Sé que no debería publicar otra historia, porque no he terminado las otras,
pero la verdad es que me puse a ver la segunda película de Inuyasha y no pude resistirlo.
La idea no salía de mi cabeza, así que haciendo caso a mi cabeza, la escribí y la publico.
Esta historia se ubica días después del enfrentamiento con Kaguya Hime
Y es una historia corta, pero de capitulos largos.
Pensé en que fuera de un capítulo, pero creo que sería demasiado larga para un capítulo,
así que es probable que sean dos o tres, no más jejeje
Espero que les guste ;)
La canción que canta Kagome, es del anime Mermaid Melody y se llama "ASHITA GA MIENAKUTE"
En caso de que quieran escucharla para notar el ritmo XD pero es solo si quieren.
Besos y... las quiero!
NINA DUCIEL
Maboroshi to Yume
Estaba atado a un árbol viendo como Kaguya hablaba de convertirme en su sirviente. Me sentía furioso por no poder escapar y tener a Kagome intentando defenderme, arriesgando su vida, cuando era mi deber cuidar de ella. Pero a pesar de eso, no podía evitar sentirme orgulloso de ver a Kagome en esa postura agresiva y protectora. Cuando vi a Kagome lanzar la flecha lo lamenté por la zorra de Kaguya, pero ese sentimiento desapareció cuando vi que devolvía el ataque, un poco de miedo se deslizó por mi espalda, al recordar la última vez que una flecha se dirigió hacia mí.
Cuando Kagome se apareció de repente el miedo me carcomió junto con el shock. La escena frente a mí pareció estar pasando lentamente. Kagome se interpuso y recibió la flecha por mí. Escuché el sonido de su carne siendo atravesada por la flecha. Vi sus ojos completamente abiertos cuando sintió la flecha en su cuerpo. Escuché sus palabras de alegría al verme vivo y vi como caía a mis pies. El horror más grande fue lo que me atravesó al verla tendida. Vi la sangre rodearla y no parar de salir de la herida de su espalda.
—¡no! —desperté de esa pesadilla y me vi sobre el árbol en el que me había quedado dormido. Era la décima noche que tenía la misma pesadilla. Dirigí mi mirada bajo el árbol y vi a Miroku mirarme fijamente junto con Sango. Kagome y Shippo estaban durmiendo cómodamente ignorantes de todo lo que pasaba a su alrededor.
—¿Qué te sucede, Inuyasha? —me preguntó Miroku indicándome que bajara para ponerme a su lado.
—nada que te importe —fue lo que le dije intentando cerrar los ojos para ignorarlo y que dejara de cuestionarme.
—has tenido pesadillas ya varios días —al escuchar las palabras de Sango abrí los ojos y la miré—. Estás así desde que enfrentamos a Kaguya ¿dinos, pasó algo que nosotros no vimos?
—nada…—fue lo único que pude decirle. No quería que supieran que le había fallado a Kagome. No quería que ellos supieran que por unos breves momentos Kagome estuvo herida por una flecha que interceptó.
—señorita Kagome —me sobresalté cuando escuché a Miroku y miré inmediatamente a Kagome que se estaba despertando. Llevó una de sus pequeñas manos a sus ojos y se lo restregó con la manga. Me sentí enternecido al ver sus ojos somnolientos y perdidos.
—hola…—dijo en un pequeño susurro— ¿es hora de irnos? —preguntó para luego dar un pequeño bostezo.
—todavía está oscuro —dijo Miroku de forma agradable— nosotros vamos a volver a dormir…
—oh, bueno… —Kagome se volvió a recostar, cerrando los ojos y buscando a Shippo con los brazos. Cuando tomó al Kitsune lo abrazó contra su cuerpo y suspiró, quedándose dormida al instante.
Escuché la risita de Sango y de Miroku al ver la acción. Yo solo pude sentir un poco de celos al ver cómo ella buscaba al enano para abrazarse a él y no pasar frío. Deseaba tanto ser yo quien le quitara todos sus problemas, el frío y la cuidara. Miré a Kagome fijamente sintiendo una punzada de miedo al recordar otra vez como la flecha atravesaba su frágil cuerpo. Me estremecí y fui inundado por un sentimiento de horror que me obligó a cerrar los ojos con fuerza.
—Inuyasha…—la voz de Miroku me sacó de mis cavilaciones y fijé la mirada en él. Sango se recostó, cerrando sus ojos, sobre Kirara intentando darnos un poco de privacidad dentro de lo que se podía estando ella ahí mismo— sabes que puedes decirme lo que sea ¿verdad? Cualquier cosa que te inquiete… te hará sentir mejor compartirlo…
—nada va a hacer que me sienta mejor —confesé mirando a Kagome que sonreía abrazando a Shippo. Otra punzada de miedo me atrapó cuando pensé en lo cerca que estuvo de morir. Nunca hubiera podido seguir contemplándola dormir, nunca hubiera podido tenerla en mi espalda, jamás hubiera vuelto a escucharla hablar… y todo porque era un hibrido débil.
—lo que sea que pasó y que involucre a la señorita Kagome…—miré sorprendido a Miroku que me veía seriamente— no creo que sea tu culpa.
—tú no lo entiendes —fue lo que le dije apretando los puños.
—quizás no, porque no te explicas —me dijo razonablemente.
—casi la pierdo… pudo haber muerto… no sabes… no sabes —un nudo se me quedó atrapado en la garganta cuando la imagen de sus ojos abiertos de sorpresa me atravesaron. No podía olvidar sus ojos, el sonido de la flecha atravesando su cuerpo.
—amigo… —la voz condescendiente de Miroku volvió a sacarme del recuerdo— todos los días nos arriesgamos a morir. La señorita Kagome lo sabe también…
—ella no va a morir… no puedo dejar que muerda… no podría… —cerré los ojos con furia al pensar en un día sin ella. Solo pensarla lejos era doloroso. Muerta… era demasiado para mí.
—no va a pasarle nada —la seguridad en la voz de Miroku me hizo mirarlo, quizás con un poco de esperanza.
—¿cómo puedes estar tan seguro?
—porque ninguno de nosotros dejaría que le pasara nada. Todos la queremos demasiado para permitir que algo la dañe y además… —me dijo con una sonrisa— dale algo de crédito… nada puede contra ella. Todos la hemos visto. Siempre se levanta después de las batallas. No creo que una persona tan buena y fuerte como ella muera y menos siendo tan joven ni nosotros ni incluso ella misma lo permitiría. Tiene una voluntad admirable. Así que no te preocupes. Nunca dejaremos que nada le pase. Jamás —miré la cara segura y tranquila de Miroku y un poco de su tranquilidad me inundó.
—gracias… —él me sonrío y le devolví lentamente la sonrisa. Cuando vi que su mirada cambiaba radicalmente.
—deberías decirle que estás enamorado de ella —me sonrojé con furia cuando sus palabras llegaron a mis oídos.
—¿Quién te dijo que yo…? —pero me interrumpió.
—nadie tiene que decirme nada. Se ve en tus ojos y en como te mueves a su alrededor. Cada vez que piensas que está en peligro te enloqueces —su risa me puso los nervios de punta— además recuerdo claramente que en el castillo de Kaguya le devolviste el beso que te dio, aunque intentes negarlo todos lo vimos —me sonrojé más si era posible y el recuerdo de los labios de Kagome sobre los míos me llenó completamente. Su voz, sus ojos brillantes y sus palabras— no creo que nadie haya hecho lo que ella… ¿Qué fue lo que dijo? Ah, sí… que le gustabas como eras…
—cállate —cerré los ojos y plegué mis orejas hacia atrás al recordar sus palabras. Nadie me había dicho algo así.
—intenta que sea ese recuerdo el que te llene y no otra cosa —me dijo con firmeza—. Debes saber que siempre hay personas que harían lo que fuera por ti —Miroku cerró los ojos con una sonrisa.
Sus palabras siguieron dando vueltas en mi cabeza. No sabía si era bueno o malo que ella fuera capaz de hacer lo que sea por salvarme, incluso arriesgar su propia vida. Recuerdo que si no hubiera sido por la prenda de plumas celestial que arrojó Akitoki, ahora Kagome no estaría con nosotros.
—"nunca le agradecí a Akitoki por arrojar la prenda" —pensé. Me bajé del árbol y me puse cerca de Kagome para velar su sueño. Ya no iba a poder volver a dormir, no con el miedo aún dentro de mis pensamientos.
Me atreví a acercarme a ella un poco y a tocar su mejilla con mis garras. Kagome suspiró y murmuró algo que no pude entender. Sonreí sin proponérmelo y pasé una de mis garras por sus labios. El recuerdo de su beso tampoco me dejaba dormir. Si no era por esa ilusión de verla muerta, era por ese maldito beso. Hubiera dejado todo con tal de volver a besarla. Presioné mi dedo en sus labios y sentí la lengua de Kagome lamer mi dedo. Me tensé inexplicablemente y temblé. No sé lo que fue, pero metí mi dedo dentro de su boca y casi suelto un sonido cuando ella lo succionó. Enseguida me alejé de ella y vi mi dedo. Miré a los demás, pero nadie parecía haberse dado cuenta. Las respiraciones de Miroku y de Sango eran tranquilas, delatando su estado inconsciente. Miré a Kagome y vi que ella seguía dormida, con la boca un poco abierta. Lleve mi dedo a mi propia boca y el sabor de su saliva estaba ahí. Un gemido se me escapó al descubrir su sabor. Apreté esa misma mano en un puño y agite mi cabeza.
—"soy un pervertido" —pensé, llevando una de mis manos a mi cabeza.
XxxxxxxxxX
Estábamos comiendo lo que Kagome había preparado. Habíamos estado caminando durante gran parte del día y ella había pensado que era un buen momento para comer. No fui capaz de decirle absolutamente nada para oponerme, lo que hizo que todos me miraran extrañados. La culpa de lo que había hecho cuando Kagome dormía me impidió replicarle nada. Todos estaban teniendo una pequeña y amena conversación, pero me extrañó no escuchar la voz de Kagome participando. Levanté la vista de mi comida y la vi mirar con el ceño fruncido una de esas cosas a las que ella llamaba cuaderno. La vi poner unas caras graciosas a medida que leía lo que sea que había ahí.
—¿Qué sucede? —le preguntó Sango al darse cuenta de que ella estaba distraída.
—yo… nada —dijo sonrojada y mirando el cuaderno. Vi como lo cerraba de golpe y lo ponía sobre sus rodillas.
—¿estás segura? —le preguntó Sango con una sonrisa. Kagome la miró avergonzada y suspiró.
—es… es una obra de la escuela —todos la quedamos mirando y Kagome se sonrojó más al ser el centro de atención.
—te refieres a una presentación, ¿verdad? —dijo Sango con curiosidad. Shippo se acercó a Kagome y tomó el cuaderno— me habías explicado eso antes…
—es que… mis amigas, las de mi época… me inscribieron sin preguntarme en una obra… y tengo que aprenderme… no importa —tomó cuidadosamente el cuaderno de las manos de Shippo acariciando su cabeza.
—¿Por qué no nos cuenta, señorita Kagome? —preguntó Miroku más intrigado. Incluso yo estaba curioso. Kagome se avergonzó aún más.
—el cuaderno dice que es de canciones —dijo el enano con una sonrisa— ¿tienes que cantar? —Kagome se sonrojó, abrió la boca y la cerró igual que un pez. Sango soltó una risita al igual que Miroku. Yo solo la miré curioso. Kagome no fue capaz de mirar a nadie.
—sí. Pero yo nunca lo hago. Ayumi le dijo al profesor que yo cantaba y me inscribió sin mi permiso. Ahora tengo que aprenderme tantas canciones —vi su cara afligida.
—entonces no lo hagas y ya. Además no tienes tiempo. Tenemos que buscar los fragmentos que faltan —sentí la mirada de todos sobre mí, pero la que más me preocupó fue la de Kagome.
—no puedo no ir —me dijo ceñuda.
—acabas de decir que te metieron en la obra esa sin tu permiso —le contesté.
—así es, pero Ayumi me dijo que si lo hacía las chicas y el maestro me ayudarían a pasar —me dijo apretando el cuaderno en sus manos— no puedo no hacerlo… aunque no quiera…
—pues no puedes —le dije con simpleza.
—¿no lo entiendes verdad? —me dijo con una pequeña mirada de tristeza— falto demasiado a la escuela. Cualquier otro estudiante tendría el curso reprobado por eso, pero las mentiras de mi abuelo y mis calificaciones me mantienen ahí. No puedo rechazar esta oportunidad…
—eso suena a chantaje —le dije mirándola fijamente.
—no me importa. Quiero graduarme. ¿entiendes lo importante que es para mí? no sé si lo haré bien, pero haré lo que sea por aprobar el curso, aunque sea vergonzoso tener que cantar frente a la escuela. Quiero aprobar y quiero graduarme. Así que tengo que hacerlo y tengo que ir…
—tenemos que buscar los fragmentos —le dije volviendo a comer.
—Inuyasha, guarda silencio…— escuché que me decía Sango, pero la ignoré.
—no importa lo que digan. Lo más importante es recuperar los fragmentos y matar a Naraku. Cosas tan absurdas como esas no son importantes, así que olvídate de ir a tu mundo, al menos que tengamos la perla, tú te quedas —la miré fijamente tratando de que entendiera mi punto.
—amigo, es mejor que te detengas ahora —me dijo Miroku con voz preocupada. Lo miré y me indicó que viera a Kagome. Cuando la vi sentí que algo me atravesaba. Tenía los ojos llenos de lagrimas.
—Kagome… —le dije.
—¿crees que es absurdo? —su voz partió como un susurro, para luego convertirse en un grito —¡tú bastardo egoísta! ¡paso todo el tiempo aquí recuperando los estúpidos fragmentos! ¡y te atreves a decir que lo que acabo de decirte no es importante!
—cálmate —le dije sintiendo un poco de miedo— además fue tu culpa que la perla se rompiera en primer lugar…
—¡no voy a calmarme nada! ¡jamás entiendes lo que te digo! ¡sé que es mi culpa! ¡nunca dejas de repetirme que fue mi culpa que la perla se rompiera! ¡pero no es mi maldita culpa que Naraku tenga casi toda la perla! ¡eso no es mi culpa y lo sabes! ¡pero jamás la culpas a ella! NUNCA LA CULPAS A ELLA! ¡todo es mi culpa! ¡¿pero sabes qué?! ¡no me importa! ¡es importante para mí aprobar el curso en mi escuela! ¡y tengo que participar si quiero hacerlo! ¡y ni tú ni nadie puede impedírmelo! ¿Qué te has creído?
—¡los fragmentos son prioridad! —le grité yo sintiéndome furioso—Lo que pasó con los fragmentos que teníamos ya no es importante, sino que recuperarlos es lo primordial —Ella se puso de pie y yo la imite, quedándonos frente a frente— ¡después de que los tengamos todos, si quieres vas, no vuelves y pierdes el tiempo en lo que sea, no me importa!
—¿Qué? —me dijo con una expresión tan dolida que supe al instante que había metido la pata— eres capaz de restarle importancia lo que hizo ella sin reclamarle absolutamente nada… pero a mí no me perdonas, ¿verdad? Lo que yo hago es absurdo y me puedo ir cuando sea…—vi sus ojos y tuve la intención de remediarlo— ¿Qué fue lo que acabas de decirme? ¿eres capaz de decirlo otra vez? —pero como era común, solo lo empeoré más.
—cuando tengamos todos los fragmentos puedes irte y hacer lo que sea. A nadie le va importar luego si no vuelves más, es más creo que todo sería más tranquilo sin ti. Ya no tendríamos que perder el tiempo —me puse en la postura más arrogante que tenía y la miré, sus ojos llenos de lágrimas me rompieron el corazón. No sabía por qué le estaba diciendo todas estás cosas, no sabía lo que estaba haciendo, pero al ver lo que mis palabras le estaban haciendo no supe que decir— Kagome… —no dije nada más. Sentí el impacto de su mano contra mi mejilla. Me llevé mi propia mano sintiendo el ardor del golpe. La miré sorprendido y su rostro cubierto de lagrimas me recibió— Kagome… yo…
—¡TE ODIO! —sus palabras me dolieron más que el golpe. Nunca me había pegado apropósito, pero a pesar de que el golpe fue muy doloroso, sus palabras me habían dolido más que nada— ¡OJALA TE ATRGANTES CON LA MALDITA PERLA! ¡TE ODIO! ¡TE ODIO! ¡NO QUIERO VOLVER A VERTE! ¡MALDIGO EL DÍA EN QUE TE SAQUÉ DEL ÁRBOL SAGRADO! ¡NO HACES NADA MÁS QUE LASTIMARME! —vi como tomaba sus cosas y corría a toda velocidad perdiéndose en el bosque. Escuché a Sango llamarla y correr detrás de ella para detenerla. Yo solo me quedé ahí sintiendo como me desangraba por dentro. Había escuchado palabras similares en el pasado, pero dichas por ella eran más dolorosas que cualquier cosa que me hayan dicho.
—espero que ya estés contento, perro tonto —me dijo Shippo con una mirada enojada, colocándose junto a Kirara. Ambos me miraron con reprobación.
—¿Qué demonios fue eso? —me dijo Miroku mirándome reprobatoriamente.
—no sé… —fue lo único que pude decir. Me sentía tan herido.
—espero que te duela, de verdad —me dijo él. Lo miré y él se quedó ahí mismo mirándome— no me veas así, no fui yo el que metió la pata hasta el fondo. Espero que esto te sirva de lección para controlar más tu lengua… lo mismo que sientes ahora es lo que ella está sintiendo… —lo vi sin poder creerme que me estuviera regañando— ¿Cómo es que siempre que ella dice algo de su época tú terminas atacándola hasta el punto de hacerla llorar?
—¡no lo hice apropósito! —me defendí.
—¡entonces porque siempre haces lo mismo! —me dijo en el mismo tono de voz alterado que el mío— no puedo creer que tú que siempre la cuidas de ataques y de otras personas seas el primero en herirla siempre… ¿no te parece ilógico?
—¡keh! —fue lo único que dije. Miroku tenía razón. Yo era un idiota. No hace mucho Kagome estuvo a punto de morir intentando salvarme y yo estaba aquí hiriéndola más que una flecha. Me alejé corriendo de Miroku, siguiendo el rastro de Kagome. Cuando llegué a un claro, intenté acercarme a ella pero al verla en los brazos de Sango llorando me detuve viendo el alcance de mis palabras en sus palabras.
—¿Por qué siempre me hace esto? —le preguntó Kagome a Sango llorando y aferrándose a ella. Me partía el corazón verla así.
—porque es un idiota que no sabe expresarse bien —dijo Sango con dureza, acariciando la cabeza de Kagome.
—a veces me arrepiento tanto de estar aquí… siempre me hace sentir como si fuera un estorbo —abrí la boca con sorpresa al escuchar eso. Me escondí tras un gran árbol y sentí como sus palabras me atravesaban. Nunca había sido mi intención tratarla así.
—no es así, Kagome —le dijo Sango, con voz maternal.
—pero así me hace sentir con sus palabras. Me arrepiento tanto de que la flecha que me lanzó Kaguya no me hubiera matado… —mi corazón se detuvo en ese momento. Escuché la respiración de Sango detenerse igual que la mía al escucharla.
—nunca vuelvas a decir algo así. Nadie merece que digas esas cosas de ti misma. ¿me oyes? Si Inuyasha es un idiota no es tu culpa ni tu problema, si se comporta como un imbécil es problema de él y no merece en absoluto ni tu pena ni tus lágrimas —vi a Sango levantar la vista y mirar en mi dirección, lo que me dijo claramente que sabía que estaba escuchando.
—quiero quedarme en mi casa y no volver más —salí de detrás del árbol al escucharla, dispuesto a acercarme a ella. No iba a permitir que se fuera. No podía estar sin ella. La mirada asesina de Sango me detuvo en mi lugar y movió su cabeza hacia un lado pidiendo que me fuera.
—Kagome… que el idiota de Inuyasha no sea la razón. Todos te echaríamos de menos —vi a Kagome temblar y sus sollozos me partieron el alma— no permitas que te lastimen sus palabras. Todos sabemos que Inuyasha es un completo idiota que no sabe nada de las relaciones humanas, ni del tacto al hablar —la mirada de Sango era venenosa y sentí como me estremecía.
—quiero estar sola un momento —le dijo en un hilo de voz.
—¿estás segura? —le preguntó Sango mirándola a los ojos.
—sí —Sango asintió y la dejó, asegurándose que estaba bien. Kagome se sentó abrazada a sus piernas mirando el pequeño lago que había. Sango suspiró y caminó en mi dirección.
—dejala tranquila —me dijo en un susurro amenazador— si vas a quedarte a cuidar que nada la ataque, no te le aparezcas enfrente. Total —me dijo de forma hiriente— eso es lo único que sabes hacer bien, ¿no? Defenderla de ataques de youkais no de los tuyos —se alejó de mí no sin antes darme una mirada envenenada. Las palabras de Sango fueron como puñales, pero no fui capaz de decir nada. Miré a Kagome que estaba en la misma posición, sollozando.
Cuando intenté acercarme a ella, Kagome levantó la cabeza y se arrodillo frente al lago. Su postura reflejaba la tristeza que sentía, además de sus sollozos y sus temblores. Me quedé quieto al verla mirar hacia el cielo. Cuando cerró los ojos un aura de absoluta tristeza la rodeo por completo y ella hizo lo más increíble de todo, algo que jamás pensé que ella haría cuando estaba triste: cantó.
Vine atraída por un sueño a este lugar,
y el sueño ahora ya se desvaneció…
El presente está manchado de silencio y soledad,
ya mi sueño lo aplastó la realidad.
Dormiré mientras mis alas flotan
porque llegaré
al destino donde un día yo…
mi corazón curaré…
Y los pedazos
de mi alma rota
alguien recogerá…
Como una pluma,
el viento me acunará…
La eternidad
es muy triste y me busca ya…
Quiero tu amor,
pero el mañana no llegará…
al terminar la canción la vi dar un pequeño grito silencioso y llorar con más fuerza, primero cubriéndose la cara con ambas manos, para luego recostarse contra el suelo y abrazarse a sí misma. Yo tenía un nudo en la garganta después de haberla escuchado. Me sentí un miserable por haberla tratado así. Pero a pesar de todo, su voz maravillosa parecía salida de un sueño, aun cuando transmitía tanta tristeza lograba atraparme y dejarme más enamorado de ella de lo que estaba. Lo que hacía que me preguntara ¿Por qué demonios es que siempre terminaba lastimándola cuando lo menos que quería era que saliera herida?
No podía entender porque la trataba de esa manera, no tenía idea, no lo podía entender. Cuando había prometido cuidarla, nunca pensé que sería yo quien la lastimara más que nadie. Aun sabiendo que la heriría, nunca podía detenerme una vez que empezábamos a discutir. Escuchar sus sollozos me destrozaban y más saber que había sido yo. Me quedé ahí, no siendo capaz de acercarme a ella y provocarla. Dejé pasar un buen rato antes de atreverme a acercarme a ella, cuando la vi dormida. Seguía sollozando, pero ya no tanto como antes. La tomé en brazos, cuidando de no despertarla, sacándola del frío suelo. La abracé contra mi pecho, olfateando su dulce aroma mezclado con la sal de las lágrimas. En ese momento sabía y me sentía como un bastardo. La acerqué más a mí hasta posar mis labios con su frente.
—perdóname… —me dije estando cerca de ella— no fue mi intención herirte… no sé lo que pasó… pero sé que te lastime… lo siento tanto…
—¿Por qué es que no se lo dices a ella despierta? —me voltee bruscamente al escuchar la voz de Shippo. Vi a todos mirarme molestos. Agaché un poco la cabeza escondiendo mis ojos en mi flequillo. Shippo tenía razón. No era capaz de pedirle disculpas mirándola a los ojos. Me ponía nervioso cuando la miraba y ella me devolvía la mirada, por eso siempre terminaba diciendo idioteces— eres un cobarde….
—Shippo… —le dijo Miroku— no entiendes que Inuyasha se pone demasiado nervioso frente a la señorita Kagome… el amor nos hace a todos los hombres idiotas —lo miré perplejo y sonrojado hasta la raíz de mi pelo.
—yo no… —quise decir algo para oponerme, pero tenía razón. Todos me miraron expectantes y sentí que cada vez estaba más rojo.
—¿ves lo que te digo Shippo? Aprende de él a no ser como él. Es lo mejor que puedes hacer —Shippo asintió con aires de madurez y Kirara maulló en acuerdo.
—no lo pensaba de ti —me dijo Sango con una mirada acida y burlona a la vez. Lo cual era bastante raro— tan valiente para enfrentar monstruos, pero tan cobarde para hablarle a una chica…
—no es cualquier chica —dijo Miroku con un aire divertido— es la chica que le gusta… no olvides eso.
—cierto, cierto —dijo Shippo asintiendo. Kirara volvió a maullar en acuerdo.
—me pregunto por qué no puede ser sincero con ella —dijo Sango sin mirarme—. Puedes decir lo que quieras de Koga, pero al menos él es consecuente con lo que dice y es bastante valiente…
—recuerdo como proclamó a los cuatro vientos que Kagome era su mujer y que la quería —dijo Shippo con una mirada burlona dirigida hacia mí— a diferencia de otros que no se atreven a decirle nada porque son demasiado cobardes para admitir que están enamorados…
—yo no… —quise decir sintiendo cada vez la furia recorrerme.
—no te atrevas a negar nada, amigo mío —dijo Miroku con una sonrisa divertida, mientras Shippo me miraba desde su hombro burlonamente. Sango se puso junto a él con Kirara en el hombro. Los cuatro me veían con una burla evidente que me puso los pelos de punta— digas lo que digas, nosotros sabemos lo que te empeñas en ocultar. Todos los que te conocen saben que estás enamorado de la señorita Kagome. Así que no te molestes en negarlo. Que no lo hayas dicho en voz alta o que no se lo hayas dicho a ella directamente no quita que no sea verdad.
—yo… —las replicas estaban atoradas en mi garganta.
—si no fuera así, no te molestarías porque ella se vaya. No te molestaría la presencia de Koga. No te daría tanto miedo la idea de perderla —las palabras tan certeras de Miroku me hicieron sentir como si estuviera desnudo.
—¿eso creen? —dije intentando parecer a toda costa indiferente. No me gustaba estar tan expuesto.
—estamos seguros —dijo Sango dándome la espalda, pero mirándome de reojo. Kirara maulló otra vez en acuerdo.
—pero… si yo —intenté decir, aferrándome al cuerpo durmiente de Kagome que estaba en mis brazos.
—no te molestes —me dijo Miroku de forma comprensiva— no tenemos por qué andarle diciendo nada a la señorita Kagome, eso solo lo puedes hacer tú porque son tus sentimientos—me dijo con una expresión sabia, que luego cambio a una severa, advirtiéndome— pero te lo advierto, no abuses del buen corazón de la señorita porque no siempre va a perdonarte y nada va a poder ayudarte después. Así que la próxima vez que te vayas de lengua, es mejor que te controles, sino esto va a volver a ocurrir y ella de verdad va a odiarte. Así que lo que pasó espero que te sirva de lección para que veas el alcance de tu idiotez —Miroku me dio la espalda y comenzó a caminar con tranquilidad. Shippo se dio la vuelta y me sacó la lengua.
—idiota —me dijo. Quise golpearlo, pero el mocoso tenía razón.
—te esperamos en el campamento —dijo Sango siguiendo al monje.
Abracé con más fuerza a Kagome y la miré dormir. Esperaba que ella no hubiera escuchado lo que me decían. Sería vergonzoso. No me atrevía a decirle nada a ella, aunque para los demás pareciera evidente que la quería, ella nunca se daba cuenta de nada. La miré enojado, pero enseguida me calmé. No era culpa de ella que no se diera cuenta. Después de como la trababa era obvio que nunca pensaría que yo la quería. Pero era tan difícil decirle algo. Cuando estábamos los dos solos, podía hablar de cualquier cosa con ella, menos de mis sentimientos por ella. La envidiaba. Esa capacidad de ella de expresar sus sentimientos abiertamente, sin miedo. De entregarse completamente a otros aunque pudieran herirla.
—pequeña tonta —le dije a la bella durmiente— espero que te des cuenta tú sola… porque yo no soy capaz de decirte nada…
XxxxxxxxxX
Al día siguiente Kagome ni me miró ni me dirigió la palabra. Aunque traté de acercarme a ella me ignoró como si yo no estuviera y pidió ir sobre Kirara, dejando que Miroku corriera junto a mí. La escuché reír mientras viajábamos y añoré su risa junto a mí oído, junto con sus palabras y sus manos sobre mí. Durante todo el viaje la miré intentando que me devolviera la vista pero ella jamás miró.
Llegamos a una aldea y las cosas siguieron igual. Al día siguiente fue igual, como el día que le siguió a ese. Una semana pasó y aunque peleamos con varios monstruos ella jamás se dirigió a mí y aunque salí lastimado —aunque no de gravedad, más que un par de rasguños— ella no fue la que curó mis heridas, sino que fue Miroku.
Con los días me volvía más loco. Extrañaba su voz cerca de mí. Extrañaba tenerla cerca y sentir sus manos. Cada día separado de ella hacía que mis pesadillas se volvieran más terribles. Al volver a la aldea de Kaede, ella se despidió y dijo que en cuatro días volvería. Se fue sin despedirse de mí. Todos me veían con lastima, incluso la vieja preguntó y al saber la razón me miró igual que todos. Corrí al árbol sagrado intentando escapar de esas miradas.
Todo el tiempo que Kagome no estuvo soñé que la perdía. Soñaba que moría y que la distancia se hacía cada vez más grande. El miedo me tenía paralizado, tanto que en todo ese tiempo no fui capaz de comer nada. En algunas ocasiones sé que grité a viva voz su nombre pidiendo que no muriera. El sonido de la flecha atravesando su cuerpo me mataba, tanto como sus ojos llenos de dolor mirándome y diciendo lo arrepentida que estaba de no haber muerto en ese momento. Recordé en ese instante el colgante que me dio aquella vez y lo saqué de mi cuello.
—"cumplirá cualquier deseo" —me dijo ella esa vez— "su poder es más grande que la perla de Shikon"
—deseo estar contigo… —le dije al colgante, esperando que tuviera razón.
