¡Irysa: Mamá Noel-ia (me llamo así, de verdad :D) trae tu obsequio! ¡Jo, jo, jo!
N/A: ¿Por qué escogí escribir acerca de una pareja? Porque, desilusionando a aquellos que me tildan de buena escritora, soy una romántica empedernida. Tal parece que es mi rubro (en lo que a escribir historias se refiere y no así en la realidad), y no sé si a toda honra pero sí a toda certeza, soy una escritora de romance.
A Karín la odiaba antes, y ahora me agrada, aun así no es santa de mi devoción… Pero luego de leer unos buenos SuiKa's y de escribir éste, me considero fan de la pareja. :D
¡Felices fiestas Irysa, de verdad espero que te guste!
¡Felices fiestas a todos, que pasen linda navidad y que tengan un magnífico 2015!
AVISO: Este fic participa en la actividad Amigo Secreto del Foro La Aldea Oculta entre las Hojas, regalo para Irysa de Dina-chan :D .
DISCLAIMER: Ninguno de los personajes me pertenece. Son propiedad de Masashi Kishimoto-sama.
***** Historia de un amor no-deseado, narcisista e involuntario *****
Capítulo uno.- Cuando crees que no hay chances
Nuestra historia comienza con la rabieta de Karín Uzumaki quien, cruzada de pies y de manos combinando un puchero a juego, agotaba la paciencia de sus compañeros de equipo y –a la vez- amigos cercanos, Juugo y Suiguetsu, al negarse a asistir a una boda.
― ¡No!―escapó rotundo de los labios de cierta pelirroja por octava vez aquel día, y enésima desde que recibieron la invitación. ― ¡Me niego, me rehúso, me abstengo de ir!
―Karín…― llamó con pesar el primero de estos, parado frente a ella y vestido de gala, un traje beige y corbata guinda ―por favor, alístate de una vez.
― ¡Te dije que no iré! ¿O es que no hablo claro? ¡N-O, NO!―exclamó empecinada. Suiguetsu –traje violeta, corbata negra aflojada- no aguantó más el ser comprensible, como su amigo le había aconsejado.
― ¡Ve a arreglarte de una vez y deja de hacernos perder tiempo, o Sasuke ya estará divorciado para cuando lleguemos a la maldita ceremonia!
Uchiha Sasuke, a sus veintiún años y después de su relación con Haruno Sakura haber tenido muchos –muchos- subibajas, finalmente contraería matrimonio.
― ¡No pienso ir a ver cómo esa engatusadora finalmente condena al pobre Sasuke-kun a una vida infeliz a su lado! ¡No lo acepto ni lo haré!
Karín había sido una de las principales víctimas del hechizo de amor no intencional que Sasuke era popular por ejercer sobre las féminas y algún que otro muchacho confundido (pero eso es otra historia). Es por eso que estaba de luto desde que había corrido la noticia de la unión, no pasaba noche sin que llore a cántaros, comía muy poco y –a excepción de sus compañeros- no quería hablar con nadie.
― ¡Déjate de melodramas y ponte el puto vestido o lo haré yo a la fuerza! ¿Me escuchas, zanahoria?―amedrentó el Hozuki blandiendo un dedo.
― ¡¿Cómo?! ¡Tócame un pelo y te enlato como el atún que eres, infeliz!― chilló Karín, indignada.
La discusión, cada vez subiendo más el tono, se prolongaba tanto que Juugo decidió ponerle fin.
―Ustedes… me quieren… ¡SACAR DE QUICIO!― bramó, convulsionándose, a la par que los otros abrían los ojos de par en par horrorizados puesto que creían que Juugo ya no tendría sus famosos ataques.
― ¡Juugo, cálmate amigo!― pidió Suiguetsu, levantando las palmas. ― ¡No discutiremos más!
― ¡Sí, Juugo, por favor!― rogó Karín, aterrorizada.
― ¡Ve a cambiarte!― ordenó en un rugido el alterado.
Karín desapareció en el pasillo que conducía a su habitación. No más salir ésta de su campo de visión, el grandulón recobró su compostura y afabilidad. Suiguetsu observó aquello boquiabierto y azorado.
― ¿Acaso tú fingiste perder los estribos?
―Después de convivir tanto tiempo contigo, Suiguetsu, se me han pegado algunas cuantas mañas tuyas― dio por respuesta Juugo, sonriendo tímidamente.
― ¡Pues lo hiciste genial, porque casi me meo en los pantalones!― resopló el peliblanco haciendo reír al otro.
Mientras tanto, Karín ya estaba dentro su vestido negro, escote redondo y largo hasta un poco más arriba de las rodillas, frente al espejo. Cual oveja al matadero, y con el pesar característico de una, se recogía el cabello en un moño suelto mientras unas solitarias lágrimas se deslizaban por sus mejillas.
Su mente estaba aflorada por pensamientos que incluían al Uchiha y a la Haruno. ¿Por qué tenía que pasar esto? ¿Qué era lo que aquella –a su parecer- insoportable e impetuosa pelirrosada tenía para ofrecerle que ella carecía de? ¿Por qué de repente era obligada a asistir a la boda, "el machetazo final", "la cacería permanente", "la condena eterna" de la única persona que ella creía podría hacerla feliz? ¿No había sufrido ya con verlos de aquí para allá de la mano en esta aldea en la que ahora era su hogar? ¿No era suficiente el verlos besarse de manera sumamente apasionada cada vez que él regresaba de alguna misión a la que no habían acudido juntos?
La mente de la pelirroja, repleta de estas cavilaciones, parecía querer estallar, y su corazón no estaba en mejores condiciones. Su mundo entero se había venido abajo, puesto que a pesar de que la oh-tan-romántica relación de los tórtolos se había formalizado hace ya varios años, ella aun atesoraba inhóspitas esperanzas de que algún día Sasuke se diera cuenta de que su lugar era a su lado, y no con aquella Haruno maldita.
Amargada, y tras concluir de maquillarse, se dirigió en sus tacones dorados de 10 cm al encuentro con el resto.
Juugo le dirigió una sonrisa cálida y sincera, Suiguetsu la analizó detenidamente de pies a cabeza.
―Vamos― dijo el primero.
―Caray, zanahoria― empezó el peliblanco, acaparando la atención de la susodicha. ―Quien quisiera bodas todos los días, para escapar del suplicio que es tu imagen cotidiana, y verte así como estás ahora.
Karín se coloreó del mismo color que su cabello, pero no por vergüenza, sino más bien por ira.
― ¡Cierra la boca, joder! ¡Tú ni arreglado ni desarreglado logras verte decente!
Y en una discusión cada vez más subida de tono y de insultos fue que los tres partieron al altar.
La unión religiosa transcurrió como cualquiera. Sakura se veía preciosa cuando entro en un magnífico y algo pomposo vestido blanco, con su correspondiente velo.
―Blanco, si serás sinvergüenza, Haruno… ¡Como si alguien creyera que eres virgen!― siseó por la bajo la resentida pelirroja, aunque su compañero de dientes afilados logró oírla.
― ¡Juju, qué arpía que resultaste ser, Karín! Tenía mis sospechas pero hoy me las confirmas― decidió molestarla. Como la otra procedió a ignorarlo, demasiado pendiente de cuando llegara la parte en la que se dijera "si alguien tiene algún motivo para impedir esta boda…", Suiguetsu continuó ya sin tono de burla ―Deberías alegrarte, Sasuke se ve infinitamente feliz.
En efecto, pensó amargamente la muchacha al ver al Uchiha, pues aunque en él no se veía la sonrisa amplia que cualquier otro tendría al saberse dueño del amor de su vida, el brillo que sus ojos irradiaban al ver a su ahora esposa delataba cualquier sentimiento oculto en su interior.
―O bueno, ¿creo que está feliz? Con Sasuke nunca se sabe… Creo que hay que medir su alegría por sus cejas― empezó el espadachín, también en voz baja ― ahora, por ejemplo, su nivel de fruncimiento es de 1.6. Eso significa que está feliz.
Karín no pudo reprimir una pequeña carcajada a raíz de la pequeña broma de su compañero, tapándose sutilmente la boca con una de sus manos para tratar de calmarse un poco. Suiguetsu la observó, complacido.
― ¿Sabes? Es la primera vez que te escucho reír como humana y no como criatura diabólica satisfecha con alguna crueldad causada― agregó el peliblanco, borrando cualquier rastro de diversión en las facciones de la otra.
― ¡Púdrete, tiburón de mierda!― masculló, y cuando Suiguetsu estaba por replicar a esto, Juugo –sentado delante de ambos- se volteó para dedicarles una mirada algo intimidante, y ambos cesaron su peleíta.
La parte que ansiaba escuchar la pelirroja de labios del padre que dictaba la ceremonia, jamás llegaron, puesto a que la novia había decidido suprimirla por miedo a que alguna de las tantas fans de su marido quisiera mandarse la parte y montar una escenita.
―Callada para siempre, entonces…―susurró la Uzumaki, resignada.
A su alrededor ahora se celebraba la fiesta, donde gran parte de la concurrencia bailaba. Sentada en una de las mesas del fondo, sola –dado que Juugo estaba muy concentrado entablando una conversación con Rock Lee, maldecía su suerte a la par que se terminaba su segundo vaso de licor. El tiempo pasaba muy lento y pesado para ella, dado lo aburrida y dolida que estaba, y lo único que ansiaba era largarse de allí a llorar o a estar sola en la comodidad de su pequeño y acogedor apartamento. Miraba con deseo la puerta de salida, cuando algo se estampó en su cara, desacomodándole los lentes. Indignada, se apresuró a colocarlos en su debido lugar y observó aquello que había impactado en su cara, un ramillete que –a juzgar por el panorama- lo había lanzado la discípula de Tsunade. Unas cuantas féminas suspiraron rendidas, al ver que habían fracasado en su contienda.
― ¡Pero, qué…! ¡Haruno, si serás bruta!― vociferó, blandiendo el ramillete amenazadoramente.
― ¡Deberías agradecerme, cabeza de tomate, porque con ese humor no ibas a casarte jamás por tu cuenta!― replicó sonriendo la pelirrosada.
Karín quedó realmente desconcertada.
― ¡¿De qué carajos estás hablando, pelo de chicle?!
Ten Ten decidió darle una mano.
―Karín, la creencia es que la soltera que logre atrapar el ramillete que lanza la novia, será la próxima en casarse― explicó con ternura. Después de esta breve explicación, todo el mundo aplaudió a la pelirroja y entre vítores le deseaban suerte, empezando por la Haruno.
La aludida la miró confundida. ¿Casarse ella? Imposible. No habría con quién. De no ser Sasuke, no estaba segura de poder entregar su corazón a otra persona. Pronto una tristeza la invadió entera, al pensar que el día en que ella fuera la que se vistiera de blanco estaría muy muy lejano, y tal vez no existiría persona que se fijara en ella en toda la extensión de Konoha.
―Que se lo den a otra…― dijo entonces, depositando el ramillete sobre la mesa con parsimonia. ―Yo no lo quiero, y aquellas de allá están desesperadas por tenerlo…
―No se trata de quién lo desea más, Karín― le dijo Sakura, radiante. ―Se trata de a quién le toque, y esa persona fuiste tú. Abre bien los ojos.
Después de esto, la fiesta continuó, dejando a Karín pensativa, observando el ramillete frente a sus ojos. En eso estuvo durante bastante tiempo, hasta que escuchó que alguien le chistaba como si fuera un perro. Sabía exactamente quién era esa persona, seguramente vendría a regodearse por lo ocurrido, así que volteó los ojos.
― ¿Qué quieres?― preguntó con desdén, sin mirarlo.
― ¡Qué arisca que eres, zanahoria!― exclamó Suiguetsu, molesto.
― ¡Deja de joder y dime qué quieres!
―Para tu dichosa información, venía a invitarte a bailar, pero como estás tan jodidamente insoportable no haré nada. Hay muchas chicas lindas por aquí, y no quisiera perder el tiempo contigo―devolvió el peliblanco con la misma acidez. Karín se sintió dolida mas no lo demostró.
― ¡Entonces ve con ellas que nadie te está deteniendo! ¿Por qué vienes a molestarme?
― ¡Porque Juugo me lo pidió! Estás ahí sentada, deprimida y como si fueras a cortarte las venas con el vidrio de tus lentes, amargando la boda de la pobre Sakura…
― ¡Entonces que venga él a invitarme a bailar! ¿Por qué demonios vienes tú?
―Eres tan…― Suiguetsu respiró profundo y se marchó. Karín lo vio hacerlo, y después de unos diez minutos, lo vio bailando divertido con una muchacha.
―Baboso…― masculló. Ten Ten, que había sido testigo de lo acontecido anteriormente y la forma en que la pelirroja se quedó vigilando las acciones del Hozuki, se sentó a su lado.
― ¿Por qué no fuiste a bailar?― preguntó, sintiéndose obligada a empezar una conversación. La castaña apagó un poco la sonrisa con la que se había acercado.
―La persona con la que quisiera bailar no se encuentra aquí…― la pelirroja tuvo una ligera sospecha acerca de a quién se refería, pero permaneció callada ―En fin, no vine para hablar de mí, sino de ti.
― ¿De mí?― preguntó desconcertada la Uzumaki.
―Exacto. Verás, estoy sentada en la misma mesa que tú, y no he podido evitar tu discusión con ese chico…
― ¿Suiguetsu? Bueno, él siempre me hace enojar…― la pelirroja llevó su mirada a donde el muchacho tomaba de la mano a su acompañante y la hacía girar. Frunció el ceño.
―Yo tengo la certeza de que le gustas― aquella afirmación causó tal impacto en su receptora que le causó una carcajada.
― ¿Yo gustarle al tiburón? Chica, estás muy equivocada…
―Honestamente, le gustas. Y hasta podría aventurarme a decir que también tú gustas de él.
― ¡¿Qué?! ¡¿Yo gustar del él?!―exclamó la pelirroja, consternada. ―¡Está muy muy equivocada! ¿Por qué dices algo como eso?
―Solo hay que ver tus reacciones, Karín… Sé que me estoy metiendo mucho en algo que no me incumbe, pero ¿por qué lo ves como algo muy del otro mundo? Es simpático, atractivo y divertido…
Karín volvió a reír, esta vez con malicia.
―Tal vez no quieras admitirlo, pero es la tercera con la que baila― señaló la de moñitos ― y es una chica preciosa― Karín también tuvo que reconocer aquello.
―Puede que a otras les parezca eso que dijiste, pero no a mí. Solo tengo ojos para una persona y lamentablemente hoy se casó.
―Karín…― suspiró con una sonrisa algo triste Ten Ten― no debes aferrarte a lo que no pudo ser. Debes ser y dejar ser, y también dejar marchar…― el silencio reinó por unos momentos, ambas sumidas en sus tristezas. La castaña sacudió un poco la cabeza y retomó su semblante alegre ―Dime una cosa, y no quiero que te pongas a la defensiva: ¿por qué no habría de gustarte Suiguetsu?
Karín lo pensó por unos momentos. Miró al peliblanco nuevamente y respondió:
―No sé, porque es Suiguetsu… Y no puede gustarme Suiguetsu.
Entonces a Ten Ten ya no le cupieron dudas: a la Uzumaki le gustaba el Hozuki, y viceversa, pero pasarían mil años hasta que se lo admitieran a ellos mismos, y otros mil más hasta que se lo hicieran saber al otro.
Tal vez… Solo tal vez, la castaña podría echarles una mano.
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N/A: ¡Aquí finalizamos el primer capítulo y de verdad espero que guste! Trabajando en el resto de los capítulos, Mamá Noel-ia se despide. ¡JO, JO, JO! *azota con malicia –y algo de pervertimiento- a dos chicos de cuerpos esculturales que tiran de su carruaje (que tienen puestos cuernos de reno y narices rojas) y se marcha por los cielos* okay olviden eso.
