Un regalito navideño para ustedes.

Espero que tengan una linda navidad, asi como también pasen un buen año nuevo. Si estan pasando por un momento difícil, espero que tengan la fortaleza de salir adelante y esto solo sea como un resfrío. Quiero que sepan que cuentan con todo mi apoyo aunque no nos conozcamos, después de todo si llegaron aqui es por algo.

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Para Yuri Plisetsky aquello había sido una discusión, y llevaban días sin hablarse, 10 días con 7 horas sin saber nada del otro. Aquello le había tomado por sorpresa, generalmente no pasaban más de quince minutos sin que Otabek se disculpara, aunque la culpa no fuese de él. Sí, quizá se exceda normalmente, pero su novio-amigo siempre le dejaba pasar sus enormes faltas y lograba calmar su tormenta de emociones.

¿Estará bien? Afuera hace frío, ¿llevará la ropa adecuada? Y las comidas ¿se estaría alimentando bien? Esa clase de pensamientos solo los tenía por su abuelo, pero ahora también los tenía por el mayor.

Le extrañaba y pensaba en él. Se enojaba con sí mismo por no poder pedir disculpas o buscarlo, solo amargas lágrimas bajaban por sus mejillas.

Lo amaba, pero solo podría decirlo ahora, después de tantos días.

Sentía miedo, ¿y sí Otabek ya no quería saber más de su persona? Eso lo destruiría, y quizá el mayor tendría motivos, había pasado los límites aquel día en la cena organizada por dúo de idiotas llámese Viktor y Yuuri, quizá de verdad estuvo mal golpear la mesa y botar esos vasos, quizá estuvo mal gritarle a Viktor, quizá estuvo mal gritarle a Otabek que él no era su padre ni nada como para que lo riñera, quizá estuvo mal pedirle que saliera de su vista, y así era, todo su culpa. Si tan solo Viktor no fuese tan idiota… él no estaría pasando estas vísperas de navidad en la soledad de su departamento, pero también era cierto que debía dejar de culpar a terceros por sus faltas.

Nunca celebro navidad o algo similar. Pero con Otabek valía la pena celebrar cualquier cosa.

La idea de llamarlo le carcomía, así como el miedo al rechazo, pero más vale tarde que nunca, o algo así.

Estaba decidido a no perderlo, con esa idea en mente fue en busca del mayor. Ya casi era medianoche, y Otabek no contesta mensajes ni llamadas, su departamento está vacío y fuera de este Yuri Plisetsky sentía como su mundo se reducía a cenizas. En su móvil había 30 llamadas perdidas de Viktor, 25 de Yuuri, 2 mensajes de JJ pero nada de Otabek.

Sus ojos estaban rojos a causa de sus lágrimas, sus labios agrietados por hielo de la noche, la fría noche estaba causando estragos en su persona, pero no le importo. Ya no le importaba nada, y de esa forma arrastró sus pasos hasta su departamento, tomando la ruta más larga.

Habían pasado 45 minutos, solo faltaban 5 para navidad y se había convencido de que no podía ser peor. Hasta que al llegar a su departamento noto las luces prendidas, había alguien allí dentro, y ese alguien sólo podría ser un ladrón. Un escalofrío recorrió su espalda y entró en su morada con sus sentidos agudizados, pero lo que encontró le tomó por sorpresa, era él, con el delantal de cocina y una cena improvisada.

-Beka… - sintió como si dejaran de asfixiarlo, las lágrimas nuevamente caían por sus mejillas, al parecer no era un sueño, Otabek le estaba sonriendo con sus brazos extendidos, sin pensarlo corrió hasta él lanzándose sobre este, e inevitablemente terminaron en el piso, abrazados.

-Lo siento Yuri, debí haber venido antes, pero tuve gripe y no quise contagiarte, además mi móvil cayó al inodoro y quede incomunicado. ¿Me perdonaras?- asintió con su rostro oculto en el pecho del mayor, Otabek era tan bueno que incluso se disculpaba con un malcriado como él.

-Yo lo siento… Fui un tonto, malcriado y egoísta, prometo cambiar, yo no quiero perderte… Por favor no te alejes de mi.- Su corazón seguía comprimido, pero las palabras del mayor siempre le calmaban.

-No podría alejarme. Te amo demasiado como para hacerlo, Yuri, yo te amo tal cual eres… Y si quieres que no me aleje podría vivir contigo ¿Quieres?- sus manos acariciaban con extrema delicadeza el suave cabello del rubio, quien aún no soltaba el abrazo, su respiración se había calmado y el sentimiento de felicidad se colaba lentamente en su interior ante la propuesta del moreno.

-Sí quiero.- Respondió animado, Otabek era el mejor regalo que podía desear y desde ese instante se prometió a sí mismo hacer de este al hombre más feliz del planeta.

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