Entró en el cementerio, dirigiéndose a la iglesia. Con un ramo de flores entre sus suaves y delicadas manos, se acercó a la tumba de su abuela y, acto seguido, posó pausadamente el ramo sobre esta. Intentó no derramar ni una lágrima, algo imposible para ella. Pensativa, se quedó unos segundos en silencio mientras una brisa se levantaba sobre el deshabitado cementerio. Después se levantó y desvió la verdosa mirada hacia la iglesia. Tan vieja y gastada como siempre, pero esa vez con un detalle, había un joven delante de la entrada, contemplándola con atención. Seguramente, era un turista, así que la chica del pelo rosado decidió acercarse a él. A medida que se iba acercando, aquel joven le parecía más familiar. Ya había visto esa piel tan blanca antes, esos brazos tan fuertes y cálidos, y ese cabello tan brillante y oscuro. ¡No, no puede ser!, se repetía a sí misma. La ojos jade intentó ir lo más silenciosamente hacia él, algo que no consiguió, porque antes de llegar a su lado él se giró. Sus ojos oscuros e intensos se posaron sobre la tímida chica. El joven esbozó una sonrisa, aliviado. La joven estaba pasmada. Aquel joven, que siempre la había rechazado, después de tres años estaba delante de ella, tan cambiado, tan alto, tan atractivo. Inconscientemente, empezó a temblar.
-Hola, Sakura. Cuánto tiempo sin verte.-dijo el joven de pelo negro, llevándose el flequillo hacia atrás. Esbozó una sonrisa traviesa.
La chica de cabellos rosados casi se desmaya al oír esa acogedora voz saludándola tan amistosamente después de tantos años. Roja como un tomate, contestó:
-¡Sasuke-kun! ¿Qué haces aquí, en la iglesia?-le costó demasiado hablarle de la vergüenza, pero finalmente consiguió articular cada una de esas palabras a la perfección.
El joven de piel blanca sonrió con más intensidad y la miró fijamente a los ojos, algo que hizo que la ojos jade se derritiera por dentro.
-He venido a elegir una iglesia perfecta para nuestra futura boda.
El bello del cuello de la joven se erizó, y entonces, esas palabras quedaron flotando en el aire mientras una brisa se las llevaba lejos.
