Disclaimer: Harry Potter no me pertenece y es enteramente de J.K Rowling al igual que sus respectivos personajes, excepto los que no están registrados dentro de la saga. No reproduzco ningún fragmento exacto del libro, pues lo considero plagio a menos que lo catalogue entre comillas como una breve cita.
Todo lo demás es de mi entera invención e imaginación.
Aclaración: Esta historia tambien puede encontrarse en Wattpad, bajo mi seudónimo de "AlwaysSev". Con esto busco aclarar que tanto esa cuenta como ésta, me pertenecen y no es de ningún tercero pese al cambio de seudónimos.
Capitulo 1: Señales.
Lentamente me iba haciendo participe de mis sueños más ocultos e inconscientes, esa noche no podía ser más perfecta, la lluvia caía de manera violenta y los truenos hacían más sombría la medianoche, no se en que momento, pero lo logré, logré vencer mis demonios y dormir.
Un bosque muy oscuro, iluminado tan solo por la luna abrazo todos mis ángulos, no tenía escapatoria y no quería escapar, lejos de sentir miedo, sentí curiosidad, paz, en el silencio que era música para mis oídos, sentí la mirada de alguien, la busqué, la busqué sin cesar, adentrándome entre los arboles, observando sigilosamente cada esquina, pero nada, no encontré nada.
El crujido de una rama me hizo ponerme en alerta, seguía sin sentir miedo, más bien era un juego, el gato buscando al ratón, o tal vez... el gato me había encontrado.
Alguien estaba observando mis movimientos, yo dejaba hacer de mis pasos una marioneta, surcando un camino inconcluso, sin final, pues no sabía donde terminaba aquello, y la compañía tan silenciosa y podría decir que agradable estaba conmigo.
Quien sea que fuera, sabía que yo estaba al tanto de sus pasos, de su seguimiento, pero no revelaba el misterio, sonreí de lado, otra vez estaba en el mismo lugar que la ultima noche, siempre fría, siempre a punto de llover, nada agradable, la brisa golpeando sobre mi cara y las palabras que amenazaban con salir y no salían.
Ahí estábamos, mi guardián y yo, que nunca llegaba a verlo, pero estaba a nada de hacerlo caer, si tan solo imitara mis pasos, si tan solo caminara hasta aquel árbol y en el momento de doblar solo me doy la vuelta...
Y lo hice, pero otra vez, no había nada, arboles por aquí, arboles por allá, una ardilla perdida, dos ciervos tímidos, un hombre; un hombre alto, apoyado en un tronco ya viejo, no podía ver su rostro, pero maldición, sabía que estaba sonriendo, lo sabía, era posible cortar el aire con una aguja, la tensión había aparecido y por primera vez, sentí miedo, miedo y ansiedad.
—Creo que ya era hora de vernos las caras—.
Oí que decía, sin moverse, tenía una voz un tanto particular, dolorosa, decidida, gruesa y llena de excitación, cruel. Era lastimera y placentera para mis oídos, arrogante, me estremeció.
—Vamos... ¿Te has quedado sin palabras? ¿O estas planeando como huir?—. Desapareció, ya no estaba ahí, instantes después una mano fría abrazó mi abdomen apenas cubierto por una blusa fina y la otra abrazó mi cuello.
—Creo que no has aprendido la lección... nunca perder de vista al enemigo ¿Recuerdas?
Volví a escuchar aquella voz, cerré los ojos por instinto y apreté los puños en modo de defensa, que tonta.
—Tal vez, solo me dejo llevar, pues ya no hay salida.
Escuché una risa traviesa y un tanto terrorífica, se estaba divirtiendo de lo lindo conmigo, pero yo apenas me estaba dando cuenta de lo helado de sus manos y lo caliente de su aliento.
—Ya debes despertarte, nos vemos en la noche, para terminar lo que empezamos...
Me desperté en la misma cama, con el reflejo del sol de cada mañana, una sonrisa cínica se me formo, ¿Y si todo era real? Era una locura, pero real, algo se avecinaba y debía estar preparada para eso, sentí mi dedo anular arder, lo mire y recordé el anillo, ese maldito anillo estaba caliente, tal vez había dormido encima de el, no lo sé, pero me lo saqué de prisa, la marca había quedado y una sensación extraña se apodero de mi, podía jurar que era una serpiente plateada, pero hoy estaba gris, tenía un color opaco, no le di importancia, me levanté, me duché, preparé el café de cada estúpida mañana, me puse el uniforme y repetí la rutina de siempre antes de beber de mi taza.
El inútil de mi padre se levantó y atrás toda la manada que se hacia llamar familia, tan solo por respeto, los salude con una mirada fría, tome mi mochila, mis llaves, mi viejo libro de historia y me dispuse a irme, ya no soportaba verlos.
Caminé por las húmedas calles, parece que la tormenta había dejado secuelas, charcos de agua y autos que amenazaban con empaparme pasaban a cada segundo, y yo, con las mejillas frías, las manos pálidas y los pies ya duros del frío, apresuré el andar.
El salón seguía vacío, las clases no habían comenzado, aprovechando la situación me senté en primera fila, como siempre, junto a la ventana; dibuje un par de garabatos, un triangulo, un círculo y una linea vertical, mirando el paisaje a través de esas líneas que mis dedos trazaron limpiando el empañado vidrio, otro día de mierda, eso sería.
Oí como todos empezaron a entrar, junto con mi profesor, el viejo y estúpido Richard Slavhen que entró haciendo sus particulares chistes y ya a nadie le hacían gracia, pero reían para caer bien.
Útiles todos dentro de la mochila, lápiz sobre el escritorio, el ruido de las hojas que se volteaban de lado a lado, como si eso hiciera la magia de aparecer las respuestas a los inútiles que no habían estudiado, dientes rechinando sobre la punta del grafo envuelto en madera, miradas disimuladas intentando quitar el papel bajo su falda con las palabras precisas para las preguntas 1 y 3, seleccionando al azar en el verdadero y falso, y yo, ya había terminado de llenar la miserable prueba, me dispuse a entregársela y volver a fijar mi mirada en aquella ventana empañada, el día se había puesto del lado contrarío, la tormenta se avecinaba y en pocas horas yo tendría que volver a casa.
Otra vez el ardor sobre mi dedo aparecía, y no estaba el anillo para culparlo, la marca se había hecho notable y no había manera de aliviar el dolor, maldije para mis adentros y me fije en otra cosa, masajeando la zona ya irritada.
Y como si todo hubiera cambiado de rumbo, ya no estaba en el colegio, otra vez me encontré en el bosque de mis sueños, muchas personas vestidas de forma extraña me observaron de manera aprobatoria, enarqué mi ceja y los mire a todos pensando en lo locos que debían estar.
—¿Y bien?—. Preguntó un hombre que salió detrás de mi—¿Es a ella a quien buscaban?
—Claro, claro que era a ella...—. Respondió una mujer esbelta, con voz demandante y serena.
—Morgana... ¿Cierto? Morgana Victory—. Se acercó a mi.
—La misma—. Espeté de manera aburrida. Todos se miraron entre si, sorprendidos y algo curiosos.
—Hija... se avecina tu destino, se que no debes entender absolutamente nada, pero en unos días, tu vida cambiara por completo, ya no estarás en el lugar donde ahora es tu hogar.
—¿Me voy a morir?—. Pregunté imitando algo parecido a la alegría.
Un viejo de ropas exuberantes se carcajeo por mi sádico comentario, mientras que la señora me daba una mirada severa y negativa.
Pero antes de escuchar su respuesta, alguien me bajo a tierra con un sacudon en el hombro, mi profesor me estaba avisando que ya debía irme, era la única materia que iba a impartirse ese día, puesto que una alerta roja salio en las noticias, aconsejando que todos se mantuvieran dentro de sus casas con las puertas y ventanas trancadas.
Me levante de prisa, aunque con pocas ganas, agarre mis cosas y otra vez volvía a casa, ya estaba cansada de aparentar la familia feliz, con suerte esa mujer tenía razón, y en pocos días el mundo se iba a olvidar de mi.
A las locuras que me llevaban mis pensamientos, por supuesto que nadie me daría esa alegría, simples ilusiones o alucinaciones mías.
