¡Todo es tu culpa Di Angelo!

Esas palabras se repetían en mi cabeza constantemente.

Esa voz se me hacía tan conocida y distante, hasta parecía distorsionada.

Intente correr pero mis piernas no respondía, en realidad, ninguno de mis nervios lo hacían.

Inspeccione el área con la mirada y no parecía haber nada. Absolutamente nada, tan solo oscuridad.

En el momento que deje de esforzarme para correr caí de rodillas. Sentí que algo me rozaba el costado derecho y se aleja de mí. Forcé mi vista para lograr identificar a mi captor pero no había rastro alguno de él.

La voz se escuchaba cada vez más cerca, más clara y más adolorida.

Una criatura amorfa se acercó a mi poco a poco, cuando estuvo a unos escasos 20 centímetros de mi volvió atrás a una velocidad que hasta Hermes envidiaría.

Pasaron unos minutos ates que volviera pero esta vez no lo hizo solo, sino que ahora viene con Hazel encadenada y amordazada.

Nuevamente intento moverme pero fue en vano, solo puedo resignarme a mirar a Hazel con pánico.

- ¿Hermano que está pasando?

- No lo sé Haz pero saldremos de esta, lo juro.

Una voz se escuchó a lo lejos

- No jures cosas que no harás

Gire mi cabeza para ver a Percy parado a unos metros de nosotros con cara de desaprobación.

Se acercó a Hazel y le susurró al oído para luego alejarse al vacío.

Ella me miraba con los ojos muy abiertos.

- ¿Por qué Nico?

- ¿Qué hice?

- ¡Sabes perfectamente que hiciste!

- ¡No sé qué demonios hice!

- Prometiste que seriamos una familia y que siempre estaríamos juntos. - dijo en un débil susurro - ¡LO PROMETISTE!

Antes que pudiera hablar la escena cambio drásticamente mostrándome el inframundo. Más específicamente la mesa de los jueces.

Curiosamente no había nadie en la fila, eso se me hizo demasiado extraño ya que habitualmente esta atiborrado de almas.

Intente moverme y esta vez lo logre. Camine hasta la mesa donde los jueces miraban fijamente un punto al frente.

Seguí lentamente el rumbo de su mirada para encontrarme que dos filas de campistas. Los de la derecha traían camiseta naranja y los otros la tenían de color purpura.

Todos tenían los ojos desorbitados y se movían como si fueran títeres. De repente todos dijeron su vista en mí y corrieron en mi dirección.

Nuevamente no me pude mover y otra vez las voces volvieron.

Cada vez estaban más cerca. A penas estuvieron a una pulgada de distancia todo se esfumo.

Todos los recuerdos volvieron a mi mente como un remolino.

El captura la bandera contra las cazadoras, defender la bandera con Will, el ataque de las cazadoras, el viaje sombra, la cara de desesperación de mí... ¿novio? ¿Amigo? ¿Conocido?

No sé qué es exactamente Will para mí, pero sé que le quiero y mucho.

Después de eso todo se volvió negro y las malditas pesadillas volvieron.

Sacudo la cabeza intentando alejar esos pensamientos.

Echo una mirada rápida al lugar para luego sentarme lentamente en la camilla. Antes que pudiera pararme una mano se posa en mi pecho e inmediatamente me obligo a acostarme de nuevo.

- ¿Qué demonios te pasa Di Angelo?

No era nada más ni nada menos que Reyna.

- Hey, tranquila solo me quería sentar.

- Seguro, pues de todos modos no pasara. Tú debes descansar, órdenes del doctor-

Me guiño un ojo provocando que me sonroje

- Me valen las órdenes del doctor, yo me quiero levantar.

- Ya te dije que no, estas demasiado débil

Intente ignorarlo y pararme, pero algo me lo impidió.

Esta vez fue una mano masculina.

-¿A dónde crees que vas Nicolás?

- Sabes que no me gusta que me llamen así.-

- Lo sé, pero es la única manera que me prestes la atención necesaria.-

Miró a Reyna y esta salió de la enfermería.

- Tú me quieres sacar de quicio ¿No, Di Angelo? -

- Odio que me encierres aquí. -

- Sabes que lo hago porque me preocupo-

A cada palabra que pronunciaba se acercaba más a mí.

- No tienes de que preocuparte, yo me se cuidar sólo.-

- Lo sé, pero aun así te lastimas y yo detesto verte herido. Y eso lo sabes muy bien.

- No es tu problema Solace.

- ¡Si lo es Nico!

- ¿Por qué? ¡Eh! ¿Por qué?

- Porque...

- ¡Dilo Will!

- ¡Por qué te amo!

- Te equivocas Will.

- ¡No!

- Si, es imposible que alguien me pueda amar.

- En el amor nada es imposible Nico, ya deberías saberlo.

- Me parece que te juntas demasiado con Piper...

- Eso no tiene nada que ver. Escucha y escúchame bien. Estoy enamorado Nico, lo que siento por ti es amor. No me importa de quien seas hijo o de como haya sido tu pasado. Me enamoré. Y no hay nada que pudiera hacer aunque quisiera. Cada pequeño detalle de ti me enamora; tus ojos, tu cabello, su sonrisa nerviosa, tu risa, tus labios. Todo. Absolutamente todo. Para mí siempre serás perfecto, mi hombre perfecto. Te amo Nicolás Di Angelo, acéptalo. Por Apolo te lo ruego.

Dicho esto se arrodilló frente mío.

Mientras Will hablaba yo no podía pronunciar palabra. Es duro aceptarlo... pero tengo miedo.

- Nico te pido, di algo. Me siento como un estúpido.

Will me dirigió una última mirada antes de levantarse y salir corriendo de la enfermería.

Siento que las lágrimas se acumulan en mis ojos.

En un vano intento trató de detenerlas cerrando con fuerza mis párpados pero no lo logre y corren libres por mis mejillas para luego acabar en la sábana de la camilla.

Me levantó con algo de dificultad y salgo lo más rápido que puedo de la enfermería.

A paso de tortuga llegó a mi cabaña.

Pateo con fuerza un mueble y luego golpeó las paredes con todas mis fuerzas, para luego gritar con todas mis fuerzas.

-¿TE DIVIERTES NO? MI DOLOR ES TU SATISFACCIÓN NO ES ASI AFRODITA, TE BURLAS DE MI CADA VEZ QUE PUEDES, HACES TODO PARA HACERME SENTIR MISERABLE E INFELIZ.

Sin poder evitarlo caigo de rodillas al suelo sollozando. En un susurro más débil pronuncie.

-¿Porque soy tan cobarde para el amor?

No sé en qué momento me dormí sólo fui consciente cuando las pesadillas volvieron, peores que las anteriores...

Hasta aquí lo dejaré.

Díganme en comentarios que les pareció y si quieren que suba la otra parte.

Esta es la primera vez que escribo un Solangelo, espero y les haya gustado

Me despido hasta la próxima...

¡BYE!