Los personajes y este maravilloso mundo mágico son propiedad de J.K. Rowling, sólo los tomo prestados para dejar volar mi imaginación de vez en cuando.
LA RUTINA DIARIA
Allí estaba, una de las mayores heroínas del mundo mágico, diez años después de librar la batalla que liberaría al mundo mágico del terror causado por el mago más oscuro de todos los tiempos, sentada en su jardín trasero, viendo la puesta de sol mientras cargaba al miembro más pequeño de la familia que dormía plácidamente en los brazos de su madre.
Sólo estaba disfrutando de esa paz, esa por la que había luchado y que había conseguido junto con sus mejores amigos. Estando ahí sentada, sólo podía pensar una cosa, había valido la pena. Si en esos momentos Hermione Granger, bueno, Weasley desde hacía varios años, se hubiera mirado en el espejo de Oesed, sólo se habría visto a ella misma reflejada. Tenía todo lo que podía haber soñado, estaba casada con su mejor amigo y el único amor de su vida, tenía dos niños preciosos y sanos y lo más importante de todo, su familia y amigos estaban a salvo, no había nada de lo que preocuparse.
Cerró los ojos mientras el sol iba ocultándose tras el horizonte cuando notó unos labios posándose en su hombro delicadamente, lo que hizo que sus labios dibujaran una sonrisa. Ahí estaba el hombre que había hecho sus sueños realidad, abrió los ojos y lo vio, sonriéndole y mirándolos con una ternura infinita.
Desde que se besaron durante la batalla final, Ron nunca había dejado de demostrarle a Hermione lo mucho que la amaba, pero si había algo que Hermione amaba de Ronald Weasley, era la pasión que tenía por sus hijos. Ese niño irresponsable que no dejaba de meterse en líos y de paso meterla a ella, había resultado ser un padre excelente y un marido envidiable.
Le encantaba su trabajo, de eso no había duda, pero lo que más le gustaba era pasar tiempo con su familia, por eso todas las tardes sin falta, a las seis de la tarde llegaba a casa para jugar con sus hijos, ayudar a su mujer con éstos y si había suerte, a pasar un rato a solas con ella.
La baja maternal era algo que Hermione Weasley no concebía hasta que aprendió a disfrutar de ella, pero no sería ella misma si aguantara más de dos meses sin trabajar.
Amaba a su familia tanto como su marido, de eso no había duda, sólo que a Hermione se le pasaba el tiempo en el despacho del ministerio sin darse cuenta, luchando por todas esas injusticias que a pesar de los años seguían habiendo en el mundo mágico, protegiendo a los más débiles. Así era ella y eso su familia lo sabía, así la querían, por eso cuando se retrasaba todo lo que Ron Weasley tenía que hacer era mandarle una lechuza, siempre con la misma nota "Has pasado otro día intentando salvar el mundo, mañana más". Con eso bastaba para que Hermione dejara su trabajo y volviera a casa. Le costaba, no le gustaba dejar las cosas a medias, pero en una relación todos deben esforzarse y si ese era el esfuerzo que tenía que hacer por mantener esa vida que había conseguido, no era un precio tan alto.
Así era un día normal en la vida de los Weasley-Granger hasta que volvían a casa, una vez allí, cada día era una aventura nueva, la aventura de ser padres, pero como siempre, juntos.
Sí, lo sé, muy corto, pero fue algo que pasó por mi cabeza mientras escribía otra historia y no pude evitar publicar. Sé que es muy pobre para ser el primer fic que subo (ni siquiera lo considero fic), pero ya que lo tenía, ¿por qué no compartirlo?
Con un texto tan pequeño dudo que haya críticas ni positivas ni negativas, pero si las hay, las acepto, tanto unas como otras, siempre que sean constructivas. Toda crítica constructiva ayuda a mejorar y eso se agradece.
