededor de su miembro, Uqluiorra llegó a su sengundo orgasmo, mezclando su gemido con el de Orihime.
Tras unos momentos aún unidos, Ulquiorra empujó a Orihime, tirándola al suelo prácticamente. Ella consiguió evitarlo, aunque acabó sentada contra la fría pared de la celda. Dejando su cabeza apoyada contra el muro, Orihime aprovechó los últimos instantes de su orgasmo. Sus pies estaban separados mientras que las rodillas estaban a la altura de la cabeza, así que cuando Ulquiorra recogió su ropa del suelo pudo observar la entrepierna de la chica. Después de imaginarse de nuevo lo que acababa de ocurrir, se preguntó si tendría tiempo para otra ronda.
- Ulquiorra…- dijo Orihime con un suave tono de voz, completamente distinto al que había empleado antes- ¿Qué pasaría si Aizen descubriera…?
- ¿Por qué lo preguntas?- preguntó él a su vez, sorprendido.
- Porque no me gustaría que te sustituyeran.
El tono tan calmado de Orihime sorprendió al arrancar. ¿Acaso no lo odiaba? Porque él a ella sí. Al levantar la cabeza, Orihime notó que Ulquiorra estaba bastante confundido y sonrió débilmente.
- He perdido mucho de mí misma- Orihime agachó la cabeza- A veces pienso que sólo me quedan los recuerdos. Pero cuando tú vienes haces que me olvide de todo eso. Te odio por ello- Ulquiorra estaba cada vez más confundido. Incluso se preguntó si la mujer estaría ya loca por completo- Haces que me odie, haces que me sienta débil. Pero, al mismo tiempo, haces que te vea como un Dios porque tienes mucho control sobre mí y eres mucho mejor que yo. Cuando lo hacemos me siento útil; siento como si por una vez pudiera servir para algo… para Dios, ni más ni menos- los ojos de Ulquiorra se abrieron. ¿Qué trataba de decir aquella mujer?- Y entonces pienso "bueno, mientras sea útil para él, mi vida tiene sentido", ¿no? Y eso hace que tenga un motivo para levantarme al día siguiente- Orihime se paró, mirando a su captor a los ojos- No quiero perder eso, de verdad. Es cierto que te odio, pero también es cierto que eres lo único que tengo.
Ambos se miraron a los ojos y Ulquiorra trataba de guardar la compostura, a pesar de su sorpresa. Sin embargo, no pudo ocultar su nueva y creciente erección. ¿Había maltratado tanto a aquella mujer que lo consideraba como un Dios? Ulquiorra se había superado.
- No creas que Aizen vaya a preocuparse por alguien tan insignificante como tú.
Con aquellas crudas y frías palabras, ulquiorra sen tumbó en el suelo con las piernas cruzadas, esperando. Orihime, desesperada por llamar su atención, se acercó a él de rodillas y empezó a lamer su erección, sabiendo de antemano que había perdido de nuevo. El Espada acercó la boca de la mujer aún más; no quería perder aquella oportunidad.
Pasado un rato, las paredes dominadas por Ulquiorra estaban de nuevo cubiertas de gemidos de placer. Y Orihime cenó realmente tarde aquella noche.
Las Noches era una fortaleza repleta de secretos. Sucedían tantas cosas extrañas en aquel castillo que los hollows no podían dejar de cotillear.
Uno de los rumores más debatidos fue por qué Ulquiorra Schiffer, el Cuarto Espada del ejército de Aizen, se negó a abandonar Las Noches incluso después de finalizada la guerra, haber fallecido su jefe y haberse perdido la Hogyoku.
Otro rumor giraba en torno a un suceso que tuvo lugar hacía ya cinco meses, unos días después de que Aizen fuera derrotado, cuando un grupo de humanos y shinigamis invadieron Hueco Mundo. Analizaron cada rincón del paisaje con detenimiento, olvidándose de la imponente estructura de Las Noches dibujada en el horizonte. Finalmente regresaron de donde vinieron, después de varios días de búsqueda en vano.
Con el paso del tiempo las visitas de los shinigamis y humanos al Hueco Mundo fueron cada vez menos frecuentes y cortas. Ninguno de ellos, ni siquiera el shinigami de pelo naranja, volvieron a aparecer por aquel paisaje desértico.
Tampoco volvió a saberse nada de Ulquiorra. No obstante, una década después de la caída de Aizen, una nueva presencia pudo sentirse en el castillo. No se trataba de ningún hollow, pero tampoco era un shinigami. Si cupiera la posibilidad, podría asegurarse que se trataba de un nuevo arrancar, pero nadie estaba dispuesto a arriesgar su vida para adivinarlo.
Aquellos dos seres permanecieron juntos durante siglos, hasta el fin de los días.
¡Hola! Qué tal? Os ha gustado? Bueno, he de confesar que al princpio no creía que fuera tan lemon XD. Pero conforme fui leyendo no pude dejar de traducirlo! El final tampoco me quedó muy claro porque al principio pensaba que habían tenido un hijo, pero creo que es que orihime se ha convertido en arrancar.
Espero que os haya gustado y espero volver pronto con otro UlquiHime traducido. Viva UlquiHime!!! (a falta de Ishida, qué mejor que Ulquiorra XD)
