Percy Jackson & Harry Potter:
Guardianas de los Merodeadores.
Vida antes de ser cazadora:
Luna…
-¡No salgas!-gritó mi madre antes de cerrar la puerta de mi habitación conmigo dentro.
Sería imposible tratar de salir ya que había cerrado con llave. Y como muchas otras veces me largue a llorar con mi espalda apoyada sobre la puerta mientras me iba deslizando hacia el suelo.
Oí los gritos de mi padrastro. Estridentes y grotescos y los llantos silenciosos de mi madre, que tantas veces había oído por costumbre.
Cerré los ojos y traté de borrar la funesta imagen de mi adorada madre siendo acorralada y luego apaleada por ese maldito hijo de puta, no era un vocabulario propio de una niña de mi edad, pero estando el aquí aprendía insultos como un niño de mi edad aprende con la tv.
Traté de idealizar como sería mi vida fuera de este infierno, entre golpes, maltratos y llantos. Pero lamentablemente me era costoso ver una realidad que no era la mía.
-¿¡Dónde está esa pendeja de mierda!?-me tensé en mi lugar. Me estaba buscando.
Me paré y me arrincone asustada en la esquina más apartada de la puerta, me senté y abrace mis piernas con mis pequeños brazos.
Pero no podía quedarme aquí, para que luego no poder ir a clase y tener que dar explicaciones, tenía bastante con tener THDA (Trastorno hiperactivo por déficit de atención) y ser disléxica.
Comencé a buscar con la vista, algún objeto que me sirva para defenderme, pasé la vista por mi habitación. El ropero…la cama…el escritorio, quizás pudiera usar los lápices pero no tendrían la suficiente punta para causar algún daño…pasé la mirada por los estantes donde estaban mis trofeos de Taekwon-do, pero a menos que los afilara no funcionaría. Luego lo recordé…había un palo, fino, pero largo que era de la cortina de mi habitación, la cual odiaba.
Me pare tambaleante y fui hacia la cortina, hice una mueca, a diferencia de las demás niñas aborrecía el rosa por lo que sin cuidado jalé la cortina sin importarme el arruinarla y con cuidado desenroscar el palo de allí. Era demasiado largo, tendría que partirlo, pero esperaba no hacer mucho ruido.
-¿¡Dónde mierda la metiste!?-me asustó el tono que utilizó.
Hubo un súbito silencio, luego un golpe violento, el ruido vino de la cocina que se encontraba en la planta baja.
No oí más llantos, ni quejidos. Sólo silencio, un silencio horrible, como el silencio que aparece para que luego se desate el apocalipsis.
-¿Luna?-oí una que preguntaba una voz dulce, demasiado dulce, empalagosa-¿dónde estás princesa?
Gruñí por lo bajo, si había algo que odiara más que el rosa era que me llamaran o compararan con un princesa, no me gustaba maquillarme como una y mucho menos, actuar como una, si hubiera una princesa decente que no esperara al caballero con su armadura, quizás me gustaría, pero lo dudaba realmente.
Volví a mirar el largo palo en mi mano, debía partirlos en partes iguales o de lo contrario sería muy incómodo luchar con ambos palos, aunque no me molestaría luchar como si fuera una espada.
Espada.
Esa palabra tan hermosa, le hizo recordar, había una catana en la habitación de su padrastro, escondida bajo el colchón, dudaba que el supiera siquiera como empuñarla pero debía conseguir llegar a ella y así poder defenderme. Porque, lamentablemente sabía lo que él quería hacerme, por las razones que mi madre salía lastimada, y no iba a entregarme en bandeja.
No dejes que te toque me había dicho mi madre y no le dejaría.
-¿Dónde estás?-esta vez sin dulzura. Con vos normal.
Tomé el palo y comencé a medirlo para saber en dónde partirlo.
Alguien chocó sus nudillos en mi puerta.
-¿Luna?-esa voz empalagosa, otra vez.
Tragué duro.
Concéntrate
Volví en lo que estaba haciendo, tomé un lápiz y marqué donde mantenía presionado mi dedo.
-¿Qué estás haciendo mocosa?-gruñó golpeando con sus puños la puerta de mi habitación.
Estaba nerviosa, el loco maníaco de mi padrastro estaba aporreando al otro lado de mi puerta, me quería golpear, eso estaba más que claro, pero sabía que él no desaprovecharía la oportunidad de hacer algo más si la situación le favorecía, no sabía lo que había sucedido con su madre, ya que no se la oía y eso era uno de mis mayores problemas en este momento. Sin presiones pensé sarcástica.
-¡Abre la maldita puerta!-La voz se elevó y los golpes aumentaron la intensidad.
Apreté fuertemente el largo palo en mis pequeñas manos, con fuerza levanté la silla que daba lugar a mi pequeño escritorio, que usaba para dibujar, y lo dejé a un lado del respaldo de mi cama.
Apoyé el lado derecho del palo en el respaldo de la cama mientras el lado izquierdo lo apoyaba sobre la silla. No iba a arriesgarme a romper el palo con la mano, 1ra. Porque aunque sea fino el palo, podría lastimarme y mi manejo con mis armas no sería tan buena y 2da. Porque con el pie tenía más fuerza, aunque menos precisión.
Inspiré hondo.
-¡Abre la puta puerta o te cagaré a palos!-bramó. Los golpes eran más lentos pero con más fuerza.
Tragué duro nuevamente e inspiré.
Me puse en posición de combate, mi perilla se inclinó hacia abajo, mi brazo izquierdo es dobló ligeramente y la derecha me protegía la barbilla, comencé a dar pequeños saltos para poder tener reacción y ser más veloz.
Los golpes iban en aumento, poco faltaría para que derribase la puerta. Agradecí en esos momentos que haya rejas en la ventana, de lo contrario ya me hubiera lanzado hacia ella sin importarme el que estaba en el segundo piso.
Esperé impaciente. No paraba de saltar y deslizarme en mi lugar lista para oír unos nuevos insultos de mi padrastro para golpear el palo y poder partirlo.
Y los insultos no se hicieron rogar.
-¡La puta que te re mil pario, ábreme la puerta conchuda de mierda!
Sólo eso necesité, al acto de haberle escuchado empezar a putear levanté mi pierna y la bajé rápidamente.
Los golpes de mi padrastro sumado a sus gritos fueron un gran amortiguador del sonoro ¡Crack! Que salí al partirse la madera. Aunque creo que lo subestimaba.
-¡¿Qué mierda has hecho?!
Tomé ambos trozos de madera q se encontraban tirados en el suelo junto con algunas astillas, agradecí el llevar tenis en ese momento.
Tomé ambos palos, el palo izquierdo era un pelín más largo que el derecho, pero eran casi del mismo tamaño.
Con cuidado tomé un palo en cada mano, la punta que había recibido el impacto se encontraba con una gran punta, sonreí, esto me ayudaría, con un palo en cada mano, con una gran y filosa punta cada una, las empuñé para prever el peso de cada una.
Se encontraban algo pesadas, puesto que eran muy largas, pero no demasiado.
Otro golpe violento y luego nada.
Todo era calma, me inquiete, me puse en guardia con ambos palos, en la misma posición que estaba antes, saltando levemente para intentar oír algo o al menos, si no oía nada poder tener una buena reacción.
Oí un sonoro grito de parte de mi madre. No me había dado cuenta de que estaba respirando entrecortadamente hasta que no escuché el tintineo de unas llaves.
El tintineo paró al mismo tiempo que unos pasos lo hacían frente a mi puerta.
El ruido de las llaves al pasar y buscar la correcta me sobresaltó. Las llaves cayeron al suelo en un golpe sordo, una maldición y nuevamente el tintineo, junto con el sonido de la llave al chocar contra los costados de la cerradura.
Era el momento…
***En otro lugar***
-¡Phoebe!-gritó Zoë-¡No dejes que escape!
Un gigantesco león corría a gran velocidad, las cazadoras le perseguían junto con su patrona que se encontraba al frente.
-¡Tengan cuidado!-advirtió Artemisa en su forma de una niña de trece años-¡Sus únicos puntos débiles son su interior!
Las cazadoras aumentaron el ritmo al ver como el león las estaba dejando atrás.
-¡¿Qué monstruos es ese?!-gritó/preguntó una ex mortal.
-¡El león de Nemea!-contestó Zoë.
Las cazadoras perseguían al león donde comenzó a internarse en un pequeño pueblito, hecha de casillas de madera, la más grande se notaba a la vista en un edificio de dos pisos. El monstruo corrió hacia la casa mayor.
Las cazadoras comenzaron a subir a la copa de los árboles rápidamente para saltar de rama en rama siguiendo a la bestia, que estaba reduciendo la velocidad.
-¿Qué le sucede?-murmuró Artemisa.
Phoebe saltó de la rama hacia el lomo de la bestia con unas cadenas de plata, la bestia se zarandeaba bruscamente de un lado a otro elevando la velocidad. Soltó un gran rugido.
Phoebe cayó al suelo, cuando Artemisa iba a ordenar seguirle oyó algo que le heló la sangre…el grito de dolor proveniente de la gran casa…de una doncella.
***En la casa***
Con ambas maderas sostenidas por mis temblorosas manos, me subí a la pequeña silla, donde había roto la madera, y me arrodillé con los músculos de mis piernas tensos.
La puerta se abrió de un sonoro golpe. Salté de manera automática y golpee la cara de mi padrastro, aún con los palos en mis pequeños brazos, atravesé la puerta pasando por un adolorido hombre. Por el olor intuí que había bebido. Estaba cruzando el lugar en busca de mi madre pero un golpe en mi espalda me desequilibró justo en frente de las escaleras por lo que caí, solté un gemido de dolor. Los palos estaban a poca distancia por lo que extendí uno de mis brazos para tomarlos mientras con el otro me levantaba.
-¡Niña del demonio!-vociferó mi padrastro.
Con dolor me di cuenta que seguramente me había esguinzado un tobillo.
Los pasos se acercaban, ahora descendían rápidamente por las escaleras por las que había caído. Elevé la vista con furia para ver aterrorizada lo que traía en mano.
Una cuchilla.
Aterrada me impulse con el pie izquierdo, que no estaba esguinzado, y de manera torpe corrí hacia la habitación más cercana y cerré la puerta con traba.
Me di la vuelta pero lo que encontré me dejó helada.
Blanco y rojo, mucho más rojo que blanco.
Un cuerpo inerte, delgado, pude ver estropajos blancos, o lo que quedaba blanco, luego rojo, unos cabellos castaños ahora de un color oscuro y pegajoso. Aún podía ori un pequeño gorgoteo salir de allí.
-Mamá-susurré aterrada.
-¡Maldita pendeja malparida!-bramó-¡Ábreme la puerta!
Gemidos ahogados por mis sollozos se oyeron, grité, me descargué. Mi madre, mi querida madre, la persona, la única persona que tenía, mi amiga, confidente. La única persona que estaba para mí.
Estaba aterrada, y muy enojada.
El enojo fue combustible de alto octanaje, furiosa y lista para vengar la muerte de mi madre de la manera más dolorosa, tomé con fuerza ambos palos, observé la habitación, era la "oficina" de mi padrastro. Gruñí por lo bajo y tomé la sabana que cubría el escritorio, sin importarme todos los objetos que tirara a mi paso.
Cubrí a mi madre y deposite un último beso en su frente. Su rostro, enervados en lágrimas, sus ojos rojos, con la mirada desviada, no volvería a ver esa mirada de picardía, la orgullosa, enojada, o feliz, incluso la triste o preocupada. No volvería a ver ninguna de esas miradas.
Habíamos leído unos libros, eran los libros que me regalaba por mis logros.
Un libro de una joven que no tenía idea de quien era, que le ocultaron la verdad que llevaba en su sangre, que era una nefilim, una cazadora de sombras. Así veía a mi madre, como una verdadera guerrera por haber cuidado y protegido de mi todos estos años, aunque no comprendía por qué no le dejaba.
Usé una de las frases del libro, una frase que se repite mucho en todos ellos.
-Ave atque vale- Hola y adiós
Presioné con fuerza ambos palos para darme confianza, igualmente no le necesitaba, con lo que acababa de ver me bastaba para imaginarme arrancando su cabeza como trofeo.
Aún escuchaba sus gritos, pero ellos habían pasado a segundo plano. Mi madre era la que me importaba.
Y la iba a vengar.
Inspiré hondo y destrabe la puerta…la empujé suavemente.
Este se vio sorprendido, pero no le dejé reaccionar. Con toda la fuerza y brusquedad, junté ambos palos en uno y empujé para que se incrustaran en su gran barriga.
La sangre brotó sin compasión, al igual que mi golpe. Este trataba de quitársele. Pero yo no le dejaba, volví a empujar con todas mis fuerzas, esta vez ingresó más profundamente en la carne.
Grité y empujé con las últimas fuerzas que me quedaban. Él escupió su sangre en mi rostro, su última visión…mi sonrisa diabólica por el haber conseguido mi venganza.
La puerta se abrió de golpe, dejando ver a un montón de niñas de entre 10 y 15 años.
Ellas se quedaron impactadas. Solo una habló.
-Está herida
¿Estoy herida? La miré confusa, la adrenalina me dejó de golpe, sentí una gran punzada en mi pierna derecha, que mantenía levantada para que no tenga contacto con el suelo por mi tobillo hinchado que demostraba el esguince, creí que se refería a eso, hasta que noté la sangre. Elevé la vista más allá de mi tobillo, observando un feo corte de cuchilla. El muy desgraciado me lo quiso clavar pero no pudo, no le quedaban fuerzas.
Elevé la vista al observar como dos jóvenes me ayudan a levantarle.
***Tiempo presente***
Dejé de pensar en eso. Tenía que encontrar a Ludmila, no podía dejar que se metiera en problemas. Ella fue de las últimas adquisiciones de la caza, en la que ella era parte.
Tenía 11 años, al igual que ella, bueno lo aparentaban.
Observó a las demás cazadoras, tanto mortales como Náyades, Nereidas, mestizas y demás. A la caza no despreciaba a nadie.
Recordó con precisión como luego de eso, las cazadoras la adoptaron. Y ella aceptó unirse a la caza con gusto. Tenía que servir a Artemisa y renunciar a la compañía de los hombres, uno de ellos me causo la vida imposible y se había llevado a mi madre. No es como si estuviera feliz de ver uno. Pero con estos años les toleraba, incluso llegaba a bromear con ellos. Sin que lo supiera Artemisa, pero igualmente no estaba rompiendo el juramento.
Al poco tiempo de reunirme a la caza Artemisa fue llamada al Olimpo, nosotras armamos el campamento y cuidamos de los lobos y águilas. Al poco tiempo Artemisa volvió y me ordenó ir con ella.
Todas fruncieron el ceño, ellas sabían que era muy probable que fuera mestiza y no se equivocaban. Al llegar al Olimpo y luego de que los dioses discutieran sobre matarme o que permanezca viva delante mío. Artemisa les advirtió que no iban a dejar que me pongan una mano encima. A lo que mi padre estuvo de acuerdo.
Así sin más preámbulos, sin un. Pues mira eres mi hija, o un, lamento no haber podido hacer nada pero soy tu padre, nada de eso solo dijo.
-Ustedes no le tocaran un pelo a mi hija-me alagó que me defendiera, pero no me gustó la brusquedad en que me lo dijo.
Pero que más podía hacer yo que permanecer callada.
-Calla Poseidón-le había contestado Zeus.
Porque si, mi padre es Poseidón, dios del mar, agitador de tierras, a traedor de tormentas y padre de los caballos.
Pero eso no importaba ahora, tenía que encontrar a Ludmila, su prima.
KONICHIWUAAAAAAAAAAA!
O olis! Como están?
Esta es mi nueva y sexy historia! Ok no.
Pero quisiera saber que les parece, la verdad es q esta idea rondaba continuamente en mi cabeza pero no se me ocurria como traspasarlo a papel y pues mi mami (si mi mami la que decía que esto no era trabajo) y dos de mis amigas (Cami Lud las amooo 3) me convencieron. Denme sus opiniones, esto es para que conozcan el pasado de las guardianas de los merodeadores.
Quería también aclarar q lo puse en clasifcacion M por los insultos y demás cosas…quizás haga lemons quien sabe *mirada pervertida*
La trama comienza luego de que las conocieran y sepan la razón del comportamiento hacia los sexys magos ñ.ñ Las parejas ya están dadas por lo q no se cambiaran (Lo siento Camii Lud me lo pidió antes) asi q esta claro, si tiene éxito quizás incluya a alguno de ustedes en el fic. Pero por el momento eso es todo.
Por cierto no se preocupe por mi otro fic "Percy Jackson y El Ladrón del Rayo" quiero agradecerles el apoyo en esta historia 125 comentarios me siento querida *w* espero q esta historia tenga el mismo éxito! Me fui del tema, no se preocupen que seguiré actualizando, pero denme tiempo porfis! Aparte comienzas las vacaciones de invierno asi q luego tendre mas tiempo, eso es todo! Cuidense de los dementores y los monstruos!
Bye! ;D
