Hoy es el primer día de clase de Peeta. Su padre lo lleva de la mano hasta el patio de la escuela, pero él se encuentra inquieto en su agarre, por lo nervioso que está. Él voltea a mirarlo, pero tiene la mirada clavada en una niña de ojos grises que se encuentra al otro lado del patio. La reconoce sin siquiera pararse a pensarlo. La hija de la señora Everdeen. Realmente, a primera vista no lo parece, porque tiene los rasgos de aquel minero con quien ella huyó, dejándolo solo. El pelo castaño, que ella tiene recogido en dos trenzas, como las que usaba su madre cuando tenía su edad, y los ojos grises característicos de la Veta.
-¿Ves esa niñita?-Dice su padre, señalándola con el dedo. -Quería casarme con su madre, pero ella huyó con un minero.
Peeta lo mira pensativo, aunque se nota en sus ojos azules que está confuso.
-¿Un minero?- Pregunta, indignado. -¿Por qué querría un minero si te tenía a ti?
Él también se lo piensa. ¿Por qué ella se fue con ese chico Everdeen, si se notaba a miles de kilómetros que él la amaba? No era especialmente atractivo, y los de la Veta nunca son personas de personalidad amable. En los pocos encuentros que ambos habían tenido luego de que ella se casara, él sólo se había dado cuenta de una cosa.
-Porque cuando él canta... Hasta los pájaros se detienen a escucharle.-Responde, ahora entristecido por tener que contar la historia de ese amor que nunca pudo ser.
La maestra los llama para su primera clase: la clase de música. El niño le da un abrazo a su padre, y entra a la habitación donde la profesora los sienta en bancos. Saluda a la clase, y pregunta quién sabe la canción del prado. La niña de ojos grises en la que se había fijado antes, levanta la mano como una bala. La profesora hace que se suba a un banco, y ella comienza a cantar.
En lo más profundo del prado, allí, bajo el sauce,
hay un lecho de hierba, una almohada verde suave;
recuéstate en ella, cierra los ojos sin miedo
y, cuando los abras, el sol estará en el cielo.
Este sol te protege y te da calor,
las margaritas te cuidan y te dan amor,
tus sueños son dulces y se harán realidad
y mi amor por ti aquí perdurará.
Peeta quedó maravillado por la voz de aquella niña. Y entonces se dio cuenta que era verdad: cuando ella cantó, todos los pájaros que hacían ruiditos afuera se callaron. Pensó que era la persona más hermosa de todo el Doce. Lo que él no sabía era que once años después, serían escogidos para competir a muerte en los Juegos. Y que un día, algún tiempo después ella sentiría lo mismo por él, y su sueño se volvería real.
Bueno, esta es la primera historia que publico aquí, y estoy aterrada. Es un drabble cortito que he escrito en medio de mis exámenes finales, y sería genial si dejan alguna review. En fin, espero que les guste.
