Disclaimer: Shaman King no me pertenece, es una obra (maestra) de Hiroyuki Takei.
Advertencias: leve limen, no es algo significativo.
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Capítulo I
La oscuridad esconde secretos. Dicen que todos lo delitos importantes ocurren en la noche, que los únicos testigos de los asesinos a sueldo son la luna y las estrellas. Pero no sólo los delitos criminales se albergan en el frío de la noche, sino también las pasiones. Quienes no desean que se los descubra en un acto que podría comprometer, no una nueva vida, sino la vida de los propio involucrados.
Las nubes son las únicas testigos de la danza que llevaban a cabo dos shamanes entre sábanas y colchones. Una cama demasiado pequeña como para albergar a dos cuerpos, se hacía más grande para sus cabezas. Y es que el frío hacía aún más necesario el abrazo al cuerpo desnudo del otro. Generando el calor necesario para que sintieran calor teniendo una sola sábana encima.
Pese a que los dos sentían el gran placer de sentir los labios del otro rozando su piel, el cansancio por el viaje hizo que uno de los dos se quedara profundamente dormido. El compañero de éste no advirtió eso, sino hasta que escuchó un par de ronquidos, débiles pero audibles si se está a sólo centímetros de su rostro. Con un suspiro, él también se quedó dormido.
El viento que corría abrió la ventana de la habitación en la que estaban. El sol comenzaba a hacerse presente en el cielo, pero las nubes hacían que no se distinguiera entre el día y la noche. Copos de nieve siguieron cayendo y unos pocos, elevados por el aire, ingresaron en la habitación, manchando todo de un líquido frío que se derretía cuando tocaba el suelo.
Uno de los dos, el que se había quedado dormido después y que, por dormir de una manera poco acomodada en la cama, de manera que tenía un pie casi fuera de la misma, sintió el gélido viento lo que le provocó un escalofrío. Estaba un poco dormido aún, pero se acomodó y abrazó al ser que tenía al lado. Casi como si se tratara de un oso de peluche, lo acarició y éste, que estaba entre estar dormido y despierto, soltó una sonrisa.
Llegadas las siete de la mañana, el despertador sonó. Su timbre logró despertar al dueño de la habitación, quien abrió los ojos con dificultad. Miró a todos lados e incluso se dio cuenta de a quién abrazaba, pero ni siquiera se ruborizó y se volteó para poder ver el despertador. En cuanto cayó en cuenta de la hora, comenzó a zamarrear a su compañero momentáneo de cuarto para que despertara.
—Ren, Ren —le llamaba el muchacho, sin siquiera terminar de abrir los ojos, pero siendo consiente de que si él no se iba rápido quizá tendría que despedirse de sus beneficios con su familia, siendo que esa era su casa. —Despierta, Ren… Vamos, arriba…
—Cállate, idiota. Cinco minutos más —respondió Ren quitándose la mano del otro muchacho de encima y dando una vuelta. Mas en esa vuelta se cayó de la cama. No sólo se despertó él, sino que el otro chico también lo hizo, al notar que ya no había alguien a quien despertar.
— ¿Ren? —preguntó completamente despierto y estirándose a lo ancho de la cama. —Oh, allí estás —comentó al ver al chino tirado en el suelo. Colocó sus manos bajo su mentón y lo contempló desde arriba de la cama. —No sabía que te gustaba el piso, lo hubiéramos hecho allí si hubieras dicho…
—Ja, ja; muy gracioso, Horo-Horo —comentó mientras se sentaba y lo miraba.
Los dos intercambiaron miradas. Cada uno se perdió en los ojos del otro, no fue algo que hubieran planeado, sino algo que simplemente les pasaba. Sus hormonas se agitaron y sintieron un calor que los iba llenando desde el pecho y expandiéndose hasta el resto de sus cuerpos. Acercaron sus caras, centímetro por centímetro, sentían el aliento del otro. Sus labios se fueron acercando, más cerca para poder sentirse mutuamente, pero…
— ¡Horo-Horo! —gritó una voz femenina detrás de la puerta de la habitación.
—Es Pirika —dijo por lo bajo el ainu mientras se alejaba de su compañero. —Tienes que irte —comentó después.
Ren se arrodilló y colocó los brazos sobre la cama, para poder ver lo que estaba haciendo Horokeu. Con los ojos casi perdidos, por el sueño ya que no podía ver con claridad, contemplaba al ainu tomando la ropa que estaba esparcida por todos lados. Unos segundos después de juntarla, arrojó las mismas hacia Ren, quien terminó con la cabeza cubierta por su propio pantalón. Pero después de quitárselos de encima, su remera cayó sobre su cabeza, que la tenía cubierta nuevamente.
— ¿Por dónde? —preguntó el chino mientras se vestía.
—No lo sé —contestó nervioso Horo-Horo.
— ¡¿Estás bien? —dijo casi en un grito Pirika.
— ¡Sí! ¡Voy enseguida! —respondió con gritos su hermano, al tiempo que se iba vistiendo y buscando debajo de la cama las prendas que le faltaban.
—Papá te espera en la reunión, ¡no tardes!
—Lo sé, ¡ya voy! —contestó y se volvió a Ren, que estaba parado a un lado de la cama y lo miraba severamente. —Debes irte ya —le dijo.
— ¿Por dónde? —volvió a repetir el chino.
— ¿Por la puerta? Anoche…
—Anoche estaba oscuro y en tu casa todos dormían —interrumpió el muchacho con un tono de voz algo elevado.
— ¿Hay alguien contigo? ¡Escucho voces! —preguntó la muchacha de afuera del cuarto golpeando la puerta.
—Eh… está Kororo —dijo el muchacho y después se acercó a Ren, diciéndole en voz baja: —No grites, o te escucharán…
—Bien —dijo el otro chico llevándose las manos a la cabeza y caminando hacia la ventana, con una gran molestia encima. —Esto fue tú idea, ¿cómo salgo de aquí?
—Pero Kororo estaba en la aldea de los Kuropokkuru y no vendrá hasta esta tarde —comentó Pirika más para sí misma que para su hermano.
— ¡Horo-Horo! —gritó, pero con la voz casi ahogada, Ren, al ver que el chico no se movía y no le daba una solución. —Piensa el algo, ¿o pretendes que salte por la ventana? —interrogó pensando que era una mala idea, después se arrepintió de haberle hecho esa sugerencia.
El ainu lo miró como quien mira a su presa, y es que la idea de su compañero no le parecía tan mala después de todo. Se acercó a él y Ren simplemente retrocedió mientras decía: "no, ni se te ocurra" y otras frases parecidas. Pero antes de que pudiera seguir hablando, se vio cayendo por la ventana. Gracias a su entrenamiento, logró caer de pie, pero debido a la gran cantidad de nieve, que hubiera amortiguado su caída, perdió el equilibrio cuando sus pies tocaron el suelo blanco. Terminó de cara en el manto blanco, mas logró sentarse con facilidad. Una vez hubo hecho eso, sintió un fuerte escalofrío.
— ¡Ten! —escuchó que le gritaba el ainu desde la ventana mientras le arrojaba una de sus camperas. Tomó la misma y se la colocó, después se marchó y se introdujo entre los árboles cercanos a la casa de Horo-Horo.
Pirika ingresó en la habitación con una gran fuerza, por si acaso su hermano estuviera detrás de la misma, lo que era normal que hiciera. Desde niños han hecho ese tipo de juegos, pero ella todavía no se olvidaba de ellos, y no lograba recordar que no debía de entrar en la habitación de su hermano sin preguntar o avisar antes. Grande fue su sorpresa al verlo asomado a la ventana.
La chica abrió los ojos como platos. En ese momento comprendió que no había hecho bien en entrar, pero ya era tarde para arrepentirse, pues estaba adentro de la misma. Simplemente se sorprendió y lo miró como quien mira a un loco. Dado que estaba parado a medio vestir delante de la ventana por la que entraba el gélido frío invernal.
— ¿Qué haces? —preguntó algo preocupada y acercándose a él.
Horo-Horo se sobresaltó, pero no dejó que se notara más de lo debido, después de todo ya había visto como Ren se escondía y era imposible encontrarlo.
—Saludo a Kororo, te dije que estaba aquí —dijo calmado tras mover la mano de un lado al otro, saludando, supuestamente, a Kororo. Después dio media vuelta y la contempló, no hizo falta que hablara para que ella comprendiera porqué la veía así. Le reprochaba su comportamiento como lo habría hecho su padre.
—Lo siento —se disculpó su hermanita con las mejillas un tanto rojas, pues no le había creído y ahora comprendía que le decía la verdad. Aunque en el fondo la mentira fuera sólo eso, una mentira.
Horo-Horo simplemente le acarició la cabeza y caminó hacia la puerta de su cuarto. Con los ojos miraba si había quedado algo de ropa de Ren tirada en el piso o algo de la suya, puesto que no recordaba siquiera lo que traía puesto antes de la noche anterior. Por suerte, no vio nada, sencillamente algo de su ropa interior, que pateó bajo la cama porque estaba Pirika allí.
Antes de salir de la habitación, se inclinó para tomar su otra campera. Después de ponérsela vio a Pirika, que miraba por la ventana como si buscara algo.
— ¡Vamos, Pirika! —le gritó para sacarla de esa especie de transe en el que se había sumido. Cuando ella lo miró, él siguió diciendo: —Vamos o te dejo encerrada con las ratas de mi cuarto.
— ¡Ah! ¡Hermano! —gritó la niña asqueada. Aunque sabía que eso no era verdad, porque ni él podía ser tan mugriento. El simple hecho de que él dijera algo así le asqueaba. Salió de inmediato y Horo-Horo cerró la puerta detrás de ellos, mientras reía por la reacción de su hermana.
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Nota Final: Espero que les haya gustado y también quiero sus críticas. Por favor las reviews y gracias por leer. BFDragon fuera paz hasta el siguiente capítulo!
