Hola, mi nombre es EasyQueen y este es mi primer FanFiction de Harry Potter. A lo largo de este Fic, mi objetivo es explorar las posibilidades de un amor de una chica para otra chica dentro del mundo mágico en la saga creada por J. . Para todos aquellos que le den la oportunidad a este Fic, muchísimas gracias. El plan es actualizar al menos una vez a la semana (con la esperanza de que el mundo muggle no se interponga) y calculo que la longitud será de unos 20 capítulos.

Sin más que decir, disfruten! :3

Nota: el nombre del FanFiction empezó siendo "¡Sorpresa!" por la idea de una interrupción que llega de manera repentina a la vida de Ginny, sin embargo, lo cambié por "Rumbos delirantes" porque a la larga me pareció que va más conforme con el tono del Fanfic y con el tema de toma de decisiones, que será tan importante para la trama.


Rumbos delirantes

1. Capítulo: Todo está bien.

Hermione se encontraba recostada en la cama con los ojos cerrados, mas no estaba dormida. Su cabello ondulado caía como una cascada a lo largo de las sábanas azul claro, a excepción de uno de sus bucles, el cual giraba constantemente entre sus largos dedos. Los músculos de su cara se estremecieron súbitamente; algo la hizo reír. Abrió los ojos para mirar a su interlocutora: una pelirroja de ojos color café que reía a la par que ella. La castaña tomó una botella de cerveza de mantequilla que yacía sobre la mesita de noche y le dio un par de tragos. Con su varita mágica apuntó hacia un tocadiscos del otro lado del cuarto, el cual, al sentir el impacto de la magia, empezó a moverse inmediatamente, emitiendo "Do The Hipogriff" de Las brujas de Macbeth.

Al tiempo que cantaban la tan conocida canción de la banda británica, Ginny empezó a sentir esa conocida sensación de paz e inmortalidad que sólo es alcanzable con una dosis muy específica de ese néctar ambrosíaco. Pensaba que Hermione nunca se había visto tan cotidiana, cómoda y relajada, sin el menor atisbo de preocupación en su rostro, sin la más pequeña arruga de consternación. Al contemplarla de esta forma, Ginny se sintió joven e inalcanzable; se veía así misma parada en la cima de una montaña, y el mundo era completamente suyo para disfrutar. Su cuñada utilizaba la botella de cerveza vacía como micrófono….

— « Ma ma ma, ma ma ma, ma ma ma Flyin' off from a cliff »

Ginny no pudo más que sonreír al verla así, pues la vida cada día era mejor. Ya no había Voldemorts, ni mortífagos en cada esquina; ya no eran héroes, sólo mujeres jóvenes y nada más. Hermione trabaja en el Ministerio de Magia y Ginny era cazadora en un equipo de Quidditch. La castaña solía pasar sus días de la mano de Ron, y la pelirroja, de la de Harry. Trabajos normales, parejas estables, un mundo que a veces era aburrido por ser tan monótono y cotidiano, tan repetitivo y pesado como jamás pudieron soñar. Éste, pues, era una de esos sábados por la noche en que los aurores habían tenido que trabajar hasta tarde, mientras las brujas pasaban el tiempo de la manera más ridícula que podían encontrar.

—¡Niñas, les suplico le bajen a la música y ya bajen a cenar! —Gritó la Sra. Weasley desde la cocina.

Ambas rieron y obedecieron de inmediato. Ginny y Ron aún vivían en la madriguera con sus padres, por lo cual tanto Hermione como Harry eran visitas recurrentes en el hogar. Bajaron las escaleras y empezaron a ayudar a la Sra. Weasley a acomodar los platos alrededor de la mesa, junto con los cubiertos y las distintas cacerolas llenas de comida. La bruja mayor utilizaba su varita para acabar los últimos detalles y por último acomodó las jarras de cerveza de mantequilla y de jugo de calabaza en distintos puntos de la mesa. En ese momento, se escuchó un fuerte estallido, y el Sr. Weasley apareció en la chimenea, con su ropa totalmente cubierta de hollín. Sin reparar en este último detalle se sentó alegremente en la mesa, no sin antes darle un beso en la mejilla a cada una de las chicas y uno en la boca a su esposa.

—¡Arthur! ¡límpiate antes de sentarte a la mesa, por favor! —exclamó la Sra. Weasley en un tono reprobatorio, a la par que hacía una floritura con su varita y le lanzaba un hechizo de limpieza a su marido.

—Oh, disculpa, Molly, muchas gracias. —Respondió el Sr. Weasley sonriendo de oreja a oreja. La Sra. Weasley echó un vistazo al reloj familiar, donde la manecilla de Ron apuntaba a "trabajo" y suspiró.

—Parece que tendremos que empezar a comer sin ellos, una vez más se han retrasado. —Comentó la Sra. Weasley, mientras se servía una abundante porción de puré de papas en su plato. —La verdad, siento que los están explotando en el Ministerio de Magia. ¿Qué tanto problema puede haber? Ya vencimos al Que-no-debe-ser-nombrado.

—Te sorprendería, Molly —Respondió Arthur, a la vez que masticaba una gran porción de estofado y se esforzaba en tragar para continuar hablando— Hay una gran cantidad de fanáticos afuera haciendo de las suyas, tratando de revivir la magia oscura. Para mantener estos tiempos de paz hay que acabar con la influencia de Quien-no-debe-ser-nombrado de raíz.

—Aun así, uno pensaría que haber sido los héroes más importantes de la batalla de Hogwarts les otorgaría un par de privilegios —continuó la Sra. Weasley, después de darle un sorbo al jugo de calabaza.

—Pues, no tuvieron que terminar sus estudios en Hogwarts —comentó Hermione, quien a veces resentía la condescendencia que tenía su suegra con los muchachos.

—Sí —La apoyó Ginny, rodando los ojos ante los comentarios sobreprotectores de su madre—no como nosotras.

—Yo en lo personal agradezco haber podido culminar mis estudios, son un área importante de mi educación, que no cambiaría por nada. —Añadió Hermione.

Terminaron de cenar y cada uno de los miembros de la casa se fue a su respectiva habitación. Hermione generalmente se iba a su apartamento después de la cena, sin embargo, ya que Ron no había llegado, pensó en sorprenderlo en la mañana, por lo que se quedó a dormir en la habitación de Ginny. Ambas brujas se quedaron hasta altas horas de la noche comentando sobre sus respectivos trabajos, amistades y novios.

Al día siguiente, Ginny abrió los ojos lentamente, aún sin acostumbrarse a los rayos de luz que allanaban, sin timidez, toda su habitación; se quedó inmóvil unos minutos, acurrucada entre las cobijas. Alzó levemente la mirada para revisar que la castaña aún dormía apaciblemente en la otra cama, acostada sobre su lado izquierdo, con el rostro plenamente visible para Ginny, y dándole la espalda a la ventana. Una de sus manos se encontraba de manera incómoda debajo de su cuerpo, mientras la otra colgaba sin vida a un lado del colchón. La cobija cubría una de sus piernas y parte del torso, mientras que el resto del cuerpo quedaba descubierto y su piel canela resplandecía bajo los rayos de sol de la mañana. Ginny, sin darse cuenta, se quedó observándola, prestando especial atención a sus pestañas, los delicados trazos de su nariz, y la suave curva de su cuello. De repente, sintió un gruñido proveniente de su estómago que le avisaba que ya no podía esperar más por el desayuno. Siendo lo más silenciosa posible, empezó a buscar algo decente que vestir de entre la ropa esparcida por el piso, y bajó a la cocina. Allí se encontraba su madre preparando el desayuno, y su padre tomando café y leyendo El Profeta.

—¡Buenos días, querida! ¿Cómo dormiste? —La saludó la Sra. Weasley.

—Muy bien, mamá, gracias. —Respondió Ginny con una sonrisa.

—¿Cómo vas a querer tus huevos? ¿Revueltos o estrellados?

—Revueltos, y tocino, y panes tostados.

—Alguien amaneció hambrienta ¿eh? —Preguntó el Sr. Weasley con una sonrisa traviesa. Al mismo tiempo se escucharon unos pasos bajar por las escaleras y unos segundos después apareció Hermione en el umbral, un bostezo recorría sus rasgos faciales y su cabello caía de manera desordenada sobre sus hombros.

—¡Buenos días! Parece que alguien durmió más de lo usual. ¿Revueltos o estrellados, querida?

—Hm… No, gracias, Sra. Weasley, creo que me conformo con un café.

—¡Tonterías! Tienes que desayunar.

—Bueno, una tostada estaría bien. —Respondió Hermione sonriendo adormilada.

Ginny devoraba el plato que tenía en frente, mientras Hermione daba pequeñas mordidas a su tostada y grandes tragos a su café. Unos minutos después bajó Ron y se sentó al lado de su pareja, quien le dio un par de besos antes de que éste se dispusiera a engullir el enorme plato de comida que su madre le puso en frente.

—¿No vino a dormir Harry, Ron? —Preguntó la Sra. Weasley consternada.

—No, mamá, se quedó en Grimmauld Place, pero me dijo que vendría para la comida.

—Excelente, excelente. También tendremos por aquí a sus hermanos, quizás sea mejor que saquemos la mesa al jardín.

—Oh, sí, Molly —Se unió repentinamente el Sr. Weasley a la conversación, levantando la mirada del periódico por primera vez— También vendrán Andrómeda y Teddy.

—¡Perfecto, entre más mejor!

Después de desayunar, todos se esparcieron alrededor de la casa en sus actividades particulares para disfrutar la tranquila mañana del domingo. Ginny se recostó en uno de los sofás de la sala a leer uno de sus libros preferidos, Jane Eyre;Ron y Hermione se encontraban probablemente besándose en alguno de los puntos del patio que los escondían de miradas curiosas. Un ruido sorprendió a la pelirroja y alzar la mirada pudo ver a Harry entrando por el umbral de la puerta. Éste se acercó a ella y le dio un suave beso en los labios, a lo que ella sonrió.

—No sabía que los magos leían Jane Eyre—Comentó Harry, quien, a pesar de nunca haber leído el libro, reconocía la referencia del mundo muggle.

—No seas tonto, ¿Por qué no lo conoceríamos? Charlotte Brontë fue una de las más importantes brujas escritoras del siglo XIX.

Ante esta respuesta Harry frunció el entrecejo, desconcertado ante su aún completa ignorancia sobre los puntos en común entre el mundo de los magos y los muggles. Su novia rió ante su expresión de completa confusión y, tomándolo por el cuello, le dio un par de besos.

—Da igual, olvídate de Jane Eyre

Un par de horas después se encontraban todos sentados en la mesa de la cocina, la cuál había sido alargada mágicamente y acomodada en el patio de la madriguera. El Sr. Weasley había encantado una parte de la mesa para que se acomodara al tamaño del pequeño Teddy. Este último cambiaba continuamente su color de pelo, viendo que llamaba la atención de alguno de los adultos, entre ellos Ginny, Hermione y Angelina.

—¡Aww! Ojalá pudiera tener un hijo metamorfomago —Exclamó Ginny, llena de ternura.

—¡Ejem! Lamento no ser suficiente para ti… — comentó Harry, a la vez que fruncía el entrecejo.

—Ay, no seas tan ofendido… —rió Ginny sin dejar de prestarle atención al pequeño Teddy.

—No es tan divertido —comentó Andrómeda— no es tan fácil encontrarlo entre los demás niños cuando cambia todas sus facciones.

—¿Qué tal si en realidad no conocemos sus rasgos reales sino que tiene unos que son sus favoritos y son los que más usa? —comentó George. Ante esto todos se quedaron en silencio, considerando la posibilidad de que George tuviera razón.

—Bueno… —Rompió el silencio Bill, quien cargaba a su bebé de dos meses en brazos— Supongo que nunca lo sabremos.

Ginny miraba a su alrededor, agradecida de poder compartir con su familia, sin problemas ni sombras oscureciendo sus vidas. Recordó una de las veces en que había estado en este mismo patio, celebrando una ocasión especial, con Voldemort flotando sobre sus cabezas. Recordó el tiempo que había pasado antes de que George pudiera levantarse de la cama, antes de que llegara Angelina Johnson y le devolviera la sonrisa. Observó a Bill, quien comía como de costumbre su carne cruda y pensó en lo paradójico que era verlo hacer esto mientras acunaba a su hija y le sonreía a su esposa. Miró a su lado, al trío de oro, su hermano, con la barbilla llena de salsa, y su novio y su mejor amiga platicando de algún asunto del Ministerio de Magia. Su mirada reposó un rato más sobre Hermione, reflexionando sobre cómo ahora era más femenina de lo que solía ser en sus tiempos de Hogwarts. Sus hombros contrastaban suavemente con los tirantes de su vestido veraniego color durazno; el leve delineado en sus párpados resaltaban el color miel de sus ojos, que parecían apunto de derretirse bajo el brillo del sol.

—Me encanta ese vestido, Hermione… —Comentó sonriendo.

De lunes a viernes, la rutina de nuestros protagonistas consistía en las prácticas de Quidditch de Ginny, la tranquila vida de oficina de Hermione en el Ministerio de Magia y las aventuras aurorescas de Harry y Ron. Por lo general, cenaban todos juntos en casa de la Sra. Weasley y luego Hermione se iba a un pequeño departamento que rentaba en Londres, cerca del Ministerio, mientras que Harry se dirigía a su hogar heredado por Sirius Black.

—No entiendo por qué te regresas a esa casa tan fría y vacía… —Comentaba la Sra. Weasley, al menos un par de veces a la semana.

—Yo la encuentro bastante cómoda, Sra. Weasley —Respondía Harry con una sonrisa tímida.

Las misiones de Harry y Ron por lo general se podían extender una mayor cantidad de horas, o era posible que fueran requeridos en sus días de descanso. Los horarios de Ginny y Hermione eran un poco más estables, excepto las veces que Ginny tenía partido alguno que otro fin de semana. Con la excepción de algunos miembros, la familia tendía a reunirse prácticamente todos los domingos. La vida para todos era bastante rutinaria y ofrecía pocas sorpresas. Sin embargo, un día muy particular la vida sorprendió a Ginny, quien ya no estaba acostumbrada a esta clase de curvas.

El equipo de Quidditch en el cual jugaba Ginny, las arpías de Holyhead, había organizado una fiesta para conmemorar el inicio de la temporada. Era viernes por la noche y Ginny y Hermione habían asistido a la fiesta sin sus parejas, quienes aún no habían salido del trabajo. Las brujas, habiendo vivido hasta ahora en el confinamiento de la guerra, ahogaron su aprehensión social en alcohol, desinhibiéndose lentamente.

—¿Ves? —comentó Ginny—te dije que sería divertido.

—Sí, creo que puedo entenderlo —Respondió Hermione, dejándose llevar por el ritmo de la música. Las otras cazadoras del equipo, Samantha James y Elizabeth Wells se acercaron. La primera tenía el cabello color castaño claro y ojos verdes, mientras que la segunda, era de cabello negro azabache y ojos del mismo color.

—¿Cómo la pasan, chicas? —Preguntó la chica de ojos verdes con una sonrisa y las mejillas sonrojadas por el alcohol.

—Bastante bien —respondió Ginny, mientras mordía el borde de su vaso. Ambas cazadoras se quedaron viendo a Hermione con curiosidad, a lo que Ginny agregó— Mi cuñada, Hermione. —Todos intercambiaron cordialidades y empezaron a platicar de manera amena.

Un par de horas después, las cuatro cantaban, bailaban y emitían chillidos particularmente agudos cuando una canción en especial empezaba. De repente, Sam se acercó juguetonamente a Hermione, quien bastante divertida le siguió la corriente. Al levantar la mirada, con la poca iluminación que ofrecía el lugar, Ginny pudo distinguir los cuerpos de sus dos amigas bailando muy cerca, con sus caderas moviéndose a un ritmo suave y lento. Sam tenía sus manos en la espalda baja de la castaña, y Hermione las suyas en el cuello de Sam. Los ojos de Ginny se movieron de un detalle a otro, la mirada apasionada de Sam y la risa despistada de Hermione. La escena no duró más de un minuto, antes de que Sam empezara a bailar con Lisa, y su mejor amiga y cuñada continuó bailando como si nada. Ginny se preguntó qué significaba ese nudo extraño que se había formado en su estómago y le apretaba agresivamente las entrañas. Le dio un trago a su bebida y pronto el tema quedó completamente ahogado entre la música y el alcohol.

Un par de horas después utilizaron los polvos flú para aparecerse en casa de Hermione, donde habían decidido que era juicioso que se quedara a dormir la pelirroja. Ambas se cambiaron y se pusieron sus pijamas para luego acostarse en la cama de la castaña. Después de unos minutos, Ginny se giró súbitamente para dirigirse a su cuñada:

—¿Qué onda con ese baile con Sam? —preguntó casualmente.

—No sé —rió— ella se me acercó.

—Estuvo algo extraño, ¿no?

—¿Tú crees? — su semblante de repente mostró cierta preocupación. — ¿Crees que a Ron le moleste?

Ginny se tomó unos segundos antes de responder. Su hermano probablemente se hubiera sonrojado hasta las orejas. No hubiera sabido qué hacer, pero mayormente porque hubiera estado excitado, no enojado. Si hubiera sido un hombre, la cosa sería totalmente diferente. De repente sintió muchas náuseas y pensó que quizás no debió haber bebido tanto.

—No, no creo—respondió finalmente. Hermione la miró desconcertada.

—¿Te encuentras bien?

—Sí, sí… No sé…

—¿Qué pasa?

—No sé… Supongo que… —Ginny trató de poner sus pensamientos en orden, pero era verdaderamente difícil con los remolinos que cobraban mayor velocidad dentro de su estómago— Yo… —Celos, la palabra que buscaba era celos, ¿Celos de qué? —Creo que bebí de más.

—Creo que no tengo pociones para ayudarte con eso —rió Hermione.

Ginny rió también y se dio la vuelta para dormir preguntándose si tenía celos de que otras chicas se acercaran a su mejor amiga. Tenía sentido, por mucho tiempo Hermione había estado atada a Ron y a Harry, y de alguna manera, la había perdido. Sentía que si Hermione hacía tonterías, era con ella, Ginny, con quien quería que las hiciera.