ENTRE NINFAS Y HUMANOS
Capítulo 1: El cielo llora
El bosque
parecía estar observando cada uno de sus movimientos, como maldiciéndolo por
cazar a sus criaturas. Aun así, el camino, con su arco y su flecha en una mano,
y muchas más estaban colgadas en su espalda, ojos buscando una presa. La
capucha negra cubría su rostro, solo dejando sus ojos a la vista.
Era de mañana, y la luz se metía por las copas de infinitas filas de árboles.
Los animales y las aves contenían su aliento, con miedo de dar a conocer su
posición al humano. El cazador, de cualquier manera, no necesitaba su guía.
Había sido entrenado desde niño para este examen, igual que todos los niños de
su aldea. Fueron cuidadosamente entrenados para poder pasar este mismo examen
que él estaba haciendo.
Había otros en
el bosque, sus amigos, que estaban haciendo lo mismo que él hacía. Aquel que
regresará a la aldea con la presa más rara se convertiría en el líder de los de
su edad, hasta que otro grupo de
jóvenes de 16 años fuera al bosque a arriesgar sus vidas para convertirse en
adultos. Sabía que los ojos de sus amigos no se fijarían en ningún conejo o venado que cruzará por su camino. Él sabía que sus ojos sólo se
detendrían que algún animal más grande, casi nunca encontrado, un animal que
convertiría en líder al que lo llevará a la aldea.
El nunca quiso
competir. Desde que era niño, el no quería pelear, y aunque nunca se lo admitió
a sí mismo, lo sabía bien. Tenía miedo de matar. Siempre había observado en
horror como los mayores llenaban el suelo con sangre viva de criaturas, y
siempre lo había odiado. Lo peor de todo era observar sus ojos, vidriosos y
derrotados. En esos últimos momentos, ellos les
tenían tal odio, y tenían tanto miedo.
Hacía seis años, había sido lo peor que
el nunca hubiese observado en su vida. Había observado, sin poder hacer nada,
como el cazador que había ganado había traído consigo una extraña criatura,
mitad humano y mitad animal. Era una ninfa; escucho que decía una mujer
cercana. Era una pequeña, que parecía una niña pequeña con ropas normales.
Se movía y se quejaba presa del dolor
mientras colgaba de un palo; sus muñecas y sus tobillos atados al palo
sostenido por dos hombres. Observo como la pequeña, que parecía de su edad, de
cabello castaño color miel y ojos azules, era desamarrada, y era colocada en
una mesa de piedra que estaba teñida permanentemente de rojo.
Observo mientras moría. Sus
ojos nunca la dejaron mientras el cuchillo se acercaba a ella y se clavaba en
su pecho. Y por un segundo, ella gritó, antes de sentarse, viendo con ojos
abiertos por el dolor y la tristeza como el punto rojo en su cuerpo crecía,
antes de mirar alrededor por la serie de caras extrañas. Entonces, los ojos de
la pequeña lo miraron fijamente, y en sus ojos, él vio tantas emociones.
Odio
Enojo
Lástima
Miedo
Dolor
Tristeza
Había observado todos sus
sentimientos, y se habían metido dentro de su memoria mientras la escuchaba
morir. Ella, en esas últimas miradas, los había maldecido. Los maldijo para
siempre, deseando que todos se fueran al infierno, deseando que ellos murieran,
y no arrebataran otra vida de nuevo. Los había odiado, odiado de verdad, por
esos breves pero dolorosos momentos en que estaba viva. Y aun cuando ella moría
para ir a un hermoso y brillante paraíso, ella sabía que había perdido. Tras
los años, él había aprendido a echar esas imágenes en un rincón de su mente,
pero nunca lo habían dejado. El nunca había sido capaz de matar.
Estaba caminando por el
bosque sin razón alguna. Se había negado a cazar, y había salido simplemente
para engañar a los demás. No, el no regresaría con nada que hubiese estado
vivo. Si tenía suerte, encontraría algún cuerpo muerto, que no estuviera
demasiado destruido. Eso, si es que tenía suerte. Lo dudaba, por supuesto. Los
humanos nunca habían mostrado tal suerte, por que no la merecían. La suerte la
tenían los habitantes del bosque, para que pudieran correr y escapar de los
cuchillos sangrientos y de las flechas crueles de los hombres.
Dios los odiaba. Él que una
vez los había amado, por que eran sus hijos, pero ahora, luego de los años, Él
había aprendido a odiar a sus propias creaciones, a despreciarlos. El cazador
culpaba a nadie más que a los humanos por eso. Eran egoístas, crueles,
estúpidos... malvados. El mundo había
estado lleno de hermosas criaturas, y ninguna era tan malvada como su raza.
Merecían el odio de Dios, merecían el odio de todo el mundo; se lo habían
ganado a cuenta gotas.
Sus tristes pensamientos se
tuvieron que detener cuando escucho el sonido de hojas moverse. Levantó su cabeza
un poco. Si era un animal carnívoro, podía llevarlo quizá aun cuerpo muerto, si
era lo suficientemente cuidadoso. Él sabía, aun así, por los ruidos que
escuchaba que no era, pero una poca de humana esperanza en el fondo de su mente
insistía en tener fe. Dio un paso hacia delante, sus botas negras sin hacer un
sonido mientras caminaba. Él estaba en silencio, preparado, listo para atacar.
Lo que encontró, sin embargo,
no era un ave exótica, ni un cadáver, pero en su lugar, encontró a un lobo. Era
un lobo hermoso, era de color blanco, casi plateado, una piedra morada estaba
en su frente, y tenía dos mechones de pelo largo cayendo por su frente. No
parecía un lobo salvaje, al menos no como los que había visto. Estaba sentado
en el claro, lamiendo su pelaje, pero de repente, el lobo clavó sus ojos
dorados en él. Sus miradas se atraparon la una a la otra, y como sabiendo que
el humano no lo atacaría, el lobo se
acercó unos paso hacia el humano, sus dos colas moviéndose atrás de él.
Él se arrodilló en el suelo y
estiro su mano. El lobo vio sus dedos desnudos y siempre olfateando se acercó
hacia el humano, hasta que finalmente frotó su cabeza contra la mano que lo
recibía. Él sonrió, y echó un poco su capucha atrás, unos brillantes ojos azul
marino casi negros brillaron con alegría. Que lindo animal, pensó. Dejó sus
armas en el suelo y con cuidado acarició la cabeza del animal, para no
lastimarlo. El lobo primero pareció sorprenderse, para luego abrir su hocico, y
dejar escapar un largo aullido. El quito su mano. ¿Era un grito de dolor? ¿Lo había acariciado demasiado fuerte?
¿Le tenía miedo? Entonces escucho pisadas, débiles y cuidadosas. Mirando
fijamente al lobo, sus ojos se abrieron.
Se levanto rápidamente. Quizás, el lobo era solamente un truco. Quizás el
lobo lo estaba llevando a una trampa
animal. De ser así, había caído
completamente en la trampa.
Ahora, se preguntó, ¿el lobo
estaba sonriéndole irónicamente?. ¿Se estaba burlando de su inocencia? Aun así,
puso una mano suavemente en la cabeza del lobo. Tuvo miedo por un segundo, y se
pregunto que tipo de refuerzos tenía el lobo, y que es lo que le harían. Probablemente lo matarían. Pero ahora que
también había otra cosa que podían hacer.
Podían torturarlo, dejarlo vivir, hacer que viera a las ceremonias una y
otra vez, causarle dolor, lastimarlo, romperlo en todas las maneras en que se
puede romper a alguien. Podían hacer eso. Un temblor recorrió su cuerpo, y
preparó su arco y sus flechas.
Aun así, no salió ningún
animal de cuatro patas y ojos amenazantes.
En su lugar, por detrás de un árbol cercano, salió una media cara y lo
observó fijamente. Ojos verdes lo miraron fijamente, y cambio, del lobo a su
cara, lobo, cara y finalmente al lobo. Luego de esto, una mano apareció, una
mano que para la sorpresa del cazador, se parecía mucho a una humana. Su
corazón dejó de latir por un momento y
se escondió, asustado. ¿Por qué estaba asustado?
Flash. Una pequeña niña
amarrada a una mesa de piedra roja por la sangre.
Flash. Un punto rojo creciendo en piel bronceada
Flash. Una maldición. Los
maldijo para toda la eternidad, mientras los cielos lloraban.
Una ninfa, se dijo a sí
mismo, era una ninfa con largo cabello color dorado que caía en olas por todo
su cuerpo, y los más brillantes ojos color esmeralda que él hubiera visto
jamás. La ninfa lo miró curiosa, de pies a cabeza, mostrando sus dientes
enojada. Ella sacudió su cabeza, mostrando enojo, pero él estaba sorprendido
por la belleza de la criatura. Parecía como si estuviera unida a la tierra. No era como la ninfa que había visto de
niño, esta ninfa no parecía animal, esta parecía más bien como una flor,
parecía como si a cada paso que daba, se desprendía de la tierra. Se quedo
quieto, y no se dio cuenta cuando fue que el lobo se fue a sentar junto a la criatura.
Ella abrió la boca, y empezó a moverla, el se esforzó por escuchar lo que ella
seguramente le decía. "No te atrevas a moverte humano, te romperé en pedazos.
Conozco a tu gente, cazándonos, y matándonos para tenernos como premio. Si no
te mueves, morirás rápidamente"
El aun no se movía. Una suave
brisa pasó por donde estaban ellos, jugando con el cabello dorado y el vestido
blanco de ella, en una manera simple, pero elegante y bella. El no abrió la
boca, y no se atrevió a moverse. Era irónico. Se suponía que él era el cazador,
y ahora estaba siendo el cazado. Cerró sus ojos azul marino, y espero a algo,
lo que sea, para que lo matara.
La ninfa estaba confundida.
Tonto, estúpido humano, pensó, ¿por qué no corrió?. Todos los humanos corrían,
por que eran unas tontas, patéticas y pequeñas criaturas. Este estaba
probablemente demasiado asustado para correr, se dijo a sí misma, y se acercó
un poco más, gruñidos escapando de sus dientes apretados. El aun estaba quieto,
aun no se movía. ¿Lo había paralizado? Se preguntó contenta. Nunca había
pensado en que conocería un humano, mucho menos que lo llegaría a asustar. ,
Los mayores de su especie, le
habían dicho que se alejará de los humanos. Le habían dicho que si ella conocía
a uno, debería de actuar mala, cruel y matarlo rápidamente. Había seguido todo
al pie de la letra, hasta ahora. Ahora solo le quedaba matarlo, y todo estaría
listo. Mientras se acercaba, de repente, dio un paso hacia atrás, casi
tropezándose. No olía temor.
Así que no estaba asustado.
Tonto, estúpido humano, ¿qué acaso no se daba cuenta de que no tenía
oportunidad? Su mano estaban alrededor de un arco y de una flecha, y pudo
haberlos utilizado para perforar su
piel, pero el se quedó quieto. Observo sus manos y sus ojos cerrados. El no
tenía miedo, y no estaba admitiendo su derrota. Estaba confundiéndola, y
entonces dudó.
Luego de unos minutos de no
sentir nada, el cazador abrió los ojos y la vio profundamente. Esos ojos azul
marino tan profundos... pensó. Él la miró, y tiro al suelo sus armas,
preguntándose si era eso lo que impedía que lo atacará. Quería terminar con
todo de una vez. Morir en la cacería sería mucho más aceptado que regresar sin
nada, menos decepcionante. Casi normal. La mayoría de los cazadores, nunca
salían del bosque con vida de todas maneras; Sería algo normal. Pero en lugar
de hacer las cosas más fáciles, sus acciones la confundieron, y dudo de nuevo.
¿Quién era este humano? ¿Era
este un truco humano? Niño tonto, ¿acaso creía que ella caería en él? Pero esos
profundos ojos azules, no sostenían arrepentimientos, ni miedo, ni ningún tipo
de emoción negativa. Él la confundía, y se preguntó si es que él estaba loco.
Corrió hacia el rápidamente, y le arrancó la capa. Su aliento se congelo por
unos momentos, y se alejo caminando hacia atrás, tropezando mientras lo hacia.
Mirando hacia arriba, su corazón se sobrecogió por el miedo.
Suave, y muy largo cabello
negro sujeto, cayó alrededor de su cara. Perfecto. Su capa cayó al suelo
golpeándolo sin sonido. Sus ojos estaban sorprendidos, y la miraron,
preguntándose que estaba haciendo. Si,
si, él estaba loco de remate. Incluso
estaba sonriendo. Los bordes de su boca perfecta se elevaban un poco tristemente, y su mirada se suavizó
De repente, él escuchó gritos humanos. -- "Demonios."
Susurró mientras se volteaba hacía ella. Su voz era profunda, pero aun tenía
unos matices infantiles. -- "Tienes que irte, ellos vendrán y te atraparan.
Vete."Ella sin embargo estaba sin palabras, y no hizo ni un solo movimiento
para irse. Frustrado, él la levanto, la puso en su hombro, y salió corriendo.
Todos los años de
entrenamiento habían servido para algo, fue lo que pensó. Tener algo en sus
hombros no detuvo mucho su correr, y sin tomar sus armas, se alejo de las voces
humanas y se llevó a la ninfa a un claro alejado, donde la bajo. Ella se alejó
inmediatamente de él, y se levanto tan pronto en cuanto toco el suelo. "¿Qué
piensas que haces humano? ¡No tienes derecho a tocarme, o decirme que debo de
hacer! " El se dio cuenta de que su voz era mucho más joven de lo que había
pensado cuando lo había amenazado, y de que ella probablemente la había
profundizado para asustarlo.
El se sentó, exasperado,
tomando grandes bocanadas de aire. – "Solo estaba tratando de ayudarte"
-- "¡No necesito de tu ayuda!
¡Te voy a matar!"
-- "Entonces por que no me
mataste cuando estaba ahí parado, esperando solamente a que me matarás." ¿Él
estaba esperando? ¿Esperando a morir? ¡Que loco humano era!
-- "Yo...... yo..... yo solo
estaba pensando en como te iba a matar.
Ahora que me has ofendido, haré tu muerte lenta y dolorosa." Dijo, su
voz profundizándose inmediatamente. El parpadeo confundido, y se rió. Ella le
miró enojada. ¿Cómo se atrevía a reírse de ella? Pensó exasperada. Él era un
simple humano, y ella era una niña del bosque, ¿cómo se atrevía? ¡No tenía
derecho!. – "¿De que te estas riendo?"
Él cayó al suelo, el pasto en
su espalda, aun riendo. Luego de unos momentos, el dejo de reír, y vio al
cielo. Blancas nubes flotaban
perezosamente en el cielo, mirándolo. Logro decir con voz aun risueña. –
"Acabas de sonar muy graciosa cuando me amenazaste. No te queda ese papel".
Rabia surgió de ella y entonces brincó encima de él, sacando una daga escondida
de entre sus ropas y la sostuvo muy cerca de su cuello desnudo. Al instante su
cuerpo se tensó y se detuvo.
-- "Cómo te atreves" Le
escupió las palabras con odio en ellas. "¡Cómo te atreves a decir eso! ¡Pagarás
por esas palabras tan idiotas humano, y te mataré lentamente, dejando que
sientas todo el dolor de aquellos que han muerto antes de mí! ¡Te haré sentir
todo su odio una y otra vez, tu vida es mía!" Le dijo, sus hombros temblando
por la furia. Por unos momentos, el no
dijo nada y la miro, su cuerpo se relajo, y la sonrisa desapareció de su
rostro, para ser reemplazada por una de tristeza y melancolía.
-- "Es verdad...... ¿En
verdad lo merezco verdad?" Dijo con una risa forzada. Entonces ella lo odió,
por hacerle burla a sus palabras. Entonces presionó la fría hoja del cuchillo
contra su cuello, y dijo a través de dientes apretados.
-- "Claro que lo mereces,
tonto estúpido. Tu especie nos ha torturado por bastante tiempo" Le escupió;
oliendo a sangre en el aire mientras su daga rompía la primera capa de la piel
levemente, y un poco de vida roja salió del corte.
Sus ojos se abrieron y se
oscurecieron por un segundo por el dolor. -- "Si claro que lo hacemos, así que
mátame ahora."
-- "¡No me digas que hacer!
¡Te mataré si es que tengo tiempo! ¡Puedo hacer lo que quiera, lo que quiera!
¡Pude haberme quedado ahí y dejar que me llevaran si hubiera querido!" Le
gritó.
Él vio fijamente su mirada
enojada. – "No, no lo hagas. Tú debes vivir"
-- "Humano estúpido, ¿qué no
escuchaste lo que dije?"
-- "Escuche, pero por favor,
vive. Eres demasiado preciada para el bosque para perderte. Todos lo son.
¿Puedes escucharlos?"
-- "¿Escuchar, que tengo que
escuchar?"
-- "Los cielos están
llorando. Están llorando por lo que mi gente le ha hecho al mundo. Dios nos
odia, y los ángeles están derramando sus lágrimas por nosotros. Lástima, nos
tienen lástima, pero nosotros no aceptamos su ayuda y su piedad, por que somos
demasiado orgullosos, demasiado malditos y estúpidamente orgullosos. Esta
llorando, ¿no los escuchas?"
Ella lo miró algo
sorprendida. Varias veces había pensado en cosas similares, pero nunca las
había dicho. "Estas loco, ¿lo sabías?"
Él sonrió. – "No loco, solo
digo la verdad. El mundo esta lleno de mentiras, así que si uno dice la verdad,
esta loco ¿no es así? Pues te diré que prefiero estar loco a ser uno de
ellos..... ¿No vas a hacerlo?"
-- "¿Hacer que?"
-- "Matarme. ¿No vas a
presionar esa daga un poco más profundo? Solo un poco y todo habrá terminado.
Serás un héroe para tu gente, y el bosque será un poco más feliz si supieran
que uno de nosotros esta muerto. Un ángel dejaría de llorar, y una serie de
animales dejarían de perder su vida. ¿No vas a hacerlo? Solo necesitas
presionar un poco más"
Ella vio al cuchillo, para
luego volver a clavar su mirada en su rostro. – "¿Quién eres tu humano?"
Susurró, casi para sí misma, pero él la escucho.
Sonrió dulcemente. – "Alguien
que ha tenido suficiente, y que conoce la verdad. Alguien que esta harto de
escuchar a los ángeles llorar, por que son demasiado hermosos y perfectos para
llorar. Mi nombre es Zagato"
Zagato, el nombre era humano.
Ella lo miró fríamente. – "¿Una última palabra Zagato?"
Él sonrió. – "De hecho sí.
Quizá me puedas hacer un favor. En la próxima luna llena, ¿podrías ir a espiar
en mi aldea, y reírte de los humanos mientras lloran y se lamentan mi muerte?"
-- "Estás loco de atar"
Él apoyó su cabeza en el
suelo, una leve sonrisa en sus labios. – "Si supongo que lo estoy"
-- "No lo voy a hacer"
-- "Sabía que no lo harías,
pero estaba pensando que sería gracioso, ¿o no? Dime cuando vas a hacerlo, para
saber cuando van a ser mis últimos segundos" Él sonaba irónico, y de alguna
manera extraña, sonaba valiente.
Ella levantó la daga y la
bajo rápidamente. Aun así, fue incapaz de dejar que la hoja cruel tocará su
piel sangrante, y entonces sostuvo la daga, sus manos temblando. Finalmente,
aparto el arma y se alejo caminando de ahí, dejándolo en el suelo. Luego de
unos cuantos pasos, pareció como si desapareciera en el bosque. Él observó como
cuatro nubes que pasaban por ahí se reían de él. En cada una de esas nubes,
había un ángel llorando. Cuatro ángeles, cuatro nubes, y millones de lágrimas.
El se sentó y sobó su cuello.. Al apartar su mano, vio que la palma estaba
manchada de sangre, entonces suspiró.
Fue entonces cuando el se dio
cuenta de que estaba siendo observado. Volteo su cabeza hacia un lado, y la vio
sentada con sus rodillas apretadas contra su pecho, mirándolo, su rostro semi
oculto entre sus brazos. El se levanto y caminó hacia donde ella estaba,
sabiendo que cada uno de sus pasos estaba siendo seguidos. – "Hola" Dijo
suavemente para llamar su atención, y cuando ella lo vio, fue cuando se dio
cuenta de que ella estaba llorando.
-- "Soy inútil, ¿lo sabías?
Ni siquiera puedo matarte. ¡No puedo matarte! Se supone que debería de ser
capaz de arrancarte el corazón, sin arrepentimientos, y estoy aquí. ¡Ni
siquiera puedo dañarte! ¿Qué me has hecho humano? ¿Quién eres tu?" El se
arrodilla junto a ella observándola llorar, sin poder hacer nada. Cuando los
sollozos se volvieron más débiles, él hablo
-- "Lo siento"
-- "¿Lo siento? ¿Eso es todo
lo que puedes decir?" Le preguntó enojada. "¿Lo siento? ¡Ja! Debes de estarte
riendo de mi ahora. Ni siquiera puedo matar a un humano. ¡Maldito sea esto,
maldito este estúpido mundo, maldito tu!" Ella dijo, su mano golpeando la
mejilla de él. Su cabeza se volteo hacia un lado, un creciente dolor creciendo
dentro de él y en su rostro mientras la escuchaba llorar. Ella era mucho más
frágil de lo que decía ser. Mucho más inocente, y mucho más asustada de lo que
en verdad actuaba. Ella, él sabía, era justo como él. Forzada a atacar, pero
incapaz de matar, asustada, queriendo renunciar, enojada. Con manos
temblorosas, no sabiendo si era la cosa correcta que hacer él puso sus manos en
los hombros temblorosos de ella y la abrazo con cuidado.
Ella dejó su llanto por un
segundo sorprendida por la acción, pero la pena la alcanzó nuevamente poco
después, y volvió a llorar, apoyada en su hombro, y casi sin darse cuenta lo
abrazo por la cintura. – "¿Sabes que? Yo mismo me puedo matar, y entonces
puedes llevarme con tu gente, diciendo que tú lo hiciste. Sería mucho más fácil
para ti, y sería nuestro secreto" Con cuidado sostuvo su mano y le quitó la
daga. Por un momento, ella tuvo miedo de que él la fuera a matar con ella, pero
algo dentro de sus ojos azul marino le dijo que no lo haría. El se separó de
ella, se levanto y sostuvo la daga justo encima de su corazón. –"¿Lista?"
Pregunto con una sonrisa infantil y traviesa.
Ella se levantó rápidamente
-- "No lo hagas. Estás loco"
-- "Y uno orgulloso de serlo.
¿Dejarías de llorar si yo muero?" Su pregunta no tuvo respuesta. Él llevó el
arma a su lado, y la miro. – "¿Por qué no me respondes? En el principio parecía
como si tu fueras a ser feliz si yo muriera, ¿no es así?" El sol estaba
descendiendo, pintando a su camino el cielo de ardiente rojo y naranja,
convirtiéndose en morado y en azul lentamente. Con mano temblorosa, ella tomó
su mano, y le arrancó la daga de su agarré, y lo tiró al suelo.
-- "No." Fue todo lo que
dijo, viendo hacia otro lado. Ella le dio la espalda, y pudo sentir la mirada
sorprendida de Zagato clavada en su espalda. Luego de unos momentos, ella
siguió. – "Creo... creo que los cielos
llorarían mucho más si hicieras eso. No creo que ellos quieran que tu mueras.
Zagato..... no hagas a los cielos llorar."
El no dijo nada por un rato.
– "Nunca me dijiste tu nombre" Ella se volteo y lo vio.
-- "¿Que?" El fijo su vista
calmada en la terca de ella, y ella sintió como su corazón latía más
fuertemente por uno o dos segundos.
-- "Nunca me dijiste tu
nombre" dijo en voz más alta, acercándose un paso. Sus instintos le dijeron que
se alejará, pero no podía hacerlo.
-- "Esmeralda. Mi nombre es
Esmeralda" Un silencio confortable se produjo en el claro y en la pareja. Él
asintió y sonrió.
-- "Esmeralda" repitió. "Es
un lindo nombre. Me gusta"
-- "No te pregunte si te
gustaba" Dijo enojada. Él puso una sonrisa infantil que casi hace que ella
pierda su balance, de no haber sido por sus rápidos reflejos, hubiera caído. Estaba
poniéndole un hechizo, decidió ella, y lo siguiente que haría sería tomar su vida, pensó, de repente asustándose
y volviendo a poner su escudo mental. ¿Qué tipo de hechizo era ese?
-- "Lo siento, pero aun es un
lindo nombre" Le tomó unos momentos darse cuenta de que estaba jugando con
ella, molestándola. Ella se quedó parada, sin habla, pero la falta de palabras
fueron remplazados por furiosos gritos de seres como ella, mientras su familia
y amigos lo rodeaban, enojados, listos para matar, con deseo de sangre. Uno de
ellos, su mejor amiga, tiro su largo cabello negro-púrpura por sobre su hombro,
y miró fijamente a Esmeralda.
-- "¿Que es lo que haces con
este humano Esmeralda? ¿Por qué no lo matas?"
-- "Yo iba... "
--"Ella iba a hacerlo" Dijo
Zagato, más miradas silenciosas cayeron en él, proveniente del grupo de ninfas.
Esmeralda lo miro exasperada, mordiendo su labio, pero él le contestó con una
triste, conocedora y pequeña sonrisa. Estaba actuando, ella lo sabía. Él puso
una mirada fría, y con la voz más cruel que podía tener dijo. – "Yo soy parte
del clan que se llevó a una de sus pequeñas hace 6 años. Fue una valiosa presa,
y grito horrible mientras moría. ¿Que es lo que van a hacer?"
Maldito sea, Esmeralda grito
dentro de su mente, ¿por qué tenía que ser tan estúpido? ¿¿Por que tenía que
ser tan correcto, tan valiente, tan verdadero?? ¿¿¿Por que estaba dando su vida
por la suya??? ¡Maldito el y su estúpido clan!
Brincaron sobre él en menos
de un segundo. En pocos segundos, él estaba en el suelo, su cabello unido a su
cara por la sangre, moretones, cortadas, rasguños y heridas corrían por su
cuerpo y por su ropa rota.
Esmeralda se quedó mirando
mientras los otros se iban. Pudo escuchar a su amiga decir –"Esmeralda, no
regreses muy tarde. Solo el tiempo que te tome para enterrar al tonto" Ella
asintió sin haber prestado demasiada atención, y escucho mientras se iban de
tan dolorosa vista. Observo su pecho mientras él luchaba por respirar, muy
débil para moverse. Cuando estuvo segura de que estaban fuera de alcance,
corrió hacia él y levanto su cabeza, poniéndola en su regazo.
-- "¡Tu estúpido, estúpido
humano! ¿Por qué hiciste eso? ¡Tu, tonto, maldito humano!" Su corazón se rompió
mientras escuchaba estas palabras enojadas, pensando que ella lo odiaba, pero
cuando sintió una gota de humedad caer en su mejilla, lo comprendió. Lentamente
abrió los ojos, y vio que ella estaba llorando en su pecho, abrazándolo como
los amantes lo hacen cuando se van a separar. Le sostenía como si no fuera a
haber un mañana, como si el mundo dependiera de eso... le sostenía como si lo amará.
El solo pudo murmurar -- "Lo
siento"
-- "Lo sientes" dijo ella,
"siempre lo lamentas. ¡Pero lamentarlo no hará nada esta vez Zagato! ¡Estas
muriendo! ¡Maldita sea, te estas muriendo!" Él tosió, y un poco de sangre salió
de su boca, no importando cuanto tratará de detenerla. La sangre de sus heridas
manchaban su vestido blanco, su piel blanca, pero aun así, Zagato enterró su
cabeza en su cabello dorado, y con una mano débil acaricio las suaves olas de
sus cabellos.
-- "Lo siento tanto"
-- "Por favor Zagato" -
imploró -"¡No te mueras! ¡Harás a los cielos llorar, harás al mundo llorar, y
me harás a mí llorar! Por favor... por favor... " Una sonrisa débil se formo en
sus labios, su cabello oscuro cayendo por sus profundos y moribundos ojos.
-- "Pensé que serías feliz si
moría. Ahora eres un héroe. ¿Por qué llorarías tu?" Lágrimas salieron de sus
propios ojos mientras decía esto, lágrimas que borraron un poco la sangre de
sus heridas mientras se deslizaban por sus mejillas. -- "Lo único que quiero
hacer es verte sonreír, no llorar. No podía dejarte morir Esmeralda" Ella tocó
las mejillas húmedas suavemente y lo miró, sus ojos teniendo más lágrimas de
las que podía soportar. -- "Esmeralda, perdóname. Hice algo terrible"
-- "No hiciste nada malo. Yo
era la equivocada" dijo negando con la cabeza. Se dio cuenta de que sus
movimientos eran más débiles, su respiración cada vez más corta. El suelo
estaba teñido de rojo, del mismo tono del que ella estaba cubierta. Rojo por su
sangre.
-- "No... hice algo horrible,
terrible... inimaginable... prohibido"
-- "¿Qué fue lo que hiciste?"
Preguntó, sabiendo que el no había hecho nada. Pero él sonrió, y se acercó un
poco a ella, para susurrarle al oído.
-- "Me enamoré de ti" Su
cuerpo ahora estaba inmóvil entre sus brazos, su voz no era más que un susurró,
pero siguió hablando. "Lo siento, por favor, perdóname." Él cerró sus ojos, pero aun respiraba. Lo
sostuvo en sus brazos mientras moría, lo sostuvo cerca, escuchando a su corazón
irse deteniendo poco a poco. Su respiración haciéndose más lenta, su propia
vida escapándose de él. Juntos, observaron el atardecer. Por unos pocos
segundos, todo estuvo en silencio. Y entonces su voz sonó de nuevo. -- "Esmeralda.....
di algo..... lo que sea. Háblame... no te detengas... sigue hablando... quiero
escuchar tu voz." Era una súplica débil y lastimosa, pero ella asintió,
lágrimas calientes corriendo por sus mejillas. Zagato ya ni siquiera podía
abrir sus ojos ahora.
-- "Había una vez una ninfa
que conoció a un humano. Se suponía que tenían que pelear el uno contra el
otro, odiarse, pero ellos no podían. Se preguntaron el uno al otro que qué
estaba mal, y se preguntaron a sí mismos por que no podían matar al odiado.
Entonces, luego de un momento, se dieron cuenta de que no se odiaban. La ninfa pensaba que el humano era raro, y el humano solo
continuo siendo amigo de la ninfa. De hecho, el humano se enamoró de la ninfa,
aun sabiendo que su amor era prohibido. Entonces llegaron las ninfas, enojadas,
y entonces, el humano dio su vida para salvar a la ninfa buena. Ella solo podía
observar como lo mataban. Y el nunca supo......." Ella se detuvo y volteo a ver
un rostro pacífico, un cuerpo silencioso, sin movimiento... un rostro
pálido. Ella aun lo sostuvo, y observo
al sol caer detrás de las montañas. Sus ojos llenos de lágrimas que no podían
liberarse.
El mundo enteró lloró esa
noche, ella lo sabía. Podía escucharlos gritar y llorar y sollozar. Los ángeles
lloraban también, por que de pronto empezó una llovizna ligera. Todo, todo
estaba llorando. Menos ella. Ella estaba sentada. Sosteniéndolo contra ella,
observando el atardecer de un día lluvioso y nublado.
Todos se lamentaban que este
humano, el único que había tratado de cambiar las cosas, de hacer que todos
vieran la verdad, ahora estuviera muerto, por haber defendido sus creencias.
Todo lloraba, todo el mundo estaba lleno de tristezas. Ella también lo estaba,
pero no dejaba ir a su dolor. No podía.
Se quedó sentada ahí,
pensando como pudo haber sido todo; como hubiese sido todo si ellos simplemente
no se hubieran conocido. Se sentó ahí pensando como hubiese sido todo si él
siguiera vivo. Se quedó sentada, pensando como hubiese sido todo, si los
humanos no odiaran a las criaturas del bosque, como hubiese sido todo si
hubiese conocido a otro cazador en lugar de Zagato. Todas esas cosas que
pudieron haber sido
Se quedó sentada ahí,
preguntándose como hubiese sido todo, si es que ellos hubiesen huido juntos.
Todo hubiese sido tan dulce, dulce como la miel, y ellos se hubiesen quedado
juntos, platicando sobre las cosas, susurrándose cariños y formando un lazo que
no sería posible romperlo. ¿Qué tan dulce hubiese sido todo eso? Un lobo lloró
en la distancia, y ella vio que era el mismo lobo blanco con el que ella lo
había conocido. Sus aullidos estaban
llenos de pena y dolor. Lo sabía.
O, que dulce hubiese sido
todo.
Pero ahora ya no había nada.
No había razón para pensar en eso, por que ahora nunca sería.
O, que dulce hubiese sido
todo.
Finalmente, mientras veía al
sol morir atrás de las altas montañas, lo abrazó fuertemente, como un amante,
por que deseaba haber podido ser eso para él. Abrazó a su cariño cerca de ella
y lloró.
Tal vez aun no era tan tarde
para poder hacer todo lo que quería. Tal vez aun tenían posibilidades para
poder estar juntos, y susurrarse cariños viendo atardeceres mil veces más
dulces y mil veces más hermosos, estando juntos para siempre.
Dejo con cuidado el cuerpo en
el suelo, acariciando suavemente el rostro de Zagato, el lobo se acercó y sin
palabras, el lobo le prometió a Esmeralda que lo protegería. Ella se levantó, y salió corriendo. Sabía
bien a donde ir, siempre había sido un lugar prohibido, y por lo tanto sabía
bien hacia donde estaba.
Mientras iba corriendo,
tropezó con algo y cayó. Al voltear a ver que era, Esmeralda se dio cuenta que
era el arco y las flechas de Zagato.
-- "Zagato..." abrazó las
armas contra su pecho, más lágrimas saliendo de sus ojos. Tomándolos
fuertemente, volvió a correr, sus pies sangrando por las piedras y las ramas,
pero aun así corrió, no sentía ya ningún otro dolor que no fuera el de su
corazón.
Llegó a la aldea casi sin
aliento. Había un tipo de fiesta, y su corazón se lleno de odio. Celebraban el
haber matado a una inocente criatura, y celebraban aun sabiendo que uno o más
de sus cazadores no habían regresado. Podía escuchar claramente el llanto
desesperado de los cielos y del bosque. Malditos humanos.
Entro a la aldea con la
cabeza erguida, y llego al centro de la aldea, todos se apartaban de ella, con
miedo, con sorpresa, un humano trato de acercarse a Esmeralda, pero su mirada
fría y llena de odio lo congelo en su lugar. En el centro había una fogata.
Podía escuchar los murmullos, pero no le importaba. Esmeralda sostuvo el arco
arriba de su cabeza, y con voz profunda gritó, para que incluso los ángeles la
escucharan a través de sus llantos
-- "¡Escuchen bien, yo mate a
uno de ustedes, al que llamaban Zagato! ¡Lo mate en venganza por todo lo que nos
han hecho! ¡Lo mate por que ustedes hacen a los cielos llorar! ¿Qué van a
hacer?"
Muchos hombres se lanzaron
contra ella amarrándola, golpeándola, pero ella no se resistió, y la llevaron a
la mesa manchada de rojo. El que parecía ser el mayor de todos ellos empezó a
hablar, pero ella no prestaba atención. Paseo la vista por la multitud, y su
vista se fijo en un niño de unos 10 años. Tenía el cabello negro y ojos azul
violeta. Los ojos de Esmeralda se llenaron de lágrimas... ¡se parecía tanto a
Zagato!. Le sonrió dulcemente al niño, y fue cuando escucho un murmullo de los
árboles cercanos.
Encima de unos árboles estaba
una de sus amigas, una pequeña ninfa de grandes ojos rojizos y de cabello rojo
sujeto en una trenza que la miraba sorprendida. Si Esmeralda hubiese hecho una
señal, la pequeña se hubiese lanzado al ataque, por eso Esmeralda negó con la
cabeza. Y nuevamente, volvió a ver al pequeño niño, pero el no solo la miraba a
ella, si no que también miraba a la pequeña ninfa y la pequeña también lo miraba.
Una triste sonrisa se formo
en los labios de Esmeralda.
Quizá ellos si lo lograsen,
quizá ellos si lograsen que los humanos dejaran de odiar a las demás criaturas, quizá ellos lograrían
que los cielos dejaran de llorar y lamentarse.
Fue entonces cuando lo vio.
De entre la multitud, estaba
Zagato. Esmeralda, abrió sus ojos, sorprendida. ¡Él estaba muerto! ¡Ella misma
lo tuvo en sus brazos cuando murió!. Fue entonces cuando se dio cuenta de que
Zagato paso a través de un humano, hasta quedar al lado del niño parecido a él.
Zagato le sonreía dulcemente, y ella no pudo evitar sonreír también.
Entonces pasó.
El anciano le clavo un
cuchillo en su pecho, y Esmeralda vio como Zagato cerraba los ojos, y vio como
el pequeño niño se horrorizaba. Pudo sentir el llanto de su amiga. Pero
curiosamente Esmeralda no sentía dolor, era como si la hubiesen liberado de las
cadenas que llevó toda su vida.
Se sentó, mareada por la
rápida perdida de sangre. Su mirada ya no fija en el niño, si no en Zagato,
entonces fue cuando recordó...
Le había pedido que no dejará de hablar...
Que tonta fue, se le había
olvidado que tenía que seguir hablando. Sonrió más dulcemente, miles de
lágrimas escapando de sus ojos, ante la sorprendida mirada de los aldeanos.
¿Que acaso no los odiaba? ¿Por qué lloraba así?. No entendían.
Con voz dulce, Esmeralda
volvió a hablar, su voz temblando por las lágrimas. Su sangre manchando el
suelo. Su voz conmoviendo a los ángeles que volvieron a llorar.
-- "Y el nunca, no, el nunca
supo, que ella lo amaba también"