Esto es un NSFW, o más bien un "No seguro para los seres humanos normales", según se mire; pero sepan que no lo hago mala intención, es más, espero que les guste... y que consiga su objetivo. xD

Ni Haikyuu! ni sus personajes me pertenecen, son obra de Furudate Haruichi


Confesiones de un Joven Domador


Todo comenzó hace unos pocos años, durante nuestra juventud. Tú eras mi senpai, alguien que derrochaba fuerza y energía sin parar; y yo, era un chico nuevo que te admiraba porque personificabas todo aquello que nunca pude tener.

Yo lo analizaba todo, de todos y decían que la tranquilidad era mi carta de presentación; en cambio, tú siempre fuiste directo, hiperactivo y volátil. Tus dones revoloteando a mi alrededor me fastidiaban, y al mismo tiempo, te profesaba cierta devoción.

Fue por eso que la vez que me preguntaste a quemarropa si quería experimentar esa clase cosas contigo sentí como si un rayo me partiera en dos. Podía ser que estuvieras bromeando, podía ser algo que fuera producto de un calentón y te acabaras arrepintiendo después, podía ser que de verdad yo te interesaba de esa forma, lo seguro fue que la idea del sexo contigo no me espantó, por alguna razón.

Porque era tu armador, porque eras mi estrella, comenzamos de a poco con mis finos dedos que comenzaste a idolatrar. Más temprano que tarde tu tenaz curiosidad y mi vehemente deseo me hicieron ceder por primera vez a recibir tu calor en mi interior.

Luego de muchas escapadas entre clases y balones, nos convencimos con creces de que aquel primer desliz fue lo más estúpido que pudimos hacer; pero también, lo más placentero, nuestro tesoro hasta el día de hoy.

Ahora que lo pienso, quizás ya existía dentro de mí la razón por la cual me resultó imposible rechazar tu invitación...

Es igual, eso no es lo importante ahora.

El punto es que desde aquel día nunca dejamos de jugar.

De experimentar...

...

Si ganas mañana, por la noche habrá una recompensa –te susurré sensualmente antes de dar un mordisco a oreja.

Akaashii...

Nuestra rutina las noches antes de algún evento importante y la apuesta que hacemos entre las sabanas es tan rara como la naturaleza misma del inicio de nuestra relación.

Tendido sobre ti, tomo tu miembro y comienzo a frotarlo junto con el mío haciendo el mismo movimiento de caderas que haría si estuviera montado sobre ti.

Que yo mencione la palabra recompensa en medio de la fricción, de los gemidos y las caricias es como un grito de batalla que despierta a un demonio indomable. Quien se encarga de satisfacerlo con una pequeña probada de placer soy yo.

Esa es una interesante manera que he descubierto para aliviar tu presión, pues no puedo estar contigo luchando a tu lado en los momentos que más me necesitas como cuando estábamos en el mismo equipo.

Nos frotamos bebiendo de nuestros alientos, chupando nuestras lenguas ahogando finos suspiros. Muerdo tus labios suave y lento mientras me provocas con tu mirada cargada de afecto. Así, masturbándonos uno sobre el otro, hasta lubricar nuestras pieles con la miel de nuestro placer. Siempre me pides más; pero no, Bokuto. Por más que insistas esas noches nunca pasarán de eso.

De un pequeño ensayo antes de la obra real.

...

A la noche siguiente de tu victoria, salí de entre el vapor del baño y tú estabas esperándome en la puerta. Unos retazos de tela blanca traslucida más unas medias cortas con encajes acabadas en ligas cubrían mi piel; y en mis labios brillaba un poco de labial escarlata. Al verme, abierto, desenredando mi cabello con mis dedos, te turbaste tanto como la vigorosa lluvia que se estrellaba contra la ventana.

Akaashi, ¿Qué diablos haces?

Ser tu Dios de la Victoria.

El cuarto estaba oscuro y el reflejo de la luz del baño cubrió mi caminar. Cada paso que di fue uno que tu retrocediste ruborizado. Amor, entiendo que te pongas ansioso cuando tomo la iniciativa, pero, ¿Tanto te impresiona mi resplandor?

Me enorgullece mucho que haya sido conmigo que comenzaras a volar tan alto. Si no fuera por lo feliz que estoy por ti, esa luz dentro de mi quizás fuera otro sueño abandonado.

Sellé mi boca con la tuya mientras me deshacía de tu ropa. Los vellos de tu piel se erizaron al contacto de mi misteriosa actuación. Al mismo tiempo otras partes de tu cuerpo, una por una, fueron manifestando sus requerimientos lujuriosos.

Haré que sudes por dentro y tu corazón lata al revés.

Adoro deshacerme en tus ojitos de preocupación mientras te cuelgas de mi cuello, esperando palabras de amor; pero expresar mis sentimientos con palabras fue siempre para mi más difícil que escalar un peñón. Tu nunca paras de decirme lo mucho que me amas, sin embargo, que me cueste decírtelo no quiere decir que a mí no me guste demostrarte lo mucho que te quiero.

Lanzarme a devorar tu cuerpo, relamerme con tu sabor, dejar en ti marcas con mis dientes que griten por mí que eres mío; todas esas son maneras con las que puedo desahogar un poco de todo lo que siento por ti.

Sin dejar de besar ni chupar o mordisquear allá donde mi boca alcanzara, dejando marcas de fuego sobre tu piel, usé parte de la tela que me cubría para amarrar las muñecas de tus brazos arriba de tu cabeza.

Abre tus piernas, así... –dije mientras te movía según mi voluntad.

¿Qué me vas a hacer? –me preguntaste dulce y nervioso.

Cierra tus ojos... –dije cubriéndolos con la penumbra del rayón.

Dentro de nuestros ritos, el que yo te hable en un tono de voz específico hace estremecer hasta tu último rincón. Cualquier palabra que sale de mi boca es el equivalente a una orden inviolable. No sé hasta qué punto seas consciente de lo mucho que me excita que me dejes hacer.

Confía en mí, lo vas a disfrutar.

U... um.

La tradición cuenta que una atadura es como un abrazo fuerte, que besar es compartir felicidad. ¿Qué crees que signifique que quiera sobrecargar tus sentidos hasta el punto en que confundas las silabas de mi nombre?

Mi cálido aliento detrás de tu cuello, mis besos hasta llegar a tus hombros, mis labios jugueteando con tus orejas, presionando mis dedos sobre tu pecho. Carnal lascivia hasta hacer que me llames débilmente con desesperación.

Hemos hecho esto tantas veces que me sé de memoria las mil y una maneras en las que puedo deslizarme sobre ti.

Los primeros masajes de mis pulgares a tus tetillas hicieron saltar las primeras quejas ahogadas; y lamerlas, hizo que me mostraras tus dientes y que desbordara la saliva de tus labios.

Te hice cosquillas mientras pasé rozando con mi lengua la punta de tu humedecido miembro. Reíste gimiendo tratando de articular alguna clase de ruego.

Amo hacerte sentir un inmenso vibrar sobre todos y cada uno de tus nervios. Es como hacer música con un instrumento muy grande, como domesticar a mi propia bestia salvaje.

Comenzaré a grabarte, Boku.

¿Qué? No, ¡Akaahhm...!

Te retorciste tan fuerte ante la vulgar mentira que llegué a pensar que te soltarías, pero no, amor, no sabes en que momento puedo callarte ni de qué forma lo puedo llegar a hacerlo.

Desde que nos conocimos ha sido mi deber no permitir que puedas escapar de ciertas situaciones. Con mis dedos presionando sobre tu boca, con un beso profundo y sin honor, de una chupada que produzca en ti un rugido todavía más atronador...

Cuando sus intensos ojos dorados están confundidos bajo mi poder, mi bestia debe retorcerse salvajemente añorando la luz y la piedad de su sol.

Esas noches, solo te queda rendirte ante mi dejándome escuchar la sinfonía que sale de tu interior, retorciéndote entre gemidos mientras me deleito provocando la rabia de tu amor.

...

Pegué mi boca a tus hermosos labios y retiré la tela de tus ojos, pues aunque ya había logrado calentarte con mis caricias, quise que fueras testigo de los límites más lejanos de mi depravación.

¿Estás listo para tu regalo? Koutarou-kun

Ahhmm.

Dicen que la costumbre de los labios rojos comenzó en la antigüedad, donde solo los llevaban las prostitutas egipcias más experimentadas a la hora excitar penes con la boca; ya casi no quedaba labial en mía, pero también es verdad que están más cerca los que dicen que solo un hombre puede llegar a dominar el arte de llevar a otros hasta las fronteras de la razón.

Tu no tan pequeño amigo ya palpitaba aun sin que yo tocara nada; y sin esperar a tu gemido de aprobación, lo oprimí sobre la base y lo cubrí con la calidez de mi lengua.

Procurarte un placer que roza lo divino es al mismo tiempo una de mis más grandes satisfacciones.

No fue la primera vez que te hacia una mamada, y no me molesta para nada haber perdido la cuenta; pero mientras comenzaba las primeras lamidas circulares sobre tu falo vi tus ojos cayendo sobre los míos con la misma timidez y sonrojo de la primera vez.

Mientras te envainaba en mi boca y casi gritabas en lenguas extrañas, seguí palpando tus sólidos muslos usando las yemas de mis dedos como los hilos de un titiritero dedicado a la perversión. Mis manos firmes sobre tus caderas y tu trasero producen los únicos aullidos que son capaces de hacer flaquear mi férrea concentración.

La presión que hacía sobre la base de tu pene evitaría que te corrieras mientras me permitía saborear tus primeros jugos; al mismo tiempo, bajé con mi lengua hasta tus suaves testículos, quienes también se hallaban necesitados de mi atención.

La manera en la que ruegas por dejarte terminar siempre es adorable y de reojo mirabas como conseguía que entraras y salieras por completo del interior de mis fauces.

Cuando con uno de mis dedos comencé explorar tu interior, no hiciste más que multiplicar tus quejidos de pasión. Un rato después dos de mis dedos nadaban y se expandían sin temor, esperando encontrar un premio todavía mayor.

Nhhakaashi... yaaa.

¿Eh? Si todavía falta lo mejor.

No... aguahh.

Un suave y cálido hálito de mi interior sobre tu miembro hizo que se tensara hasta el último de tus músculos, un gruñido ahogado que clamaba por auxilio estremeció mis sentidos hasta llegar a mi cerebro.

Sé que hacerlo tan lento puede llegar a parecerte una agonía muy cruel, pero me gusta saborear todas y cada una de tus reacciones; desde tu alegría y tus sonrisas, tus silencios, tus pucheros, y así hasta tus más bélicos estruendos.

Akaa... shii, Ahí, ahh...

No negaré, que lo que más desee en ese momento que me llamaste, en el que retorciste tu cabeza hacia el cielo, fue sacar mis dedos y metértela duro hasta vaciarme dentro de ti.

No es que me hagas mucha sombra aunque la tuya sea más grande, sin embargo, por el volumen de tus ruegos comprendí que ya no ibas a poder esperarme mucho.

No soy de piedra, suelo concederte esa clase de placeres; pero esta vez decidí seguir presionando tus puntos de placer hasta beber el maná de tu leche directo desde su fuente.

Keeijih, ahh.

Saliva mezclada con tus jugos espumosos se deslizaba entre mis labios, succionaba haciendo ruidos graciosos mientras masajeaba con fuerza la longitud de tu falo.

No pude verte más, una sola de las miradas que haces mientras hablas con los ángeles puede conseguir que llegue al clímax con solo rozarme.

Ahhhhh.

Cada aullido que consumía tu aliento fue un chorro de seda ardiente latigueando mis labios y mi boca; deslizándose hacia mi ávida garganta que no dejaba de tragar.

Saborear tu semen, viscoso, salado y abundante me hace sentir como un incubo que necesita con desesperación de su dosis de leche para poder contarlo después.

Lamí tu pene hasta dejarlo como el cristal; relamí luego los restos que cayeron por mi boca y entre mis dedos. Con mis ojos llorosos saque lentamente mi lengua de entre mis dientes y la pasé por cada uno de mis dedos, uno por uno, espacio por espacio, sin perder el contacto que fijamente mantenías con mis ojos, así, hasta que dejaste caer debilitado tu cabeza sobre tus manos.

...

Me abalancé sobre ti hasta llegar a tu rostro. Sudor corría por nuestras frentes cuando alcancé a tomarte de tu mejilla. Seguías tenso, respirabas con dificultad y aun estando cerrados, lágrimas brotaban de tus ojos hermosos.

Solo yo consigo consumir toda tu energía; pero al verte así, pensé que tengo que estar muy mal de la cabeza para sentir placer por causarte eso. Si no hubieras gemido tanto hubiera pensado que lo habías detestado.

Pero cuando tus ojos se abrieron y se encontraron con los míos tu expresión cambió y echaste tus brazos alrededor de mi cuello. Me atrajiste a ti y con delicadeza te aproximaste a mis labios y me diste a probar uno de tus misteriosos besos.

Los besos que das son de impetuoso deseo colmado de ternura, únicos y siempre sinceros; y sobre ellos me transportas contigo a nuevas y coloridas realidades. Me encantas, todo de ti, tanta perfección en una sola persona debería ir en contra de cualquier ley.

Amo que me vuelvas loco, tanto como amo convertirte en una masa de rugidos difusos; pero sobre todo, amo que me cuides y te encargues de mí.

Mientras me balanceaba lentamente sobre tu cuerpo aspiraste el aire de mi pecho y con dulzura tragaste mi saliva; liberaste el aroma de tu respiración sobre mis labios golosos, el sonido de tu voz hurgando hasta lo más profundo de mis venas me poseyó.

Dijiste sin cesar que soy asombroso, que no hay nadie en el mundo como yo, que me amas, que me deseas, que no soportas un segundo más sin reventar mi interior. Te me quedaste viendo, comiéndome con tus ojos. Amo que sea mi rostro rojo anhelando tu cariño lo suficientemente poderoso para que seas incapaz de dejar de pensar en mí. Que cuando te deseo, tú también lo haces antes de siquiera pensarlo.

Amor, tú también eres un Dios.

Tu sabes, y yo sé, que a veces lo que menos necesita un hombre es romance y palabras. Cuando mi cuerpo se pone así, cuando tú te concentras en mí, y solo en mí.

Desaté el nudo de tus manos, y fue tu turno de tomarme.

...

Por un lado, fuiste un fastidio cuando en nuestra primera navidad juntos me hiciste ir por la calle abrazados por la misma bufanda, diciendo a todo el mundo lo enamorado que estabas de mis cejas y pestañas; por otro, gocé sin limitarme como una perdida cuando el día de tu graduación me llevaste al gimnasio y contra los casilleros lo hicimos hasta exprimirnos la última gota.

Me dieron vergüenza las miradas de la gente, y las leyendas del espíritu pervertido cuyos gemidos se escuchaban hasta la calle. Pudor tonto, sí; pero en vez de alejarme, me escondí detrás de ti.

Por un lado, no he visto una sonrisa más noble y plena que la tuya cuando en el parque Rikugien, bajo los árboles naranja de otoño, te dije que quería pasar el resto de mis días contigo; por otro, no hubo hasta esta vez una más sucia y sugestiva que aquella donde casi te derretiste de celos por mencionarte cuanto me hubiera gustado tener en mi boca a Kuroo y a Tsukishima mientras te atravesaba.

Casi te desmayaste de la felicidad, casi me ahogaste con tus dedos. Durante aquellos frenesís aprendí que no hay nada que me tranquilice más que me tomes del rostro y me des un suave beso, que no hay nada más delicioso para morder que tus callosos dedos.

Envueltos por una melodía de sonoros gemidos, tenues gruñidos y estimulantes ruidos de sexo; enervados dentro de un charco de sudor, saliva, semen y labial; dejé las marcas de mis uñas en tu espalda con cada una de tus embestidas y entrelacé con fuerza mis piernas sobre tu cadera durante cada una de nuestras corridas.

Fuiste tú quien dijo que no sirve de nada practicar si no hay nadie que entrene contigo.

Y yo te digo que deseo tenerte siempre junto a mí, pues nada es lo mismo si no estás conmigo.

Siendo las primeras personas en las que mostramos nuestra felicidad cuando hay un logro que celebrar, siendo los hombros en los que nos apoyamos cuando tenemos ganas de llorar, o siendo los cuerpos en los que nace alguna baja pasión por desfogar.

Tu amabilidad con una persona como yo, saber que nunca podré tener suficiente de ti, ser consciente de que quizás un día llegues a aburrirte de mí; todos mis miedos tienen que ver contigo.

Te amo demasiado, cabrón.

Tanto que temo nunca poder demostrarte cuánto.

Amo que me dediques tantas caricias tiernas y sonrisas después de hacernos el amor.

Que con tus firmes manos sosteniendo mi cuello me hagas gritar como la puta más barata de todo Japón.

Que me hagas sentir la persona más valiosa de todo tu universo.

Que me tires del pelo curvándome hacia tu boca mientras me ensartas hasta robarme el aliento.

Si desear bajo una estrella fugaz sirviera de algo, pediría que nuestro amor fuera tan infinito como tú.

Que siempre dejes mi mente en blanco, y que lo cubras todo con tu esplendor.

Eres tan grande que me cubres con tus alas por completo. Eres tan fuerte que mis huesos truenan cuando ya no soportan tu peso.

Pero sobre todo amo de ti el sentir diariamente tu radiante calor.

Bokuto, perdóname si fui demasiado lejos está vez. Sé que amarte tanto no puede ser tan bueno.

Así como te aferraste a mi cuerpo el primer día. Nunca dejes de aferrarte a mi endeble corazón.

Soy tuyo.

Hazme tuyo.

Una vez más.

Mi amor.

...


Cuando vi a aquel hermoso joven,
él reía con ganas.
Estábamos los dos solos, en fin,
solos con Dios. Y sin embargo,
él puso su mano en la mía
y me habló largo rato;
después me dijo –¿me amas?.
–Sí, más allá del amor.
–Y por tanto –dijo–, ¿me deseas?.
–Todo en ti es deseable.
–Teme entonces a Dios y olvídame...
–Si mi corazón quisiera obedecerme...

«Abu Nuwas»


Lo bueno fue que la chica de la peluquería me dio una grata sorpresa al dejarme el pelo con un estilo similar al de Akaashi sin que yo se lo pidiera; lo malo fue que soñar con Akaashi por ello, combinado con febrero y la soledad produce combinaciones muy raras y hace mal...

¿Algún comentario? ¿Algún psicólogo de guardia que cobre barato?

Gracias por leer, y hasta otra xD