"FUEGO EN EL HIELO"

Capítulo 1: Hielo.

Visitaba la aldea cada cierto tiempo con un obsequio para su pequeña protegida, la excusa era perfecta para acercarse y enterarse si la extraña joven miko, compañera de Inuyasha, había regresado. No es que le importara, la verdad ni le interesaba, sólo quería saber, comprender, cómo es que de pronto, así, sin más, ya no estaba junto a su hermano ni el grupo de inservibles amigos que buscaban los fragmentos de la perla y a Naraku. Claro que se enteró que había sido absorbida por el Meidou y que su patético hermano había ido a salvarla, más, sin embargo, después de varios días sólo Inuyasha había regresado. Y todos lo habían aceptado. Ella ya no estaba.

No, no le interesaba, claro que no, estúpidos y débiles humanos, ni siquiera gastar una milésima parte de su pensamiento en ella. Regresó a las batallas y a destruir yukais enemigos, era su disfrute, jugar y torturarlos primero, luego su golpe final matándolos sin piedad, sintiendo y creyéndose todo poderoso, porque de verdad lo era, había superado a su propio padre y si aun estuviera Sounga él sería el único que podría utilizarla. Pero ya no era lo mismo, no era el Sesshomaru que asesinaba a diestra y siniestra tanto a youkais, animales y sobre todo humanos. Y lo disfrutaba, cómo lo disfrutaba, saboreando la sangre fresca que quedaba entre sus fuertes garras. Ahora ni siquiera se acercaba a los débiles ningen. Aunque le costara admitir, sólo para él, claro esta, tenía cuidado de los humanos. Por Rin. Sólo por ella. O quizás ¿la miko?

Diablos, otra vez la miko. Atrevida y escandalosa. Arrogante y media demente. Osada y valiente. Nunca olvidaría cómo se enfrentó a él de igual a igual la primera vez que la vio. Y las veces que le siguieron. La odió, la odió por ser como era, la odió por ayudar a su hermano, la odió porque lo vio a él siendo derrotado una y otra vez por Inuyasha. Y luego, Rin apareció. Tan similar a ella, casi exactamente igual a ella.

-Amo bonito ¿hay algo que lo preocupa?

La dejó estar con él, era una chiquilla, una humana aborrecible pero apenas una cachorra. Con el tiempo entendió a su bastardo hermano por qué siempre protegía a su atrevida compañera. Él también quiso proteger a Rin, se sentía extraño cuando lo hacía, se sentía poderoso, orgulloso, pero no el orgullo altanero de antes, se sentía, como su padre.

-Si necesita hablar con alguien….

Sus ojos dorados se enfocaron entre la espesura del bosque, más allá y su agudo olfato percibió un aroma que él hacía años no sentía, su mente tardó milisegundos en reconocer a quién le pertenecía, se puso de pronto de pie y Jaken, su fiel sirviente que insistía en hablarle, casi cayó al suelo y miró contrariado a su amo.

El daiyoukai se echó a correr, su rostro ya no estaba impasible, como la mayor parte del tiempo estaba, su sirviente se aferró a mokomoko antes de ser abandonado y se preguntó, ahora de forma interna, qué había sucedido para que después de mucho tiempo, su amo corriera como si la vida se le fuera. Corrió, corrió como el viento y después se detuvo en seco. Lejos aún estaba, los grandes árboles y matorrales no impedían ver con su aguda mirada, se quedó como una estatua, mientras Jaken caía ahora al suelo con la repentina carrera que el Lord llevaba.

La vio, la vio saltar del pozo y ser abrazada fuertemente por su hermano. Ella le correspondió de la misma forma atrevida, parecían fundirse con sus cuerpos, era algo totalmente desagradable ver tanta cercanía de esos dos. Pero sintió como su pecho nuevamente se alteró y sus ojos se abrieron de par en par un poco más de lo normal, sintió un gusto extraño en la garganta, tragó y le costó.

-Amo… ¿qué sucede? ¿le pasó algo a Rin?

La observó, como nunca lo había hecho, porque le era imposible comprender como de pronto ella había regresado desde el depósito de cadáveres. Era extraño que saliera de ahí, era extraño volver a verla y sentir su esencia, era… ella. Y había cambiado, ya no era una niña, era una mujer, más alta, más… desarrollada, su rostro un poco anguloso, sus cabellos negros más largos, su mirada, su mirada castaña que de pronto se abrió y la enfocó en el bosque, justo como si lo estuviera mirando a él. Sesshomaru que decía no tener corazón, sintió de pronto que éste emitía un doloroso latido. Tragó fuerte y volteó de inmediato, consternado ¿acaso la miko sabía que estaba ahí? Imposible, estaba muy lejos, estaba seguro que ni su aroma ni su aura lo delataría, no, no podía ser.

-Jaken

El sirviente lo miró sorprendido. Su amo bonito se estaba comportando muy raro últimamente, pequeños detalles que para cualquiera podían pasar desapercibidos, no así para el fiel sapo que lo acompañaba desde hacía cientos de años.

-Sssi, ¿amo bonito?- Titubeó.

-Vámonos.

Apretó los puños de ambas manos con fuerza, intentó recobrar la calma, y se sorprendió, hacía años que no sentía nada, ni por las batallas, la vida, nada, y ahora, algo le removió su interior. Un imperceptible gruñido se escapó de sus labios y se deslizó rápidamente como una brisa entre el solitario y espeso bosque del Sengoku.

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Estaba emocionada por regresar, dichosa por verlo una vez más, eufórica porque era mayor de edad y tenía el permiso de su madre para quedarse en aquella época, por amor, amor al hanyou que la recibió de inmediato cuando salió del pozo. Sus ojos se llenaron de lágrimas por volver a ver aquellas orbes doradas, únicas y amadas que sólo eran de esta época. Lo amaba tanto que sacrificaba todo, su familia, amigos, su futuro en Tokio, por él. Lo abrazó muy fuerte aún conmocionada y feliz, quería sentirse nuevamente entre los brazos de su fuerte Inuyasha. Se sentía rara ahora, ella era una adulta, Inuyasha había crecido en tres años y su cuerpo también había desarrollado mínimos cambios en él, ya que el tiempo pasaba más lento para su hanyou, aún así, sus brazos habían desarrollado un poco más de músculos los cuales acarició mientras sonreía y sollozaba, la paz inundó la pradera en donde se encontraban y luego, algo la sacó de su ensueño y removió su interior, como su instinto de miko que sólo parecía funcionar al 100% en el Sengoku, le avisó. Abrió sus ojos, aun abrazada a Inuyasha y enfocó la vista entre la espesura del bosque. No supo por qué, algo se sentía, no era ni malo, ni bueno, sólo fue como… como una sensación de estar siendo observada. No sintió ningún tipo de energía ni aura, y en menos de un par de segundos, la incomodad se disipó y supo, en ese instante, que volvía a estar sola junto a su amado hanyou.

Pasaron los días y la miko se sentía bastante feliz con su nueva vida. En esos momentos vivía junto a la anciana Kaede y la pequeña Rin. Inuyasha estaba sentado afuera en la entrada de la choza, cuidando a su querida Kagome.

-Kagome, querida, ¿para cuándo quedó el matrimonio?

La muchacha sonrió para sí misma, mientras se mantenía en posición seiza y doblaba su nueva ropa de sacerdotisa.

-Inuyasha quiere cuando sea en luna nueva- Se sonrojó cuando recordó, la primera noche que compartían después de su llegada, tres días atrás, sentados en la entrada de la choza, organizando su futuro. Él quería luna nueva para poder estar seguro de no lastimarla en su estado hanyou, en la noche de bodas, y para eso, faltaban tres semanas aún. Y también tendría el tiempo de construir una choza para ellos, alejados un poco del pueblo y Miroku iba a ayudarle.

-Señorita Kagome, me siento muy emocionada por usted, nunca he asistido a una boda- Declaró con total emoción Rin.

-Tal vez puedas ayudarme. De dónde vengo, se necesita una dama de honor para ayudar a la novia con los preparativos- Sonrió Kagome mirando a la pequeña.

-Siiiiii, ¡Rin ayudará a la señorita Kagome en la boda!

La anciana Kaede le sonrió a ambas mientras intentaba que Rin se sentará a su lado para servir el té que venía preparando, ya que la pequeña de la pura emoción revoloteaba alrededor de Kagome canturreando una canción.

-Niña inquieta, bebe su té, de lo contrario te quemarás.

Rin obedeció de inmediato, sentándose en el suelo junto al fuego de la choza y sonriendo aún a Kagome.

-El Señor Sesshomaru se sorprenderá con esta noticia cuando le cuente.

El cerebro de Kagome de inmediato le mostró el rostro de aquel Daiyoukai altanero y misterioso. Sintió escalofríos cuando recordó aquella mirada dorada, fría e intimidante. Oh, cielos, cierto, él tenía los ojos dorados de Inuyasha.

-No creo que al señor Sesshomaru le importe este tipo de cosas- Dijo la anciana Kaede y dio un sorbo a su té- Además, es como si no fuera de la familia, gracias a eso, Inuyasha no tiene que pedirle permiso para casarse con Kagome.

La joven miko tragó fuerte al recordar las costumbres del Japón antiguo y luego sonrió aliviada. Inuyasha, al pertenecer a una familia de importancia, debía seguir ciertas reglas para poder casarse. Para comenzar, el único pariente vivo, cercano, era su hermano Sesshomaru y era éste, más encima por ser mayor, de aprobar o no si ella era la elegida. Convenientemente por razones militares y económicas, nada más, entre los nobles no existían los matrimonios por amor. Sin embargo, Sesshomaru estaba descartado de inmediato por Inuyasha. Jamás le consultaría ¿para qué? Siempre lo había considerado una escoria, un miserable que no merecía la sangre que portaba de Inu no Taisho. Aunque después de la guerra final contra Náraku las cosas entre ellos estaban "tolerables", el hanyou no se sentía aún como parte de la familia Taisho y por lo tanto siguió con su vida esta vez en la aldea.

-Rin chan, supe que él viene a verte cada cierto tiempo. – Dijo Kagome mientras se llevaba la taza a sus labios y entrecerraba sus ojos castaños.

-Sí, viene cada tres semanas, creo- Respondió la chiquilla mientras se llevaba una mano a la sien para intentar recordar.

-Ha sido muy amable con Rin, la consiente mucho, no se olvida de ella, casi siempre le trae un kimono como obsequio.

Kagome no podía creer lo que la anciana le indicaba. Simplemente no se imaginaba a ese altivo daiyoukai viniendo a la aldea llena de humanos sólo para visitar a Rin y más encima darle regalos. En todo caso, la miko había notado un cambio en el frío Lord desde que la niña lo acompañaba, recordaba como la había salvado y también a ella, en más de una ocasión, además había ayudado a Inuyasha y a ella a derrotar a Naraku. Definitivamente tenía que verlo.

-Me gustaría volver a ver a Sesshomaru…- Murmuró la miko sin pensar.

-Ahh! Vendrá, vendrá pronto, aunque faltan algunas semanas para eso, señorita Kagome.

La sacerdotisa volvió a la realidad y se dio cuenta que su pensamiento había sido vocalizado, sólo sonrió y miró a la anciana Kaede.

-Si crees que podrás entablar una conversación con él, estas equivocada. Ha cambiado, es cierto, pero no al nivel de entablar relaciones o siquiera dirigir la palabra a algún humano, a menos que sea Rin.

Kagome suspiró sonriendo una vez más y se encogió de hombros. Tampoco se imaginaba al que sería su cuñado conversando con alguien de los más relajado. Algunas cosas eran imposibles.

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Lo notaba inquieto, alterado, su mirada se agrandaba y agudizaba, parecía hablar con sí mismo, cada vez lo escuchaba menos, no es que fuera muy conversador su amo, nunca en la vida lo había sido, pero ahora su fiel sirviente notaba lo distinto que estaba, algo lo estaba inquietando, pero era imposible saber qué.

-Amo Sesshomaru ¿iremos nuevamente a la aldea de Rin? Como ha comprado ese kimono tan pronto…

El daiyoukai bufó suavemente y le dio una media mirada. Jaken sintió que se le paralizaba el corazón. Hacía tiempo que no respondía a sus preguntas.

-Si quieres puedes quedarte aquí. - Respondió con voz ronca y profunda.

Jaken se inclinó varias veces a sus pies disculpándose por hacerlo enojar.

-No amo, usted sabe que voy donde quiera que usted vaya.

Sesshomaru desvió la mirada y emprendió la caminata a paso rápido. No volaba ni corría, tampoco caminaba pausado como solía hacerlo, hasta en eso Jaken pensó, su amo actuaba raro.

Al llegar a la aldea fue directo a la cabaña de la anciana Kaede, su sirviente se quedó como siempre afuera, custodiando al amo bonito a pesar de que en ese lugar nada había que temer. Más lo hacía por mantener la privacidad de su amado Lord con la pequeña Rin.

Sesshomaru entró descorriendo la cortina de bambú que hacía de puerta y encontró a la pequeña Rin junto a la anciana que le enseñaba para qué servía cada una de las hierbas que habían recogido durante la mañana y ahora estaban ordenadas en el suelo de la choza.

La pequeña lo vio abriendo inmensamente sus ojos y corrió a él abrazándolo de la cintura. El daiyoukai no se movió, se quedó tan quiero como una estatua, pero su mirada se suavizó y enfocó, agachando la mirada, sus dorados ojos de hielo en Rin.

-¡Amo Sesshomaru, ha venido! Qué alegría.

La anciana miko se puso lentamente de pie e hizo un gesto de respeto con la cabeza cuando el orgulloso Lord se dignó a mirarla.

-Señor Sesshomaru, que sorpresa, no lo esperábamos tan pronto.

-Es cierto, vino antes esta vez, pero me siento muy contenta de que este aquí.

Kaede salió de la choza respetando los pocos minutos que el Lord tardaba en saber de la niña y entregarle finalmente un obsequio. Vio a Jaken, como siempre, parado en la entrada, serio, sintiéndose importante.

-El señor Sesshomaru vino antes esta vez…

-Así es- Respondió sin más el sirviente.

La anciana estaba intrigada por aquella conducta tan extraña en un youkai que siempre había sido constante, correcto, puntual en sus visitas.

-¿Hay algún problema?- Preguntó la anciana.

Jaken entrecerró la vista y la miró, casi con rencor.

-El amo Sesshomaru puede venir cuando sea, si él quiere- Respondió arisco.

La anciana meditó un momento. No se quedó tranquila, algo había pasado que el youkia de pronto había cambiado su conducta un poco, impetuosa, por así decirlo.

Dentro de la cabaña el daiyoukai le entregaba el kimono, mientras miraba a su alrededor, su nariz percibió de inmediato el aroma de la miko joven. No dijo nada, sólo se sentó lentamente y la pequeña, con su kimono entre las manos, lo imitó.

-Muchas gracias amo Sesshomaru, no tiene porqué molestarse con los obsequios.

-Son para ti.

La niña le sonrió y comenzó a admirar el bello obsequio que su querido señor le había entregado esta vez.

-Ohhh, es muy bello, creo que esta vez me servirá para el matrimonio de la señorita Kagome y del señor Inuyasha.

Sesshomaru volvió a sentir un latido errático en su inexistente corazón, abrió un poco más sus ojos y apretó los labios.

-Si, Amo Seshomaru, ¡ella volvió al fin y se casará con Inuyasha sama! Dice que será en tres semanas y que yo podría ayudarle, estoy muy contenta, no sé como son las bodas, la señorita Kagome dice que soy su… "dama de honor", aunque no entiendo mucho…

El Lord suspiró hastiado y se paró de pronto, la niña lo miró.

-¿Ya se marcha?- Lo acompañó hasta la salida y de pronto siguió- La señorita Kagome me dijo que le gustaría verlo- El Lord se detuvo de pronto y la miró, sorprendido.

Kaede alcanzó a escuchar, ya que todos se encontraban afuera esta vez y arrugó el ceño a la niña.

-Jaken, es hora de irnos.

Le hizo un gesto con la cabeza a modo de respeto a la anciana y luego se formó la nube que lo llevaba por los cielos. El sirviente apenas se alcanzó a sujetar de mokomoko, contento de partir de aquella aldea humana.

-¿Le hablaste del matrimonio?- Preguntó la miko a la niña.

-Sí, pero él no dijo nada.

La anciana suspiró.

-Qué bueno, eso significaría que Inuyasha puede hacer lo que quiere y no tendría que pedirle permiso para contraer nupcias con Kagome.

Mientras recorría el cielo recordando las palabras que la niña le había dicho, bufó para sí mismo una y mil veces, sentía malestar, rabia, contradicción por la noticia ¿se iba a casar? Eso se refería a emparejarse, en el vocablo de los youkais y era algo muy serio, muy íntimo y para siempre ¿su hermano se iba a emparejar? Agudizó la vista y su cuerpo se tensó ¿qué era esto que estaba sintiendo? ¿qué diablos le importaba a él lo que hiciera su detestable hermano y la atrevida miko?

-Uy, Mire amo bonito, la señorita Kagome volvió- Lo interrumpió de pronto Jaken.

No quiso mirar, quería ser indiferente ante ella, agudizó la vista al frente y la ignoró. Pero jamás se esperó que la atrevida mika le gritara.

-¡Adiós cuñado!

Esta vez no lo pudo evitar, frunció el ceño y la miró, con desagrado, con rabia contenida, con deseos de hacer pagar a la atrevida criatura por dirigirse a él de esa forma.

Jaken comenzó a hablar acerca de castigar a la miko por insolente, pero el Lord ya no quería escuchar ni saber nada más de ellos, los odiaba…

-Cierra la boca… o te mato.

Se alejó rápidamente de ahí, necesitaba estar solo, pensar, controlarse, respirar y enfocarse en sus metas como Lord del Oeste y no de estupideces de humanos, con sus vidas tan banales y efímeras, que no trascendían el tiempo.

-Jaken. Ve al castillo. Necesito que me dejes sólo. - Dijo, mientras aterrizaba a los pies de las grandes colinas de Musachi.

El sirviente abrió sus ojos enormemente y sus ojos se llenaron de lágrimas, no quería alejarse del objeto de su afecto, no podía, lo abrazó de las piernas mientras sollozaba.

-Nooo, amo bonito, no me deje, por favor, se lo suplico.

Sesshomaru no sentía nada, ni por él ni por nadie, ni siquiera lo miró, sólo endureció más el rostro y habló, firme y claro.

-No me hagas repetirlo. Te necesito ahí, ahora.- Su voz, profunda y atemorizante, hizo que Jaken de inmediato dejara de sollozar. El sapo tragó con fuerza y se controló, imaginando en que quizás su amo bonito le pedía volver para encargarse de los asuntos pendientes del castillo. Este pensamiento lo reconfortó y entonces lo hizo asentir con la cabeza y ponerse una mano en la frente, a modo de saludo militar.

-Esta bien amo, lo que usted diga.

El daiyoukai gruñó levemente, le dio una rápida mirada y partió otra vez volando por los cielos, alejándose de su sirviente, sin rumbo fijo aún, pero pensando, calmando su rabia interna, su molestia que le estaba corroyendo el cuerpo, no pudo más, sin poder evitarlo su bestia se apoderó de él y se transformó en la letal e implacable forma perruna, aullando a la luna y corriendo por los cielos de un lugar a otro… deseaba matar sin razón otra vez, ni los humanos se salvarían.

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Kagome se encontraba recolectando hierbas las cuales necesitaba a diario para aprender brebajes. Sola en el bosque, no sentía miedo de encontrarse allí donde los rayos del sol no traspasaban el frondoso follaje. Inuyasha solía acompañarla en aquellas pequeñas caminatas, pero esta vez él estaba de viaje junto a Miroku haciendo sus exorcismos y así traer comida a su ya numerosa familia.

Estaba inclinada sobre los matorrales, hablando para sí misma y elogiándose cuando encontraba una hierba y era medicinal. Sus progresos eran enormes y ya se sentía casi una miko completa. Lo mejor de todo, era que al no tener nada que custodiar, cómo lo era la perla de Shikkon, era libre para hacer lo que quisiera y en este caso, unirse a su amado Hanyou.

Inuyasha… Inuyasha había cambiado, no tan sólo físicamente, sino también un poco en su carácter. Estaba más comprensivo, tranquilo, tenía sus arranques de infantilismo con Shippo, pero esa era la forma de demostrarle su cariño al zorrito que iba de vez en cuando a la aldea, ya que él se estaba entrenando para ser un poderoso youkai, aún hablaba a veces de una forma impaciente y algo maleducada, pero esta vez intentaba controlarse, ser más maduro, ya que ella misma lo era. Kagome sonrió porque ambos habían cambiado, ya no eran los niños peleando por tonterías, ahora eran compañeros de vida y muy pronto vivirían juntos.

Mientras pensaba en esto sus dedos tocaron una hiedra espinosa, la cual de inmediato le causó dolor en sus dedos y acercó la mano para mirarla, notando que sus tres dedos: índice, anular y medio, estaban rojos y rasmillados. Era un poco doloroso y le irritaba la piel.

-¡Diablos!- Murmuró, reprendiéndose a sí misma y soplándose donde sentía arder.

De pronto sintió el aura demoníaca, su piel se erizó y ella de incorporó rápidamente, pensando en porqué no había traído su arco y flechas, porqué había sido tan confiada, lo estúpida que era. Se volteó de forma rápida y lo vio. Entonces se relajó y sonrió. Era tan hermoso como una estatua esculpida por los griegos, con su piel tan clara y perfecta, su cabello largo y plateado ondeando con la leve brisa del viento, su figura gallarda y atemorizante, tan alto y tan temible…

-Sesshomaru, eres tú- Murmuró y no supo por qué se llevó una mano al cabello y pasó un mechón tras su oído. Bajó la vista un segundo y luego la volvió a dirigir a él, que la miraba fríamente a los ojos, como si quisiera infundirle temor, pero la miko no estaba atemorizada, es más, sonreía abiertamente mientras desviaba la vista hacia los árboles a su alrededor- Sólo faltabas tú. Llegué hace un par de días y esta vez me quedaré, en la aldea. No sé si lo sabes – Sesshomaru bajó la vista hasta la mano lastimada, ella seguía sin mirarlo.- Supe que ibas a la aldea de vez en cuando a ver a Rin, eso es muy lindo de tu parte… por cierto- Y sólo en ese momento la miko volvió su mirada castaña a él- Perdón si te molesté el otro día con lo de "cuñado", intento cambiar mi actitud tan caprichosa y espontánea que heredé de mi época, sé que aquí, en este tiempo, el comportamiento es distinto y…

-Tu mano.

Kagome se sorprendió y bajó la vista para ver como la irritación de sus dedos estaba al rojo vivo. Era cierto, le escocía y picaba, pero había pasado por cosas peores y no iba a morir por eso.

-¿Mi mano? Toqué una hiedra que no debía, no es nada- Volvió a sonreír con calma y lo miró luego sorprendida. - ¿Viniste por eso?

El daiyoikai subió su mirada ahora enfocando sus ojos en los de ella. Hizo un leve gesto con los labios, una mueca cínica y rápida.

-Claro que no. - Respondió, desviando sus ojos dorados de hielo a su alrededor- Sólo te cruzaste en mi camino.

Kagome suspiró y se sintió tonta. Luego sonrió, bajando la vista.

-Por supuesto. – Murmuró. Tomó su canasta del suelo y acomodó las hierbas. Caminó un par de pasos lentos para volver a la aldea. Se detuvo cuando el Lord volvió a hablar, fuerte al principio, lento y suave después.

-Rin…- Comenzó y Kagome lo miró alzando la cabeza para mirarlo-… ella dijo, que querías verme.

Kagome sonrió algo aliviada. Había pensado que Sesshomaru era el frío témpano de siempre y que su percepción de él estaba errada, pero ahora volvía a ser feliz porque el gran Lord del oeste sí le demostraba que era otra actitud la que él tenía, ya que jamás en la vida, imaginó, estar "hablando" así con él, en medio del oscuro bosque.

-Es cierto…- No apartó su mirada de la inquisitiva de la de él. -… quería ver cómo estabas, sólo eso.

Sesshomaru sintió que su pecho se inflaba. Y su corazón, el inexistente, el que nunca respondía, ya no sólo emitió un doloroso latido, sino varios, mientras él se enfocaba en los cabellos negros que revoloteaban con la brisa, en el rostro pálido y perfecto de ella, en el cálido color de sus ojos castaños y profundos.

La miko hizo una reverencia, una que jamás había hecho para él a modo de despedida.

-Me tengo que ir. Fue una sorpresa verte, ojalá vayas a la aldea más seguido.

Él no respondió, la miró fijo otra vez sin que ella sospechara que era por algo más. Su mirada la siguió hasta que desapareció entre los árboles, luego volteó y su mirada se detuvo en la hiedra áspera y con sus espinas amenazantes. Ella no le había dado importancia, la hiedra áspera y espinosa era como él, dañando tal vez, sin querer.

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-¡Auch!

La anciana Kaede le pasaba sobre sus dedos unos ungüentos hechos de hierbas medicinales que esperaba, calmarían la irritación que le provocaba aquella hiedra venenosa.

-No reclames, niña, peleaste contra las youkais más fuertes, derrotaste a Naraku, desapareciste la perla y ahora te quejas por esta tontería.

La joven miko suspiró, de inmediato recordó el encuentro que había tenido con el que pronto sería su cuñado, sonrió y miró a Rin que se preparaba a dormir.

-No se lo imaginan, mientras recogía hierbas en el bosque, me encontré inesperadamente con Sesshomaru.

La chiquilla pegó un brinco de sorpresa y luego se acercó apresuradamente a ella para saber más. La anciana Kaede frunció el ceño observando fijamente a Kagome, que le relataba despreocupadamente a Rin de su fortuito encuentro.

-Es verdad, al principio se comportó como siempre, bueno, como cuando esta con nosotros, no como cuando esta contigo pequeña Rin- Y le acarició la cabeza, luego miró a la anciana más seria- Pero en verdad ha cambiado, leve, pero notorio, se fijó en mi mano, - Y la levantó observándola- Se preocupó por eso, casi no lo podía creer. Luego me dijo que tú Rin chan le habías dicho que quería verlo, jajaja, me dio un poco de vergüenza eso.

-¿Sesshomaru te dijo eso, Kagome? - Preguntó sorprendida la anciana miko, mirando fijamente a la muchacha – Eso sí es novedad.

-Sí, yo también me sorprendí al principio…-Murmuró Kagome, pero sin evitar sonreír.

Kaede levantó la vista al techo y comenzó a murmurar.

-Lord Sesshomaru esta algo extraño, lo he notado hace tiempo, esta… no sé como decirlo, pero definitivamente esta cambiado.

-Mi amo Sesshomaru es muy amable y cariñoso, es verdad que antes no era así pero no lo demuestra a los demás. - Dijo Rin justificando al que consideraba su padre amado, el que la acogió cuando se quedó huérfana, el que la acompañó a donde fuera, el que la protegió con su vida.

-Es cierto, pequeña Rin, quizás es así sólo contigo y nosotros recién ahora lo estamos notando. - Respondió la joven miko, dando por terminado el asunto ya que una vez que vio sus dedos ya secos con el ungüento de Kaede, se disponía a dormir ya que se estaba haciendo tarde- Ha pasado un día que Inuyasha se fue y lo extraño.

Kaede seguía pensando. Ella sentía que había algo más en el Lord, quizás se estaba decidiendo en algo, tal vez una batalla qué pelear o quizás, un youkai de su edad, planeando su futuro.

-¿Cuando volverán?- Rin se volvía a recostar en su futón mientras la hoguera se extinguía rápidamente formando sólo sombras que se movían tétricas en las paredes del hogar.

-Serán varios días, espero que no tarde mucho, quizás una semana…

Una semana. Luego una más para los preparativos y finalmente la luna nueva. Se recostó y sonrió gratamente sintiendo su corazón latir con violencia. Extrañaba mucho su hogar, sus amigos y familia, pero sin Inuyasha no podía vivir. Y esperaba estar junto a él definitivamente hasta cuando el tiempo se lo permitiera.

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La seguía al lugar que se dirigiera, a veces acompañada con la anciana o Rin, a veces estaba completamente sola vagando por el bosque y cuando no la encontraba ahí él se acercaba un poco a la aldea y veía cómo la miko alzaba en brazos el bebé de la exterminadora. Nunca en su vida había sentido curiosidad por alguien, menos por un humano y ahora sabía que perdía su tiempo siguiéndola y observándola a donde quiera que fuera. Por las noches, recostado en algún árbol, alzaba la mirada a la luna y se preguntaba y reprochaba su actitud tan estúpida, se juraba que no lo volvería a hacer y que al amanecer regresaría a su morada. Sin embargo, mientras cerraba sus ojos, sólo podía ver a la miko sonreír, caminar, hablar, enojarse, con su perfecto rostro, con su cabello al viento, su mirada cálida y sorprendentemente profunda. Y caía, una vez más al amanecer, en aquel sentimiento de angustia por verla una vez más, siguiendo sus pasos.

Hasta que una noche, se detuvo en seco cuando la vio de pie, saliendo de las aguas termales. No. Nunca había visto a una humana desnuda, nunca pensó siquiera en ver algo así. Sus ojos impasibles todo el tiempo se abrieron con sorpresa primero y luego se agudizaron, arrastrando toda la mirada en aquel cuerpo tan frágil y delicado, brillante con el gua, con gotitas que parecían estrellas por el reflejo de la luna, lleno de cicatrices en el estómago, hombro y espalda, pero tentador… ¿tentador? Desvió la mirada molesto y dio media vuelta. Sentía como el corazón latía de una forma desbocada, se sorprendió y bufó irritado por cómo éste reaccionaba. - Es sólo una ningen- Se reprochó internamente sorprendido y muy molesto. Quiso avanzar, salir rápidamente de allí, pero sus pies no le respondían, de lo único que fue capaz fue de caer al suelo y quedarse sentado, temblando como jamás lo había hecho, conmocionado, alterado, irritado, un cúmulo de sensaciones nada comunes para él invadiendo su cuerpo de Youkai.

La joven miko se vistió lentamente con su traje de sacerdotisa, soltó su cabello para que se secara con la brisa nocturna y tomó la canastilla que tenía implementos de aseo que había traído junto a ella. Caminó un par de pasos sintiéndose realmente relajada, hasta que su aura sagrada le alertó la presencia de Youkai. Arrugó el ceño y puso atención, luego su rostro se relajó y habló al oscuro bosque.

-¿Sesshomaru?

El daiyoukai se encontraba un par de metros más allá. La escuchó claramente y su corazón dio un latido que fue doloroso y punzante. – Qué diablos estaba haciendo- Se recriminó con vergüenza- Es sólo una humana, una humana…

-¿Estas ahí?- Volvió a preguntar la miko, tranquila y espontánea como siempre.

Respiró profundamente y entrecerró los ojos, luego, de forma lenta, comenzó a ponerse de pie, estaba tras un árbol, la muchacha aún no lo veía, entonces el daiyoukai salió para mostrarse en plenitud para ella. La miko sonrió como si nada. Sesshomaru tragó con fuerza y se acercó a la joven.

-Estas lejos de la aldea, Miko.

Kagome caminó en su dirección muy tranquila, llevando en su regazo la canastita con sus implementos de aseo.

-Sí, quería darme un baño- Respondió simplemente. Ni siquiera se disgustó por él ya que sabía que un daiyokai como ese jamás de los jamases la espiaría.

-Puede ser peligroso- Respondió Sesshomaru bajando la vista para encontrarse con aquellos ojos tan profundos y brillantes, se sorprendió que su voz no fuera la autoritaria de siempre.

Ella ladeó el rostro y volvió a sonreír.

-¿Crees que no puedo defenderme?

Sesshomaru la miró, no pudiendo evitar observar cada detalle de su rostro, del largo de su cuello, del busto que se marcaba húmedo en su ropa de miko. Ella comenzó a arreglarse el cabello húmedo sin darse cuenta de la mirada libidinosa del Lord.

-No tengo qué temer, incluso si Inuyasha no esta, sé que puedo defenderme sola.

Sesshomaru levantó nuevamente la vista a ella y no supo cómo, pero su mano fue más rápida que un rayo y se apoderó del cuello de la miko. Ella abrió los ojos de forma desmesurada, soltando la canastita y cayendo ésta al suelo, tomando con ambas manos la de él, intentado apartarla de su garganta. El Daiyoukai con su super velocidad corrió hasta que la espalda de Kagome chocó contra el tronco de un árbol.

La joven miko dejó de luchar y lo miró, cuando se dio cuenta que Sesshomaru ni siquiera apretaba su garganta y sólo la veía fijamente a ella, a los ojos, a sus labios semi abiertos, al cuello húmedo aún…

-Suéltame- Dijo, seria y firme, pero ya no sorprendida ni enojada. Él acercó más su rostro al de ella, no pudo verlo debido a diferencia de altura que le llevaba, pero Sesshomaru acercó su nariz a los cabellos de la joven, los olió y dejó que su mejilla se dejara acariciar con ellos. - Sesshomaru…- Murmuró Kagome – Por favor… sé no me harás nada, ya entendí el punto, puede ser peligroso si estoy sola a…

- Silencio- Murmuró con un dejo de irritación. No quería apartarse, su mano ya ni siquiera apretaba el cuello de la miko, más bien la estaba, acariciando, sus dedos se movían lentamente de arriba a abajo… movió el rostro hacia la joven dejando arrastrar su mejilla, ahora con la mejilla de ella. Cuando Kagome sintió su piel de seda junto a la suya, se sorprendió y su corazón dio un brinco impetuoso, sus ojos se abrieron aún más cuando se dio cuenta que algo estaba mal aquí, Sesshomaru apoyó su frente junto a la suya, la mirada de hielo era de fuego ahora, la muchacha se paralizó, el tacto de sus dedos en su cuello era sorprendentemente ardiente. Kagome enmudeció.

Continuará…


N/A: Espero les guste este fic, quise escribirlo para salirme de mi zona de confort que son las historias de Inuyasha y Kagome, para crear esta pequeña de dos personajes que como pareja (sé que no fue así, pero fanfiction es para soñar) me atraen.

Si no les gusta, pasen a otras, en la descripción del fic advierto de qué se trata, no hay engaño, sólo escribí después de casi como 8 años porque quería sacarme una espinita con Sesshomaru y Kagome. Se suponía que esta historia iba a ser un oneshot, pero me faltó y así que será de un total de dos capítulos, no me pidan más, ni yo me creo que estoy aquí otra vez. Gracias a todas quienes me animaron a volver, su review es mi paga, no pido nada más. Ya ni me acordaba como es entrar a fanfiction y lo engorroso de subir una historia pero en fin... jeje

Saludos,

Lady Sakura Lee.