Eran exactamente las 12 de la noche, Mary miraba intensamente a su esposo, él dormía a su lado sin enterarse de nada, últimamente habían muchos casos, tantos que apenas y se veían al cenar, y desde que se enteraron que Sherlock estaba vivo, ambos habían corrido en su búsqueda de casos, John estaba más vivo que nunca, saliendo a casos y siendo feliz, se le notaba en sus acciones, en los besos que le daba y como les agarraba la mano a ambos aveces, ella sabía que era amada por ambos hombres y ella los amaba a ellos. El amor que se tenían entre ellos no era igual dependiendo de la persona, sabía que Sherlock amaba a John, a ella, solamente la apreciaba por cuidar a su amor y por llevar al hijo en su vientre, John los amaba a ambos, pero a Sherlock aún más que a ella y no le molestaba ya que, como la buena madre y esposa cariñosa que era, no podría dejar de amar al amor de su vida.

Ella era una madre y esposa muy buena, siempre que la llegaba a ver le esperaba con su almuerzo preferido, le hacía masajes en la espalda y le besaba los labios cada vez que sufría una pesadilla, sabiendo que con eso se relajaba. ¡Cómo se estaba cansando de aquella aburrida rutina! Por su embarazo no pude estar dentro de los casos y para colmo, últimamente Mycroft parecía demasiado interesado en su vientre. Suspira. Desde mañana John no llegaría a casa y para colmo Sherlock le había dicho que no los esperara en varios días. Parecía ser que los tendría lejos mucho tiempo y, aunque eso fuera bastante bueno para que se den cuenta de sus sentimientos, estaría más aburrida que una ostra. Así que, con esa sensación de molestia y con una ligera molestia en el vientre, se dispuso a conciliar el sueño, en unas horas más debía antender a su esposo y darle el desayuno, junto a un par de menciones de animo y mucho apoyo. Y al fin lo tendría fuera de casa, dios, en serio no quería dejarlo ir.

Y así, cerró sus ojos y cayó en los brazos de morfeo, quien cómodamente le transportó a un sueño donde John y Sherlock jugaban con una pequeña niña rubia a los piratas, corrían de un lado a otro en aquel gran pastizal verde, ella estaba, tranquilamente, observando a sus tres amores jugar mientras que ella tejía un suéter para su bebé, Rosamund Mary Watson era el nombre de aquella nena, nota que los tres notan su presencia, Sherlock había tomado a la niña y la había puesto en los hombros de John. Los tres la saludan con la mano y se despierta, sintiendo los labios de su marido en su frente.

—Mary, querida, ya me voy. —Le susurró al oido intentándolo no molestarla.

—Hm... John... Quería hacerte el desayuno. —Habla moviéndose lentamente, su vientre no era muy voluptuoso, más no quería hacer movimientos muy bruscos.

—No es necesario, comeré algo en el avión.

—¿Avión?

—Ya me recuerdas a Sherlock con esto de escucharme, te había dicho que iría a América con Sherlock a buscar a la segunda cabeza de los Moriarty. Janna nos dio la posición de su hermana y nos dijo que para derrotar a Magnum debíamos hablar con ella primero.

—¿Y cómo se llama la famosa tercera pierna Moriarty?

—No tenemos su nombre, sólo sabemos que le dicen Sherry.

—¿Guinda?

—No amor, con "ese".

—Oh, vaya...

—Ya, duerme. — y dándole un casto beso en la frente, este sale de la habitación.

Mary ve a su esposo desaparecer de su rango de visión y decide que era hora de investigar por su cuenta. Ella fue parte de las tropas de élite al servicio de la reina. Tiene la habilidad suficiente como para vencer a cualquier idiota que se le quiera meter en medio, embarazada o no. Así que, con ese pensamiento en mente, decide levantarse con el único propósito de ir a ver al petulante Mycroft Holmes.