Los personajes no me pertenecen. Son propiedad de CAPCOM y sus respectivos creadores, únicamente la trama es mía.

Aclaraciones

Letra normal –narración general.

Letra en cursiva. –Palabras de Piers Nivans, fragmentos de frases las cuales son combinadas brevemente con una canción. El resto ha salido de mi enferma mente (?)

Letra en negritas – notas de autor, comentarios de la autora.

Advertencia: Historia con contenido Yaoi, pero no sé si sea tan explícito (?) en fin, también como cada cosa que escribo, esto va dedicado a Ronald B. Knox quien rechazó mi oferta de dibujo y quería esta historia. ¡Esto va por ti!

Sin más, los dejo con la lectura.


Demons

Capítulo único

.


Cuando los días sean fríos y las cartas sean jugadas

Verás un lugar obscuro.

Es el retrato de un alma corroía por la culpa que nunca puede vivir…


Chris Redfield miró los papeles frente a él, observando los nuevos rostros que aparecían como era habitúan tras seis meses después de terminar el atentado bioterrorista ocasionada por el virus C y estaba en sus manos buscar a los nuevos integrantes del equipo Alpha.

Todos parecían ser personas impresionantes dados sus historiales implacables, e inclusive había un chico que amaba detonar cosas y usar explosivos con maestría. Otros manejaban cualquier tipo de armamento y varios manejaban cualquier trasporte sin importar la condición climática o el suelo. Todos esperando que se decidiera e formar el equipo completo. Pero para él todavía era demasiado pronto para suplantar cualquier rastro de los otros, a pesar haber asistido a la ceremonia de los caídos. Algo andaba mal con él ese día y prefería quedarse a terminar el papeleo que Jill había reclutado dos días atrás porque se había negado.

La puerta resonó, sin embargo, no apartó su mirada de las fotografías, sabía quién podía hacer y los motivos que tendría. La puerta se abrió dejando ver a dos personas familiares caminando hasta él y detenerse unos pasos adelante. Reconoció los ojos grises de Jill Valentine enfadada. Su cabello rubio amarrado en una coleta baja, usando un uniforme militar similar al suyo de un tono azul. Seguida de otra mata castaña con ojos claros que sonreía mordaz.

–Llevo más de una hora buscándote…– la rubia se apoyó contra la mesa. Oliveira resopló frustrado. Nada le agrada más que saberse dueño de su mal humor. Abrió la boca para contestar, pero ella lo impidió. –Con el tiempo te has vuelto alguien difícil de encontrar. Compañero.

Él alzó la ceja. Jill Valentine lo conocía de quince años. Sabía mejor que cualquier persona, a comparación de sus jóvenes reclutas donde podía estar sin esforzarse demasiado. No había cambiado nada en quince años a comparación de ella, que no se parecía nada a la mujer castaña y ojos azules de antaño.

–Ya me encontraste. – picó. –Entonces puedes irte ahora, agente Valente. Todavía tengo trabajo por hacer.

Esperó ver alguna reacción y funcionó. Jill odiaba que sus amigos la llamaran por su rango nuevo militar. Gruñó sin poder evitarlo y él cambió la visión hacia el hombre del lado izquierdo que se mantenía en silencio. –Oliveira. Si quieres mantener tu puesto te recomiendo ponerte a trabajar o Barry se quejará y no tengo el humor suficiente para soportarlos a los dos.

–Escucha bastardo. Si estoy haciendo esto es por ella. – apuntó. –deja de…

–Si continúan discutiendo realmente me enfadaré con ustedes. –interrumpió. Carlos masculló algo incomprensible. –Chris, él vino conmigo porque estoy preocupada por ti. – confesó sin rodeos. –ha pasado medio año desde China y todavía no tienes tu escuadrón completo antes del lapso permitido. Cuando volviste de Edonia estabas como loco buscando nuevos candidatos y Piers estuvo llamándome todos los días para mantenerte a raya.

–Jill…

–Entiendo que es normal sentirse afligido. –la rubia suavizó su ceño comprensivo. –Perdiste algo más que un simple equipo táctico. Ellos eran especiales ¿Verdad?

El castaño dejó de ver las fotografías para enfocarse en ella. Jill había dado justo en el clavo sin necesidad de usar demasiadas palabras. Barry incluso todavía intentaba adivinar el motivo de su frustración y seguía buscándole pieza a esa extraña calma suya. Pero la rubia era inteligente, más de lo que debería.

–No deberías preocuparte. Estoy bien. –repitió lo más calmado que pudo. Ella le apretó la mano.

–Últimamente sueles hacerlo seguido... – se inclinó un poco más hacia él. – ¿Somos compañeros no? Nuestro deber es seguirte hasta el final.

Capitán me quedaré contigo ¿Entendido?

Por mí está bien. Solo no te metas en mi camino.

Chris cerró los, recreando otra imagen dentro de su cabeza. En la cual Jill tenía un cuerpo fibroso, voz ronca, piel morena, ojos castaños y musculatura necesaria para la profesión. Como se esperaría de un soldado capacitado. Estiró la mano, tocando con la punta de sus dedos el contorno del mentón femenino. Jill no se incomodaría, tal vez supiera que estaba pasando por su mente y pensaba consentirlo hasta el final.

Capitán…

–Chris…

Ellos no tenían nada en común. Ella no era Piers Nivans, nunca lo seria. Pero se permitió ser egoísta y visualizarlo frente a él.

–Sé que ustedes son compañeros inigualables. – Interrumpió Carlos de la nada, devolviéndole su racionalidad. – sin embargo, ella es mi prometida ¿Recuerdas eso Redfield? No puedes tocarla a tu gusto solo porque te sientes melancólico.

Jill rió, tomando las manos masculinas de su compañero entre las suyas.

–Todo pasará tarde o temprano. Chris, y podrás superar su pérdida. – aseguró ella. Ninguno de los dos le prestó atención a un malhumorado Oliveira. – A Piers le hubiera gustado verte superar esta crisis, formar nuevos equipos y hacerlos sentir orgullosos de pertenecer a tu equipo. Hazlo por él, ambos te apreciamos demasiado.

Carlos desde su lugar alzó la ceja con toda intención de contradecirla. Chris Redfield le parecía una persona amargada por el pasado que había perdido demasiadas personas importantes para él, tanto que incluso ahora le sorprendía verlo de pie sin inmutarse. Seguramente Jill conocía mejor a Chris y viceversa, pero alguien más estaba clavado en la mente de su compañero de armas quisiera o no.

La culpa era voraz, destructiva y corrosiva.

–Jill, sigo aquí. – insistió el latino. Nadie le respondió. – Claro, ahora soy el futuro esposo ignorado por los dos amigos inseparables. Perfecto.

El soldado rodó los ojos. ¿Por qué simplemente no podía callarse?

–Gracias. Jilliam. – ella asintió. – Ahora enserio deben irse. Hoy es el último día para entregar la lista y escuchar a este infeliz decir cosas estúpidas ayuda poco a concentrarse.

–Genial. Solo debo tomar las maletas, salir por la puerta y no volver solo porque tú lo pides. –añadió mordaz pero después desistió. Al final de cuantas no estaba molesto con ninguno. Chris necesitaba el apoyo de Jill y sus compañeros.

Quisiera admitirlo o no. La muerte de Piers Nivans había causado más estrados en él de lo que estaba dispuesto a admitir.


Los meses pasan y la gente continúa

¿Cómo seguir cuando no hay nadie caminando contigo?

Si hay algo más peligroso que las balas

Es sin duda la soledad.

.


La terapia emocional era algo común entre los agentes después de cada misión. Su compañera, al llegar de África hablaba solo lo necesario y en ocasiones Chris podía hablar con ella en un rango no mayor de cinco metros. Como parte del protocolo le platicó sobre ir juntos a tratarla y aunque se había negado más veces de las necesarias bastó una mirada para recordarle que Jill no era una mujer frágil como pensaban los médicos que ansiaban tratarla contra el estrés postraumático. Por eso un día rompió todas las solicitudes y apoyó su idea de afrontar sus miedos hasta el final. Entonces no entendía del porqué Jill seguía insistiendo en tomar el mismo camino molesto pesar de negar la petición varias veces que la rubia extendía frente a él la papelería del psicólogo.

No era la primera vez que perdía un equipo. Hubo muchos antes, y el primer Alpha de su vida pereció a manos de Albert Wesker después de venderlos cual carnada en los STARS mientras los pocos sobrevivientes luchaban por salir con vida de una mansión infernal.

Señor. Si me permite opinar, está siendo demasiado renuente con la petición de la agente Valentine ante una cuestión razonable. –Chris frunció el ceño ante las palabras del soldado frente a él. Sus ojos castaños paralizaron su cuerpo e hizo todo lo posible no mostrarse enfermo ante el rostro del joven Piers Nivans que mantenía una pose tensa, los puños apretados y se replanteaba su bien emocional.

–No lo necesito. Piers. – respondió. Se dejó caer contra la silla, masajeándose las sienes durante el proceso sin detenerse a pensar porqué demonios estaba hablando con alguien que estaba muerto. Tal vez seguro fuera el cansancio o el llevar varias horas encerrado con el informe a medias que llenaba por cada misión. Sus nuevos chicos intentaban mantenerle el estrés al mínimo y aunque agradecía el cambio, ahora mismo la idea del psicólogo no parecía tan mala si con ello dejaba de imaginarse a su ex teniente recriminándole las cosas.

Incluso el comandante parece preocupado. Señor. opinó el joven cruzándose de brazos y suspiró. –Escucha. Todos aceptarán tu mal e intentarán apoyarte al máximo. No te preocupes capitán… Edonia solo fue un mal momento.

El soldado apretó los puños con impotencia. Sus recuerdos llegaban hasta aquella república como si él siguiera entre ellos, diciéndole las cosas que Piers habría dicho si estuviera ahí. De estar vivo.

–Yo…

¿Cómo van las cosas con los nuevos integrantes? –interrumpió Piers sonriendo suavemente. Él se encogió de hombros ¿Qué podía decirle? –Son personas eficientes. A Finn le hubiera encantado enseñarles cosas nuevas. El chico siempre quiso escalar alto.

No solo él. Chris también hubiera querido que Piers Nivans alcanzara la cima, verlo hacerse mayor y destacar hasta ser el mejor entre sus compañeros.

–Les falta entrenamiento. – confesó. –pero podrán marcar la diferencia si se esfuerzan. Aunque van a un paso lento comparado con ustedes.

El aludido boqueó en respuesta.

Entiendo. –suspiró. – Desearía poder capacitarlos, sin embargo, no soy tan bueno tratando con las personas. A veces puedo ser muy… extremista.

Algo dentro de él se quebró con tales palabras.

Antes de hablar la puerta se abrió y el soldado le prestó atención a la delgada rubia que traía consigo un ceño de molestia marcado. Se veía enfadada por alguna razón y no tenía ánimos para tolerarla cuando estaba de mal humor.

– ¿Interrumpo algo? – preguntó genuinamente confundida, tomando asiendo en la otra silla frente a su escritorio. Lo observó con ojos críticos. – ¿Chris, realmente estás bien?

–Si. En realidad, yo… – se giró hacia él sofá verde completamente vacío ¿Cuánto tiempo llevaba hablando solo, para variar? – Olvídalo.

Maldición. De verdad necesitaba ir a la terapia.

La rubia optó por cambiar el tema pues Chris se veía completamente intrigado y mejor sacó del bolsillo un sobre que dejó sobre la mesa. Él logró ver una invitación para la boda con rasgos rosados. Ese era el otro cambio, no solo había perdido a Piers, ahora también alguien importante lo dejaba atrás.

–Claire llamó esta para mañana. Piensa tener como acompañante a ese agente de la DSO con el cual sigues molesto por defender a una criminal. – la rubia miró al techo. –También invité a Sherry Birkin porque estoy de acuerdo con tu hermana en que debes aceptar a Jake…

Hizo una mueca.

–Eres tú quien se casará Jilliam. Puedes escoger tu lista de invitados sin consultarme. –resopló. –solo mantenlos lejos de mí y no habrá problemas.

Jill le puso la mano en el hombro, comprendiendo hacia donde se dirigían sus pensamientos. Sabía que ese joven seguía siendo importante para Chris en cualquier aspecto posible. Piers era el compañero de batalla perfecto, el amigo que lo mantenía a raya siendo paciente y cooperativo. Aquel hombre que seguiría a su lado como ella. Sin embargo, su amistad de años no se comparaba al apego que ambos tuvieron alguna vez, cualquiera fuera la relación entre amos.

–Chris. Formularé una pregunta y quiero absolutamente la verdad. – Jill respiró profundamente. – ¿Qué tan importante fue ese chico en realidad?

–Era tan especial... como un hijo.

E incluso más. Mucho más.

.


No te acerques mucho, está obscuro ahí adentro

Dicen que son tus actos, creo es el destino

Quiero proteger esa luz teñida de obscuridad

Sin importar cuantas veces tenga que escapar


Las bodas no eran nunca de su gusto. El exceso de desbordada felicidad le generaba dolor de cabeza y la música elevada ganas de irse a otro sitio. Pero Jill Valentine era quien se casaba, alguien que le había salvado el trasero incontables veces que negarse le pareció demasiado estúpido. Por eso lo soportaba todo, desde el traje nuevo con corbata roja, la colonia masculina innecesaria hasta saludar elegantemente a quienes lo saludaban por el camino. Barry y Rebecca parecían disfrutar la fiesta ajenos al mar humor del esposo de Chambers que no se molestaba en disimular.

Al menos no estaba solo soportando esa tortura.

Metros delante de su mesa Jill bailaba animadamente el primer baile de recién casado y Burton lo vio con una total muestra de desagrado. Casi instantáneamente recordó aquel lugar especial en el escritorio donde el pelirrojo le gustaba mirar cada que interrumpía en el cuartel. Estaba al lado de la computadora, repleta de varios cuadros y fotografías que representaba alguna parte de su vida. Había algunas fotos de Claire cuando tenía nueve años, otras haciéndose mayor. Más atrás algunas del pelirrojo sonriéndole animadamente a una Rebecca Chambers ataviada en un vestido blanco mientras intentaba apartarla de Billy Coen terriblemente cabreado. Todos viviendo tranquilamente antes de lo sucedido en Edonia.

Tras llegar de China le sorprendió encontrársela comprometida. Carlos Oliveira distaba mucho de ser el hombre ideal para ella. Era un antiguo criminal y dudaba que fueran a hacerse cercanos solo por ella o sus insistencias. Pero si Jill lo escogió para dar el paso final, entonces pensaba apoyar la decisión.

Señor. Usted siempre es demasiado protector si se trata de ella. ¿Se lo dijeron antes? –Chris sintió un tic en la ceja. Parpadeó, divisando a Piers sentado del lado derecho mientras giraba una copa de vino entre las manos. No lo miraba, pero estaba seguro que había un tinte divertido en su voz. –Procure divertirse capitán. Es la boda de su compañera.

Seguro pudiera hacerlo. Si estuviera entre ellos para sentirse a gusto.

– ¿Chris? –Rebecca le sonrió suavemente. –Luces algo distraído ¿Te encuentras bien?

No, pero tampoco lo diría.

Billy Coen bebió de golpe su copa, fastidiado.

–Sabes Rebecca. Esto es demasiado incómodo. – expresó rendido. Los amigos de su esposa eran demasiado raros incluso después de varios años conociéndolos. –Chris, por lo menos intenta fingir que te agrada.

A este paso terminarás preocupándolos. Señor. –Piers dejó la copa sobre la mesa. –Es agradable este lugar, aunque ser felices a costa de otros siempre es duro.

Chris Redfield cambió su mirada hacia las otras mesas. Sherry Birkin conversaba animadamente con Claire, que vestía un elegante vestido azul turquesa mientras Jake Muller murmuraba cosas que no lograba escuchar. Leon Kennedy del lado de la Birkin mantenía una pose neutral y asentía ocasionalmente para tenerlos conformes.

Chris… ¿Temes tanto contestarle al muerto o solo no puedes quedar como el idiota que se está volviendo loco?

Nunca. Era alguien orgulloso, dejarse llevar por la debilidad sonaba tan estúpido, pero no imposible. Edonia había sido la prueba viviente de ello; bebió de golpe y sintió el alcohol traspasarle ardiente la garganta. Tan amargo, perfecto para deshacerse de los malos recuerdos hasta perder el conocimiento.

La mente humana jugaba bromas muy crueles.

Estaba a punto de rellenar la botella cuando las manos de Barry le impidieron seguir.

–Chris. Bebe despacio. – aconsejó con tono autoritario. Él le quitó la mano y se sirvió otro. –Chris…. Recuerda que todavía estás propendo a recaer en….

El soldado golpeó la mesa. Estaba hastiado hasta de sí mismo. Sabía que un par de copas excedían el límite autoimpuesto para mantenerse sobrio, más no era algún estúpido chiquillo que no sabía tomar decisiones. Demonios, tenía cuarenta años y uno de los fundadores contra el bioterrorismo ¿Por qué todos seguían viéndolo como un maldito ser indefenso?

Salió del lugar sin importarle nada. Necesitaba aire, otra dosis de alcohol y horas extras en cama. Así nadie lo molestaría.

Sin Piers ya nada tenía sentido…


Cuando las luces se apaguen todos los pecadores se arrastrarán

Ellos cavarán tu tumba y la máscara vendrá gritando a

Reclamarte los errores que has hecho


Llevaba varias semanas evitando ver a Barry desde lo ocurrido en la boda y Jill le había marcado incontables veces todos los días que a veces escuchaba el sonido del teléfono resonando mientras él seguía trabajando sin parar entre filas de papeles y con sus nuevos soldados esperando pacientemente su regreso al trabajo de campo, pero no sentía la necesidad de hacerlo por el momento. Ninguno tenía las características de Piers Nivans cuando era joven y él lo había encontrado como un cadete militar sin terminar el entrenamiento militar.

Escuchó el sonido de la puerta abriéndose bruscamente. Chris entrecerró los ojos, firmando la papelería pendiente tras el enlace matrimonial y todavía no hablaban formalmente sobre su partida antes de tiempo. Seguramente ese fuera el motivo por el cual esa misma mujer había entrado sin tocar. En cambio, se sorprendió al ver a Carlos Olivera quitarle la papelería.

– Es molesto ver al Chris Redfield que tanto defiende Jill, convertirse en esto. – señaló Carlos dando vueltas en círculos alrededor de él, como si su sola presencia resultara perturbadora. – tal vez ella no quiere verlo porque te estima demasiado. Pero soy yo quien luego une sus pedazos rotos. Infeliz

Ella lo seguirá, incluso aún si él está enfadado. – señaló Piers nuevamente sentado en sofá. Observando ceñudo a Carlos. –Si la alejas de los suyos y la hundes contigo no habrá nadie para mantenerlo cuerdo, señor.

Chris apretó los dientes. Si Olivera pensaba golpearlo estaba en todo su derecho por consumir toda la preocupación de Jill, pero no era culpa suya. Esos pensamientos alojados en la cabeza le estaban carcomiendo la razón, con ese fantasma revoloteando por todos lados y recordándole que nunca volvería.

La opción acertada era la terapia. Necesitaba olvidarlo, deshacerse de esos recuerdos infernales y sin embargo algo a dentro de él se negaba rotundamente a la idea ¿Masoquismo? Que mierda importaba-

Realmente aprecié los momentos que vivimos capitán. – Piers se levantó y estiró la mano sin llegar a tocarlo. – Nuca tuve la oportunidad para confesarle esto. Pero yo, realmente…

– Basta… – bramó, cubriéndose los oídos con las manos. Oliveira observó incrédulo. – Con un demonio, sal de mi cabeza…

–Chris, tranquilízate – el latino se acercó y le agarró el hombro dudoso. Mierda, si Jill se enteraba que lo había arruinado hasta el fondo era hombre muerto. – Oye, tampoco es…

Debería aceptarlo. Fue alguien especial, capitán ¿Por qué batallar contra sus propios sentimientos? No tiene mucho sentido si estoy muerto, de todas formas.

– ¿Estás bien? – ignoró las palabras del agente. – ¡Chris, reacciona!

Admítelo…

La cabeza le dio vueltas. Lo quería ahí, como algo, cualquier cosa, pero vivo.

Todo estaba mal. Muy mal.

Intercambio equivalente. Tu vida a cambio de la mía, así de complicados son los sentimientos profundos Chris…

Salió y dejó a Carlos preocupado. Si las disculpas mentales no solucionaban, entonces iría a la fuente del problema.

Visitar la tumba que se negó a ver era un gran paso.

Aceptación, apreciación y pérdida.

Todo había salido en ese orden.

Por ende, debía comenzar por hacer las cosas como eran.

Y lo primero: Decir adiós.


Vamos, no te dejes caer por el pasado

Si te dan ganas de salir y no volver, hazlo.

Toma las maletas. Ilumina tu vida

Siempre habrá alguien que te sepa comprender

.


Nunca había querido a alguien más allá de la camarería. Jill, Barry y Rebecca eran otra cuestión indiscutible por ser las personas que cuidaban su espalda. Sus compañeros de Raccoon y amigos de media vida.

Entender cosas mundanas como amar, apreciar o querer no estaba bajo el régimen militar, menos cuando todavía quedaban muchas cosas pendientes y una lucha contra el bioterrorismo. Era irónico que aquel mismo factor fuera quien lo hubiera llevado directamente hacia él. Piers Nivans destrozó cada uno de sus sentidos hasta colarse dentro de lo más profundo de su mente, destruyendo cada muro imaginario que él había colocado para no dejarse llevar por sentimentalismos absurdos

Piers le había brindado apoyo durante la muerte de Finn y Marco.

– Siempre supe que estarías aquí. – habló Jill suavemente del lado izquierdo, con la mirada fija en las tumbas de aquellos hombres perecidos durante el dos mil trece. –realmente no hemos cambiado nada, compañero.

–Lamento mi comportamiento en tu boda. Fui un imbécil. – se disculpó. Nunca admitía ese tipo de errores pero ese era otro tema que debían dejar atrás. – No me gustan la mayoría de tus amistades e invitaste a…

–Tuve que hacerlo. Lo sabes bien. – interrumpió ella, suavizando sus facciones. –No tuviste contacto alguno con Jake y te negaste a estar en la misma mesa de Kennedy. – Jill suspiró. – hiciste una escena para luego dejar a tu compañera de armas en el día que más necesitaba tu compañía. Y para olvidar realmente el asunto, necesito que me digas porqué lo hiciste. Quiero la verdad.

–Estoy lidiando con unos inconvenientes personales que me están volviendo loco. – tragó grueso. Era más difícil de lo que parecía. – yo….

– Te entiendo… – murmuró ella, deteniendo sus ojos en la tumba del teniente. –Es gracias a ese joven ¿Verdad?– el abrió la boca y ella siguió. – te dije una vez, tú no puedes mentirme. Nunca serás diferente para mí aún si tienes esos sentimientos. Puede que Barry y a Rebecca les tome tiempo, pero para eso somos los compañeros. Te apoyaré hasta el último momento de mi vida.

Él sonrió. El Piers imaginario frente a él pareció satisfecho con las palabras de Valentine.

–Haces sonar como si tuviera un sentimiento profundo – exhaló. Sintiéndose en paz, después de mucho tiempo. Le sonrió divertido a la rubia. –Una cosa es hablar sobre sentimiento, pero hablar de amor a nuestra edad suena estúpido e infantil.

– Nunca dije algo parecido. Chris. – sonrió ella y lo abrazó. – Tal vez ahora sea demasiado tarde Chris. La próxima vez asegúrate de querer a alguien y decirlo antes de perderlo. Si te sirve de algo, siempre que apreciaré así como eres.

Muchas gracias. Capitán. – habló el Piers imaginario de la nada, captando su atención. Agradeció en silencio que Valentine estuviera de espalda o se preocuparía. –No tuvimos el lugar ni el momento adecuado. Incluso nunca sabremos su pudo hacer funcionado o no, porque la vida es así de injusta. Pero volveremos a encontrarnos algún día, así que mientras eso pasa asegúrate de cuidar a las personas que se preocupan por ti. Y recuerda, si los tienes a ellos nunca estarás solo…

Lo vio distorsionarse frente a él, volviéndose pequeños fragmentos borrosos hasta finalmente desaparecer. Miró el cabello de rubio de Jill, todavía entre sus brazos y afianzó el agarre de su cintura, como un niño perdido que al fin comprendía la realidad. Se separó, los ojos grises de Jill lo miraban intensamente. Era una promesa, se mantendría firme hasta que consiguiera otra persona igual a Piers en todos los aspectos posibles. Y, tal vez, algún día podría comenzar desde cero algo parecido a una relación normal sin ataduras.

Algún día, dejaría el tabú prohibido para poder tener el alma en paz.

– ¿Jill?

Ella le acarició los hombros.

– ¿Sí?

–Gracias…


Y aunque esto es por ti, no puedo esconder la verdad

Cuando sientas calor, mírame a los ojos

Ahí es donde mis demonios se esconden.

Aquellos que destruyen, arruinan y renacen de las cenizas


Miró una vez más al hombre frente a él levantar una pistola semiautomática y desarmarla con ayuda de los instrumentos sobre la mesa en tan solo cuestión de tres minutos, algo impresionante. El chico rubio en cuestión apenas rozaba los treinta pero conservaba un tinte de juventud en sus ojos azules como seguro él habría tenido a su edad, a pesar de que ahora ya era una persona entrando a sus cincuenta años seguía entrenando jóvenes sin descanso alguno, buscando entre ellos aquel que cubriera los estándares de Piers al pie de la letra y por fin lo había conseguido.

– ¿Señor? – el rubio lo miró expectante desde su lugar, rígido. – capitán. Si me he equivocado en esto por favor dígamelo. Quiero mejorar para estar a su nivel.

Chris asintió sin dejar de observarlo. La tonalidad de su piel pálida, sus ojos azules y el tono de su voz no eran nada parecida a las del hombre dormido en alguna parte. Y aun así sonrió, sintiendo como las piezas parecían encajar.

–Estuvo bien Johnson. Parece que tendrás el título de teniente pronto. – le palmeó la espalda. – si te esfuerzas, también podrás ser mi mano derecha en el futuro.

Los ojos azules del soldado brillaron.

–No se preocupe capitán. Estaré con usted hasta el final.

Chris abrió la boca para responder cuando escuchó una voz tras él. Barry Burton llegó con una fotografía entre sus manos, se la dio y él bajó la mirada para verlo.

–Lo encontramos. – Barry sonrió triunfante. – Por fin lo hicimos.

Johnson curioso alzó la cara intentando ver la imagen. Se encontró con la figura de un hombre lleno de muchos cables, aparatos y dentro de un contenedor.

– ¿Capitán? – preguntó confundido. Él cerró los ojos y sonrió.

Si. Al fin podían encajar.

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Y bien, eso es todo. Ronald, espero que te haya gustado porque el primero que escribo de este pairing y no sé, todavía me cuesta asimilarlo xD pero en fin, también recuerdo tu odio hacia Jill, pero la necesitaba para la trama.

Como sea, comentarios críticas y/o amenazas de muerte son bien recibidos.

Un saludo, se me cuidan.

Fatty Rose Malfoy.