Regla número 2: La última porción de comida será otorgada al vencedor en un duelo a muerte con cuchillos.

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La amplía sala de estar del departamento de Bakugo Katsuki se siente ridículamente empequeñecida.

Pero ahí, con la musculosa figura de Kirishima abarcando el sofá de tres plazas, dejando únicamente espacio para Kaminari, su novio; Mina, la única mujer del grupo, yacía sentada frente a la mesa baja, con una porción de pizza de peperoni cubierta de salsa de tomate, demasiado grasosa para la chica que había decidido romper la dieta solo por ese día; Sero, el miembro final persistía en la cocina, mezclando dudosas botellas de vodka con jugo en una cubeta con hielos y a saber qué más.

Lo normal.

Una tarde de sábado en el pre-copeo del Baku'squad.

O eso contestarían sus amigos si alguien les preguntara, es decir si él lo hiciera.

Lo cierto era que su peculiar grupo de amigos había adquirido la costumbre de hacer reuniones todos los fines de semana en su nuevo departamento. Alegando que él era el primero en haber conseguido lo más anhelado para unos universitarios como ellos: su independencia del yugo de los padres.

Que era cierto, Bakugo, contaba con el apoyo de una beca al 100%, un trabajo a medio tiempo bien remunerado y el apoyo económico de sus padres puesto que estos se negaban a dejarlo del todo. Aún te mantengo, jodido mocoso, gritaba Mitsuki su madre, cuando su vástago se ponía más roñoso de lo usual.

De modo que Bakugo poseía un bonito departamento cerca de la facultad de Derecho, una trayectoria académica exitosa, un trabajo que no le gustaba del todo pero bien remunerado, un físico envidiable y un rostro atractivo y exótico, para coronar un grupo variopinto de personas que, aunque lo negara, felizmente podía llamar sus amigos.

Que sí, que tenía un carácter de mierda pero vamos, nadie es perfecto.

Así que su nidito era el nido de todos ellos.

Escapate conmigo esta noche, bebé — canturreo Kirishima, moviendo su pelvis con su novio sobre él —. Te quiero comer, te va a encantar.

Y Kaminari, como si no estuviese acostumbrado a aquellos pequeños lapsos de descontrol hormonal de Kirishima no atinó a hacer otra cosa más que saltar del regazo de su pareja para ir a dar al suelo con un sonoro golpe.

—Gobiernate, Kiri — los regañó Mina, más concentrada en su segunda rebanada de pizza que en la pareja.

—Vuelve a hacer eso en mi sala y te echaré agua fría, cabrón.

—Oh, que delicadito eres Katsubro. ¿Es por qué tú aún no la estrenas?

El aludido se tiene que conformar con hacerle una señal obscena a modo de respuesta, pues cuando quiere levantarse del sillón en el que está aparece Sero con una jarra de cristal repleta de una sustancia dudosamente verdeazulada.

Mina es la única que se levanta para ayudar al chico de cabello negro, le quita los vasos de plástico rojo y empieza a despejar una parte de la mesita bajando las cajas de pizza vacías al piso y juntando las rebanadas que sobran en una sola caja.

Al final la mesita está llena de vasos con aquella bebida, o lo que sea, y una caja con cuatro rebanadas de pizza con orilla de extra queso.

Kaminari que sigue en el piso jala una rebanada y va a refugiarse en la esquina contraria a los brazos de su pareja. Comienza a roer su comida como si fuese un hámster, de pelaje amarillo con su coqueto mechón de cabello negro y unas adorables mejillas que se abultan mientras come.

Sero echa dos rebanadas en su plato sin recibir alguna queja, como el barman del grupo goza de ciertos privilegios.

—¿Qué se supone que es esto?

Mina olfatea su vaso, insegura. Todavía recuerda los estragos que en ella causaron el tequila y cerveza revueltos en un trago. Como tuvieron que bajarla de la mesa cuando se puso a bailar y la cara de Kirishima, más roja que su cabello, al tener sus grandes pechos siendo restregados en sus ojos (—Y casi me dejas ciego o tuerto— alega el pelirrojo).

—Se llama Franki — responde felizmente, sin contestar la pregunta.

—Pero qué es — insiste Mina, Bakugo por su parte ya le ha dado un trago y piensa que sabría mejor si le echa un poco de sal.

—Eso, querida, es un secreto.

Kirishima olfatea su vaso, lo gira, mira la sustancia y su peculiar color, se encoje de hombros como restándole importancia y le da un trago. Luego otro. Y cuando va a darse cuenta ya no hay nada.

—No sabe mal — intenta consolarla —. Pero sabría mejor con algo salado.

El taheño se inclina hacia la caja de pizza cuando ve la mano de Bakugo chocar contra la suya a medio camino por la última rebanada.

—Oh.

Se limita a decir, consciente de lo que eso significa.

—Creo que tendremos que arreglar esto con un duelo a muerte con cuchillos.

—¿Duelo a muerte con cuchillos?

—Nadie va a matarse con cuchillos — gruñe Mina, porque ya lo han hecho y han acabado en el doctor. Y no gracias, esa noche quiere morirse ahogada en alcohol o lo más símil, quizá al día siguiente sí ir a urgencias pero ese día.

—Unos pulsos — propone Kaminari.

—Eso suena bien para mí.

—Como quieras.

Entonces todos ellos se mueven hacia la barra de la cocina, que es de mármol y soportará sus muestras de testosterona.

Se dan la mano, una sonrisa confiada por parte de Bakugo, con el cabello rubio mesado hacia un lado, sus orbes rubí se enfocan en los blancos dientes que exhibe Kirishisima, lleva una musculosa negra que abraza cada uno de sus músculos, los pectorales y el six pack de su abdomen, sus deltoides sobresalen en la piel ligeramente apiñonada. El pelirrojo sabe que su físico es envidiable, que es incluso más trabajado que el del blondo.

Katsuki se ha arremangado la camisa azul oscuro, se contiene de inflar el pecho porque teme reventar los botones. No es que sea pretencioso pero ha sido Mina quien ha escogido la ropa de esa salida y le embutió en lo más ajustado que encontró en su closet.

Mina tiene la idea de que esa noche es de caza, y él está lo suficientemente cansado de decirle que no necesita eso para conseguir a quien quiera en su cama.

Como sea. Las manos de ambos de unen, se toman con fuerza y lo que sigue es un par de bufidos de parte del pelirrojo intentando doblegar a su amigo. Cosa que va haciendo poco a poco, obligando a Katsuki a dejar su altanería de lado, la cara le va cambiando de color gradualmente ambos.

Y joder, ¿en qué momento Kirishima se volvió tan fuerte?

Lo cierto es que le duele. El ego más que nada (puede que el brazo también). Eijirou aplasta su mano contra el mármol y se declara ganador.

—Katsubro te hace falta hacer ejercicio.

Es lo que dice el taheño antes de alejarse hacia la mesa a reclamar su premio.

Quizás sea un preludio.

Quizás sea igual que el Oscar de aquel actor que alteró el orden del universo.

Katsuki no lo sabe, mas lo presiente. Algo acaba — o acabará — de cambiar en su pequeño y perfecto mundo.

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Hola, estoy muy nerviosa publicando una historia en un fandom nuevo. No espero una gran acogida pero sí que aquellas personas que me lean disfruten de mis ocurrencias.

La historia no va a centrarse en el romance aunque sí es importante. Sin embargo el mayor punto es la amistad, las relaciones de ellos y su crecimiento como personajes.

Quería hacer algo de Katsuki en especial, porque he leído mucho pero no hay demasiado que se enfoque precisamente en él siendo un simple estudiante universitario.

De las shipps tengo dilemas existenciales entre KatsuDeku y TodoDeku.

Así que, a ver cómo me va.

Dudas, quejas, sugerencias las leo.

Esta historia también la pueden encontrar en wattpad bajo el usuario de Hikari_Roadam.