Fic dedicado a EnterradoR… un amigo eremika que me orientó mucho para plasmar las personalidades y el trato entre ambos.

Es posible que no lo lea porque ya sabe MUCHÍSIMA de la trama. Igual se lo dedico, e igual sueño con que sí lo lea.


LA PRINCESA Y EL BASTARDO


En aquella época, en Erdia no existían las escuelas como existirían varios siglos después.

Los niños recibían educación en su casa, ya sea con sus padres, maestros particulares o con institutrices.

Harumi Azumabito se había encargado de enseñarle a su hija Mikasa a leer y a escribir, también a coser y a bordar, pero por mandado del rey, una mujer llamada Traute Caven se había encargado de darle clases de refinamiento a su hija, de buen comportamiento, de historia y demás enseñanzas.

A veces solía a preguntarle a Mikasa acerca de sus clases, y pensando que su hija se abrumaba de cosas "serías", ella era la que le narraba cuentos, le cantaba canciones, o le acompañaba en sus juegos donde le permitía comportarse como la niña que realmente era.

Ella era originaria de Hizuru, y su hija había heredado sus rasgos, así que cuando salían a la calle, resaltaban entre la gente, tanto por los rasgos, como porque a veces vestían con kimonos –la ropa tradicional en Hizuru-.

Excepto que ella, últimamente no había usado kimonos.

Su vientre estaba abultado por un nuevo embarazo, así que usaba vestidos sencillos. En los que resaltaba su notoria aunque no avanzada gestación.

En todo caso la que usaba kimonos era Mikasa, y ella únicamente se limitaba a hacerle los atados en el obi –el lazo que fungía como faja en el kimono-.

Mikasa resaltaba entre su familia paterna.

Incluso era de conocimiento público, que los plebeyos se referían a ella como a "la princesa más pequeña de la realeza", aunque la relación sanguínea de Mikasa era tan lejana al actual monarca, que no debía ni siquiera ser llamada princesa en Erdia.

Que de hecho sí era princesa, pero por línea materna en Hizuru, aunque no podía aspirar a ser la reina: era la vigésimo cuarta en línea de sucesión.

Ella y sus padres habían estado viviendo en el palacio de Erdia hasta hacía una semana atrás, y por fin habían terminado en establecerse en su nueva casa.

—Mira mamá —Llamó Mikasa mientras alzaba sus manos para entregarle una prenda— Hice algo para el bebé.

La mujer tomó el camisón.

No iba a decirle, no iba a romperle el corazón aclarándole que en realidad era muy pequeño para que lo usara incluso un recién nacido.

Decidió que mejor luego haría una réplica exacta para que su hija pensara que era el mismo.

—Eres muy buena en esto —Dijo su madre con sinceridad mientras veía las puntadas, apenas tenía siete años y ya era muy hábil con las manos— Seguro que en un futuro, tú misma podrás hacerle la ropa a tus niños.

Tal cosa hizo que la niña tuviera dudas.

—Oye mamá, ¿y cómo se hacen los niños? —Su madre rio con la pregunta.

—Que torpeza la mía… —Dijo entre risas— Hace no mucho hice uno, y ya no me acuerdo del procedimiento —La niña se desanimó con la respuesta.

De pronto a la mujer se le ocurrió una diablura.

"A lo mejor deberías preguntárselo a tu padre" iba a decirle, pero fue interrumpida con el sonido de la puerta abriéndose.

Inicialmente había pensado que era su marido que se había desocupado más temprano de lo normal en sus actividades, pero para su absoluto terror, eran tres desconocidos que habían forzado la puerta.

Eran hombres de raza negra. Definitivamente extranjeros. Los tres traían armas, pero solo uno estaba blandiendo el cuchillo en una clara amenaza.

—Disculpen las molestias —Dijo uno de ellos, con un tono que a Mikasa le pareció muy educado, pero pensó que no debía ser muy educado si había entrado a una casa sin permiso.

—Mantengan la calma si no quieren morir —Dijo otro, pero su madre hizo lo contrario.

Tomó las tijeras que hacía poco su hija había estado usando y corrió contra el hombre que tuvo más cerca.

—¡Vete, Mikasa! —Indicó su madre forcejeado con el tipo— ¡Corre!

La niña se paralizó.

Su mamá le había ordenado que corriera, ¡¿pero a dónde?!

El palacio estaba lejos, además los tipos estaban junto a la puerta y la ventana era muy alta para que pudiera saltarla, aparte que con el kimono y el calzado que estaba usando sería algo difícil.

Pero antes de poder decidirse pasó algo horrible.

El hombre con el que había estado forcejeando su madre se hartó y le dio con el hacha en el cuello.

Mikasa vio la escena como si se ralentizara para hacerla ver más atroz.

Su madre giraba mientras caía y mucha sangre salía de donde había recibido el hachazo.

Pareció gritar o decirle algo, pero Mikasa, en su aturdimiento, no pudo escuchar nada.

Al final quedó tirada en el suelo, muerta, en medio del charco que formó su propia sangre.

—¡¿Qué hiciste imbécil?! ¡No teníamos que matar a ninguna!

—¡Ya lo has visto! ¡Me ha atacado!

—¡Guárdate las escusas y agarra a la mocosa!

Mikasa, aun en shock, recibió un golpe como si hubiera intentado resistirse.

Rato después llegaron a otra casa que fungía como guarida.

Al llegar, dos de los tipos comenzaron a quitarle los zapatos y los calcetines, luego los accesorios del cabello y deshicieron su peinado.

Posteriormente se lo cortaron con una navaja, a punta de tirones al nivel de los hombros.

Mikasa había intentado forcejear cuando comenzaron a quitarle el kimono.

Su madre siempre le había dicho que nadie debía mirar las zonas de su cuerpo que eran cubiertas por la ropa.

Que el único que podía hacerlo sería su marido cuando estuviera casada, o si acaso algún médico en alguna revisión.

Que si algún hombre intentaba mirar o tocarla debía correr para acusarlo con su padre, o con cualquier otro hombre de la familia.

No alcanzo a entender por qué, aunque ella era una niña obediente, pero como no había nadie cerca y no pudo escaparse, intentó forcejear con ellos, pero fue imposible.

Rompió a llorar cuando el arrancaron el kimono, lloró con más fuerzas cuando le arrancaron el jyuban –la bata debajo de su kimono- y la dejaron en ropa interior.

Se sintió desnuda.

La única persona que la había mirado así era su madre cuando la iba a bañar o a cambiar.

Por suerte no permaneció mucho tiempo así porque le acercaron un vestido.

Hasta cooperó y se apresuró a meter sus brazos en las mangas.

Al final la maniataron y la dejaron en el piso mientras discutían.

—¿Y ahora qué hacemos…? Dudo mucho que al rey de Hizuru le importe su bisnieta —Decía uno— Y tú de imbécil que mataste a la nieta... por ella quizás hubiera accedido a pagar el rescate porque la conocía y estaba embarazada, de la bisnieta podría pensar que en realidad no es ella, porque la última vez que la vio, era apenas una bebé.

—¿Y si le pedimos rescate al rey de aquí?

—¡¿Te volviste loco?! El rey Kenny antes de pagar un rescate, va a ponerle precio a nuestra cabeza.

Siguieron alegando, pero Mikasa dejó de escuchar desde que mencionaron al rey de Erdia.

El rey era primo de su padre, aun así pensó que el rey no daría ni una moneda por ella.

No.

Si Kenny iba a pagar rescate, seguro que solo lo haría por su primo Levi.

Su primo Levi era un príncipe.

Uno que seguro jamás sería secuestrado.

En primera porque él mismo sabía pelear.

En segunda porque siendo un príncipe, había hombres a su servicio que pelearían a muerte antes que permitir que lo secuestraran.

Y en el muy remoto caso de que pudieran secuestrarlo, Kenny haría todo lo que fuera necesario para rescatarlo.

A él.

Al que había declarado su más probable heredero al trono.

Y aunque era el segundo en línea de sucesión, Kenny había dicho que si no tenía hijos propios, Levi era la primera opción a sentarse en el trono.

La primera en línea de sucesión era su tía Kuchel, pero Kenny siempre decía que Kuchel jamás podría ser reina, porque el pueblo no iba a aceptar a una reina fruta.

Mikasa jamás había entendido porque Kenny decía que su hermana sería una reina fruta.

Suponía que tenía que ver con que era una mujer hermosa.

Solo podía suponer. No podía expresar su duda. Pues Traute le había enseñado que si no quería parecer grosera, había cosas que no debía preguntar. Sobre todo porque era una niña, y una niña no debía hacer tantos cuestionamientos a un adulto.

A la única que siempre le preguntó sus dudas era a su madre.

Pero ella ya no estaba.

Mikasa no sabía, que si Kenny decía que su hermana era una "fruta", era para no decir malas palabras delante de una niña.

Una niña que no debía escuchar la otra palabra que rimaba con "fruta".

Porque Kenny Ackerman tal vez no tenía reparos en decir palabrotas, pero decidía moderare cuando Mikasa estaba presente.

—Yo digo que la matemos y escapemos ahora que podemos.

A Mikasa, la idea de morir no le pareció tan mala.

Pensó que si moría, al menos estaría con su madre y con el bebé.

—No —Dijo otro— Será mejor llevárnosla, y si nos atrapan con la niña vida será malo, pero será mucho peor si nos atrapan luego de que la hayamos matado… Mejor hay que llevárnosla, y si logramos salir, podríamos venderla como esclava.

La esclavitud en Erdia estaba prohibida, pero Mikasa recordó que en una de las ilustraciones de los libros que Traute Caven usaba para enseñarle, se mostraba el dibujo de un esclavo. Así que Mikasa pudo imaginarse a sí misma, vestida con harapos, con un grillete en el cuello y uno en cada tobillo. Y entre los grilletes de los tobillos habría una cadena corta con la que apenas y podría caminar decentemente.

Se imaginó fregando pisos, limpiando muebles, vaciando orinales, o cualquier cosa de las que hacían las sirvientas en el palacio de Erdia.

No sospechaba, que el desgraciado hablaba de venderla a alguien que la esclavizaría, y no en labores domésticas.

—Sí —Concordó otro— Es una niña hermosa, seguro que nos hacemos ricos con eso.

—Además tiene rasgos asiáticos… es una cosa exótica.

Por fin estuvieron de acuerdo.

Mikasa por su parte, se quedó como ida, tanto, que ni siquiera salió de su estupor con el ruido de tres ventanas rompiéndose de forma simultánea.

Fue hasta que el ruido se hizo muy evidente como para que su perdida mente pudiera ignorarlo.

Se giró como zombi, y quedó impactada ante lo que miraba.

Traute Carven, aquella mujer que le hacía leer poesía y la adiestraba sobre cómo debía comportarse una dama, estaba peleando contra uno de sus captores, diciendo unos epítetos tan subidos de tono, que si su madre hubiera estado presente, seguro le habría tapado las orejas.

Vio la pelea que parecía ralentizarse ante sus ojos como para que viera cada detalle.

La cosa terminó cuando Traute logró degollar al rufián.

Casi en seguida sintió que alguien se le acercó por detrás.

—No te muevas Mikasa, voy a cortar las cuerdas.

La niña se estremeció cuando escuchó esa voz.

No podía creer que precisamente ÉL estuviera allí.

Sintió que las cuerdas eran cortadas y se estiró para sentarse en el suelo.

Finalmente pudo ver a Levi a la cara. Sus ropas tenían manchas de sangre.

Definitivamente él también acababa de matar a algún otro de sus captores.

Había un tercer hombre que Mikasa no notó, y aunque lo hubiera visto, no habría sabido de quien se trataba porque no lo conocía.

Levi resopló al notar el golpe en la mejilla de su prima.

—Gracias, príncipe —Musitó la niña. Levi no dio señales de escucharla, sino que estaba más concentrado en abrir los broches de sujetaban su capa para poder quitársela.

Mikasa, como si finalmente hubiera salido de su estupor, comenzó a llorar a lágrima viva.

Levi actuó como si no la escuchara. La envolvió en la capa y la levantó en sus brazos como si trajera a una bebé.

Comenzó a caminar como si nada, aunque fue evidente que el llanto de su prima lo estaba fastidiando.

—Príncipe —Le llamó Traute de manera respetuosa— Si gusta yo puedo cargarla.

—Gracias, pero estoy bien —Se limitó a responder Levi.

Subieron al carruaje y Mikasa lloró, lloró y lloró.

Su primo Levi siempre había sido distante.

No jugaba ni gustaba de convivir con ella porque solo era una niña.

Sin embargo había ido a rescatarle en persona.

Y ella siempre le estaría agradecida.


El funeral de Harumi, fue un suceso privado, aunque quien en vida fuera su madre, Kiyomi Azumabito, fue requerida tanto como para estar presente, como para ayudar en su organización.

El cuerpo de la fallecida fue vestido según las tradiciones de Hizuru. Sus manos quedaron entrelazadas sobre el camisón que Mikasa había hecho para su hermanito…

Incluso Mikasa usó el kimono negro con blanco tradicional en los funerales de Hizuru.

Kevan Ackerman –el padre de Mikasa- aceptó la invitación de su rey para volver a vivir en el palacio.

Ni él ni Mikasa se sentían bien de volver a la morada donde habían matado a Harumi.

Durante el primer mes, Kenny no le pidió nada, pero luego comenzó a darle labores, asignaciones reales.

Al principio Kevan no quería aceptar, aunque ya no sabía cómo decir que no sin sentir que estaba siendo descortés, además no era cualquier hombre el que se las estaba pidiendo, sino su rey, pero ya que Kenny asignó a Traute Carven como cuidadora de Mikasa, Kevan accedió cuando se dio cuenta de que Mikasa estaba segura con ella.

Traute era como una especie de asistente del rey. Si Kenny no estaba –o incluso aunque él estuviera presente-, y ella mandaba algo, cualquiera, desde un sirviente hasta los guardias reales, tenían que obedecerla como si el mismo rey en persona se los hubiera pedido, ya que consideraban a Traute como una segunda voz del monarca.

Tal regla no aplicaba al príncipe Levi, la princesa Kuchel, ni a la esposa del rey –que de todos modos no era como si Traute la viera seguido. Si la consorte no estaba de paseo por el mismo castillo, casi siempre estaba en la habitación conectada con la del monarca. A veces ni siquiera salía a los eventos públicos-.

Con cualquiera de estos tres últimos, todo lo que podía hacer Traute era llevarles el mensaje de su rey, o sugerirles cómo actuar.

Durante algún tiempo desempeñó su trabajo incluso con Mikasa a su cuidado.

Si había algo por lo que tuviera que salir al palacio, podía delegarlo, o si definitivamente era preciso que fuera en persona, podía salir con un pequeño grupo de guardias.

Claro que semejantes precauciones no eran por ella misma.

No, Traute no tenía miedo de pelear, además nunca había sido un blanco secuestrable, sino Mikasa. Ya lo habían descubierto a la mala.

Seis meses después, Kevan le pidió unos días a su rey para ir a Mare, y Kenny accedió.


Kevan quiso ir a Mare porque allí había conocido a su esposa.

Era curioso como la vida había juntado a dos personas de distintas culturas que habían escapado de matrimonios arreglados.

Los había hecho encontrarse, enamorarse y casarse.

Ahora había llevado a Mikasa consigo para esparcir las cenizas de Harumi en el lago donde se habían conocido.

Era algo que habían acordado.

Que al morir los dos, reposarían en forma de cenizas en ese lugar por el resto de la eternidad.

Ese día, Mikasa estaba usando el kimono negro con blanco que habían usado en el funeral de su madre, y él, por acto reflejo, también se había vestido como si fuera a asistir a un funeral.

Luego de esparcir las cenizas y decidir irse a la posada donde se supone que pasaría la noche, algo hizo que Kevan detuviera su caminata.

—Kevan —Mikasa también se detuvo ante la voz masculina— ¿Qué haces aquí…? La última vez que nos vimos dijiste que te irías a Erdia.

El hombre devolvió una mirada de amargura.

—Es una larga historia.


Grisha Jaeger había sido su vecino en la casa en la que había tenido en Mare.

El médico inmediatamente lo llevó a una de sus propiedades, hasta le ofreció quedarse arguyendo que estaría más cómodo allí que en una posada.

Y mientras ambos se ponían al día, veían de lejos a Eren y a Mikasa caminando juntos por los arbustos.

Los adultos suponían que hablaban entre ellos, pero honestamente no escuchaban ni cuando en sus caminatas se acercaban.

Habían decido respetar su privacidad.

Además seguramente hablaban de cosas de niños.

—Había olvidado que tu hijo y Mikasa tenían la misma edad —Musitó Kevan.

—Me sorprendió bastante que mi hijo la invitara a caminar —Comentó Grisha— A veces vienen otros niños aquí a la casa, pero Eren se porta muy huraño con ellos.

—Mi pobre hija no conoce a otros niños de su edad… en el palacio no tiene a nadie, y por eso había decidido que nos mudáramos pero, ya te conté lo que pasó.

—Sí… Siento mucho lo de Harumi.

—Y de vuelta estamos en el palacio.

Tal vez, era tanta su necesidad de hablar, de desahogarse con alguien que no lo iba a tratar de llorón, que terminó contándole incluso cosas que no debían de salir de la realeza de Erdia.

—La guerra no es lugar para una niña —Le dijo Grisha a Kevan como este le reveló que otro reino le había declarado la guerra a Erdia— Podrías dejar a Mikasa aquí, con Carla y bajo mi cuidado.

—Mi hija es lo único que me queda.

—Precisamente por eso te lo digo…

»Tú mismo has dicho que no sabes si ganarán o no la guerra… Así que esperemos que no, pero si algo pasa, Mikasa estaría a salvo acá.

Kevan estuvo meditando la propuesta durante los días siguientes.

Él deseaba que su hija, viviera su niñez de manera normal.

En el palacio de Erdia era imposible, porque aunque no pertenecía directamente a la realeza, tampoco podía comportarse como una plebeya, cosa que en Mare sí podía. También tendría la oportunidad de sentir el amor de una madre, Carla quedó fascinada con la niña tan pronto la volvió a ver.

Además estaba la cuestión de la guerra.

Si la perdían, solo dios sabía el terrible destino que tendría su hija.

Con todo el dolor de su corazón, seis días después, le dijo a Grisha que aceptaba.

—Ya no te preocupes —Le decía el médico— Lo que más me preocupaba era que mi hijo es muy huraño, pero se ha acoplado bien con Mikasa.

Y era cierto. Por mucho que Eren no se entusiasmara con los "jueguitos de la hora del té", igual se sentaba delante de Mikasa, escuchándola parlotear de cenas y noches de bailes ficticias, y hasta simulaba tomar de su taza.

En el último día de estancia de Kevan en Mare, Grisha soltó la bomba.

—¿Aprobarías un acuerdo matrimonial entre tu hija y mi hijo?

—No —Dijo el Ackerman sin pensar.

—¿Es por lo que Eren es?

—No, Grisha… Como hombre no apruebo tus acciones, aunque no tengo nada en contra de tu hijo… Pero dada mi propia historia, no quiero imponerle a mi hija con quien tiene que casarse… no me importará si su esposo es pobre o plebeyo, lo único que pido es que se case por amor.

—Entonces… supongo que Eren tendrá ventaja sobre cualquier otro chico si está creciendo junto a Mikasa… —Dijo en tono jocoso, luego amplió su sonrisa— Bueno, yo solo decía.

—Grisha… si cuando sean adultos hay amor mutuo, lo aprobaré, pero no quiero que ejerzas ningún tipo de presión. Son solo niños —El médico estuvo de acuerdo en que era cierto.

Solo eran un par de niños.

Pero cuando Eren fuera mayor, estaba decidido a darle un empujoncito para que se casara con Mikasa.


Dos años después…

Una serpiente había asustado al caballo que jalaba el carruaje de su padre, haciendo que tanto el caballo como el carruaje –con su padre adentro- cayeran por un precipicio.

Cuando bajó ayudado por cuerdas, su progenitor, entre vómitos de sangre, intentó decirle algo, pero murió antes de poder darse a entender.

Al día siguiente, mientras su dolida madre se encargaba de organizar el funeral, él, como príncipe, y futuro heredero al trono, estaba atendiendo a los peticionarios.

El dolor emocional lo tenía cansado.

Era cierto que no había sido precisamente cercano a su progenitor, pero igual le dolía saber que nunca más tendría otra oportunidad de hablar con él.

Suspiró aliviado cuando le avisaron que solo quedaba una mujer por atender.

—¿En qué puedo ayudarle?

—Lamento su pérdida, príncipe.

—Le agradezco… pero supongo que no vino solo para darme el pésame.

—No, y por desgracia, creo que ahondaré su pena…


Tanto Eren como Mikasa debieron haber pensado que era un día raro.

Las visitas que iban normalmente llegaban a consulta con Grisha, y la señorita Aida, quien había fungido como cuidadora luego de que Carla muriera víctima de un ladrón, no dejaba pasar a los visitantes hasta donde ellos estaban, pero justo ahora pasaba.

Cuando menos pensaron, Aida trajo a un joven rubio a la habitación que compartían, seguido de dos hombres de mediana edad.

Mikasa, era más perceptiva en ciertas cosas que su amiguito. Se dio cuenta de que el joven traía un adorno en la cabeza, uno, que nunca había visto en ningún otro hombre en este reino.

El adorno se le figuró un poco a las tiaras que su tía –la princesa Kuchel- usaba en los eventos importantes, solo que no se asemejaba ni a las tiaras ni a ninguna corona que hubiera visto, sino que eran hojas metálicas ensambladas en un aro.

El joven se acercó mirando a Eren de manera tambaleante.

—¿Tú eres Eren Jaeger?

El niño asintió con confusión preguntándose qué quería con él ese desconocido.

«Esto fue de lo que debió intentar hablarme mi padre» Pensó el joven.

En seguida se acercó la señorita Aida al rubio.

—El doctor Grisha me daba una cantidad mensual por mi silencio y por cuidar a ambos niños —Dijo la mujer— Puedo seguir haciendo lo mismo siempre y cuando usted me pague.

—Sin duda recibirá una compensación a modo de agradecimiento —Dijo el joven— Pero a partir de ahora, el niño vivirá conmigo.

—¡¿Qué…?! —Despotricó Eren, Mikasa se asustó pensando que los iban a separar— ¡NO! ¡¿Cómo voy a vivir contigo si ni siquiera te conozco?!

—¡No le hables así, mocoso! —Reprendió uno de los hombres de mediana Edad— Es tu príncipe.

El joven levantó la mano para silenciarlos a todos.

—Por favor —Miró tanto a los adultos que lo acompañaban, como a la mujer que fungía como cuidadora de los niños— Déjennos solos —Si bien su voz no sonaba dura, sí mostraba aires de no tolerar ninguna réplica, así que le obedecieron.

Mikasa, gracias a lo que le había enseñado su institutriz, y sabiéndose ante un príncipe, hizo una reverencia.

Eren a lo único que atinó, fue a ver con confusión a su amiga.

¿Qué se suponía que Mikasa hacía?

Mikasa por su parte, temió que el príncipe se ofendiera por la falta de cortesía de su amigo, aunque tampoco se atrevió a decirlo en voz alta.

No quería evidenciar a Eren por si el príncipe no se había dado cuenta, o en todo caso esperaba que a él le bastara con que al menos uno le estaba rindiendo tributo.

No tenía idea, de que el joven ante sí, era en lo último que iba a pensar.

—Me llamo Zeke Jaeger —Se presentó ante ambos niños que abrieron los ojos sorprendidos por el apellido.

—¿Entonces eres algo de mi papá? —Preguntó Eren, sin ningún respeto. El príncipe hizo una mueca que Mikasa no supo interpretar, pero se aterró al suponer que Eren lo había molestado por la forma en la que le había hablado.

—En realidad tú y yo somos hijos del mismo nombre —Explicó Zeke, haciendo que ambos niños enmudecieran por lo que pareció una eternidad.

—Pero mi padre nunca me dijo que tuviera otro hijo —Agregó Eren cuando fue capaz de hablar.

—Estamos en las mismas —Respondió Zeke— Yo apenas acabo de enterarme.

»Igual no importa, a partir de ahora vivirás conmigo.

—¡Claro que no! —Despotricó el niño— ¡Yo vivo con mi padre!

—Eren… —Inició Zeke, con el nombre sintiéndose raro entre sus labios por las circunstancias— Nuestro padre murió ayer.


No había forma en la que Eren hubiera sospechado que su padre tenía otra familia, ni siquiera porque de hecho, él más bien formaba parte de "la otra familia".

Desde sus primeros años como médico, Grisha consiguió pacientes muy ricos a los que podía cobrarles lo que quisiera, porque ellos confiaban plenamente en sus habilidades, y así podría atender de manera gratuita a quien sabía que no tendría cómo pagarle.

Fue así como terminó conociendo a muchas personas de todos los estratos sociales. Desde los más pobres, hasta la realeza Marelyana.

Se ausentaba de manera intercalada en ambos hogares. Cuando se le cuestionaba, solía decir que era porque había estado atendiendo personas al otro lado del reino, y había veces en las que así era, en otras simplemente había estado en la otrora casa. Aunque llegó el punto en el que sus familiares dejaron cuestionar, y simplemente se resignaron al hecho de que el médico, no siempre estaría presente.

Si por eso Eren no se había sorprendido de haber pasado dos días de no ver a su padre, sin tener idea de que, había muerto el día anterior.

Zeke se alejó para dejarlo llorar un poco.

En parte respetando su dolor, y entendiendo que debía ser duro asimilarlo.

Si él mismo, con diecinueve años, y con todo y que no era cercano a Grisha, le dolía; se imaginaba que para Eren, siendo diez años menor, era mucho peor.

Salió de la habitación para despachar a la mujer que había estado fungiendo como cuidadora y empleada doméstica.

No parecía conforme.

Evidentemente había pensado que seguiría conservando el trabajo.

No se suponía que un príncipe decidiera llevar a su medio hermano al palacio.

Como sea… Zeke le dio buen dinero, demasiado. Lo que bastaría y sobraría mientras encontraba otra fuente de ingreso… Dedujo que fue más de lo que esperó cuando le vio relajar los hombros.

Cuando entró a la habitación, su hermano y la otra niña seguían llorando. Aunque su hermano lloraba más que ella.

—Eren —Le habló un poco fuerte para hacerse escuchar— Ya casi tenemos que irnos.

—No —Le pidió— Déjame aquí.

Porque allí quería quedarse.

Allí era su casa.

Allí había crecido.

Allí había vivido con sus padres.

—¿Cómo crees que voy a dejarte? —Le preguntó Zeke con dulzura— Sé que es duro, perdiste a tu padre, pero ganaste a un hermano, y este hermano va a cuidarte.

Eren no quería irse, y si hubiera conocido a su medio hermano en circunstancias distintas, se estaría revelando por querer llevárselo. Pero estaba destrozado, y no tenía fuerzas para alegar.

Zeke siguió hablando cuando vio que su hermano no decía nada.

—Allá tendrás ropa, tus aposentos y todo lo que quieras, pero sé que hay cosas que el dinero no puede comprar, así que dime si quieres llevarte algo de gran valor sentimental para ti.

Eren supo que había algo que sí quería llevarse.

No era fanático de la lectura, pero su padre tenía un libro, un libro de cuentos.

Quiso tenerlo, más como un recuerdo que porque realmente sintiera ganas de leer.

Aunque antes no le había interesado, ahora estaba seguro de que se prometería leerlos en honor a su progenitor.

Zeke lo siguió hasta donde supo que eran los aposentos de Grisha para cuando dormía en esa casa.

Lo vio tomar un libro de un mueble, y acariciarlo como quien acaricia un tesoro.

El mayor no le preguntó, lo que si vio fue una caja entreabierta sobre una mesa, y encontró unas hojas con puño y letra de su padre… Leyó por encima y decidió llevarse la caja junto a su contenido.

Mikasa sí llevó más cosas.

Unas cartas.

Ropa extranjera que el príncipe estaba seguro de que ya no le quedaba.

Unos trastes pequeños –alguna especie de juguete, dedujo-.

Unas servilletas bordadas, y sus accesorios de costura y bordado.

El príncipe le ayudó a meter todo en una caja para que se dieran prisa.

La mujer que los cuidaba le dijo que por lo que tenía entendido, la niña era hija de algún amigo de su padre.

En lo que averiguaba si había forma de devolverla o si tendría que quedársela también, decidió que mientras tanto la llevaría al palacio.

—Por tus razgos tienes sangre extranjera —Señaló Zeke cuando ya estaban en el carruaje, como una invitación disimulada a que le explicara.

—Mi madre era de Hizuru, príncipe… mi padre es erdiano.

—¿Qué haces acá? —Le preguntó.

—Mi padre me trajo y me dejó aquí.

»Dijo que Erdia no era seguro.

»Que estaban en guerra y que debían quedarme en Mare.

»Que el doctor Grisha iba a cuidarme —Dijo con evidente tristeza. También con miedo. ¿Qué se supone que pasaría por ella?

—No te preocupes… —Le dijo Zeke, deduciendo su turbación— Ahora estás bajo mi cuidado.


Mikasa no pudo evitar comparar.

El palacio de Mare tenía menos detalles arquitectónicos, pero no por eso era menos imponente.

En Erdia había secciones con alfombras y ostentosas ornamentaciones. Acá la decoración era más sencilla, y al mismo tiempo, estaban de una forma en la que ella no podía describir.

Rustica sería la palabra que encajaba perfecto, pero Mikasa no la conocía.

Pero no por eso, era un lugar pequeño, sino al contrario, los pasillos e instalaciones lucían mucho más grandes.

Al llegar a los aposentos del príncipe, Eren se acostó en la cama sin ganas de nada. De hecho se durmió casi en seguida.

Zeke mientras tanto, mandó a traerles algunas cosas. Cosas de las que Mikasa pudo ver: algunos cambios de ropa para ella y su amiguito –incluida la ropa negra que pretendía que usaran en el funeral-, diferentes tipos de calzado, e incluso había tenido la cortesía de encargarle varios metros de tela y estambres de más colores para sus bordados.

—Muchas gracias, príncipe —Dijo Mikasa, mientras decidía que le bordaría algo como agradecimiento.

Zeke incluso le ayudó a cortar cuadros de tela, para ayudarle.

Ella ignoraba que el príncipe solo estaba poniéndola en una zona de confort, para preguntarle cosas. Así que mientras ella estaba más enfocada en su bordado, no sentía la presión de estar bajo un interrogatorio.

Mikasa le habló de la madre de Eren, de cómo era ella como madre, como "esposa" de Grisha, y de lo duro que fue para su hermano haberla perdido.

Le habló del trato de Grisha hacia él –Zeke, aunque pensó que debería estar celoso, en el fondo se alegró de que su progenitor hubiera sido más cercano a su hermanito de lo que lo fue hacia con él mismo-.

Le habló de las clases privadas que el doctor Grisha les daba. El joven dedujo que su padre no llevaba a un maestro particular, por miedo a que descubrieran que tenía otro hijo. Como si entre menos gente supiera de la existencia de los niños, mejor.

Le habló de su propia cercanía hacia Eren, incluso Zeke se dio cuenta de lo que ella ni siquiera sabía que sentía.

Le habló de su familia paterna, le contó tantos detalles, que el príncipe supo que estaba ante una pariente de la realeza Erdiana. E incluso tuvo conocimiento de la estricta educación que había recibido como habitante del palacio.

Como Zeke fue requerido para ver los últimos detalles del funeral de Grisha, este le indicó a una mujer de su confianza quedarse con Eren y con Mikasa. Le dijo además a la niña que cualquier cosa que necesitara, se la pidiera a Yelena –quien se quedaría a hacerles compañía-, y dejó la indicación de que no salieran de la habitación.

Tan pronto se terminó de planear el funeral, Zeke se acercó a su progenitora.

—Madre.

—¿Qué quieres? —Le preguntó, con un talante furioso, dolido, destrozado.

Su mirada reflejaba que apenas y estaba conteniendo el llanto.

Como si en ese mismo instante quisiera largarse a llorar. Cosa que antes no se había permitido.

No. Dina jamás había dejado que nada la derrumbara.

Pero ahora estaba destrozada.

Ahora quería llorar lo que no había llorado desde que recibió la noticia.

Zeke se dio cuenta de que no podía, no en ese momento.

No podía decirle que su padre había tenido otro hijo.

Ni mucho menos, que justo ahora, estaba en sus aposentos.

—Solo quería decirte que trates de descansar —Mintió.

—Come algo —Le dijo a Eren más tarde.

—No tengo hambre.

—Sé que es odioso, pero necesito que hagas un esfuerzo y comas. No quiero que te enfermes.

Al final, muy a fuerzas logró engullirse un pan.

—Eren, cuando estemos a solas, puedes llamarme por mi nombre —Comenzó a explicarle Zeke luego de la cena— Puedes llamarme hermano —Aunque su tono era de broma, en el fondo esperaba que el niño lo hiciera— Pero cuando estemos en público, y sobre todo fuera del palacio, debes llamarme príncipe.

—¿Por qué? —Preguntó con inocencia.

—Porque eso es lo que soy, Eren —Le dijo con simpleza— Y eso es lo que se espera de cualquiera de mis súbditos, sin importar su edad.

—¿Subdiqué?

—Luego te explico. Ahora solo hazme caso.

La cama, aunque era bastante grande para él solo, con dos niños, iban a quedar apretujados si se acostaban de manera normal.

—Pasado mañana cada uno tendrá sus aposentos —Prometió Zeke.

—Principe —Llamó Mikasa— Yo no tengo ningún problema en compartir habitación con Eren.

—No es necesario… tengo habitaciones disponibles, además en un futuro agradecerán tener su espacio.

Mikasa no entendió como porqué en un futuro agradecería que Eren durmiera aparte, así fuera solo en una habitación diferente, no le hacía gracia que no durmieran juntos, pero ya no alegó.

No por falta de ganas, sino porque le habían enseñado que uno le podía pedir algo a un príncipe, más no podía imponerle nada, y siquiera intentarlo era una falta de respeto.

Al final, aunque parte de sus piernas quedaron colgando, el príncipe pudo recostarse junto a ambos niños porque se acostaron de forma horizontal.

Una hora después, mientras veía dormir a su hermanito, Zeke sintió coraje hacia Grisha.

En primera, por haber engañado a su madre, por haber tenido otra mujer y por haber tenido un hijo.

Un hijo que había ocultado como si fuera un sucio secreto.

Es cierto que al menos se había comportado más como un padre hacia Eren que hacia con él, pero le parecía injusto que su hermano creciera escondido, sin tener las mismas riquezas, y que hubiera crecido en una de las zonas más aisladas del reino, ignorante de que tenía un hermano mayor.

Pero ya no más.

De ahora en adelante Eren viviría con él.


Continuará…


Cualquier cosa, me pueden preguntar en un review o en mensaje privado.


Notas…

La idea original de este fic vino a nacer hace como dos años, pero originalmente, este fic tendría como pareja principal una yaoi, y el eremika sería mencionado muy lejanamente, pero hace tiempo, queriendo retomar la idea, tenía a full el eremika por un fic que leí de mi amigo EnterradoR –uno que se llama abominable y se los recomiendo mucho-, así que poco a poco, esta idea comenzó a tomar forma.

Originalmente Mikasa sí sería una princesa de Erdia, hasta que investigando de líneas de sucesión, me di cuenta que siendo la hija del primo del rey, ya no alcanzaba a ser llamada princesa.

Honestamente no estoy segura de estar logrando que los niños suenen como niños, así que si estoy patinando y gustan orientarme, se los agradecería.

Levi le lleva quince años a Mikasa.

En algunos fics he visto que usan a Kiyomi como una familiar de Mikasa, así que aquí decidí dejarla como abuela.

Y vaya, lo del kimono negro con blanco, es precisamente lo que se usa en los funerales tradicionales en Japón.

Eso de las habitaciones separadas e interconectadas entre los matrimonios de la realeza, es algo que se usa hasta hoy en día… según leí, la reina Isabel II de Inglaterra, a veces duerme en una habitación distinta a su marido, y es porque ella sufre de insomnio y el duque ronca mucho.

En la ova de Mikasa, vimos a un Eren que convivía mucho con Mikasa, incluso al grado de dejarse poner una guirnalda de flores –eso sí, se le veía una cara de what?-… tal vez esa ova de cierto modo no puede ser considerada canon, pero me parece un poco a cómo sería su convivencia.

La "corona" de Zeke vendría siendo como las guirnaldas metálicas que se usaban en la antigua Grecia.

A veces la pena y el dolor te dan sueño, sobre todo si lloraste, como si la mente se durmiera para no pensar, por eso Eren se durmió en seguida que llegó a los aposentos de su hermano.

Zeke siempre me dio la impresión de que en un universo alterno, sería un hermano protector, por eso lo pongo aquí así, y lo había hecho desde hace casi dos años en mi fic Fratello.


Publicado el 15 de abril de 2019.

Corregido en detalles leves el 28 de abril de 2019.