Disclaimer: Los personajes no me pertenencen. La trama sí es mía.

Había una vez, en un tiempo no muy lejano, una niñita que aprendió el dolor y la soledad.

Sus padres, vasallos de un oscuro señor, le habían inculcado el desprecio a las personas que no compartían la pureza de la sangre.

- "Mientras más pura sea la sangre, más digna serás de poseer magia" – repetía su padre incansablemente desde que tenía uso de la razón y de la memoria.

Su madre, distaba de ser una persona cálida y amorosa. Más bien, su carácter era frío como el mármol. Con escasas sonrisas y nulas demostraciones de afecto.

Nunca olvidaría el día en que conoció a Draco Malfoy.

Un niñito de aspecto bien cuidado, pero de corazón tan triste como el de ella. Simpatizaron al instante. Draco se convirtió en su compañero de juegos y de lágrimas.

Porque Pansy lloraba. Ella no entendía la razón del comportamiento de sus padres. Los odiaba. Ella soñaba unos padres comprensivos y amorosos. De cuentos de hadas.

Pero las únicas historias que escuchaba eran acerca del Gran Lord Voldemort. Nunca supo el porqué no le agradaba aquel hombre. Tal vez, porque le había robado la dulzura de la niñez.

Pero todo cambió para ella en el momento en que ingresó a Hogwarts. Pensaba que por fin sería libre, y tal vez, alguna vez incluso, podría llegar a ser feliz.

Cuan equivocada estaba.

Hogwarts era el reflejo del Mundo Mágico en sí mismo. Los mismos prejuicios de sangre y status.

Porque dentro de toda esa fachada de maldad, Pansy no era más que una niñita solitaria y asustada.

Aprendió a odiar a los que no eran de su clase, simplemente porque ellos también la despreciaban por su procedencia.

Nunca nadie quiso e intentó siquiera conocer a la verdadera Pansy Parkinson. Hasta Draco Malfoy la había abandonado, seducido quizás por el poder; se había olvidado de ella. De sus juegos, confidencias, de sus tristezas compartidas.

Entonces ella fue cambiando. Toda esa frustración y soledad, la devolvió en términos de agresividad y crueldad para con los demás. A quiénes la detestaban sólo por su procedencia.

La niña hambrienta de amor y dulzura había muerto.

Ahora sólo era Pansy Parkinson, la Princesa de Slytherin. Frívola, cruel y caprichosa.

Odiaba a todos los mestizos y sangre sucias, sólo por el hecho de que ellos eran los culpables de su soledad. De su eterna tristeza. De obligarla a portar aquella máscara, que no era ella, sino el reflejo de las expectativas de sus padres y del Señor Tenebroso, a quien pronto serviría.

Porque se encontraba sola. Sin amigos de verdad. Aunque ya no los necesitaba más. Sólo tenía a Draco. Su compañero de juegos y de lágrimas.

Por eso lo amaba profundamente. Porque él era el único que la conocía de verdad. Detrás de toda esa fachada de chica fácil y superficial.

Ellos reinaban en la Casa de Slytherin. Eran el ejemplo a seguir de todas las demás serpientes. Con la marca brillando en sus antebrazos. No importaba eso. Ella seguiría a Draco hasta la muerte, incluso más allá de ella.

No por nada, Pansy Parkinson era la Princesa de Slytherin. Brillaba, sí, pero no todo lo que brilla es oro.

Notas finales: Muchas gracias por leer la historia. ¡Besitos!