Sakura corría con todas sus fuerzas, que no eran muchas. La herida en la espalda había dejado un rastro de sangre abundante y era casi imposible que el enemigo no lo siguiera.
Maldito Mogi. El encargo había resultado ser mas peligroso de lo que había esperado, o Mogui le había ocultado información. Necesitaba el dinero pero esa alimaña sabía que solo aceptaría trabajos fáciles, sin riesgos, y la había engañado. Ya se cobraría la diferencia con intereses. Si le apretaba lo suficiente el gaznate, podría incluso comprarle a Sakumo unas botas nuevas para el invierno.
La kunoichi se detuvo de repente. La habían alcanzado. Estaba rodeada aunque ellos aun no lo sabían. Despacio se agachó y se apoyó en el árbol rechinando los dientes. La espalda le quemaba y empezaba a perder el conocimiento. Su cuerpo estaba tardando demasiado en purgar el veneno. Si se desmayaba en esos momentos estaría muerta. Y su hijo, también.
Sacudió la cabeza intentando despejarse y afinó el oído. Realizó un clon de sombra. Ésta se hirió en el brazo con un kunai y la sangre brotó en abundancia. Empezó a correr manchando los árboles a su paso. Parecía que iba a tener suerte. Los cazadores de la Arena mordieron el anzuelo y pasaron de largo. Anular tanto el chacra en esas circunstancias para no ser descubierta era arriesgado, mas aun cuando cuando ya tenía la vista en blanco. Aun así, se dejó caer en el suelo y apoyó la frente en las rodillas. Mientras los escuchaba alejarse, se preguntó si Sakumo se asustaría al despertarse solo por la mañana.
…...
Humedad. Orín. Bilis.
Sakura despertó con esos olores perforando su cerebro por la nariz. O creyó despertar.
El camastro mojado. Los gritos de las mujeres. El hambre doblándola por la mitad. Los barrotes.
Cerró los ojos con fuerza. La nueva droga le provocaba continuos vómitos. Y la sensación de no tener el control de su cuerpo. Abrió los ojos para no ver nada. Oscuridad absoluta.
La soledad era lo que mas dolía. Saber que estaba sola, para siempre, sola. Su deseo de vivir había muerto al menos hacía dos meses. No lo sabía con claridad. Era difícil distinguir el día de la noche. De noche las mujeres gritaban menos y lloraban mas, pero no era una regla exacta.
A pesar de todo y de ella misma, era testaruda, y aun no habían doblegado su voluntad. Las torturas, las violaciones, los experimentos deberían haber hecho mella en su espíritu como lo habían hecho ya en su cuerpo. Aun tardaría un mes mas en darse cuenta por qué.
…...
Sakura despertó con los primeros rayos del alba y una calidez familiar sobre su pecho. Sonrió de forma automática antes si quiera de abrir los ojos. Estaba tan orgullosa de él que tenía ganas llorar. El pelo blanco le hacía cosquillas en la barbilla. Los deditos los clavaba a su espalda. A veces se olvidaba de lo fuerte que era, mucho mas que ella a su edad, y mas rápido, y mas inteligente, y mas guapo. Sólo había conocido a un hombre igual de guapo que él. Lo apretó contra su pecho y Sakumo gimió entre sueños.
Ella le frotó la espalda, consolando, como sabía que le gustaba. Él también tenía pesadillas.
- Despierta, hijo. No estamos a salvo aquí.
El niño se movió y Sakura lo sintió despertar. Con solo cinco años podría ser un genio pero cuando se trataba de dormir, era una marmota. Eso lo había sacado de ella.
Por fin la soltó de su abrazo de oso y, tras restregarse los ojos con el puño, la miró con carita de preocupación.
- ¿Estás bien, mami?
- Ajá.- dijo ella asintiendo sonriente. La herida en la espalda seguía abierta pero al menos la infección y el veneno estaban controlados.- ¿Cómo me has encontrado?
- Durante la noche escuché un ruido y ya no pude dormir mas. Mama, me dolía aquí,- dijo el niño señalándose el pecho -, y no podía respirar.
Sakura lo miró seria. Era muy pequeño para tener presentimientos ¿no?
- Sabes que no debes seguirme. Al ponerte en peligro me pones en peligro a mí también.
El niño desvió la mirada. La mujer sabía que él era obediente y estaba extrañada, sorprendida, de su comportamiento. Finalmente suspiró y le puso las manos sobre los hombros.
- Me alegro de que estés aquí. Pero si no tengo la certeza de que te mantienes a salvo, no podré trabajar con seguridad ¿entiendes?
Sakumo la miró con esos negros demasiado severos para un niño y asintió conforme. Algo le decía que su hijo no tardaría mucho en volver a desobedecer. Esperaba no tener que dejarlo otra vez con Chiharu.
Apoyándose en el árbol la kunoichi se puso en pie.
- Busquemos un lugar seguro ¿ me ayudarás a curarme?- le dijo revolviendo el pelo rebelde.
El niño sonrió con autosuficiencia.
- Claro. - dijo mientras se mesaba la melena hacía atrás. A veces era tan parecido que daba miedo.
Tragándose el nudo en la garganta, Sakura sonrió también y empezó a caminar. El niño la siguió.
Al poco ya había tomado la delantera. Husmeaba el aire como un perrito mientras trepaba y saltaba por todo lo trepable y saltable, y lo que no. Estaba nervioso. Huesudo y delgado, se movía como si fuera de goma, con una mezcla de elasticidad y estabilidad en el movimiento que no había visto nunca en un niño. Aun así, mantenía la pancita de infante y la inocencia en su rostro. Ella ponía todos sus esfuerzos en proteger esa inocencia. Y tras mucho ensayo y error había llegado a la conclusión de que la mejor forma era alejándolo de la civilización. No sabía si hacía bien, pero tampoco sabía hacerlo mejor. Y a ella ya no le quedaban hombros para soportar mas muertes inocentes.
…...
La noche los pilló acomodados en una cueva. El niño se esmeraba en apretar las vendas en la espalda de su madre con cara de concentración. Los restos de una perdiz se calentaban en la hoguera. Sakura la sacudía de vez en cuando para que no se apagara. No hacía frío pero los primeros vientos del invierno ponían los pelos de punta. En el País del Arrozal el clima no era muy extremo y podrían esconderse en las montañas. Las conocía como la palma de su mano y los cazadores de la Arena no darían con ellos. Además en aquellos terrenos escarpados no habían aldeas que corrieran peligro. Faltaban tres días para la luna llena.
- Sakumo.
El niño asomó la cabeza por encima de su hombro.
- Mañana iremos al pueblo. Tenemos que comprar provisiones.
- ¿Tenemos dinero?- dijo el niño terminando el nudo en el pecho de su madre y sentándose en su regazo.
Sakura, tras cerrarse la camisa, sacó una bolsa que llevaba atada a los riñones y echó el contenido en el suelo de la cueva. Algunos billetes y muchas monedas.
- Algo hay. Pero no es suficiente.- Tenía que sacarle a Mogui lo que le debía.- ¿Te gustarían unas botas nuevas, Sakumo?
El pequeño, que le había entrado modorra al calor de la hoguera, se hizo un ovillo acurrucándose.
- Ummm...prefiero una espada. Quiero una como la tuya.
La madre alzó una ceja.
- ¿Y para que quieres tú una espada?
El niño no tardó en contestar.
- Para defenderte, está claro.
Sakura lo apretó contra ella conmovida y él terminó de dormirse.
Ella podría haberse dormido también pero tenía que ir resolviendo cosas. Se levantó con cuidado y dejó al niño cerca del fuego. Lo cubrió con la manta y salió fuera de la cueva.
La luna creciente estaba casi completa y a Sakura el miedo comenzaba a tensarla. A pesar de los años no podía acostumbrarse a cada mes, con cada luna llena, sentir peligrar la vida de su hijo.
Despejando la mente, se mordió el pulgar y llamó a una de sus invocaciones. A su espalda , tras las rocas sobre la cueva, vio con el rabillo del ojo la piel aterciopelada del puma. El animal rugió y saltó sobre su cabeza, aterrizando frente a la kunoichi. Ella se llevo el dedo índice a los labios.
- Silencio. Sakumo duerme.
El felino se sentó sobre sus patas traseras con soberanía.
- ¿Para qué me has llamado?
- Quiero que localices a Mogui. Tienes un día.
El puma husmeó el aire nocturno y ondeó el rabo sinuoso.
- Está lejos.
- Entonces vete ya.- ordenó la mujer. El felino entrecerró la mirada pero acabó por levantarse, y perderse colina abajo con fingida pereza.
Sakura sacudió la cabeza. Había aprendido que cuanto mas grandes eran las invocaciones mas difícil era dominarles, y mas aun, tratándose de felinos. Hacía muchos años que había liberado del contrato a sus tres ninneko. Verlos y recordarlos a ellos le hacía daño. Decidió regresar a la cueva y dejar la melancolía fuera. Con suerte descansaría un poco entre pesadilla y pesadilla.
…...
Al día siguiente Sakura despertó bastante descansada. Dormir en el suelo de una cueva no era lo mas agradable, pero soñar con él, rememorarlo en sus tiempos felices, la rejuvenecía. Había aprendido a vivir con su ausencia y estaba agradecida de que al menos tuviera algo para recordarlo. Miró a su hijo. Sakumo seguía durmiendo panza arriba con la manta revuelta entre los pies y roncando con la boca abierta. Sakura rió bajo. Vaya proyecto de ninja.
Se levantó en silencio y salió de la cueva. El día iba ser claro y no muy frío. La herida de la espalda estaba tirante y el sueño había sido reparador. Se sintió optimista. Algo se movió entre los arbustos y Sakura sonrió de medio lado. Cuando quería era rápido.
- Mogui está a medio día de camino al suroeste, en una aldea. - murmuró el puma caminando hacía ella con soberbia.
Sakura miró en esa dirección y asintió. Sabía el pueblo al que se refería.
- Bien, Hyo. En la cueva queda algo de comer si no has desayunado. - dijo sin mirarlo. El animal con igual indiferencia se adentró en la cueva.
La kunoichi se entretuvo en tapar el rastro que el día anterior habían dejado su hijo y ella, y al rato salió el felino. Sakumo venía con él, apoyado en su lomo y frotándose el sueño de los ojos. Sakura los miró a ambos y sonrió. Era al único al que Hyo le permitía tocarle. No es que ella lo hubiera intentado de todos modos, pero es al niño se le daban bien los animales.
- Sakumo recoge tus cosas. Bajaremos al pueblo.
El chiquillo asintió con energía y le regaló una gran sonrisa. Le encantaba el ajetreo y descubrir rostros nuevos.
…...
El pueblo era un lugar de paso. Aquellos terrenos escarpados no eran apropiados para el arroz y la gente sobrevivía como podía. Sakura no imaginaba que buscaba Mogui en un lugar como ese. La kunoichi y el niño vestían con ropas humildes, y pasaban desapercibidos como unos viajeros mas. La mujer miró a su hijo. Parecía decepcionado. Era una aldea triste y no había niños por las calles. Sakura empezó a detectar chacras fuertes y deduciendo que eran de ninjas, los siguió. Al llegar a las puertas de un mesón le dijo al niño:
- ¿Por qué no buscas algo para comer? Nos encontraremos aquí en una hora.
El niño asintió con firmeza y salió corriendo. Había olido pescado a la parrilla. La kunoichi lo vio alejarse y entró al mesón.
Como siempre el tufo a humo, alcohol y a sudor la echó para atrás. El contraste con el aire limpio de los bosques y las praderas era tan grande que le hizo arrugar la nariz. Entrecerró la mirada acostumbrándola a la penumbra. Varios hombres se giraron a mirarla. No era común que una mujer se aventurara en un lugar así, y menos aun, una que vistiera como un hombre. La mayoría perdió el interés al verla acercarse con decisión a un tipo sentado en un rincón. Pero algunos cambiaron la curiosidad por la animadversión. Era evidente por la forma de caminar que era una kunoichi.
- Estás mas morena.
- Hola Mogui.- dijo la mujer mientras arrastraba la silla y se sentaba frente a él.- Me teñí el pelo hace poco.- susurró mirando de soslayo alrededor.
El hombre frente a ella era menudo, delgado pero con rasgos duros. Se balanceaba en las patas de atrás de la silla pasando la mirada de ella a los hombres que los observaban, controlando la situación.
- Es una tontería, llamas la atención de todas formas ¿Qué quieres?¿Por qué me buscas aquí?
La kunoichi se miró el flequillo castaño antes de apartarlo tras la oreja y luego lo miró a él.
- Me debes dinero. La última misión no fue lo que acordamos.
El vaivén de la silla continuó pero notó al hombre tensarse.
- Hasta donde yo sé, fracasaste. No te debo nada.
- Oh, sí.- lamentó despacio la mujer, jugando con su pelo sin mirarlo.- El precio es el doble de lo acordado cuando los que guardan al objetivo tienen kekkei genkai. Y dado que siempre me adelantas la mitad de la recompensa antes de la misión, - de repente sus ojos verdes lo apuñalaron directamente, dejándolo clavado en la silla -, me debes quince millones de ryo.
Lo oyó tragar saliva. Lentamente Mogui acabó de balancearse y se sentó correctamente.
- No te recordaba tan desconfiada.
- No lo soy, pero no me gusta que me engañen. Ni que me habrán la espalda con un hueso.- su voz era cada vez mas dura.
Durante unos segundos ambos se retaron con la mirada. Posiblemente él no llevaba ese dinero encima y buscaba la forma de deshacerse de la kunoichi. Pero por alguna razón, al final sacó una bolsa y la puso encima de la mesa.
- No tengo mas aquí.
Sakura no tardó en cogerlo y guardárselo. Al momento se levantó.
- En una semana lo tendrás.- dijo la mujer con la intención de irse.
- No, no es necesario. Tomalo como una gratificación por nuestro malentendido. Esa misión ya se la he encomendado a otro.
La kunoichi frunció el ceño.
- Ni hablar. Deja que yo te traiga esos documentos. No quiero a ninguno de tus asesinos cerca de Gaara. Sabré encontrar la manera de saltarme su nueva guardia personal.
Mogui guardó silencio un rato estudiándola, posiblemente haciendo cuentas, pensó ella. De repente sonrió de medio lado.
- El Kazekage te lanza sus perros y tú aun te preocupas por su seguridad. No sé como sigues viva, Sakura.
El rostro de la mujer se volvió mas serio aun.
- Eso no es asunto tuyo, y te he dicho que no me llames por mi nombre.- Y se marchó sin decir mas.
Al poco un tipo se sentó en esa misma silla.
- Entonces ¿qué vas a hacer?
- Aun no lo he decidido. Ella es demasiado rentable.- dijo el hombre menudo reanudando su balanceo.
…...
Sakura no tardó en encontrar a su hijo. Con una mano sujetaba un cucurucho de fritura y con la otra la trenza de una niña. A pesar de encontrarse en un lugar nuevo y con gente desconocida siempre se las arreglaba para encontrar otros niños y entablar amistad. Bueno, juegos de peleas y tirones de pelos. Con cinco años ella no esperaba mas de él. Durante un tiempo lo estuvo observando, se veía contento. La mujer suspiró profundamente. No podían quedarse mas. Pero al menos lo dejaría divertirse un poco mientras compraba los suministros que necesitaban.
…...
Con provisiones para una semana la kunoichi y el niño se alejaron de la civilización. Sakura lo observaba. Parecía apagado. Se podría pensar que era por despedirse tan rápido de sus nuevos amigos pero un nudo en el estómago le decía que el motivo era otro. Y apretó el paso. Con suerte en un par de días estarían al otro lado de las montañas.
...
Durante el día siguiente las nubes tomaron formas extrañas y, la hierba y los arboles se electrificaron. Sakumo estuvo muy taciturno. Antes incluso de desaparecer el sol, la luna surgió redonda y grande.
…...
En el día señalado las nubes que los rodeaban se volvían carmesí y no era aconsejable rozarse con un árbol. Sakumo estaba extremadamente violento. Y al anochecer Sakura enfrentó una luna roja que ocupaba todo el horizonte, casi podría tocarse con la mano.
…...
Sakura comienza con el ritual. La tierra ya ha comenzado a temblar y tiene que centrarse en no caer. Sujetando los nervios para no olvidar ningún paso, toma a su hijo de la mano y lo sienta en medio del pentagrama. El niño en esos momentos ya no despega sus ojos negros de la luna, no habla y aprieta los labios mientras se sujetaba el estómago con fuerza. A Sakura ese gesto siempre le recuerda a Naruto.
Tras acariciarle el pelo blanco y brillante, la madre sale del dibujo en el suelo hecho con su chacra. La mochila de las provisiones la lleva a la espalda. No la puede perder en mitad del caos. Realiza invocaciones y grandes felinos surgen de entre la maleza. Sin mediar palabra rodean a la kunoichi y a su hijo, mirando hacia el interior del bosque. Saben que día es y no requieren explicaciones.
Sakura hace una serie de sellos y de las cinco puntas surgen cinco nervaduras de chacra que se funden en el cielo en una sola punta creando una pirámide de cinco caras. Pueden leerse palabras de jutsus de protección que se deslizan por las paredes de energía con vida propia.
La luna refulge en el cielo roja y grande, y los tomoe hacen aparición. Sakura aprieta los dientes y se arrodilla frente a la pirámide. Mantendrá la concentración y el flujo de chacra durante toda la noche.
Justo en ese momento el estómago de Sakumo comienza a sangrar y los primeros aullidos se escuchan. La mujer atisba el lomo de los felinos erizarse. La manada de lobos ha crecido a lo largo de los cinco años y sus invocaciones lo tienen cada vez mas difícil para mantenerlos lejos del niño.
La mujer mira la luna, la esfera se burla de ella. Sus ojos verdes retan al orbe en una lucha de voluntades silenciosa. Ella ya es inmune a su hechizo y no ve mas que un pedazo de piedra flotando en el cielo. Pero odia con toda su alma a quien mes a mes intenta robarle a su hijo. No se deja intimidar ni por las peleas a su espalda entre pumas y lobos ni por los chispazos eléctricos que cortan el aire y al piel. De la pirámide escapa un rayo y el bosque comienza a arder alrededor de ellos. Sakura aumenta el flujo y las paredes crecen en grosor. Empieza a jadear. El calor vuelve el ambiente asfixiante y el humo le pica en los ojos.
Sakumo comienza a gritar, le pide salir. Ha dejado de sangrar pero su cuerpo en solo una masa eléctrica que cambia de forma una y otra vez como si no terminara de cuajar. Toda su humanidad se fue drenando por el estómago y ahora es un demonio que no reconoce ni a su madre.
Otro rayo logra salir y golpea a un animal. La mujer no logra ver a tiempo si es lobo o puma, se desintegra y la ceniza se la llevan las olas caloríficas del incendio.
Hyo se acerca a ella, mira al interior de la pirámide. La kunoichi no puede leer en sus ojos amarillos sentimientos aunque sabe que los hay. El animal se gira y se coloca a su espalda. Golpea con su zarpa el suelo y varios cauces de agua surgen rodeándolos. Sakura sonríe. No tendrá bastantes perdices para pagarle.
Pero la sonrisa dura poco. Los gritos de su hijo ya no tienen voz humana y le recuerdan demasiado a cierto Akatsuki. Debe quedar algo del genjutsu original. El olor acre de la sangre y los rugidos de Sakumo la desgarran pero ella lo soporta sabiendo que a la mañana siguiente todo volverá a ser como antes. Y Sakura va descontando una a una las horas que quedan para el deseado amanecer.
…...
Hasta que el sol no estuvo lo suficientemente alto para no poder ver la luna, Sakura no retiró su jutsu. La pirámide se fue disolviendo poco a poco. Miró a su alrededor. El bosque estaba calcinado. Recordaba a un esqueleto negro y revuelto. Algunas grietas habían abierto abismos en la tierra y el cielo aun mantenía algo del tono carmín. No había rastro de los lobos, y los felinos se lamían la heridas. Hyo la golpeó suave con la frente en el hombro. Sakura suspiró y apoyando la mano en el duro lomo del animal, se puso en pie. Ambos se acercaron a Sakumo. Desnudo y sucio de ceniza y tierra dormía panza arriba ignorante de todo. Las lágrimas de Sakura comenzaron a deslizarse por su rostro manchado de hollín y sonrió al sol agradecida. Se les había concedido un mes mas de vida.
Cogió a su hijo en brazos, y con la bolsa de las provisiones a la espalda, siguió al puma. Era bueno buscando agua. Tras andar varias horas encontraron un lago, al fondo una pequeña cascada lo alimentaba. El incendio no había llegado hasta allí y la vegetación fresca era abundante. Sakura se arrodilló en la orilla y empezó a lavar al niño. El pelo de Sakumo volvió a brillar blanco y suave, y en su cuerpecillo no quedó ni rastro de la tortura de la luna. Hyo trepó a una roca y se durmió. A la mujer se le cerraban los ojos. Estaba agotada pero necesitaba quitarse toda la ceniza y el sudor. Tras secarle y arroparlo, lo dejó a los pies del puma y se fue a investigar tras la cascada. Una cueva se escondía detrás, bastante profunda. Pero no había rastro de vida. Así que se fue desprendiendo de la ropa, entre adolorida y cansada. Al meter la cabeza bajo un chorro de agua fría, la sangre se reanimó en sus venas. Se soltó el pelo y el agua la fue empapando poco a poco. Apoyó las manos en la fría piedra y dejó descansar la frente. Era muy agradable. Los nervios se fueron relajando y los músculos destensando. Mirando sus pies vio arrastrar la suciedad. Y algo mas. El tinte oscuro desprendía. Se cogió un mechón y el rosa la saludó. La ceniza había lavado el tinte y volvía a tener su color natural. Suspiró cansina. No había previsto eso.
Entonces empezó a sonreír y miró de reojo hacia la entrada de la cueva.
- Si mojas la ropa, tu mujer te va a enfadar, Sasuke.
