¡Hola a tods!

Agradecer antes de nada las alertas y reviews de El Ascensor… una gran dosis de revitalizante para mi autoestima que es reconfortante también. Nunca como ahora he comprendido cuán estimulantes pueden ser vuestros comentarios, así que mil gracias de nuevo.

No sé si lo que viene a continuación es válido o no, si merece la pena o no seguir, si encontraré siquiera con qué continuar, pero aquí está. Si espero a escribir el Pulitzer para publicar, no lo haré nunca, así que tengo que seguir intentándolo!

Bones y sus personajes no son míos, son de Fox y sus guionistas, pero las situaciones que se producen a continuación sí han salido de mi cabeza. Hay un par de spoilers, pero si os gusta Bones tanto como a mí, ya sabréis de qué va la cosa, y si no, ahí está el misterio…

"Tú puedes querer a un montón de gente en este mundo, pero sólo hay una persona a la que más amas.

-¿Cómo sabes cuál es la persona que más amas cuando estás confundido por los mensajes químicos que viajan a través del sistema límbico?

-Sólo lo sabes.

-¿Qué pasa si dejas escapar a esa persona?

-Esa persona no va a ninguna parte."

Brennan no dejaba de darle vueltas a las palabras de Booth.

Después de tan lapidarias frases, la conversación había derivado hacia generalidades y no habían profundizado, porque ella no quería añadir un motivo más (al millón que ya tenía) en su deseo de no sentir más. De dejar de sentir. De volver a la verdad absoluta y no rendirse ante la intuición que amenazaba con colarse en su cabeza e invadir todos sus sentidos.

Jamás en su vida anterior le hubiera dado tantas vueltas a segundas interpretaciones, porque ni siquiera se las habría planteado. Entraba dentro de sus planteamientos buscar interpretaciones a los datos, pero no a los contextos en los que se ubicaban. Y siempre datos objetivos, nunca sentimientos. Porque Booth siempre veía los sentimientos desde un punto de vista subjetivo, y ella solo era capaz de ver reacciones químicas, puras y complicadas reacciones químicas.

Pero algo había cambiado. ¿Cuándo?, no lo sabía. ¿Cómo?, no tenía ni idea. ¿Por qué? Esa pregunta ni siquiera se podía contestar con una vaguedad porque era obvia.

Porque comenzó a ser otra persona desde el mismo momento en que le conoció. Aunque había querido evitarlo, aunque se había rebelado como nunca, pero había ocurrido. Sin él no sería quien era. Sería lo que era, porque sus conocimientos y trabajo se debían únicamente a su esfuerzo personal, pero no sería la misma persona. Cada día más completa, incluso sin él.

Pero seguía sin entender sus palabras. "¿Qué pasa si dejas escapar a esa persona?", había preguntado ella buscando un resquicio por donde acceder a los secretos sentimientos de Booth, a esos que no mostraba a nadie, estaba segura, ni siquiera a Hannah. "Esa persona no va a ninguna parte", había contestado él.

Ella le había dejado escapar, había desaprovechado la oportunidad que se le había presentado, que el destino le había puesto delante, sólo por miedo y cobardía. Y sin embargo, él había encontrado un camino, una vía para seguir hacia delante. Se llamaba Hannah, y era su guía, su faro, su destino. Así pues, no eran ciertas sus palabras.

Sí se puede ir a alguna parte aunque dejes escapar lo mejor que te ha pasado en muchos años, por no decir, en términos de verdad absoluta, en toda tu vida.

O eso o que Booth, en el fondo, creía que no estaba llegando a ningún lado con Hannah.

Pero eso era imposible, pensó Brennan con una sonrisa de escepticismo. Hannah y Booth, Booth y Hannah, ellos... bueno, eran la pareja perfecta. Se entendían a las mil maravillas, vivían juntos, se compenetraban, eran perfectamente compatibles a nivel sexual y recorrían juntos el camino.

No. Booth y Hannah no... bah, tonterías.

Quizá debía hacer menos caso a las hormonas revolucionadas de Angela y volver a su razonamiento empírico, ese que le había procurado grandes aciertos en el pasado.

Pero mientras daba vueltas a su cabeza y también a la copa de vino entre sus manos, no pudo poner freno a su imaginación. Y se dejó llevar por ella al tiempo que cerraba los ojos y saboreaba de nuevo un trago del líquido rojo oscuro con toques de madera y frutos silvestres.

Y deseó que Hannah no existiera. Y que el tiempo no hubiera pasado desde aquella noche en las escaleras y se hubiera detenido justo en aquel momento, en aquella frase: "Quiero darle a esto una oportunidad". Porque si ahora lo tuviera delante, con aquel ímpetu y aquella decisión, le diría: "Apostemos juntos. Ganaremos los dos". Y ahora no estaría bebiendo vino sola como si fuera casi una alcohólica, copa tras copa. Estarían juntos. El tocaría su cabello con dulzura mientras ella se apoyaba en sus rodillas, le ayudaría a superar ese dolor que se apoderaba de su cabeza cuando estaba estresada y después le haría el amor como nadie, pulsando todos los resortes necesarios para llevarla a donde ningún hombre la había llevado jamás y devolverla después a la Tierra llena de satisfacción y serenidad.

Su cerebro hizo que abriera los ojos ydejara las fantasías. Había pasado mucho tiempo desde esa noche, tiempo baldío e inútil que había pasado sin pena ni gloria por su vida. Bueno, sin gloria, porque pena había sentido mucho durante esos meses. Aunque todos, incluido Booth, supieran de sus sentimientos. Aunque nadie, ni siquiera Angela, descubriera jamás el alcance de los mismos.

Hannah existía. Era real. Era hermosa, rubia, encantadora. Maravillosa, en una palabra. No podía ser nunca su competidora porque Brennan ya no optaba al premio, así que no había tenido demasiados reparos en convertirla en su amiga. Gracias a ello, Booth, por ejemplo, tenía ese teléfono de baquelita que siempre había deseado y Brennan nunca había comprado por pereza, dejadez o vete tú a saber. Gracias a ello, Booth también estaba mucho más tranquilo. No tenía la sensación de haberla herido de muerte al volver de Afganistán y su relación de compañeros era tan fluida como antes.

Pero miles de veces había deseado que Hannah sólo fuera una pesadilla de una noche difícil. Ni siquiera una ecuación matemática irresoluble podría producir una aproximación sobre el número de veces que ese deseo había pasado por su cabeza y por su corazón.

Suspiró mientras se levantaba y dejaba la copa vacía en el fregadero. Su mente embotada por el alcohol no le permitía muchas más reflexiones por el momento. Quizá lo más recomendable sería acostarse lo antes posible para no llegar al Jeffersonian con resaca. Y lo peor de todo, con la resaca de una borrachera en solitario.

Cuando sonó su móvil y vio el número, supo enseguida que algo pasaba.

Era Hannah.

Vosotras me diréis. Dependo de vuestro criterio para seguir o para dejarlo aquí. Nunca lo había pedido, pero decidme lo que sea mientras clickeais en el botón verde…