Todos en el castillo esperan su llegada, sería una luz para todos. Los criados, los guardias, los elfos
que vivían en la elferia e incluso los perros estaban ansiosos, todos corrían de un lado a otro
preparándolo todo.
La señora estaba sudando, quería revolcarse en su cama por el dolor pero sabía que no debía
hacerlo, su cara estaba roja, tan roja que parecía un tomate. Las sirvientas trataban de calmarla y
limpiaban su rostro con toallas remojadas en agua caliente, la cocinera había colocado una manta
sobre sus piernas para que pudiera abrirlas tranquila.
"Vamos mi señora! Tiene que hacerlo ahora!", gritó la cocinera que había sido la nana del niño
anterior y que lo sería de esta pequeña criatura también.
Esa pobre mujer aun más roja o incluso morada o azul sudaba y gritaba con todas sus fuerzas
presionando las manos de un par de sirvientas que se esforzaban por no gritar también, pues la
presión en sus manos era demasiada. Así poco a poco se podía ver una pequeña parte de la
criatura hasta que por fin salió completamente, la cocinera cortó el cordón y se apresuró a
limpiarla, la niña era hermosa, la envolvió en una manta y la puso por fin en los brazos de su
madre que había estado esperando por nueve largos meses.
Ella la miro y en el momento en que sus ojos hicieron contacto, los ojos de la mujer se llenaron de
lágrimas y sonrió, la niña era hermosa. Acaricio sus delicados cabellos con tanto amor…
