CAPÍTULO 1 - HUYENDO
Era una mañana cualquiera cuando Orochimaru entró a una gran mansión arrastrando tras de sí una chica de largo cabello blanco.
La chica se había negado a moverse de su apartamento y, sentada en el suelo, su tío le agarró por el cuello de la camiseta, arrastrándola por las frías baldosas del edificio, hasta llegar al coche.
Una vez llegados a su medio de transporte, Orochimaru, tuvo que luchar contra la pequeña escurridiza hasta sentarla en la parte trasera, donde estaba instalado el seguro para niños así que no podría saltar a mitad del trayecto, y abrocharle el cinturón de seguridad. Probablemente, cualquier persona normal, al llegar a ese desafortunado destino, habría parado de luchar contra lo imposible pero ella no, ella había seguido peleando con el azabache y ahora estaba, de nuevo, sentada en el suelo con piernas y brazos cruzados mientras su tío la arrastraba hacia el interior de la mansión.
Irrumpió en la casa sin llamar siquiera a la puerta y provocó que el eco de un gran estruendo se repitiera por el largo pasillo de piedra.
- ¡Ya vale Akira! ¡Deja de comportarte como una cría pequeña! - exclamó exasperado el amante de las serpientes.
- NO quiero. - contestó testaruda.
Se cruzó de brazos e hinchó los mofletes en un gesto que dejaba claro su grado de madurez.
Su tío se masajeó el puente de la nariz.
- Sé comprensiva de una vez. - suplicó cansado.
El sonido de las pisadas sobre las baldosas de mármol resonaba a lo largo del pasillo acompañando, rítmicamente, la habitual discusión que se producía cuando el pelinegro tenía que desempeñar su rol de niñera y traer a su infantil sobrina a casa.
- No puedo serlo cuando me has quitado el libro que leía. ¡Estoy traumada! - exclamó remarcándolo con un gesto de sus brazos - ¡Me he quedado a mitad de la batalla y no sé si Luke sigue vivo! ¿!Sabes la de paros cardíacos me han dado por sus casi muertes?! - preguntó indignada.
Orochimaru rodó los ojos e, inmediatamente después, soltó el cuello de la camiseta dejando a Akira en el centro del salón.
- Seguro que acabas superándolo.
Como todas las veces que te enfadas, molestas, enamoras, irritas, entristeces, alegras, emocionas, estremeces, regañas, lloras, fantaseas, deseas y/o sufres en un cuestionable silencio por uno de los otros tantos personajes ficticios. - masculló él en su mente.
- Claro, después de una larga rehabilitación. - exageró.
Hizo una pausa en la que su expresión, paulatinamente, adoptó una mirada de frustración.
- Si esta vez no muere prometo que voy y lo mato yo misma.
Orochimaru ya había alcanzado su tope después de haber arrastrado a la obsesa por los libros de su sobrina durante un recorrido de cuarenta minutos que debían haber sido diez pero se habían convertido en cuarenta por el excesivo y devastador tráfico.
- ¡Jiraya baja de una vez! Si tú hija sigue así seré yo quien la asesine.
En ese momento, entró por una humilde puerta de madera - nada que ver con el resto de arquitectura gótica que rebosaba el lugar - situada en un extremo del majestuoso rellano, una rubia de ojos verdes y aspecto despampanante.
- Habría sido mejor que la dejaras acabar su libro. Es tu culpa por impaciente. - exclamó una mujer irritada.
Cerró la puerta tras de sí ocultando la masa verdosa que cavilaba por toda su gama y patrones.
La mujer guardaba un aire joven a pesar de lo que dijera su carnet de identidad, especialmente, cuando iba algo desaliñada. Eso, claramente, solo ocurría tras varias horas en el invernadero. Llevaba un sombrero de paja viejo, un delantal manchado de tierra y unos guantes maltrechos de jardinería llenos de pruebas que hacían evidente el hobby de la mujer, las plantas, lo que había derivado de su amor por la medicina. Por uno de los bolsillos del delantal sobresalían unas hierbas de hojas puntiagudas que guardó completamente al desprenderse de los guantes.
A la peliblanca se le iluminaron los ojos.
- ¡Tía Tsunade! ¡Cuánto tiempo! Dime, dime ¿Has leído Cazadores de Sombras? ¡Está muy interesante! - dijo Akira con una sonrisa de lado a lado y una emoción palpitando en su interior.
Tsunade se acercó a la pareja.
- Niña, no estoy ahora para hablar de eso. - desechó la rubia llevándose una de las manos a la frente en un gesto de cansancio.
Akira le miró extrañada.
- ¿Eh? ¿Qué es lo que pasa?
- Tú padre, cariño, él sigue siendo un despreocupado y no hace las cosas cuando debe hacerlas. - se lamentó exasperada volviendo a mirarla y bajando la mano.
La joven de largo cabello blanco y ojos rojos la miraba sin comprender.
- No entiendo porque estás ahora así, si siempre lo ha sido.
- Vaya, me encanta cuando dos preciosidades hablan de mí. - una voz masculina sonrió sarcástica por detrás del grupo.
Tsunade se volteó a ver a Jiraya y le dio un capón.
- No me hables así en un momento como este. - rechinó.
Ajena al tono de su tía Tsunade Akira sonrió feliz de alegría cuando vio a su padre tras una semana de soledad.
- ¡Papiiiii! - gritó con voz aniñada.
La más joven se abalanzó contra el escritor y ambos peliblancos cayeron al suelo entre risas.
- Ya tienes 18 años no puedes comportarte como una niña .. - dijo su padre con voz cariñosa.
Se sentaron en el suelo.
- Tsk - resopló la joven - tú tienes muchísimos más y sigues siendo un pervertido despreocupado soñador.
Tsunade estalló en risas mientras al peliblanco se le marcaba una venita en la frente.
- ¡Tu hija te conoce viejo gruñón! - exclamó la ojiverde sin poder evitar una sonrisa divertida e intentando controlar su risa.
- Tenemos que darnos prisa, no queda mucho tiempo. - Orochimaru contemplaba la escena impaciente.
Las expresiones de los restantes "adultos" se tornaron serias con una mezcla de preocupación que se notaba en el ambiente.
Akira no encontraba la explicación para que aquellas 3 personas estuvieran tan preocupadas. ¿Qué podría hacer que un brillo de inquietud se instalara en los ojos del jefe ambu quién daba más miedo que la mayoría de los presos? ¿Que podría hacer que su padre, quien era escritor y dueño de una de las editoriales más grandes del mundo, capaz de (cuando se lo proponía) convertirse en una pesadilla, se tensara y la mirara como si fuera la última vez?¿Qué podría preocupar a la ministra de educación quién mantenía a raya a los dos animales anteriores?
Cohibida por el ambiente que se respiraba decidió preguntar.
- ¿Qué .. qué está pasando aquí?
Su padre la miró entristecido. Siempre era igual. Estaba cansado de lo mismo, Cada vez que podían reencontrarse otra vez, la mujer de sus pesadillas aparecía sin importarle nada y arrasaba esos momentos de felicidad. ¿Es que no le bastaba con lo que había provocado en el pasado? ¿No estaba satisfecha?
- Akira ... - habló Jiraya - ... tenemos que hablar ...
A la peliblanca se le cayó el alma a los pies. Su padre solo decía eso en dos ocasiones; la primera, para cuando decidían el tope máximo que podía comer chocolate; y la segunda, cuando hablaban sobre su madre y todo lo que ella había hecho en el pasado que seguía teniendo su presencia hasta ahora.
No creía que esta fuera una ocasión para hablar de chocolate aunque lo deseaba con todas sus fuerzas, deseaba que de repente su padre le diera un coscorrón en la cabeza y le regañara por haberse comido todas las existencias de dicho manjar (cosa que había hecho) y que la castigara sin él, como tantas veces en el pasado. Realmente lo deseaba pero solo era eso, un deseo.
- Ya sabes, lo que tú madre ... hizo ... - intentó suavizar la situación no especificando más - han surgido, algunos problemas ... tenemos que esconderte ... sino ...
- Ya lo sé ...
Ella contemplaba las baldosas de mármol pulido.
Como todas las veces anteriores, sus ojos rojos brillaron por la ausencia de vida, inanimados, vacíos. Eso era lo que la mujer que le dio a luz le había dejado.
- Conozco a unas personas que te esconderán. Son antiguos presos que se han reconvertido - en la última palabra se pudo percibir cierto grado de sarcasmo - ... por lo menos tu madre, ni nadie de su grupo te buscará allí - dijo Orochimaru de pie, tras de ella.
- ...
- Vamos pequeña, anímate, no será por mucho tiempo esta vez ... - intentó consolarla Tsunade.
-...
Jiraya se derrumbó al ver el rostro inexpresivo de su amada hija. Sabía que no podía seguir así, lo sabía, sin embargo ...
- Mi niña ... lo siento mucho ... yo, es que ... no sé que más hacer ...
No pudo acabar por que Akira le abrazó mientras las primeras lágrimas rodaban por su rostro. Algo que no era capaz de aguantar era que su padre llorara de impotencia y culpa por algo de lo que él no era responsable. Aunque a veces, debía admitir, le producía cierto sentimiento de alivio ver que alguien exteriorizaba lo que ella no podía sentir. La situación en la que se encontraban no le causaba tristeza, no podía, no se sentía frustrada, no sabía que era, solo experimentaba el inmenso vacío de su interior que su madre le había dejado en legado.
- No te disculpes ... - dijo con voz monótona - estaré bien ...
Jiraya le correspondió al abrazo y la estrechó fuerte entre sus brazos. Le dolía haber dado una vida así a su única hija, no quería hacerla sufrir, no quería alejarse de ella pero su madre ¡la maldita de su madre! le obligaba a tener que esconderla haciendo que su querida Akira no pudiera gozar de una vida más normal.
Horas más tarde se encontraba en una explanada en medio de ninguna parte sin nada más que una mansión en ruinas.
Bajó del coche esta vez por sus propios medios, no tenía ganas de pelear, con ese tema se había dado por vencida. Llevaba toda su vida huyendo de su madre, pero por más que corría no podía librarse de sus propios ojos. Ojos rojos, tan rojos como la sangre, sangre que veía en todas partes y que le recordaban a su madre cada día. Por esa única razón, en su casa no había espejos. Desde pequeña los odiaba y, cuando un día comenzó a romperlos llenándose de cortes, desaparecieron de la casa. En su apartamento ni siquiera se habían molestado en colocarlos.
Su tío la había acompañado ya que ni Tsunade ni Jiraya podían ser relacionados con aquellos "ex-criminales". Las atrocidades que cometieron en un pasado no podían ser borradas tan fácilmente, y una ministra de educación y un editor de prestigio no podían permitirse el lujo de tener rumores de unas posibles conexiones con el grupo criminal. SIn embargo, el jefe ambu podía perfectamente salir ileso de las miradas acusatorias.
- Akira - la llamó su tío, deteniéndose para mirarla - Quiero que tengas cuidado. Estas personas tienen cargos de asesinatos, violaciones, extorsiones, narcotráfico y contrabando de chicas entre otros.
La joven lo miró rendida ante su destino y divertida por la situación.
- Gracias por traerme aquí, parece muy acogedor. - sonrío distraída.
Orochimaru siguió observándola, indeciso.
- Recuerdas lo que te ensañamos ¿verdad?
¿Había percibido ansia en sus palabras? Percatarse de la preocupación de su tío hizo que su corazón se sintiera cálido. No todos los días podías ver como su coraza se resquebrajaba.
- Claro, lo tengo grabado. - afirmó serena.
Desde que recordaba había sido entrenada para defenderse contra enemigos, huir sin dejar rastro y, en caso de emergencia, ser una mortífera arma humana. Uno de los privilegios de ser la sobrina del jefe ambu. Aunque a veces, debía admitir, deseaba que nunca hubiera aprendido, solo a veces se imaginaba que no era un peligro para los de su alrededor y que se podía controlar en vez de dañar a los demás.
- Bien - asintió aliviado - Porque no son personas con las que puedas confiar. Aunque digan que se arrepienten o todas esa chorradas ... - frunció el ceño - Escúchame - le agarró por los hombros - NI. SE. TE. OCURRA. FIARTE. ¿me oyes?
Asintió con la cabeza.
En cuanto se separaron siguieron caminando por el caminito de tierra. A pesar del aspecto destartalado de la vieja mansión, ésta desprendía un aura atrayente, mágica, rodeada por un extenso y frondoso bosque, salpicada por innumerables flores y hierbas salvajes, con los pájaros como único sonido, alejada unas 2 horas de la ciudad y sin vecinos en kilómetros a la redonda.
Al darse cuenta del aislamiento en el que se encontraba no supo si reír o darse de veces contra una pared.
Genial - pensó Akira - así si me matan nadie oirá mis gritos llenos de maldiciones.
Llegaron a la entrada de la casa. La puerta de ésta era imponente, hecha con pesada madera, tan alta que en comparación te inundaba una sensación de garbanzo. Pero lo que más llamó la atención de la joven fueron unas talladuras en la superficie pulida de la madera, líneas curvas se contorsionaban y doblaban, subían y bajaban, se superponían y separaban creando un intrincado cuadro. Se alejó un poco de la puerta y se sorprendió cuando descubrió la bella similitud con una enrevesada planta trepadora.
Llamaron a la puerta pero nadie contestó.
- Espera aquí un momento. - le ordenó Orochimaru con una actitud sombría.
Orochimaru abrió la enorme puerta y entró sin inmutarse. Caminó atento a cualquier movimiento a través del polvoriento y oscuro pasillo hasta que llegó al salón, la habitación más grande de la casa. No habían grandes diferencias, estaba igual de maltrecho que lo que había visto hasta ahora de la casa; una atmósfera pesada llena de polvo, telarañas a montones, las paredes resquebrajadas y con grandes manchas de húmedad, muebles rotos como si hubiera habido una pelea hacía poco. En el centro de la estancia habían dos sofás enormes que ocupaban la mayoría del espacio, una mesita baja - o debería decir, palees amontonados - estaba en medio del cuadrado que formaban y en el fondo, colgada de la pared, una pantalla de plasma se mantenía apagada desde que la 2compraron". Una lámpara de araña con miles y miles de cristalitos se alzaba majestuosa en el centro de la estancia y allá por donde mirabas veías plantas, plantas y plantas.
- Salid, sé que estáis aquí. - dijo el oji-amarillo con un tono de voz impasible.
Pasaron unos segundos en el que nada ni nadie se movió de su sitio pero finalmente varios individuos salieron a escena.
- ¡Vaya! si es nuestro querido amigo Orochimaru. - habló un peliazul que inmediatamente arrugó la nariz. - apesta a serpiente.
- No eres bienvenido aquí. - recalcó un rubio a su lado.
El mencionado dirigió su mirada a lo alto de las escaleras y sonrío diabólicamente.
- ¿No? Qué lástima puesto que tengo unos informes que declaran que seguís con vuestros asuntos delictivos ... - ensanchó su sonrisa - con una sola llamada tendría la casa rodeada.
- Entonces solo debemos evitar que toques el móvil - sentenció un pelinaranja que aparecía por una de las puertas que desembocaban en la sala de estar.
Orochimaru lo miró desafiante y despreocupado de igual manera. Era la expresión del que ya ha ganado una partida antes siguiera de empezar.
- No serviría de nada, mis subordinados tienen órdenes de arrestaros en caso de que no regresara en un máximo de ... -se miró el reloj - media hora.
Poco a poco todos los criminales habían salido de sus escondites y ahora lo miraban con desprecio, por sus mentes aparecían diferentes posibles formas de asesinarlo pero no podían mover ni un solo dedo. Esta no era la primera vez que el pelinegro los tenía acorralados y querían acabar con ello antes de que se volviera una costumbre para la serpiente humana.
Orochimaru estaba disfrutando de la situación.
- No os pongáis así, he venido para deciros que voy a borrar todos los nuevos informes.
La desconfianza se acentuó en los corazones de los criminales. ¿Borrarlos? ¿Por qué haría algo así el jefe de los ambu? Ellos no eran cualquier banda criminal.
- ¿Qué es lo que quieres Orochimaru? - preguntó un pelinegro de ojos igualmente negros que, despreocupadamente, se sentó en el desordenado sofá.
El visitante sonrió.
- Siempre tan perspicaz Itachi. - miró a todos - Lo haré con una condición, quiero que dejéis quedarse aquí a una persona que necesita salir del mapa durante un tiempo.
- ¿Sólo eso? - exclamó la única chica presente. Tenía el pelo azul decorado por una rosa del mismo color.
- Solo eso, no hay trampa. - abrió sus brazos indicando sus buenas intenciones.
Al tiempo se oyeron unos pasos de alguien que se acercaba desde fuera. Una chica de largo pelo blanco venía caminando distraídamente, mirando su alrededor sin percatarse de las personas que la observaban.
- Tío ¿ya puedo entrar? es aburrido estar sola sin nada que hacer excepto contemplar una puerta abierta.
Orochimaru se giró sorprendido.
- Akira .. - susurró.
Mientras, ella seguía mirando a su alrededor cautivada por la decoración tan estrambótica que recordaba a la típica mansión encantada en la que ocurren todo tipo de sucesos inexplicables.
- ¿Tengo que esperar mucho tiempo más?
Su tío cerró los ojos momentáneamente cuando se frotó la sien.
- No calla ... - suspiró el oji-amarillo.
Akira estornudó por culpa de una telaraña. Con el torso de la mano se limpió la nariz y prosiguió con su embobamiento en el estado maltrecho de la casa.
- Por lo menos devuélveme el libro aún tengo la curiosidad de si Luke ...
Cuando centró su vista en la escena se quedó la contemplando durante unos segundos sin reaccionar . Diez hombres y una mujer la estaban mirando fijamente desde diferentes posiciones en el gran salón.
- ¡Kyaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
El grito agudo cortó el tenso ambiente y el desconcierto invadió a todos por aquella emoción y excitación pues no se había detectado miedo en él.
La joven se dirigió a su tío con demasiada energía renovada.
- ¿Por qué no me dijiste que iba a quedarme con los Akatsuki? ¿Eh? ¿Eh? - dijo feliz.
Orochimaru parpadeó confuso.
- ¿Los ...conoces?
Ella lo miró con entusiasmo y asintió.
- ¡Claro! ¿Y quién no? ¡Encabezan la lista de los criminales más sexys! - dijo con expresión soñadora al recordar las fotografías en el ranquin. Casi se le cae la baba.
- ¿Hay una lista de los criminales más sexys? - preguntó Orochimaru levantando una ceja.
-¡Claro! ashjadfhlrevlerylearylar - casi le da un cortocircuito mental - SasoriDeidaraItachiYahikoNagatoTobiZetsuHidanKakuzoKisame - dijo rápidamente sin trabarse y sin siquiera respirar. Paseó la mirada por todos mientras pronunciaba sus nombres.
Los nombrados la miraban con una mezcla de sorpresa e incomprensión. No sabían muy bien como actuar ante una ¿fangirl? Algunos se miraron entre sí en busca de ayuda pero estaba claro que eso era la primera vez para todos.
Orochimaru se volvió hacia su sobrina.
- Recuerdas sobretodo que son asesinos y violadores. ¿verdad? - dijo preocupado y remarcando "sobretodo", "violadores" y "asesinos".
Ella ya no estaba en este mundo sensato, había cogido unas vacaciones a macizolandia sin ticket de retorno.
-Sí, sí, lo que tú digas. - las babas volvían a aparecer.
El jefe del ambu suspiró.
-No cambia. - dijo para si - Es hija de su padre al fin y al cabo. - seguía hablando consigo mismo.- ¿Sinceramente, qué esperabas? - tras su reflexión se dirigió hacia los criminales inexpresivo - Bien, esta es Akira y es quien tiene que quedarse aquí, iré a por sus cosas.
Dio media vuelta pero antes de marcharse alguien demandó su atención.
- Espera, no hemos aceptado. - replicó Nagato, un chico que cuyo pelo rojo tapaba la mayoría de su rostro.
Irritado el amante de las serpientes, no con ellos sino con ella, miró al susodicho con ojos fulminantes.
- Es ella o vuestro arresto. Elegid. - dijo cortante.
Desde el sofá se escuchó una risa seca.
- ¿Vas a dejar que continuemos con nuestros asuntos hiriendo a muchas personas por una chica? - preguntó Itachi escéptico.
No respondió inmediatamente.
- Haría lo que fuera por ella - les dedicó una mirada intimidante que más bien parecía la de una serpiente con ansias de matar - Si le tocáis un solo pelo os la veréis conmigo.
La escena hubiera quedado de película si no fuera por una chica hiperactiva que estaba en el séptimo cielo ahora mismo.
- ¿Así que de verdad me voy a quedar? ¡Qué bien, que bien, que bien! - daba saltitos mientras hablaba - ¿Cual es mi cuarto? ¿dormimos todos en la misma planta? -preguntó con la baba amenazando - Oye, ¿no tendré que cocinar verdad? La última vez que lo intenté explotó así que no es muy recomendable. Esta es la primera vez que me ... - cayó desmayada entre los brazos de su tío.
El grupo se quedó contemplando a la pareja.
- ¿Qué le has hecho a la pequeñaja? - preguntó Hidan, quién en esos momentos iba sin camiseta.
Suspiró.
- Cuando se pone así no hay quién la aguante.
- Es peor que Tobi. - dijo asombrado Zetsu.
- Aah Zetsu-san no seas malo. Tobi es muy bueno. - dijo el pelinegro.
- ¿Nos puedes enseñar a hacer eso? - preguntó Hidan con una mirada lasciva.
- Ni en tus sueños, pervertido. ¿Quién sabe que le haríais a mi pobre sobrina si os enseñara a hacer esto? Mejor la aguantáis. - se detuvo un momento. - Suerte.
A todos les resbaló una gota por el último comentario.
