—Hey Ray ¡Ven aqui! —exigió Zack.
En el momento en que la vio caminar tan calmadamente hacia el sillón —donde sentó y prendió el televisor— con su mojada maraña de pelos rubios, ocultada por la gran toalla. No pudo evitar llamarla, ¡Era un jodido desastre!
Luego de salir de la ducha, pasó minutos y al parecer no tenía intención de peinarlos ni secarlos. Es por eso que se iba a encargar de eso.
—¿Qué pasa?—preguntó ella, llegando hasta él, sorprendiéndose de verlo con una secadora de pelos en su mano.
—¡Te voy a secar el pelo!
—¿Huh?
—Ya es cada medianoche ¿Piensas dormir con el pelo mojado?
—Sí.
—Te vas a enfermar y tu pelo quedara todo enredado.
—Tú duermes así.
El no supo cómo contraatacar ¡Era una mala enseñanza para la niña!
—¿Y? ¡No hagas lo que yo hago, haz lo que yo digo!—objetó, ella lo miraba sin expresión facial—Mi pelo es corto—añadió al no funcionar lo primero.
—Entonces, si me lo corto...
—No—denegó.
—¿Por qué no?
¡Como odiaba esas putas preguntas!
—Porque...—comenzó, sus mejillas ocultas por la venda se colorearon de un rosado—Me gusta largo—finalizó con vergüenza—¡Vamos, siéntate! —Espetó—¡No tengo todo el día!
Ella lo hizo mientras seguía feliz por lo dicho de su pelo. Ahora no se lo cortaría.
—Date la vuelta—ella lo hizo y en sus labios surco una leve sonrisa.
—Bien—carraspeó—Comencemos...
Le sacó la toalla, liberando la gran cantidad de pelo y ese aroma del ¿Shampoo? que resultaba embriagante, trato de ignorarlo. Prendió el secador y se lo paso por su largo cabello rubio. La niña mantenía los ojos cerrados mientras Zack movía su cabello en distintas direcciones para secarlo completamente, estuvo minutos así, hasta que terminó con la tarea.
Al finalizar, se dedicó a peinarlo y mientras lo hacía no pudo evitar sentir con más fuerza de ese aroma dulce. Una fragancia se desprendía de su pelo largo, no... Era su piel.
O eran las dos cosas. Arrugó su ceño, al no entender ni mierda donde provenía ese dulce y delicioso aroma. Sus fosas nasales aspiraron el olor que desprendía, toco la punta de su cabello se lo llevó a la altura de sus labios. En un impulso que no medito, pero que lo hizo escandalizarse cuando finalizo con el acto.
—¿Hay algún problema?
—Nop—emitió abrumado, siguió peinándolo y sus ojos se posaron en su nuca, sintió la tentación de también besar ese sector, esa blanquísima piel, ese cuello, esa clavícula.
¡Ese puto aroma! ¡Era culpa de esa fragancia!
Maldita sea, maldita sea, maldita sea.
Masculló para sí mismo mientras enrojecía con furia. Se estaba drogando con el olor, iba a hacer locuras ¿Que mierda quería hacerle a la niña? ¿Qué mierda estaba haciendo?
"¡Agh!"
—Cambia el shampoo.
—¿Huh?—articuló en sorpresa Rachel—¿Por qué?
—Porque sí.
No le podía decir que lo estaba volviendo loco, que esa maldita fragancia le provocaba hacer cosas que no quería hacer o si quería hacer y ahí radicaba el maldito problema.
—También el jabón—agregó. El olor también estaba en su puta piel ¿O se enjabonaba con Shampoo? o ¿se lavaba el pelo con jabón?
—¿Ya no te gustan?
Eso lo desconcertó, luego lo entendió. Pues claro, el usaba el mismo Shampoo y el mismo tipo de jabón.
—Solo cámbialo —expresó mientras daba terminado su trabajo.
El problema no era porque no le gustaba. Una semana después, se daría cuenta que no solucionaría el problema cambiando los productos higiénicos. El problema es que le gustaba y mucho, demasiado y no hablaba del olor del shampoo o de los jabones. Le gustaba demasiado Ray, sin importar cual fuera su fragancia.
