Sí! No estáis locas/os! Habéis leído bien xD 50 SOMBRAS DE FROZEN jajaja se me ha ido la olla, así que me he liado la manta a la cabeza y... voilá!
Este fic lo llevamos 3 personas :D Es la primera vez que hago algo así (EMOSIÓN!) Como todos sabéis, mi OTP es Hansanna, pero en este fic también habrá Helsa, of course! Para que nadie se pelee y estemos todos contentos xD
En fin, no será calcado a 50 sombras de Grey (porque no xD), pero será del estilo ;)
BESOS A TODOS Y TODAS!
PD: También está traducido en Inglés :)
Encendió el ya clásico y esperado cigarrillo de después de acostarse con ella. El sexo siempre era bueno, pero cuando acababa, sentía que algo le faltaba. La primera calada siempre era la más larga y la más intensa... la que más disfrutaba.
-Recuerda que esta noche es la fiesta con mi familia. Si puedes hacer el favor de no hacer tarde...- le dijo ella mientras empezaba a vestirse.
Elsa siempre salía casi corriendo de la habitación cuando se acostaban, como si no le gustara estar allí, con él, después del par de horas que se pasaban enredados entre las sábanas. No se sentía dolido, pero tampoco le gustaba esa actitud tan pasota que tenía. Ni siquiera le miraba a la cara. Al menos, podría fingir un poco, pero bueno, bien pensado, así ya estaba bien: los dos sabían que todo aquéllo era una farsa, y no tenía sentido intentar engañarse más.
-Haré lo que pueda...- le contestó, dando otra calada al cigarrillo.
-Y, como siempre, me dejarás en ridículo- se sentó en la cama para ponerse los zapatos.
-He dicho que haré lo que pueda.
Aquélla fue la única mirada que le dedicó desde que se apartara de encima de él, hacía un rato.
-A las nueve.- fue hacia la puerta y cerró de un portazo en cuanto salió al pasillo.
Mientras, él se quedó allí, mirando al techo de aquella ya familiar habitación de motel barato de carretera, dónde siempre quedaban para echar un par de polvos y después, volver a ser los mismos desconocidos de siempre, dónde la imagen y la seriedad lo eran todo.
Siempre había creído que los matrimonios concertados eran cosa del pasado, que ya no se hacían esas cosas. Sinceramente, no le molestaba. Elsa estaba forrada y, uniendo las dos empresas, ni él, ni sus hijos, ni los hijos de sus hijos deberían preocuparse por el dinero en su vida.
Y al fin y al cabo... ¿Qué importaba lo demás, si el sexo y el dinero eran lo únicos que hacían funcionar el mundo?
Se tomó su tiempo en ducharse en ese pequeño y sucio baño; el agua fresca le ayudaba a recomponerse de "la hora de la comida con Elsa". Un poco de gomina, el pelo hacia atrás, la corbata bien ajustada y volvía a ser el impecable Hans de siempre. Allí no había pasado nada. Nunca había pasado nada.
Pagó la habitación en la taquilla de Recepción. Le hacía gracia la manera nerviosa en que, la misma chica de siempre, cogía su tarjeta de crédito y la pasaba por el visor.
-Muchas gracias por venir.- se despedía siempre de él.
-Adiós.- metió la tarjeta en la billetera.
-Hasta la próxima- susurró ella.
Él no le dijo nada, bastó una mirada para hacerle saber que había sido un atrevimiento por su parte, aquél comentario. Pero siendo sinceros... ¿cuántos altos ejecutivos, políticos, gente famosa haría eso? Quedar en un motel de mala muerte para un revolcón.
Subió en su coche riéndose de sí mismo. Para lo frío que se consideraba siempre, a veces, se le hinchaba su vena bohemia. Puso la música a tope. Le encantaba conducir por las carreteras de montaña, camino de la ciudad, con la música a todo volumen.
Aparcó en el párking, al lado de su padre. Miró el reloj. ¡Mierda! No le hacía gracia llegar tarde a reuniones de trabajo. Y, encima, a las nueve tenía que estar en el restaurante. Aún no había empezado y ya estaba agobiado.
-Tu padre está que trina- le dijo su secretaria, Sarah, en cuanto le vio aparecer por la puerta.
-Lo sé. Lo siento. Se me ha pasado el tiempo volando.
-Pues a la señorita Frost, no.- Sarah se mordió el interior de la mejilla. Siempre estaba al corriente de sus escapadas y siempre le encubría cuando podía.
Chasqueó los dientes, molesto. Elsa siempre iba un paso por delante. En fin, daba igual. ¿Cuánto tiempo hacía que había empezado la reunión? Joder... más de media hora... Su padre le iba a matar.
-Bueno, haré lo que pueda- le sonrió a Sarah, suspirando, dándose por vencido.
-Suerte- le contestó ella sin mirarle, volviendo a teclear en su ordenador.
Interrumpió a un chico delante de una pantalla de Powerpoint, explicando cómo podían incrementar las ventas fuera del país. Todos se lo quedaron mirando, aunque intentó pasar desapercibido. Se sentó al lado de su padre, que le miraba con cara de pocos amigos.
-¿Podemos continuar?- le dijo.
-Sí, claro. Perdonad.
Elsa le miró desde la otra punta de la mesa con un "¿pero qué haces?" y él le contestó con gestos "¿qué haces tú?". Ella resopló y negó con la cabeza, volviendo a prestar atención a lo que explicaba aquél joven.
La reunión se alargó más de lo normal. Se estaba agobiando. Su padre no dejaba de parlotear, ya cosas que no tenían nada qué ver con la empresa y el tema de la reunión; y él se moría por fumar.
Por fin acabaron. Miró el reloj. Las siete de la tarde. Bueno, no era tan tarde como pensaba. Elsa se fue sin ni siquiera mirarle, como siempre y él fue directo a la terraza, a fumar.
-¿Qué te ha pasado?- le dijo su padre, que le había seguido después de despedirse de todos lo de la junta.
-Un pinchazo en la rueda. Tranquilo, te haré horas extras.- sacó todo el humo en un suspiro, viendo cómo el Sol se escondía del todo en Oslo.
-Eso no me importa. Es que como no has llamado para avisar ni nada, estaba un poco preocupado.- su padre se apoyó a su lado, en la barandilla -¿Qué tal va todo con Elsa?
-Bien, normal. Como siempre.
-Sabes que el matrimonio no significa nada. Sólo es un papel. Una transacción para poder unir las empresas. Tú puedes tener a la mujer que quieras, fuera de tu vida de casado.
-Tampoco es que me interese nadie... A mí todo esto me da igual. Sólo me importa la empresa y mi bienestar.
-Me alegra de que lo tengáis tan claro los dos. He estado hablando con ella antes. Tienes suerte de que no sea una mujer pesada y cargante.
-Sí...
Su padre tenía razón. Se imaginaba con una pesada de esas y se ponía enfermo. Que le molestaran para tonterías... Menos mal que Elsa no tenía nada de eso. Ella le dejaba tener su vida y eso era algo que no se le podía negar. Era madura, seria, con la cabeza bien amueblada y con la que disfrutaba de un sexo genial. No podía haberse comprometido con nadie mejor.
Miró el reloj. Las diez menos veinte. ¡MIERDA! Se había adormilado en su despacho. Cogió la chaqueta de su traje y salió casi corriendo al vestíbulo. Ni se molestó en recoger los papeles de encima de la mesa, ni en cerrar con llave la puerta. Ya casi no habían coches en el parking. La ruedas chirriaron cuando giró la curva para subir por la rampa, a la calle.
Puso el manos libres y marcó el número de Elsa. Piiii... Piiii... Piiii... "Hola, soy Elsa, deja tu mensaje" ¡Mierda! No se acordaba del nombre del restaurante y, encima, llegaba más que tarde. Hoy no era su día.
BIP! BIP! Miró el Whattsapp. Era de Elsa. "En el Hos Thea. Ya han llegado todos. Gracias otra vez". Ignoró lo último y sólo leyó el nombre del restaurante. Encima, iba en dirección contraria. Con lo cómodo que hubiese sido quedar en su casa, que era más grande que cualquier restaurante de lujo de la zona.
Cuando llegó, bajó la ventanilla, para poder hablar con el aparcacoches.
-Hans Westergard.
-Mmmm... espere un momento- el chico repitió el nombre por el walkie-talkie y asintió cuando le confirmaron -Muy bien, señor. Le esperan dentro. Ya nos ocupamos nosotros de su coche. Si es tan amable...
Se ajustó la corbata y se estiró bien la ropa cuando salió del vehículo. Le asintió con la cabeza al joven que se lo llevó al parking VIP y entró en el restaurante.
Aquéllo estaba a reventar de gente. ¿Tanta para qué? Hasta dónde él sabía, se reunían allí sólo porque Elsa quería presentarle unos familiares. ¿Pero hacía falta todo aquéllo? Se echó el pelo hacia atrás y se vistió con su sonrisa simpática que tanto adoraban los demás. Total, un poco de Teatro por un par de horas no le matarían.
Todos le saludaban y algunos se paraban a hablar con él, pero ni rastro de Elsa. Y por más que la buscaba con la mirada, no veía aquél rubio platino por ninguna parte.
-¿Una copa, señor?- un camarero con una bandeja se le acercó.
-Sí, gracias.
Le dedicó dos tristes sorbos cuando alguien, sin querer, le empujó.
OPINIONES! (Siempre, desde el respeto!)
