Siento muchísmo por los que empezasteis a leer esta historia, yo tenía pensado seguirla, pero perdí las contraseñas del correo y de la página y no podía meterme, ahora que por fin he encontrado las contraseñas y he entrado, he visto los reviews y me gustaría dar las gracias a todos, aunque sea un poco tarde. He editado el primer capítulo porque no me gusta nada cómo lo planteé, y en cuanto termine de editar el segundo lo pondré también, espero que os guste, un besito

Simerat.

Por cierto, todos los personajes pertenecen a J.K.R excepto alguno que me inventaré yo.

Capítulo 1.

Hermione atravesó la puerta de su casa con expresión seria, aquella sería la última vez que saldría de allí con destino a Hogwarts, al menos como estudiante. Con un hechizo hizo que sus baúles levitaran tras ella, por lo menos ahora podía usar magia sin que el Ministerio armara un escándalo, era mayor de edad y llevaría sus cosas como quisiera. Sonrió levemente dándose cuenta de lo tonto de sus pensamientos, pero rápidamente su sonrisa desapareció al recordar lo que empezar ese curso significaba: que después de haber sufrido una guerra, haber perseguido el alma de Voldemort durante varios meses, haber ganado la batalla final y haber hecho recuento de víctimas para darse cuente de que había perdido a muchos amigos, gente inocente, niños y profesores, debía recuperar el año perdido. Siempre que pensaba en ello se indignaba y se entristecía a partes iguales, porque además sentía lástima por los mortífagos –aparte de odio hacia la mayoría, claro está- porque no habían sido capaces de ver cuánto se estaban equivocando, habían matado a gente que no lo merecía por el simple hecho de si sus padres eran magos o no y, además, lo más ridículo de todo era que a la persona a la que seguía, el supuesto defensor de la pureza de sangre, ¡era un mestizo!

Decidió dejar de darle vueltas al asunto al ver un taxi aparecer por la esquina de su calle, bajó los baúles de nuevo al suelo y esperó pacientemente a que llegara hasta ella. El taxista, un chico joven moreno de veintipocos años la observó con interés antes de salir y ofrecerle la mano.

-Buenos días, mi nombre es Mike –dijo con una sonrisa.

-Hola, Hermione, encantada –contestó estrechándosela.

-Espera, que te subo los baúles, ¿te vas de viaje? –preguntó curioso- por cierto, ¿a dónde te tenía que llevar?

-Sí, me voy a casa de unos amigos, necesito ir a la estación de King's Cross.

-Perfecto, pero te aviso que a esta hora habrá bastante tráfico.

En efecto, las calles estaban bastante llenas, alrededor de la estación estaba todo lleno de magos, brujas y muggles emocionados, cuando por fin consiguieron llegar, Hermione se despidió educadamente y entró llevando sus cosas en un carro que encontró en la entrada. De camino al andén 9 y ¾ no reconoció a nadie, y como no quería que nadie la reconociera no perdió mucho tiempo en entrar. Después de la guerra, Harry, Ron y ella se habían convertido en una especie de héroes para la comunidad mágica, los primeros meses le resultaba imposible ir a cualquier parte con ellos, miles de fotógrafos, periodistas y también curiosos y cotillas se les acercaban preguntando detalles morbosos de la batalla, también preguntaban por su vida personal y allí donde iba la gente se la quedaba mirando como esperando a que aparecieran los mortífagos y ella los pulverizase con un simple gesto de mano. Ahora las cosas estaban algo más calmadas, pero de vez en cuando aparecía algún periodista molestando, y notaba flashes de cámaras cuando iba con algún chico a alguna parte, y algo que no pensaba que fuera a terminar nunca era toda la gente que se le acercaba, aunque fuera para presumir de haber tenido el privilegio de hablar con ella, algo totalmente fuera de lugar, ella lo único que había hecho había sido acompañar a su mejor amigo, había arriesgado su vida de la misma manera que cualquiera de los alumnos de Hogwarts, aurores y también miembros de la Orden del Fénix. Aunque a ellos también les tenían bastante fritos con la historia. Kingsley había sido nombrado Primer Ministro y había tomado rápidas medidas para capturar a todos los mortífagos y que se realizasen todos los juicios correspondientes, había puesto orden en el Ministerio y todo andaba mucho mejor, y, además, había dado entregado premios –en forma de galones- a las personas que más trabajaron contra Voldemort. La mayoría, profesores y miembros de la Orden del Fénix, lo que ayudó muchísimo a los Weasley ya que no podían negarse a lo que les dijera el Primer Ministro, y como realmente fueron más de siete personas de su familia quienes participaron, habían llegado a un punto en el que dudaban que alguna vez fueran a tener dificultades, habían reconstruido la Madriguera añadiendo habitaciones, muebles y dando una capa de pintura y la casa había conseguido un gran esplendor.

Iba inmersa en sus pensamientos cuando, al atravesar la barrera mágica para llegar al andén 9 y ¾, una figura bastante alta chocó con ella con fuerza, haciendo que los dos cayeran al suelo. Hermione se apresuró a disculparse, pero las palabras se le quedaron atravesadas en la garganta al ver unos ojos grises que la miraban sorprendidos, para luego pasar a una mirada de indiferencia. Antes de que consiguiera ponerse en pie, vio como dos figuras masculinas que después reconoció como Harry y Ron saltaban encima de Malfoy. Hermione se colapsó durante unos segundos al verle, no le había visto desde la batalla de Hogwarts, donde se dio cuenta de que Malfoy no era una mala persona, le seguía guardando rencor por no haberla ayudado cuando la loca de Bellatrix la torturó en sus narices, pero le agradecía no haberlos delatado, también sabía que su madre mintió al Lord para ayudar a Harry, y después Malfoy se puede decir que durante la batalla se cambió de bando aunque en el último momento huyera con su familia. De repente volvió a la realidad y llegaron a sus oídos los gritos de Ron, Harry y Malfoy que estaban montando un espectáculo en mitad del andén, donde todo el mundo les miraba incrédulos, el niño que vivió y su inseparable compañero encima de un exmortífago desertor, los tres discutiendo y amenazando con sacar las varitas por un torpe accidente con la hija de muggles amiga de Potter.

-¡Imbécil! ¿¡Se puede saber qué demonios hacías encima de ella! –exclamó Ron tan rojo como su cabello.

-Malfoy, ¿acaso quieres acompañar a tu padre unos cuantos años en Azkabán? Porque si es así no tienes más que pedirlo –siseó Harry mirándole con odio.

Hermione viendo que Malfoy les miraba con los ojos oscurecidos de odio y se llevaba la mano a su bolsillo camino de su varita, decidió intervenir con un hechizo para separarles.

-Chicos, solo fue un accidente, nada más, haced el favor de tranquilizaros –interrumpió molesta.

-Granger, no necesito que me defiendas, sé hacerlo solo –replicó Malfoy con desdén- además, no sé que dicen de mi padre el huérfano y el hijo del pobretón.

Por el rabillo del ojo, Hermione vio a Ron inclinándose para saltar sobre Malfoy para propinarle un puñetazo, ella se apresuró a sacar la varita otra vez pero alguien fue más rápido y puso un escudo entre ellos.

-Me parece que habéis tenido suficiente –murmuró molesta una voz conocida- ya está bien, Draco, si no tienes nada que hacer aquí fuera sube al tren. Ya. En cuanto a vosotros…

Harry, Ron y Hermione se dieron la vuelta para encararse con Tonks, todo el mundo la dio por muerta después de la batalla, pero luego, no se sabe bien cómo, logró recuperarse, aunque estaba algo extraña, algo que todos atribuían a la muerte de Lupin. Hermione sonrió olvidando el incidente anterior y se lanzó a sus brazos, llevaba mucho tiempo sin verla y se alegraba de que pareciese más o menos normal otra vez, Tonks la abrazó y tras separarse les regañó brevemente por el numerito que habían montado con Malfoy delante de todos, pero no le dio más importancia y se volvió a hablar con los señores Weasley.

Harry y Ron sonrieron con mirada culpable a Hermione, pues sabían que ella odiaba la violencia, sobre todo después de todo lo que habían vivido el último año, pero ella fingió no darse cuenta y abrazó a Harry con cariño, luego se volvió hacia Ron con una gran sonrisa.

Desde un compartimento vacío, Draco Malfoy observaba con una mueca al trío dorado, había visto como su prima les regañaba un poco, después, la sabelotodo abrazó a cara rajada y para su asombro, ¡la sabelotodo y la comadreja se besaron! ¡Delante de él! ¡Delante de todo el mundo! ¡Y a nadie le extrañaba! ¿Es que era el único que no se había enterado de que estaban juntos? Aunque realmente tampoco era algo muy extraño, él se había pasado los meses después de la batalla de Hogwarts encerrado en su mansión, después de varios juicios e interrogatorios enviaron a su padre a Azkabán, pero parece ser que alguien intercedió por él y le dejaron el libertad, pero advirtiéndole que tuviera cuidado. Algo parecido había pasado con Blaise y Theo, la madre de Blaise estaba en Azkabán, y el padre de Theo había corrido la misma suerte. La diferencia es que Theo nunca había sido un mortífago en activo, su padre le consideraba demasiado blando, pero Blaise, aunque no le habían encomendado misiones tan peligrosas como a él, no le habían despreciado, él se había dedicado a capturar a las víctimas, a él en cambio, le había tocado torturarles y aguantar cómo Voldemort se apropiaba de su casa y despreciaba continuamente a su familia. Ninguno de los tres había estado nunca de acuerdo con la forma de pensar de sus familias, para ellos la pureza de sangre era una soberana tontería, no en vano Granger siempre había sido la mejor bruja de su curso, reconocía haberse burlado millones de veces de los hijos de muggles, pero era más por diversión que porque lo pensase realmente. Al final, todo eso no le había servido de nada, ya había visto las miradas que todo el mundo le dirigía, miradas de recelo, odio y rencor.

Unos golpes en la puerta interrumpieron sus pensamientos. Se le ensombreció la mirada al ver a Pansy aparecer en la puerta. Alzó una ceja mirándola con expectación, esperaba que no fuese otro número e celos o que tratase de restregarse con él. La observó molestó mientras ella se acercaba lentamente contoneándose para acabar sentada en su regazo.

-Draco, cariño, no te he visto durante todos estos meses, ya te echaba de menos –ronroneó.

-Pansy, no sé cuantas veces te lo he dicho ya, tú y yo no somos nada y nunca lo seremos y además, si no me has visto este verano habrá sido por algo, yo no he querido –le espetó fríamente mientras trataba de quitársela de encima –ahora, si no te importa, haz el favor de salir de mi compartimento.

Pansy le miró incrédula unos segundos, después haciendo un ridículo puchero, las lágrimas comenzaron a resbalarle por las mejillas y, enfadada, salió dando un portazo de allí, no era el único chico del mundo, ella podía tener al que quisiese y Pansy Parkinson no iba a seguir arrastrándose por nadie. Una vez hubo salido, tuvo que agarrarse al marco de la puerta de otro compartimento para no caer al suelo, estaba tan concentrada con su problema con Draco que no se percató de que el tren iba a salir, así que el movimiento la hizo desestabilizarse.

Malfoy ladeó la cabeza mirando fijamente a la puerta. No entendía cómo podía estar tan ciega y no darse cuenta de que hacía más de dos años que ella no le interesaba para nada, como mucho, para pasar un buen rato, pero nada más. Pansy era una chica guapa, de pelo moreno y ojos azules, un cuerpo escultural, pero todo eso dejaba de tener importancia después de una conversación con ella. Era muy irritante, era tonta, celosa y superficial, y por no hablar de que era una verdadera psicópata y una cobarde, ella sí que había seguido al Señor Tenebroso firmemente, apoyando su forma de ver las cosas y creyéndose de verdad toda la basura que decían los mortífagos.

Draco se preguntó por qué solo chicas tontas y superficiales, por muy guapas que fueran, se fijaban en él, volvió a mirar por la ventana pero la comadreja y Granger ya no estaban. Eso era algo que él no podía entender, Weasley no tenía nada especial, un pelo naranja francamente feo, la cara llena de pecas que le hacían parecer un crío y era un bocazas, un bruto y un idiota, y Granger cogía y se enamoraba de él. Sacudió la cabeza incrédulo dándose cuenta que acababa de comparar a las preciosas chicas que conquistaba él con la pesada de Granger, pero aunque no le hiciera gracia lo cierto era que esa irritante chica tenía algo especial, sobre todo ahora, después de tanto tiempo sin verla se daba cuenta de que había cambiado. El nido de árboles que solía tener en la cabeza se había transformado en una cascada de suaves ondas castañas que caía por su espalda, además los vaqueros muggles que había visto que llevaba realzaban sus piernas largas y delgadas, una cintura estrecha y un pecho proporcionado, y su rostro había perdido todo rastro de niñez, se le habían afilado los rasgos, sus labios color cereza y sus grandes ojos castaños rodeados por largas pestañas terminaban el conjunto de una chica muy guapa, pero claro, era Granger, era una pesada, una sabelotodo, una mojigata y una marisabidilla, la eterna niña buena, era una Gryffindor y, ante todo, le caía mal y se habían pasado años y años insultándose. Ah, y ella le había pegado. Una chica. Aunque reconocía que él le debía una disculpa, porque había sido un ególatra malcriado que se había portado siempre mal con ella por competitividad, ella siempre le superaba, por Merlín, si se lo decía hasta su padre. Solo que a su padre lo que le molestaba es que fuera una sangre sucia. Pero no solo por eso, él lo había pasado mal por ella, cuando la veía retorcerse en el suelo de su casa por los crucios de su tía, cuando le grabó la palabra sangre sucia… Cada vez que lo recordaba sentía náuseas; siempre había odiado ver torturas, pero los gritos de Granger se le grabaron en la cabeza, aun cuando terminó seguía escuchándolos, en aquel momento se sintió hervir de impotencia y de ira, pero no podía haber hecho nada y ella tenía que entenderlo, les habrían matado a los dos, independientemente de que hubiera deseado llevársela de allí y de vez en cuando seguía teniendo pesadillas por ese día, tanto por haber visto así a Granger y no haber podido hacer nada como por las torturas de Voldemort a casi todos por incompetentes y haberlos dejado escapar, él se encerró en su cuarto, pero hasta allí llegaban los gritos de los mortífagos. Se estremeció pesando todo eso, además comprendía que ese año sería un apestado, y ni todo su dinero conseguiría que le aceptasen como si nada, durante las últimas semanas había llegado a la conclusión de que debía cambiar, dejaría de ser odioso y un cabrón, y se alegraba de que Blaise hubiera llegado a la misma conclusión aunque bueno, Zabinni no había sido nada desagradable comparado con él. Pero Draco Malfoy pretendía empezar de nuevo, juntarse con Ravenclaws, Slytherins no relacionados con la magia negra y puede que hasta con Gryffindors, no en vano se suponía que esta era su segunda oportunidad.

Varios compartimentos detrás Harry, Ron, Hermione, Neville, Luna y Ginny conversaban tranquilamente sobre sus veranos, Harry, Ginny y Ron habían pasado todo el verano en la Madriguera ayudando en lo que podían a los aurores, Hermione estuvo con ellos casi todo el verano pero decidió irse a Italia una temporada cerca de sus padres de vacaciones. No pudo estar con ellos debido al Obliviate que les lanzó antes de embarcarse a la búsqueda de los Horrocruxes con Harry, pero comprobó que estaban bien y que todo marchaba perfectamente, había arreglado ciertos asuntos en los que discutía el tema de la herencia de sus padres, había costado bastante ya que tenía que recibir todo lo que le habían escrito el resto de sus familiares y sus padres sin conocer su existencia para no perturbarles, así que todo le fue entregado y sus testamentos modificados. Durante esas semanas había llorado mucho, había sufrido y había tenido innumerables rabietas, ya nunca podría disfrutar del cariño de sus padres ni tendría a nadie a quien acudir que siempre estuviese ahí, ni tendría con quien llevar a sus hijos en un futuro cuando estuviera ocupada. De todas formas había comprado una casita en una cala de la costa italiana, cerca de la cuidad donde vivían sus padres para poder verles de vez en cuando. Neville había estado con su abuela y visitando a sus padres muy a menudo en San Mungo y Luna había vuelto a casa sana y salva con su padre, quien había empezado a proclamar la verdad sobra la guerra mágica en El Quisquilloso.

-Me alegro muchísimo de que Kingsley haya sido nombrado nuevo Ministro de Magia, estoy segura de que lo hará estupendamente, se lo merece, ha colaborado muchísimo en esta guerra –comentó Ginny.

-Sí, es una suerte que hayan echado ya al inútil del ex Ministro –coincidió Hermione.

-¿Cómo pensáis que va a ser la nueva torre que han construido? Porque a mí no me apetece nada andar conviviendo con esas asquerosas serpientes –exclamó Ron cambiando de tema.

-Supongo que harán un piso para cada casa, sino allí podemos empezar una batalla campal –contestó Harry restándole importancia con un gesto- no creo que vaya a haber mucho problema con eso, lo malo van a ser las clases, no sé si nos juntarán con el otro séptimo.

-Creo que el Ministerio ha cedido a los profesores varios giratiempos para poder impartir todas las clases necesarias para los dos cursos –comentó Hermione.

Unos golpes en la puerta interrumpieron su conversación, era una mujer con un carrito lleno de golosinas, se levantaron a comprar lo que querían y volvieron a sentarse.

-Ginny, haz el favor, ten más cuidado –pidió Ron al ver que su hermana le había manchado de chocolate la túnica.

-Lo siento, no es culpa mía que siempre estés en medio –respondió ella- Hermione, de verdad, no sé cómo le aguantas, ¿no se supone que eres la bruja más inteligente del colegio? Estoy segura de que puedes encontrar algo mejor…

Hermione se rio mientras se levantaba.

-Anda pesada, acompáñame al baño antes de que acabéis a tortas.

Ginny hizo una mueca, pero le dio un beso a Harry en la mejilla y se levantó para ir tras Hermione. Giró la cabeza a ambos lados del pasillo pero no veía a Hermione por ninguna parte. Suponiendo que ella había ido sola se fue hacia el baño pero unas voces en uno de los compartimentos llamaron su atención.

-… No creo que sea una buena idea, Pansy–decía una voz masculina que identificó como la de Zabinni.

-¿Pero tú eres tonto o qué? ¿Cómo demonios pretendes si no recuperar el poder y el respeto que tenías en Slytherin?–rebatió Parkinson.

-Es que me niego de seguir arriesgando el pellejo por algo que considero una estupidez, tengo cosas mejor que hacer, cosas en las que podrías participar si quisieses, ya sabes Parkinson… -sugirió Zabinni con picardía.

-Blaise por Merlín, no seas guarro, si quieres tirarte a Parkinson idos a un hotel o esperad a estar solos pero aquí no, joder –siseó - que algunos tenemos estómago.

Ginny saltó sobresaltada al sentir una mano en su hombro, era Hermione que la miraba con curiosidad. Ginny le hizo un gesto para que guardara silencio y la arrastró hasta los baños.

-¿Se puede saber dónde estabas, que he salido al pasillo y no te veía?

-Pensé que te quedabas con Harry y fui sola al baño. De todas formas, ¿quieres decirme qué hacías con la oreja pegada a la puerta de Zabinni? ¡Si llega a haberte pillado te arranca la cabeza de un mordisco, el muy desgraciado!

-No me hables de ese pervertido, entre guarrada y guarrada he oído que Parkinson pretende hacer algo malo Hermione, malo de verdad, esa chica es una verdadera psicópata.

-No creo que realmente vaya a hacer nada Ginny, Parkinson es tonta, pero no tanto como para hacer nada siendo vigilada por el Ministerio.

-Ya, bueno, seguramente tengas razón, pero por si acaso, ¿te parece que utilicemos todos las monedas que usamos los del ED?

-Claro Ginny, cuéntaselo ahora a Harry y a Ron si quieres para que tengan cuidado.

Salieron del cuarto de baño y cuando llegaron al compartimento, Ginny puso a los demás al corriente de lo que había oído. Pasaron el rato intentando imaginar qué se le pasaría por la cabeza a la loca de Parkinson y mientras lo pensaban alguien preguntó por Malfoy, y Ginny se dio cuenta de que sorprendentemente Malfoy no estaba en ese compartimento porque le había visto dirigirse a otro él solo, ¿sería posible que el Príncipe de Slytherin abandonara a sus antiguos amigos?

-Sinceramente, lo que no entiendo es qué se supone que hacen esos mortífagos en Hogwarts, después de todo, vale que les estuvieran obligando pero tampoco les vi nunca rebelarse. Ahora mismo lo que McGonagall debería hacer sería ponerles a todos de patitas en la calle –comentó Ron.

-Ron, lo que pasa es que está intentando que las cosas se hagan como Dumbledore hubiera querido, dándoles otra oportunidad a todos –contestó Hermione.

-Aún así está claro que algunos no tienen ninguna intención de cambiar –añadió Harry.

Hermione apartó la vista e ignorando a todos se puso a mirar por la ventana. El paisaje era muy verde y se movía a toda velocidad impidiendo distinguir los árboles. Una mano en su pierna la sobresaltó. Ron la miraba fijamente. Hermione se giró para preguntarle qué quería, pero súbitamente Ron acercó su cara a la suya buscando su boca, Hermione se dejó besar hasta que unos carraspeos le recordaron que no estaban solos en el vagón. Ruborizada se excusó diciendo que como prefecta tenía que salir a avisar a los alumnos de los demás compartimentos de que estaban llegando y se pusieran las túnicas. Ginny le guiñó un ojo cuando salía, haciendo que Hermione se sintiera todavía más avergonzada. Durante ese verano en La Madriguera, Ron le había pedido que fuera su novia, algo que llevaba más de dos años y ella aceptó feliz, pero todavía se le hacía raro besar a su mejor amigo, y más aún delante de su familia.

Draco Malfoy miraba distraído por la ventana, iba solo en su vagón porque no había querido sentarse con sus antiguos amigos Slytherins, quienes seguramente estarían planeando algún asesinato o algo así mientras Blaise estaría intentando llevarse a alguna a la cama mientras que alguno le regañaría asqueado. Él era consciente de ser mortífago era lo peor le podría haber ocurrido, si odias a los muggles no les haces caso y se acabó, para él eran mundos diferentes, le intrigaban algunos de sus inventos pero no le gustaban; sobre los sangres sucia no tenía nada que decir, sabía que era tener o no padres muggles no era importante y desde luego, no era una razón para ir matando; por otra parte, no le gustaba matar, ni matar ni torturar. Estaba a punto de quedarse dormido cuando unos suaves golpes en la puerta le despertaron, sobresaltado, esperó a que se abriese la puerta. Una cabeza castaña se asomó por la puerta.

-Granger, después de hacerme caer encima de ti y haberme defendido así, si ahora empiezas a mirarme de esa manera y a seguirme voy a acabar por pedir una orden de alejamiento, odio que me acosen.

-Bueno, si estuviera en tu posición, después de ver a tantos aurores interrogándome y a tantos familiares de fallecidos gritando en la puerta de mi casa, probablemente yo también los odiaría. Aunque sinceramente, no sé dónde me deja eso a mí, a no ser que consideres acoso a que estés bizco y te caigas encima de mí y que te libre de que te machaquen en medio del andén; las miradas mejor ni comentarlas, ya que intuyo que tienes una imaginación desbordante. Lo que venía a decirte, es que vamos a llegar ya y tienes que ponerte la túnica.

-Lo primero, es que no estoy bizco, lo que pasa es que tú no te fijas por dónde vas y te cruzaste por el medio cuando pasaba yo, lo segundo es que reconoce que tenías miedo de que dejase estéril a tu novio la comadreja y que machacase al imbécil de Potter, y sobre las miradas y mi desbordante imaginación, mira, sabes que he estado con muchas chicas y reconozco los síntomas, asume que estas enamorada, Granger, nadie se reirá de ti, solo una más en la lista de interminables…

-Estúpidas que piensan que un rubio oxigenado con parecido a un hurón puede ser el hombre de su vida, eso sin mencionar que es arrogante, estúpido, antipático y… un asesino, o por lo menos, tan retorcido que no le importa ver como torturan a alguien con quien lleva conviviendo casi a diario durante seis años –interrumpió ella, al principio burlona, luego con rencor.

-Sabes perfectamente que no soy ningún asesino, si hubiera intentado salvarte estaríamos ahora mismo los dos criando malvas en un bonito cementerio –contestó fríamente clavando sus ojos grises en los suyos- eso si después de lo que nos habrían hecho hubieran quedado restos que enterrar.

Hermione le sostuvo la mirada unos segundos, se dio la vuelta y antes de cerrarla murmuró:

-Malfoy, la túnica.

Hermione salió del compartimento bastante molesta, ella no había pretendido ponerse a discutir pero Malfoy la sacaba de sus casillas. Además sabía perfectamente que él tenía razón, si la hubiese intentado ayudar probablemente estarían muertos. Sacudiendo la cabeza decidió no pensar más en Malfoy, no lo necesitaba y además no le llevaría a nada. Siguió avisando en los demás compartimentos, saludando a sus amigos y preguntándoles por su verano.