Es el primer fanfic que escribo, así que espero que os guste, aunque tampoco espero mucho. ^^

Disclaimer: Harry Potter no me pertenece, sino a J. K. Rowling


Albus se encontraba en un compartimento del expreso hacia Hogwarts, el cual acababa de dejar atrás el andén nueve y tres cuartos.

Era un muchacho de doce años, con el pelo color café oscuro y unos grandes ojos verdes. Su pelo, lo único que no tenía de negro eran los brillos anaranjados que desprendía con la luz. Era levemente más bajitos que los demás niños de primero, y no decir de su prima Rose, quien dormitaba en el asiento de enfrente utilizando su abundante pelo rojizo como almohada.

El muchacho estaba nervioso. Su padre le había dicho que hiciese caso omiso de su hermano James, pero ¿cómo hacerlo? Y a él, cuando estaba nervioso, lo único que le calmaban eran los dulces. Así que se levanto de su asiento, dispuesto a iniciar su travesía por el tren en busca del legendario y archiconocido, carrito de los dulces.

El joven e inocente Albus, pensó cosas como "No puede ser tan difícil encontrarlo" o "¿Podré encontrar fácilmente el camino de vuelta?". Pero esos eran los menores de sus problemas.

El pasillo estaba atestado de gente. Chicos y chicas mucho mayores -y altos- que Albus se apretujaban en él y no tenían la decencia de mirar hacia abajo, la única forma de darse cuenta de la existencia de Albus sin chocarse con él. Pero la falta de espacio para moverse no era lo único que hacía la búsqueda del carrito una causa casi imposible. Esos chicos, aparte de parecer semi-gigantes a los ojos de nuestro joven héroe, charlaban en un volumen casi considerado contaminación acústica consiguiendo que Albus se confundiese aun más y acabase totalmente desorientado. Albus estuvo a punto de abandonar su causa cuando un chico terriblemente alto para nuestro bajito protagonista, pasó a toda velocidad entre la gente gritando:

-¡No me cogerás con vida, arpía! ¡La protegeré con mi vida si es necesario!

Una chica, también terriblemente alta, se apresuró a seguirle mientras le respondía:

-¡No voy a permitir que la vuelvas a meter en Hogwarts!

-¿Qué tienes en contra de los videojuegos muggles?

-¡Qué el año pasado colaste la consola y todos sabemos lo que pasó!- gritó la chica, histérica.

-¡Pero ésta es la siguiente generación!¡Es distinta!

Muchos de los chicos y chicas que estaban en el pasillo empezaron a vitorearle al grito de "Sempai, estamos contigo" o "Corre como el viento, nosotros cuidaremos de tus hijos" y el chico, abriendo la puerta del siguiente vagón dijo dramáticamente enjugándose unas lágrimas imaginarias:

-Adiós, mis jóvenes e inexpertos amigos, decidle a MaryJane, que la amo.- y desapareció del vagón, perseguido por la chica.

-¿Quién demonios es MaryJane? ¡No hay ninguna MaryJane en Hogwarts!- gritó la chica exasperada siguiéndolo al siguiente vagón.

Albus se tomó unos segundos para asumir la persecución que acababa de tener lugar en el pasillo, y cuando se hubo recompuesto, aprovechó el efímero camino que habían hecho aquel chaval en su precipitada huída y pasó por él a toda velocidad.

La "comodidad" de su travesía no duró demasiado, pues la gente se había vuelto a apelotonar y a hacer imposible su movimiento. Consiguió escabullirse entre dos chavales, de primero, puesto que estos no le sacaban demasiada altura, y se topó con una bolsa de lona en la cara. Se fijó más, y se dio cuenta de que era una funda de guitarra. ¿Quién llevaría una guitarra a Hogwarts?

La guitarra la cargaba una chica, que por mucho que extrañó a Albus, era unos dedos más bajita que él. El pelo rubio casi le tocaba los hombros y el flequillo le tapaba el ojo izquierdo, remarcando el ojo de iris gris decorado con abundante sombra de ojos negra. Y Albus, al fijarse un poco más en su cara, notó algo que lo dejó patidifuso. Era un chico. Y para rematar, escuchó algo que quizás no querría haber escuchado nunca.

-A partir de ahora, me llamo MaryJane.- soltó el chavalín con aire soñador mirando hacia la puerta por la que acababa de salir el chico terriblemente alto.

Albus se alejó de él sin dejar de mirarlo y se chocó con una chica –Esta vez, una chica de verdad- levemente más alta que él y a quién no alcanzó a ver la cara, puesto que se la tapaba con un libro que iba leyendo mientras caminaba, en el que en la portada se podía leer el título de "Crepúsculo".

La chica levantó la vista de su libro y miró con desdén a Albus asomando unos ojos chocolate a los que casi ocultaban un flequillo descuidado de un marrón casi negro.

-Fíjate por donde caminas.

-Menos humos hermanita, que lo conozco.- Dijo una chica alta, quién tenía el pelo negro y una piel extremadamente blanca, los ojos sobrecargados de sombra negra y los labios de color berenjena.

-Lo que tú digas.- respondió la niña volviendo a su lectura murmurando cosas como "Tanto Bella como Edward, ambos sois estúpidos ".

-¡Hazme caso o utilizo mi ataque mortal del vampiro brillante!- le dijo haciendo alusión a un chiste que Albus no fue capaz de captar.

-Como si eso fuese a hacerme algo.- respondió sin despegar su mirada del libro.

-Sí que te lo haría… te deslumbraría.

Albus la miró extrañado, y se atrevió a preguntar.

-¿Me conoces?

-Sí, te conozco.- respondió acercándose a mi cara- ¡y tengo previsto hacerte mi cena!- dijo enseñándole a Albus unos grandes colmillos, haciendo que este se sobresaltara y saliese corriendo entre la multitud.

-¡No te asustes! ¡No te comería!¡Cómo mucho te utilizaría como sacrificio a mis Dioses!- gritó hacia Albus, quien estaba ya bastante lejos.

-Lo estás arreglando del todo hermana, esas bromas son las que hacen que poca gente se te acerque.

La vampira la miro unos segundos y dijo, totalmente en serio:

-No era una broma.

Albus, totalmente asustado, se metió en el primer compartimento que pudo, solo para encontrarse entre una masa de gente a presión en él.

El compartimento lo lideraban dos chavales, subidos en los asientos y cogidos por los hombros. Al reconocerlos, Albus solo pudo articular una frase con los ojos totalmente abiertos.

-Oh, no… ellos no.

Su hermano mayor James, quien se parecía más a su madre que a su querido padre, gritaba y sacudía un saco lleno de pequeñas bolas de colores, y su compañero – y primo- Fred hacía lo mismo.

Ambos eran tan parecidos que daba miedo. A pesar de no ser hermanos, eran como dos gotas de agua. Ambos con el pelo cobrizo, el rostro más rosa que tostado, con dos ámbares por ojos y aquella sonrisa traviesa que a Albus le recordaba tanto a su tío (y padre de Fred) George.

-¡Acercaos chavales! ¡Tenemos nueva mercancía para un nuevo año!

-¡Sí! ¡Empezad a ser dignos alumnos de Hogwarts faltando a clase el primer día!

-¡Con un precio especial! ¡Por no haber ni empezado las clases, todos tenéis un 10% de descuento en nuestra novedad "Grageas del Basilisco (efecto temporal)"!

-¡Unos cuantos alumnos paralizados con esto, y con un poco de suerte pararán las clases y harán divertidos interrogatorios buscando al heredero de Slytherin! ¡No se recomienda su uso en alumnos de Slytherin o en aquellos que sepan parserl!

-¡Exacto! ¡No quedaría creíble!

-¡Este descuento se aplica a todos los presentes!

-¡Excepto a ti, a ti y a ti!- Exclamó James señalando al azar.

-¡También tenemos el nuevo "Avada Kedavra de bolsillo"! ¡Estarás oficialmente muerto durante un día entero!

-¡Y con un agradable sabor a limón!

Albus se vio arrastrado contra su voluntad hacia su hermano y su primo, y tenía la leve sensación de que lo menos sensato en aquel momento era que alguno de los dos lo viese. Cuando se decidió a hacer caso a su instinto ya era demasiado tarde. James lo había visto, y él no era de los que hacían caso omiso a un perfecto conejillo de indias.

-¡Oh, hermanito! ¡Me vienes que ni pintado! ¡Alguien tiene que hacer la demostración!- dijo con una sonrisa traviesa que a los ojos de Albus, era de lo más macabro que había visto nunca.

Nuestro pobre protagonista intentó escapar, pero le era imposible zafarse del agarre de su "querido" hermano mayor, quién sostenía alegre una pastilla de un bonito color amarillo.

-¿Qué pasa?- dijo sin perder la sonrisa y sin hacer mucho esfuerzo para evitar que su hermanito escapase.- Es de limón, tu favorito.

Albus forcejeaba con James mientras en su mente lloraba al grito de "¡No, otra vez no!" mientras recordaba la última vez que había probado aquella pastilla, pero todavía en su fase experimental. Había permanecido oficialmente muerto durante dos días y medio solo para despertar en mitad de la noche, en el patio trasero de la casa de su tío, metido en un enorme agujero, con su hermano y su primo con una pala cada uno, totalmente dispuestos a darle una digna sepultura.

Pero había que reconocer una cosa, era el caramelo de limón más bueno que había probado nunca.

Cuando logró liberarse de su hermano mayor, éste le gritó mientras Albus escapaba:

-¡Pues te quedas sin el descuento!

En su precipitada huída de aquella locura, se chocó con un montón más de gente. Un grupo de chicos con el mismo estilo que "MaryJane", una chica saltando por un compartimento con lo que le pareció identificar como un poster y demás gente variopinta.

Y por fin, lo vio. Le pareció un altar sagrado al azúcar. Una especie de tierra sagrada de los dulces. Una meca de las golosinas. El legendario, y archiconocido carrito de los dulces. Podría ser un efecto óptico, pero en ese momento, la viejecita de cara benévola parecía tener un aro de divinidad sobre su cabeza.

Albus podría haber estado comprando allí todo el trayecto hasta Hogwarts pero, ya cargado, decidió volver con su prima Rose.

Consiguió regresar sano y salvo al compartimento, donde Rose le esperaba despierta leyendo un libro- Albus decidió no leer el título, había tenido suficientes libros raros por hoy-.

-¿Has comprado algo?-dijo ella sonriente al verlo entrar.

Albus solo levantó la bolsa donde llevaba su botín de azúcares.

-¿Has comprado ranas de chocolate?

-Ya sabes que no.- Dijo molesto, hacía años que no compraba esas golosinas. ¿La razón? Nunca había conseguido siquiera empezar la colección de cromos. Misteriosamente, solo le salía el de su padre, Harry Potter.

No le había parecido mal, hasta que a James y su inseparable amigo/primo Fred, se les ocurrió forrar la habitación de su querido hermano pequeño/ primo con ellos y encantarlos para hacer imposible su eliminación. Genial, una habitación con miles de caras de tu padre por las paredes, techo y suelo. ¿Podría haber algo mejor?

Desde entonces, Albus tenía un miedo irracional a las ranas de chocolate. Por lo menos, en Hogwarts no estaría rodeado de aquellas estampitas infernales. Malditas ranas de chocolate y sus cromos diabólicos.


Gracias por leer.

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