Los personajes de Saint Seiya no me pertenecen.
Capitulo 1/2
Magia y soledad.
Cada cierta cantidad de años, completamente aleatorios entre sí, debía ser llevado al límite del bosque un joven o una joven... En algunos casos dos, muy raramente eran dos. Se anunciaba cuando los jóvenes deberían ir a ese lugar, por medio de un obelisco en medio del pueblo que se hallaba rodeado por el inmenso bosque. Había un camino que atravesaba el bosque, pero solo podían transitar los adultos una sola vez. Extrañamente, esa persona aparecía de nuevo en el pueblo si intentaba jamás regresar. Algo no quería que ellos pudieran escapar de ese lugar.
Fue terrorífico, para muchos padres, ver que se presentaba el fuego en la parte superior del obelisco. El fuego era azul, por lo tanto el pueblo podría elegir a quien sería entregado al bosque. Esa misma noche, los padres de todos los jóvenes del pueblo comenzaron a acusarse entre ellos... Elegir quien debería ser dado a ese incógnito bosque.
Los elegidos eran esposados en un pilar durante la noche y al amanecer, dichas personas desaparecían. Las esposas seguían como las habían dejado al ser cerradas en las muñecas de los jóvenes, ninguno quería dar a su hijo o hija... Los padres solían ser encerrados en las celdas del comisario del pueblo para que no se opusieran.
En medio de la disputa, alguien recordó algo.
Algo que pondría a salvo a los hijos de todos los presentes. Existía alguien, que podría ir en nombre de sus hijos.
El golpe violento despertó al muchacho, alguien azotaba violentamente la puerta. Su padre era uno de los médicos del pueblo, pero había fallecido de un problema al corazón. Ahora estaba solo, había estado enfermo los últimos días. Su madre había fallecido durante el parto y ahora su padre había muerto de un mal del corazón.
La luz apareció en la puerta de su cuarto.
-Vístete. -Le ordeno el comisario, el chico le miro confundido. -¡QUE TE VISTAS!
-¿Que sucede? -El chico noto que el comisario no estaba solo, había muchas más personas con él. -¿QUE HACEN? ¡SUÉLTENME! -Dos hombres lo agarraron y lo arrancaron de la seguridad de las sabanas. -¡SUÉLTENME!
-Estas tu solo, no tienes padres ni parientes -Comento el comisario, mientras amarraban al muchacho y lo amordazaban. -Eres perfecto para dar a lo que sea que se esconde en el bosque. -El chico comenzó a negar con la cabeza mientras lo arrastraban a ese lugar.
Era por el bien de sus hijos, sus dioses le perdonarían el hacerle eso al muchacho. Sus hijos lo entenderían, siempre lo entendían... A pesar que costara al principio, sus hijos terminarían aceptando lo que hicieron.
Esposaron al menor al pilar, dejándolo en la fría noche vestido solamente con su ropa de cama... Le habían puesto una bolsa de tela en la cabeza para no ver su cara mientras lo llevaban a ese lugar.
Si, había peores muchachos en el pueblo. Pero a pesar de ello, no querían llevarlos ahí. Por la sencilla razón de que esos chicos mal portados, eran sus hijos y el muchacho que ahí estaba encadenado al pilar solo era el huérfano.
Madre muerta y padre muerto.
Nadie que se opusiera a que el chico fuera sacrificado.
El muchacho seguía llorando, el frio metal en sus manos le decía dónde estaba. La última vez que la flama había aparecido esta vez de color blanca, anunciando que el joven no debería ser elegido por el pueblo, el solo tenía siete años. Recordaba que su padre lo había tomado en brazos y se había ido de ese lugar de inmediato. A pesar que él no tuviera la edad para algo como eso, no quería que su hijo presenciara como el fuego blanco rodeaba a la persona elegida y esta era arrastrada hacia el bosque.
Sintió como la bolsa se le era retirada, algo suave y frio rozo su rostro. Al alzar la vista, se encontró con pequeñas cosas blancas cayendo del cielo. Al mirar hacia el frente, apretó los dientes y temió que su auto control se perdiera...
Ya mucho tenía con estar ahí como para mojar su ropa por el miedo.
Una figura en vuelta en una capa blanca, unida en el centro con un broche plateado con una curiosa forma geométrica, estaba parado a un metro de él. Una mano enguantada se extendió hasta él y le quito la mordaza.
-Por favor...- Su terror le impedía notar la belleza que lo rodeaba. Los arboles tenían hojas blancas, el suelo estaba cubierto por una bella y delicada capa de blanco. Esta tan asustado, que no noto nada de lo que lo rodeaba. El hombre tenía nuevamente su mano bajo la capa, al sacarla nuevamente tenía un juego de llaves. Coloco la correcta y las esposas se abrieron.
El muchacho estaba tan asustado que no era capaz de correr, solo se limitó a bajar sus manos y dedicarle una mirada aterrada al hombre. Las manos nuevamente estaban escondidas bajo la capa, cuando volvieron a salir la capucha fue retirada.
-Odio cuando los esposan y más odio las falsas historias que inventan en ese pueblo. -Informo el joven de ojos celestes y piel ligeramente bronceada.
-¿Que... que... Quieres? -Pregunto al fin, con notorio miedo.
-Ven, está nevando -Informo el joven, mientras le tendía sutilmente la mano- No temas, todo lo que dicen es mentira. -El menor, no teniendo otra opción se acercó al hombre, pero no le tomo la mano.- Mi nombre es Camus.
-Mi... Milo.
-Un placer Milo. -Replico el sujeto, mientras comenzaba a caminar seguido del suave revolotear de su capa. La cual rozaba suavemente la extraña arena blanca de tacto frio.
-¿Qué es esto? -El chico miro todo lo que le rodeaba- ¿Este es el bosque?
-Sí y No- replico ese extraño sujeto que dijo llamarse Camus- Es mi bosque.
-¿Me mataras o me harás algo peor? -El chico se detuvo y le escucho dejar salir un bufido, cuando se dio vuelta su mirada expreso una notoria rabia.
-No soy un demonio, no soy un troll, no soy un brujo y todo lo que dicen que soy. -Informo en un tono helado- Solo soy un mago solitario. Todo lo que dicen de mí, es mentira. -Le dio la espalda y continuo caminando- A mí el frio no me hace daño, pero dudo que se aplique lo mismo para ti. Más vistiendo esas prendas de dormir.
Antes de darse cuenta, estaban a la vera de un arroyo congelado siguiendo el camino de este llegaron a lo que parecía ser la morada del mago. La casa más grande del pueblo, era pequeña en comparación con ese lugar.
Habitación.
-Aquí dormirás...
-¿Que vas a hacerme? -le interrumpió el aterrado menor. El joven le dedico una mirada cansada, como si esa pregunto le tuviera completamente hastiado.
-No me voy a aparear contigo, no voy a matarte y no voy a obligarte ser mi sirviente. -Le informo en un tono helado, antes de dirigirse a las puertas de color blanco. -Que descanses. -Dijo antes de cerrar las puertas.
El joven se acercó a la cama con dosel, llena de mantas de diversas texturas y diseños. Reconoció una de estas, había visto como la madre de la anterior joven (la que había sido elegida la vez anterior) la llevaba al bosque. Según había escuchado, la madre la había llevado por que era la favorita de su hija y quería que la tuviera consigo donde fuera que estuviera.
¿Dónde estaba? ¿A dónde iban a parar realmente? ¿Qué paso con todos los anteriores jóvenes que habían sido encadenados en el pilar?
Cuando abrió los ojos, se encontró solo en la habitación... De fondo escuchaba el ruido de lo que parecía ser un instrumento de cuerdas. Con algo de temor y envuelto en la manta más acorde a su estatura que había encontrado, salió de la habitación.
Sala de música.
El mago estaba sentado en un diván, arrancándole notas lastimeras a un arpa de color plata. Milo contuvo la necesidad de hacer una mueca. Si no fueran por las mantas de diversos colores, que se hallaban en la habitación que ocupaba, todo en el palacio seria de tres monótonos colores: plata, blanco y azul (en varias gamas).
-Ya despertaste. Eres el primero que abandona el cuarto tan rápido -Informo el joven, sin abrir sus ojos y aun con el arpa.- He de decir que me tienes sorprendido...
-¿Que es este lugar? -pregunto el chico, cubierto por una manta roja con hilos dorados.
-Mi hogar.
-¿Que les paso a los otros? -El joven dejo de tocar, pero no abrió los ojos- todos los otros que fueron encadenados al pilar... A todos los que elegiste y no lo hiciste, pero aun así fueron encadenados a ese lugar ¿Que paso con ellos?
-Murieron. -El terror se presentó en su rostro- si no te diste cuenta, afuera nieva y el rio es de agua congelada. -Abrió los ojos y le miro- salir de aquí, sin mí, es equivalente a morir. No soy lo único que habita este bosque frio y mi poder es lo que mantiene a los otros lejos de su pueblo.
-¿Los chicos somos un pago por ello? -El chico le miro con ligera rabia contenida- Tu nos proteges y nos entregan a modo de pago.
-Yo no fui el de la idea. -El mago le miro sereno- Pero tampoco me negué, solo guarde silencio y ellos lo dieron por sentado. -Milo le miro con recelo- El pilar está ahí desde mucho antes que yo llegara a este bosque. -cerro los ojos, como si lo que estuviera por decir le causara cierta repulsión- Los chicos eran sacrificados, por sus propios padres, se los daban a algo que vivía antes que yo en este bosque. Algo que vivió mucho antes que yo, en este palacio.
-¿Que era?
-Algo que no tiene nombre y mataba por simple placer, a cambio de no matar a los más jóvenes de tu pueblo. Dos chicos y dos chicas eran esposados cada cuatro lunas llenas -miro al chico- al pilar. El demonio iba por ellos y los traía a este lugar.
-Tu...
-Yo lo mate, pero salí perjudicado al mismo tiempo. -El joven cerro los ojos y toco un par de notas- luego de eso, los del pueblo ofrecieron darme a uno de sus jóvenes para que me haga compañía. -Aun no miraba al chico, pero dejo de tocar las notas- Con el paso del tiempo, los rumores y el miedo comenzaron a hacer actos de presencia y destrozaron lo que habíamos formado.
-¿Solo quieres que te haga compañía? -Pregunto Milo.
-No, no es compañía lo que busco. Lo que busco, muchas veces hace que me tiente y arriesgue mi vida saliendo de este bosque. -El joven le miro- Lo que realmente busco, es amistad.
-¿Amistad?
-Ni te imaginas, lo mucho que anhelas la amistad cuando tu vida es eterna y efímera a la vez. -Le saco un par de notas de nuevo al arpa- Si quieres salir e irte, estas en todo tu derecho de hacerlo. Si quieres quedarte, también estás en tu derecho.
-Pero puedo morir si salgo, sin ti. -El chico le miro.
-Eso es algo que los otros no entendieron, si quieres irte de este palacio estas en todo tu derecho. Pero salir de este bosque, es imposible. -Milo sintió que el miedo le subía por la espalda- se puede entrar, pero jamás salir... Ellos no quisieron entenderlo. Bueno, no todos, algunos se quedaron hasta su último aliento en este castillo.
-Entonces estoy prisionero... -El chico cayo de rodillas, a sus ojos acudieron varias lagrimas mientras que en su mente aparecían las imágenes de todo lo que había vivido en el pueblo.- Quiero ir a mi hogar.
-¿Al hogar en que viven las personas que te pusieron una mordaza, una bolsa en la cabeza y te esposaron en el pilar? -pregunto el chico sereno- ¿Acaso tus padres fueron encerrados para que eso pudiera ser llevado a cabo? -El chico susurro algo, el mago le miro dado que no había entendido.- ¿Que dijiste?
-¡QUE SOY HUÉRFANO! -El chico le miro con ojos llenos de lágrimas- Mi padre murió... me quede solo...
El chico continúo llorando, ante la atenta mirada del mago. Este cerró los ojos y comenzó a entonar una triste melodía, más que eso no creía que pudiera hacer por el chico. El joven continuo llorando, las lágrimas fueron acompañadas por cada nota que salía del instrumento de cuerdas... Cada simple nota, duro el mismo tiempo que cada una de esas simples y emotivas lágrimas tardaban en surcar el rostro de Milo.
Habitación.
Cuando abrió los ojos, se encontró en la habitación la cual había sido asignada para su uso. Una mano fría se posó en su frente, el mago estaba sentado a su lado y le dedicaba un semblante un tanto preocupado.
-¿Que sucedió?
-Te dormiste, mientras llorabas. -Informo el mago- Luego te levanto fiebre, así que te traje a tus aposentos...
-¿Me tendré que quedar el resto de mi vida aquí? -el mago asintió lentamente, el chico termino dándole la espalda. Si le seguía mirando le golpearía- Si eres un mago... ¿Por qué no usas tu magia para crear tu propia compañía? -Pregunto, en un tono distante.
-No puedo, pedí un deseo. -El chico le miro por encima del hombre- Y cuando pides un deseo, se te da y se te quita.
-¿Que pediste? -Seguramente algo egoísta.
-Tener un amigo genuino. -La respuesta dejo mudo a Milo por varios minutos.
-¿Y que se te quito? -Pregunto mientras se daba vuelta y le miraba.
-La posibilidad de morir. -Informo el joven, Milo le miro sorprendido y algo aterrado.- Hasta el momento que experimentes la verdadera amistad, tu vida jamás terminara.Y supongo, que jamás tuve un amigo genuino.
-Muchos venimos aquí contra nuestra fuerza. -Replico Milo, sintiendo algo de pena por el mago. Al mismo tiempo que se preguntaba cuántos años tendría realmente.- Y en cierta forma, eres nuestro carcelero.
-Ya te he dicho que puedes irte si lo deseas...
-Pero realmente no puedo volver, ni huir, por la barrera y por lo que habita en el bosque -Le miro a los ojos- ¿Qué clase de libertad es esa?
-No sabría que responderte. -El mago se levantó de donde estaba sentado y le miro atentamente- solo puedo responderte, que eres el primero que lo pregunta. -El chico guardo absolutamente silencio.
-¿Qué es eso blanco que cae del cielo?
-Se llama nieve. Es lo que gobierna a todo el mundo, fuera de ese valle. -Informo el Mago mientras se dirigía a la ventana y sacaba su mano. -La vida de un copo de nieve es como la del ser humano... Puede ser corta a la vista de aquellos que tienen vidas longevas, pero es larga aun así para ellos. -Milo le miro confundido.
-La vida de nosotros te parece corta ¿No? -El mago no respondió. -Supongo que es un sí...
-Estoy cansado de verles morir -Informo el sereno mago.- Estoy harto de esto... De verles vivir y morir, condenado eternamente por querer sentir algo tan bello como es la amistad. -El joven de ojos turquesas miro hacia un costado, lamentando el destino del mago.
Continuara.
