Mascarade

Introducción:

Los nervios lentamente comenzaron a apoderarse de ella... dentro de unas horas iba a embarcarse en la que sería la más grande aventura de todas; dentro de unas horas iba realmente a comenzar su vida; dentro de unas horas se subiría al expreso de Hogwarts.

- ¿Dormiste bien?- le preguntó su madre, mientras le servía un tazón de fruta con yogurt.

- De maravilla- respondió con un tono sarcástico que la caracterizaba.

- Con ese tono no conseguirás amigos jovencita- le replicó su madre, dedicándole una divertida sonrisa. A Hermione le encantaba tener la última palabra.

- A menos que un troll irrumpa en el baño de niñas- agregó Ron entre risas, apareciendo detrás de la puerta, trayendo a regañadientes a su hijo menor aún medio dormido- un troll siempre es una buena oportunidad para hacer amigos- finalizó, guinándole un ojo a su esposa.

- ¡Otra vez la historia de cómo el trío de oro se hizo inseparable- gruñó Rose jugueteando con la comida, que en realidad no quería comer.

- Pues, jovencita, si eso no hubiera pasado, ustedes no estarían aquí- le dijo Ron con una dulce sonrisa, con el fin de apaciguar a la pelirroja; y antes que ésta pudiera replicar algo, agregó- ¡Pero bueno!, desayunemos rápido que hoy es un gran día, ¡otro Weasley se sienta bajo el Sombrero Seleccionador!- bramó con los brazos en alto, impregnado de orgullo.

Había esperado ese momento por once años. En el que empezaría su camino para convertirse en una gran bruja. Cuando su nombre valdría por sí mismo, cuando comenzaría a mostrar su brillo propio.

Volvió a su cuarto, prácticamente sin haber desayunado, pero necesitaba revisar, nuevamente, que todo estuviera listo. Repasó la lista, dos veces más, de lo que necesitaba. Revisó los libros, perfectamente acomodados por orden alfabético, el caldero que estaba junto a ellos, resplandeciente luego de haberlo lustrado cinco veces. Su uniforme recién planchado, que a causa de un simple hechizo de su madre, levitaba junto a su cama, y estaba perfumado con lavanda. Se acercó a su varita, apoyada sobre la mesa de luz, y la rozó suavemente.

- ... corazón de dragón... - susurró, y sus ojos se tornaron cristalinos- te aseguro que haremos grandes cosas juntas- dijo alejándose de ella para luego posar su mirada en su hermosa lechuza color miel, y unos enormes ojos café, que la miraban con adoración- Nosotros también Damon- rió acariciándole el lomo a través de los barrotes de la jaula.

Vislumbró por última vez su habitación, era de color rosa, y la pelirroja no podía dejar de preguntarse de qué color sería la nueva... ¿Tendría detalles en rojo?, ¿o figuras con forma de serpiente?, Tal vez sus cortinas sean azules, o sus sábanas amarillas.

A diferencia de muchos de sus primos, a ella no le importaba a qué casa sería seleccionada, sabía que en cualquiera sería la mejor bruja jamás vista.

Se dejó caer sobre su acolchonada cama, revolviendo un poco su lacia cabellera pelirroja, hundiéndose en los pensamientos de cómo sería su primer año, y el nudo en el estómago volvió.

Luego de un tiempo, Rose no supo exactamente cuánto, fue interrumpida por el llamado de su padre... ya era hora... se dirigirían a la plataforma 9 3/4.

Durante el trayecto permaneció en un estado de shock; no pudo articular palabra ni pensamiento alguno, los nervios de la noche anterior habían regresado. Sus padres le contaban anécdotas, le brindaban apoyo, y su hermanito le jalaba el cabello, pero ante nada había reacción.

Al llegar a la estación se vio envuelta de besos y abrazos por parte de sus tíos y primos, ella lo único que atinó a hacer fue sonreír y reír de vez en cuando.

- ¡Rosie!- exclamó su primo James, para luego abalanzarse sobre la misma- ¡tu primer año eh!

- ¡Basta James!- bramó enojada-

- Tranquila fiera- se burlo el castaño, haciéndose cuidadosamente unos pasitos para atrás- Yo que vos estoy cerca mío, soy toda una estrella de Gryffindor- el pequeño Potter dejó relucir su sonrisa seductora, la que, todos suponían, había heredado de su abuelo.

- ja ja- rió falsamente Rose- entonces supongo que hasta los nueve años te escabullías en la cama de tus padres a mitad de la noche- le dijo en forma desafiante y pudo sentir como su primo la fulminaba con la mirada- no me provoques- y finalizó dándose vuelta, golpeando el rostro del muchacho con sus cabellos.

Ante lo cual el castaño la abrazó por los hombros y le respondió...

- Me encanta hacerlo.

Muy a pesar de sus nervios y mal humor, la pelirroja acompañó a su primo con la risa. Ellos dos se odiaban tanto como se amaban, ciertamente James era arrogante, y ella una pedante controladora, pero sin duda eran mejores juntos que separados.

Para los Potter también era un día muy especial, porque su hijo del medio, Albus, también ingresaba a Hogwarts, lo que todos suponían que aliviaba a Rose, pero no era así, porque era para su primo costumbre refugiarse en su pollera, y esto sumado al estrés de su primer año, no la aliviaba en lo más mínimo.

El tren, de un hermoso color escarlata, humeaba cada vez más, eso indicaba que quedaba menos tiempo para partir. Y tomando noción de esto, se acercó a sus padres, poniéndose en medio de ellos, y sin decir nada se abrazó a ambos. Era oficial, estaba aterrada.

- Todo irá bien- la consoló su madre frotando su mejilla.

- Si- asintió su padre- serás una gran Gryffindor- agregó con entusiasmo.

- Serás una gran bruja en cualquier casa- le corrigió Hermione, fulminando con la mirada a su marido- Harás grandes amigos- dijo, recobrando la sonrisa y serenidad en la voz.

- Que serán geniales, a menos que sea Scorpius Malfoy- completó Ron con repulsión, ante lo cual su esposa le golpeó la cabeza.

Pero no hubo tiempo para nada más, el gran reloj dio las once. Se abrazó con sus tíos, sus padres, y su pequeño hermano, el cual hizo un gran berrinche al querer irse con ella. Y su padre, dándole el último gran abrazo, le susurró al oído...

- Es enserio Rosie... aléjate de Scorpius Malfoy- y se alejó.

Luego de las palabras de su padre ingresó en el tren. Junto a James, Daniel (el mejor amigo del castaño) y Albus, se adentraron en un camarote, y los cuatro se aproximaron a la ventana para saludar por última vez a sus respectivas familias. Cuando el tren se puso en marcha la pelirroja fue viendo como la figura de su padre desaparecía, mientras en su cabeza resonaba lo que este le había dicho, era la misma frase una y otra vez. Rose siempre respetaba las reglas, no soportaba desobedecer, o presenciar la desobediencia de alguien. Pero en ese momento no sabía lo difícil que le sería acatar la norma impuesta por su padre.

Capítulo 1: Dime por qué.

- ¡Despierten!- bramó Rose, zamarreando sus compañeras de habitación- ¡es el primer día de clases y no pueden llegar tarde!.

- Es el sexto año y aún no me acostumbro a esos gritos mañaneros- bufó Samantha aún con los ojos pegados, y gran parte de su rulos negros enmarañados en la cara.

- Si se levantaran a tiempo no serían necesarios- le retrucó la pelirroja, y sus mejillas comenzaron a encenderse.

- Tranquila Rosie- le dijo dulcemente Anna, que se había levantado y posado en el hombro de Rose- En cinco minutos nos cambiamos y vamos a desayunar.

- Pues yo ya me voy, hoy decidieron levantarse más tarde que de costumbre- gruñó la pelirroja- no es muy Gryffindor de su parte- y tras un portazo se fue. Rose siempre destacaba la impuntualidad y la falta responsabilidad en sus dos compañeras. Según ella con el fin de algún día corregirlas, aún sabiendo cuánto les irritaba esto a sus amigas, pero ellas de igual manera las querían, y Rose, a pesar de la tendencia de ellas por romper las reglas, no podía vivir sin su amistad.

La Gryffindor tomó la ruta matutina al igual que hacía seis años, directo a la biblioteca. A Rose no le agradaba desayunar, y no había mejor manera de ocupar ese tiempo que estudiando o adelantando trabajos. Recorrió los amplios pasillos alegremente (habiéndosele pasado el enojo de la rabieta en el dormitorio) saludando a los cuadros que se encontraba. Era su hora favorita para asistir, puesto que casi nadie se encontraba allí, todos estaban atragantándose con los grandes banquetes que el colegio ofrecía. Pero para su desgracia la única persona a la que tampoco le gustaba desayunar y era fanático del estudio y de adelantar deberes era Malfoy, Scorpius Malfoy. Ellos dos habían sido enemigos desde sus primeros días, y no perdían oportunidad para discutir. Scorpius era el mejor amigo de Albus, ambas serpientes siempre andaban juntas. Eso no le hacía peso ni a ella ni a James para enemistarse con Malfoy, y muchas veces terminaban haciéndolo con Albus. Y para la desgracia de la leona, en la entrada a la biblioteca se encontró con una sinuosa serpiente.

-Weasley- dijo el rubio, posando sus dos grandes ojos grises en ella- desde que volvimos no me deleitaste con tu presencia- prosiguió, endulzando su expresión.

- No seas payaso Malfoy- le respondió bruscamente, con tan solo una frase había vuelto su mal humor, tan solo eso necesitaba para alterarla- te debiste desesperar que no tenían a nadie a quien pelear.. y..

- En eso te equivocas- le interrumpió, acortando distancia entre ambos- yo nunca busqué esto, James y tú fueron los que desde un principio me atacaron, en verdad nunca lo entendí- Scorpius se escuchaba sereno, lo cual la sorprendió- siempre quise saber...

- ¿ Qué cosa?- le preguntó, viéndose reflejada en sus enormes ojos grises.

- el por qué- respondió, demostrando una leve sonrisa- dime por qué Weasley- el rubio la tomo de las manos- dime por qué nunca notaste lo parecidos que somos.

La distancia entre ambos era menor, el corazón de Rose comenzó a palpitar, y sus mejillas comenzaron a tornarse rosadas. Por primera vez se había quedado sin palabras, no podía creer que esa vil serpiente tuviera ese poder sobre ella. Pero lo que más le molestaba era que, si intentaba responder a dicha pregunta, no podía, era muy tonto simplemente decir cumplo ordenes; pero verse débil y vulnerable ante él era algo que no soportaría.

-Simplemente porque a los leones nos encanta aplastar a las serpientes- le respondió entre dientes, con repulsión, pero aún, sin quererlo, perdida en ese océano gris.

Scorpius se apartó de ella estrepitosamente y se dio la vuelta, con la intensión de marcharse hacia su destino inicial. Rose por un momento se alivió, había hecho que él la dejase en paz, sin replicar, sin bramar nada ingenioso, cosa que hizo que a ella se le reluzca en el rostro una sonrisa de satisfacción. La misma se borró cuando vio que la serpiente retrocedía, y la distancia entre ellos volvió a ser inexistente.

- Recuerda que las serpientes sabemos morder- le susurro en el oído, erizando los cabellos de la pelirroja, y retomó su camino hacia la biblioteca, dejándola nuevamente sin palabras.

No se sintió capas de ingresar allí. Siempre había sido su deleite reñir con el rubio, pero esa vez la había desarmado, confundido. ¿Desde cuándo le importaba la razón de su enemistad?, eran enemigos y punto. Siempre habían chocado, y así siempre lo harían. Era algo que venía de años atrás, y ellos ya no podían cambiarlo. Pero lo que realmente lo que la enmudeció fue lo que trasmitía con sus ojos, no con sus palabras; como si hubiera algo más en él que tan solo una despiadada serpiente.

Tras su frustrada mañana de estudio, salió al jardín, para intentar despejar las descabelladas ideas que habían surgido. Pero las malas compañías no terminaban, pues vio a su primo Albus aproximarse. Ella lo adoraba, más allá de las peleas, pero en ese momento su presencia representaba un recordatorio de Scorpius.

- Rosie- la saludó con una amigable sonrisa- ¿no deberías de estar en la biblioteca?- le preguntó, extrañado de verla allí.

- Tu amiguito hizo que se me fueran las ganas- le respondió con brusquedad.

- Las cuantas con Scor las arreglas con él, a mi no me trates mal- le replicó el pelinegro enfadado, abriendo enormemente sus ojos verdes.

- Lo siento- se disculpó, serenándose un poco- no entiendo como lo soportas. No entiendo como... - y justó allí paro, si seguía hablando realmente iba a enfurecer a su primo.

- Dilo- la incitó- no entiendes como puedo ser un Slythering, como puedo amar mi casa- Albus más que enfadado estaba triste, con la voz entrecortada- tu no conoces nada de como es ser una serpiente. Pero no todos son magos tenebrosos, pues te recuerdo que el que delató a mi abuelo a Voldemort fue un Gryffindor, pero nadie los señala a ustedes como cobardes o traidores- Albus había comenzado a acalorarse, ya estaba hastiado de los ataques provenientes de James y Rose hacia Slythering- pues te advierto algo Rose- le dijo apuntándola con el dedo- si te metes con Slythering, te metes conmigo.

- ¿ Me estas amenazando?- le cuestionó horrorizada ante la reacción del muchacho.

- Tómalo como quieras- le contestó- ya me cansé de actuar neutral ante sus insultos, ¡YO SOY DE SLYTHERING!- exclamó golpeándose el pecho repetidas veces- y es hora de que empiece a defender mi casa- la miró fulminantemente unos segundo y la abandonó.

¿Qué le pasaba al mundo?, se preguntaba la pelirroja, que seguía parada donde había tenido la discusión con su primo. Primero Scorpius la deja sin palabras y confundida, y luego Albus reacciona ante las ofensas hacia Slythering. En cierto punto es lo que tenía que haber hecho siempre, pero eso lo convierte en su enemigo, al igual que a la serpiente rubia.

Se recostó frente al Lago Negro para descansar la mente, y lo primero de divisó cuando cerró los ojos fue unos enormes y misteriosos ojos grises. Los observó detenidamente, y se perdió en ellos... lo que intentaba hacer era descifrarlos, entender que era lo que escondían, porque sin saber el por qué le intrigaban mucho.

- Es Scorpius Rose- se decía para sí. Pero no quería abrir los ojos, porque temía perder esa imagen perfecta.

¿ Y si él quisiera que las cosas fueran diferentes entre ellos?- se preguntó- Cuando me hablo parecía sincero, realmente queriendo que las cosas fueran diferentes entre leones y serpientes, entre nosotros-

- ¿Qué balbuceas Rose?- le cuestionó una voz muy familiar, que hizo que la chica se exalte y abriera los ojos de inmediato.

- ¡James!- exclamó, poniéndose de pie junto al muchacho- emmm emmmm yo-yo na-da - tartamudeo nerviosa- solamente una cosa de pociones- mintió, rogando que no haya entendido lo que en verdad había dicho, a su creer, tan solo en la mente.

- Pero dijiste el nombre de la serpiente rubia- James frunció el seño, ¿ qué hacía su prima pensando en ese?

- Es que... es que- rayos, comenzaba a transpirar- tan solo pensaba en como vencerlo en pociones- era lo primero que se le había ocurrido, pero al ver el seño fruncido relajado de su primo, vio que había dado resultado.

- De acuerdo- le dijo el castaño satisfecho- tu en pociones y yo en Quidditch- agregó guiñando un ojo.

- Ja ja... si- rió nerviosamente.

- ¿Te encuentras bien? estás un poco nerviosa- se extraño James- ¿tú no sueles estar em la biblioteca a esta hora?

- "Si, lo que pasa es que me topé con Scorpius y, bla bla bla"- pero no podía decirle eso pensó, se detuvo un momento a ver qué otra mentira podía decirle, ya eran demasiadas en tan poco tiempo- Es que decidí tomar aire, es bueno variar de vez en cuando- de acuerdo, esa de seguro no se la creía, Rose se mordió el labio inferior y miro la hebilla de su zapato.

- ¿Tú?... ¿Variar de vez en cuando?...- le cuestionó, pero al segundo comenzó a reír, desconcertando por completo a la pelirroja- Ok primita, sea lo que sea que me estés escondiendo, esperare a que luego me lo cuentes, pero ni de chiste que te creo eso.

Rose agradeció que no la interrogue, pero claro, era James "la pesadilla" Potter, el vivía escondiendo cosas y haciendo travesuras, capas creyó que era el inicio de su primita en ese negocio, y de seguro se alegraba.

- Cualquier cosa me avisas- finalizó el chico, y comenzó a darse la vuelta.

- ¡Espera!- lo detuvo- ¿Por qué odias a Malfoy?- un nudo en el estómago se le formó al hacer esa pregunta, y al instante se arrepintió de haber formulado la misma.

- Porque es una vil serpiente- contestó relajado, a diferencia de ella, el tema no lo ponía nervioso.

Ella asintió, sin mucho convencimiento, a pesar de que era lo que ella le había contestado al rubio, no consideraba que era una respuesta válida a dicha pregunta.

-Y... ¿tú qué haces que no estás en el comedor atragantándote como siempre?- le preguntó algo divertida, queriendo verse más relajada, que no note como le había afectado el tema anterior.

- Tú con tus secretos y yo con los míos- le respondió con una sonrisa pícara, sin duda que era un muchacho risueño pensó Rose, y el amor platónico de medio Hogwarts. Ella se limitó a reír y a saludarlo con la mano. Volvió a posarse junto al árbol deseando no encontrarse con nadie más. No cerró los ojos, temía volver a ver esos ojos, pero una cosa le seguía resonando en la cabeza, y no podía alejarla de ella, algo que desde que la escuchó la atormentaba... la pregunta de una misteriosa serpiente.