Disclaimer: No soy rubia, ni londinense, ni millonaria. Por lo tanto no soy J.K y nada de esto me pertenece. No gano nada monetariamente ni es algo que haga especialmente bien, simplemente publico con fines de diversión.
Agradecimientos: Todo esto es gracias a personas que evitaré nombrar, así que utilizaré seudónimos. Gracias a Leo, por ser mi mejor e incondicional amigo. Gracias a Ovi, por escucharme. Gracias a Christie, por no juzgarme. Gracias a AYM, por alegrar mis días. Gracias a Star, por escucharme tardes enteras hablando sin sentidos. Y gracias a todos ustedes, detrás de cada pantalla, que se encuentran en este momento regalándome un poco de su tiempo.
Nota de autora: Esta historia se desarrolla a partir del quinto año en Hogwarts de Hermione Granger y Draco Malfoy.
CAPÍTULO UNO.
EL COMIENZO.
Pisadas rápidas y constantes hacían eco en un pasillo vacío, retumbaban en la fría piedra de forma casi fantasmagórica, mientras una melena se movía con destreza y con un rumbo fijo; el despacho de Dumbledore.
"Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas", se repetía una y otra vez el sabio anciano mientras esperaba con paciencia lo que sería una grandísima diferencia, una linea que marcaría un antes y un después en la vida de miles.. No, de millones de magos sin siquiera estar al tanto del asunto. Con su índice derecho acarició suave, pero decididamente, el cuaderno negro una vez más mientras observaba sin un punto fijo, nada sugerente.
—Meigas fritas. —Susurró a la gárgola que custodiaba el paso.
—Señorita Granger. —Saludo cortésmente el director mientras le indicaba que tomara asiento.
—La profesora Umbridge casi me atrapa, señor. Disculpe la tardanza. —Exclamó pronunciando con cierta retinencia la palabra profesora.
—¿Caramelo de limón? —Preguntó a lo que la muchacha negó con una mueca.
Se le había informado a salidas de Defensa Contra las Artes Oscuras, o mejor dicho, dos horas sin hacer nada productivo.. Que tenía una cita con el profesor Dumbledore. Todo iba bien, en lo que se podía, pero en cuanto le informaron que debía asistir sin Harry o Ron pensó lo peor, ¿qué podría querer él de ella?
Como si hubiera leído sus pensamientos, habló: —Supongo que se pregunta qué hace aquí, ¿o me equivoco? —Preguntó a lo que la chica pronunció un semi-audible "no, profesor". —Bien, me imagino que usted está al tanto del regreso de Voldemort, y así como imagino eso, también imagino que el señor Potter le habrá contado la historia completa y que aunque casi nadie le crea, usted sí.
—Él es mi mejor amigo. —Dijo decidida.
—Lo sé. —Comprendió el anciano. —Y espero que sepa que usted es tan valiosa en esto como él, y dada la situación, le tengo una misión. Antes, quiero que sepa que no es su obligación hacerlo. Usted es muy inteligente, creo que sabrá de que trata, ¿no?
—Tom Riddle. —Y aquello no era un pregunta, aquello era el susurro de lo inevitable.
—Mueve ya tu pieza. —Gritó al niño que vivió su pelirrojo amigo.
—Por Merlín, Ronald. No, tengo que maquinar con mucha cautela el siguiente movimiento. —Exclamó concentrado.
—Mueve esa maldita cosa de una vez por todas, igual ganaré. —Espetó el chico, tan rojo como una centena de rubíes, haciéndole clara competencia a su cabello.
—¿Qué no ves que esta vez tengo..
—¡Adivinen qué! —Exclamó eufóricamente la pelirroja logrando que un no muy calmando Harry lanzara el tablero y se marchara por lo bajo soltando maldiciones. —¿Qué le pasa? —Finalizó desentendida.
—Es la octava vez que lo derroto. —Explico encogiéndose de hombros—. ¿Qué querías decirnos?
—No. —Dijo sonriente alargando a letra "o". —Eso fue muy grosero.
El viento agitaba suavemente las copas de los árboles, el frío del otoño empezaba a hacer acto de presencia en los jardines de la escuela Hogwarts de magia y hechicería. Y con el crujir de la grama casi seca bajo sus finísimos zapatos negros de piel italiana se acercó poco a poco hacia el árbol.. Su árbol, como lo había apodado en su tercer año. Solía acudir ahí cuando debía pensar, o cuando simplemente quería alejarse de Vincent y Gregory, sus dos gorilas personales. Claro que esta vez, por muy raro que fuese, iba por la primera.
¿Podría hacerlo? ¿Qué le diría a sus amigos? Aunque no estaba seguro que realmente lo fuesen. Eran más bien parásitos, ninguno lo suficientemente inteligente y sólo acudían como las abejas acuden a un panal, obviamente en el panal se encuentra la abeja reina.. La que menos hace, la que más recibe, la jefa.. Y ese vendría siendo él.
Se preguntaba como reaccionarían ellos al saberlo. Técnicamente en ese momento era un traidor, y lo que más lo aterraba es que no se sentía tan mal como debería hacerlo.
En cuanto su padre le confió celosamente los planes que tenían para él al comenzar el verano próximo sí que lo aterraron. Y aunque sabía que todos ellos eran como piezas en un enorme tablero de ajedrez no pudo evitar correr a contárselo al vejete. Sus lealtades no yacían en ningún lugar, por muy egoísta que sonara, él estaría de donde mejor parado saldría, todo por su propio beneficio.. Todo por salvar el pellejo, o algo así. ¿Cómo podrían importarle personas por las que no sentía ningún tipo de apego? Pero.. Recordar como había acabado la charla, y como habría tenido que hacerlo le dejaba un amargo y casi imperceptible sabor en la punta de la lengua.
Es decir, él no era como Potter. Él no quería ser un héroe, tampoco quería entrar a una misión suicida. Sabía que nada tenía sentido, era como una pista de autitos de juguete muggles circular, los autitos seguirían dándo y dándo vueltas hasta que alguna persona no los sacara de ahí, y mientras eso no se realizara estarían atrapados en lo mismo, una, y otra, y otra vez. En ese caso le tocaba a él sacar los autitos de la pista, y eso lo hacía sentir acongojado a sobremanera.
—Y una cosa más, señorita Granger.. —Comenzó el director observándola por encima de sus gafas de medialuna. —Usted no irá sola, espero que no tome esto a mal, pero el señor Malfoy la acompañará.
¿Cómo? ¿Draco Malfoy la acompañaría? Claro, imposible que Lucius Malfoy.. Se reprendió mentalmente. ¿En qué podría ayudarla ese cobarde? Pero si su padre era un mortífago, y estaba segura que él lo sería en algún momento también, estaba en su ADN. Sabía que aquél era Dumbledore, él estaba al tanto de muchas cosas, y no había que desconfiar de sus decisiones. ¿Pero no era él, el mismo que había dejado entrar a Quirrel en su primer año? Tenía que llegar al fondo de todo eso.
Pero lo que no sabía era que su vida cambiaría a partir de ese día..
Y que ese sería el menor de sus problemas.
Se observó por última vez en el espejo con cuidado de despertar a sus compañeras de habitación. Después de una blusa blanca, una suelta falda rosa a la cintura terminada bajo la rodilla, medias color piel, zapatos blancos de tacón bajo, un collar de plata fino, una trenza francesa y un suave maquillaje en tonos rosas y tierras cortesía de baúl de Lavender; suspiró y tomando un pequeño bolso con todo lo necesario, salió de la sala común.
Notándo que quizás sería la última vez que lo haría..
Deseándose suerte a sí misma, porque la necesitaría.
Al entrar, lo primero que divisó fue a Malfoy, enfundado en una túnica negra que a simple vista parecía más cara que todo su atuendo junto. "Que raro", pensó con sarcasmo para luego rodar los ojos.
—Mhm. —Fue el saludo que le dedicó al verla llegar, más parecido a un gruñido, mientras arrugaba su rostro con su típica mueca de desagrado.
—Malfoy. ¡Qué alegre te veo hoy! ¿Has demorado mucho tiempo buscando como combinar tu túnica negra, con tu pantalón negro, tu corbata negra y tus zapatos negros? ¿Lo has elegido todo tú solito? No me imagino lo difícil que te debe haber resultado. —Exclamó sonriendo.
—Oh, cállate sangre s.. —Empezó el ojigris, pero se vio cortado con la llegada del anciano director.
—Buenos días señorita Granger, señor Malfoy. Espero que estén animados por lo que se acerca..
—Si, no puedo con la emoción. —Susurró el platino.
—Tu traje nos transmite esos sentimientos especialmente, idiota.
Haciéndo caso omiso a las quejas de ambos estudiantes, sacó un giratiempos, y lo extendió hacia ellos.
—Creo que ya saben lo que deben hacer.. —Empezó. —Primero que todo, gracias, señorita Granger por no comentarle nada al señor Potter. Señor Malfoy, por prestarse a colaborar. Sé por que los he elegido, sé las fortalezas y debilidades de cada uno. Sé que si se lo proponen podrían complementarse, el futuro está en sus manos. Mucha suerte, espero que puedan volver justo como se han marchado. He modificado este artefacto, sólo cincuenta y tres vueltas, ni una más ni una menos..
Lo siguiente que vieron fue una ráfaga de colores que se dirigía a ellos. Estaban dándo vueltas en un espiral de emociones, de pensamientos, momentos.. Colores que jamás habían visto, tan hermosos que podrían helarle la sangre a cualquiera. Se sentía correcto, se sentía sempiterno.. Todos y cada uno de sus vellos erizados al contacto. Eran hombre, eran mujer, eran ambos.. Y luego todo era oscuridad. Y así como empezó, terminó.
Y sólo caían.
Y fueron de bruces contra el suelo. Un suelo tan conocido pero tan distinto al mismo tiempo.
Y la paz se vio rota..
—Mueve tu pie de mi cara, asquerosa Granger. —Gruñó Draco con su cabello, anteriormente repeinado, cayendo libre sobre sus ojos.
—No es cómodo para mí tampoco, madura. —Exclamó levantandose y alisándo su atuendo con las manos.
Draco no lo podía creer. En menos de una semana había sentido más cosas que en toda su jóven vida. Y si no se equivocaba, eso que sentía ahora, era añoranza. Y pensar que podría haber sido la última vez. La fría y lugubre sala común, los partidos de quidditch, las prácticas en plena lluvia. Todo lo que jamás había valorado, el mundo lo tiraba en su cara, pero de una forma muchísimo más grotesca y distorsionada.
—¿Ahora vamos donde el vej.. Dumbledore, no? —Preguntó ya de pie y arreglado nuevamente.
—Si. Pero primero tenemos que ubicarnos, esto parece..
—El bosque prohibido. —Finalizó el platino. —Lo que significa que estamos más o menos al noroeste, la escuela se encuentra al sur. Tú eres la marisabillida.
—Oriéntame. —Susurró Hermione. —¿Ves esto? La varita apunta al norte, o sea, a dónde estamos. Lo que significa que el Sur queda hacia allá. —Señaló. —Porque el hechizo brújula e..
—Si, ya cállate. Diez puntos para Gryffindor. Ahora camina. —Dijo mientras le pegaba un pequeño empujón y ella rodaba los ojos.
Luego de caminar por un buen rato, helándose de frío y ya oscureciendo, lograron llegar al castillo. Una de sus enormes puertas se encontraba abierta, y aprovecharon a introducirse por ella. Era un poco extraño que todo estuviera tan vacío.
—¿Y dónde se supone que lo encontremos? —Preguntó Draco con mala cara.
—En el despacho del director no puede ser, si estamos en la fecha correcta y mis cálculos no me fallan, es el profesor Dippet quien está a cargo en este momento. El profesor Dumbledore enseña transformaciones, pero no sé realmente donde podemos hallarlo.
—Eh, si, gracias. Con un no habría sido suficiente. —Rodó los ojos el platinado.
—Hay un problema. —Pareció percatarse ella de repente. —No podemos dar vueltas por el castillo, podría encontrarnos alguien, y debemos hablar con él primero.
—No me digas cosas que ya sé, Granger. Pero podríamos ir directo al aula de transformaciones, no perdemos nada. Con encantamientos desilusionadores.
—Pero no durarían nada, tendríamos que darnos prisa.
—No hay que subir escalones. ¿Tienes tú alguna idea mejor? Ilumíname. —Alzó las cejas.
Tal como Draco había dicho, detrás de su escritorio se encontraba un físicamente mucho más jóven, Albus Dumbledore. Pelirrojo, pero con amplios mechones de un gris apagado y barba prominente, pero corta. Luego de tocar la puerta tres veces, levantó la vista por encima de sus gafas de media luna y al abrir, posó la mirada en los dos jóvenes, cuyo hechizo dejaba de surtir efecto alguno.
—Sabía que hoy era el día. —Susurró. —¿Quienes son ustedes?
—Todo se le explicará y todas sus dudas serán aclaradas, pero por favor, déjenos entrar. Nadie sabe que estamos aquí. —Exclamó en voz baja la castaña.
—Lo sé, yo dejé la puerta abierta. Señorita..
—Granger. —Interrumpió.
—Señorita Granger, y primero que todo ¿podría darme la nota? —Finalizó, a lo que incluso Malfoy con su habitualmente inexpresivo rostro, no pudo evitar mostrar una expresión de desconcierto.
—Claro, señor.
Ya sentados en el despacho del profesor, mientras él leía atentamente para sí. Hermione no podía evitar observarlo todo con curiosidad.
—No me toques si no es absolutamente necesario, Granger. —Dijo de modo que sólo ella escuchara.
—Malfoy, sólo.. Mira, ¿si?
En la pared había un calendario mágico con montañas en movimiento, que citaba "24 de agosto, 1942"
Hola, como lo habrán notado, este es mi primer long-fic. De hecho es la primera vez que publico algo que realmente tenga ganas de seguir escribiendo. Sugerencias y críticas son bienvenidas, cero violencia, el respeto ante todo.
No creo que alguien realmente lea esto, pero si lo hacen.. Gracias.
Miles de abrazos y un Draco envuelto en chocolate para todas/os.
Se despide..
Sunshine.
