Disclaimer: Jotaká.


Azul, rojo, marrón, amarillo, verde


Una frase rompe el silencio de la habitación.

—¿Quieres ir a nadar?

Si hay algo que Victoire ama en esta vida, es el mar.

Es por eso —y solo por eso— que en cuanto Teddy Lupin lanza su proposición, la joven no duda un instante en ponerse en pie, desenterrando por primera vez la nariz del libro en el que lleva toda la tarde concentrada.

—Claro.

Rápidamente, Victoire sube a su cuarto, se pone una prenda de baño y prepara una pequeña mochila con todo lo necesario, mientras escucha a su hermano Louis quejarse por lo injusto que resulta que el resto del mundo tenga derecho a divertirse mientras que él está castigado.

Suspira.

Si Dominique estuviera en casa, le recordaría amablemente que, si tan poco le gustaba estar encerrado en casa, debería habérselo pensado dos veces antes de prender fuego a su trabajo de herbología.

Apenas quince minutos después, Teddy y Victoire se encuentran en la pequeña cala cercana a la casa de sus padres.

—Siempre me ha gustado venir aquí —comenta, alegre.

—Lo sé —responde Teddy con una sonrisa.

Odia cuando él sonríe así. Con la boca algo torcida y los ojos brillantes. Como si tuviera un secreto.

Como si le gustase confundirla.

Sin embargo, Victoire no está dispuesta a caer en su juego, de modo que asiente con la cabeza, se aleja y, en apenas una zancadas, se zambulle en el agua dispuesta a disfrutar de su tarde de sol y mar.

—¿Vic? ¡Eh, Vic!

Pero ella ya no escucha.

Nunca ha sabido por qué, pero, desde muy niña, el agua ha sido su elemento. Adora sumergirse hasta el fondo y simplemente dejarse mecer por las olas.

Se siente libre, plena, invencible. En paz.

O al menos se siente así hasta que Teddy le agarra del brazo bruscamente y la obliga a subir a la superficie.

—¡¿Pero qué hipogrifos te pasa?! —exclama, furiosa.

—¡¿A mí?! ¡Qué te pasa a ti!

El joven la observa detenidamente. Están cerca, demasiado cerca. Y Teddy está enfadado. Victoire lo sabe porque las pequeñas motas de color que hay en sus ojos cambian constantemente.

Azul, rojo, marrón, amarillo, verde. Más azul. Sobre todo azul.

En los ojos de Teddy Lupin hay una auténtica tormenta y Victoire no sabe por qué.

—Joder, Vic… —empieza — últimamente apenas hablamos y, cada vez que intento quedarme a solas contigo para preguntarte, sales corriendo y te alejas de mí… —traga saliva, nervioso — sabes que puedes contarme lo que sea, ¿verdad? Somos amigos.

Es como una daga.

Amigos.

Teddy Lupin y Victoire Weasley son solo amigos.

Y joder cómo duele.

—No sé qué mierda somos, Lupin —espeta.

Él la mira, confundido, pero esta vez no está dispuesta a dejarse amedrentar.

— ¿Sabes, Teddy? Los amigos no se enfadan porque uno de ellos tenga una cita en Hogsmeade con Louisa Robinson… —balbucea — tampoco se pasan la noche pensando en qué color tendrá el pelo del otro a la mañana siguiente, ni se quedan embobados observando su forma de caminar, aun cuando la otra persona sea incapaz de dar tres pasos sin tropezarse con algo…

No sabe qué le ocurre, pero Victoire es incapaz de detenerse, así que, sin prisa pero sin pausa, sigue enumerando sin parar todas las situaciones durante los últimos meses en las que ella se ha dado cuenta de que no son solo amigos. Cada abrazo, cada risa, cada silencio confortable. Hasta que, bajando la mirada a la mano que todavía la agarra, concluye:

—A los amigos no se les acelera el pulso cada vez que el otro les aferra el brazo.

Teddy la observa.

—Creo que has dicho más que suficiente —responde.

Y la besa.

Es un beso suave, húmedo, salado. Un beso que calma un dolor que Victoire no sabía que tenía.

Y vaya si lo disfruta.


N/A: No está beteado y habrá mil fallos. Peeero después de varios años, es lo que hay.