© Avatar: Last Airbender
FUEGOS ARTIFICIALES
Por Lux Lunar
Prologo
El eclipse había culminado.
Había fuego por todos lados, y todos morían entre las llamas. Katara no podía hacer nada mientras estaba en el suelo, sin poderse mover. El miedo se apoderó de su mente, al igual que de su cuerpo. No podía usar el agua control, lo cual no entendía. Tenía el cabello alborotado, sucio, la cara llena de tierra. Y el fuego lo cubría todo, y veía como las personas seguían muriendo. Katara lloraba y gritaba, frases de auxilio, palabras que se perdían entre las llamas de la Nación del Fuego. ¿Dónde estaba Aang? ¿Dónde estaba Sokka y Toph? ¿Y su padre, y los guerreros de la Tribu Agua del Sur?
Sin embargo, en ese mismo momento, Aang había aparecido para pelear contra el Señor del Fuego Ozai. Katara abrió los ojos, ampliamente, mientras contenía el aliento y la esperanza. Aang estaba ahí, peleando contra Ozai para vencer a la Nación del Fuego y salvarlos a todos. Por eso, Katara se permitió sonreír un poco, sintiendo que él los protegía de aquellos monstruos.
Frente a ella, Aang se convertía en Avatar, elevándose sobre el aire, brillando, enfrentándose al enemigo. Pero en un segundo después, un rayo azul atravesó el pecho de Aang, y éste se retorció con el impacto. Katara abrió más los párpados, sólo para ver cómo el Avatar caía en el suelo, derrotado. La voz de triunfo de Ozai resonó como un volcán en erupción. Y Katara, con el corazón y el espíritu roto, se desgarró en un grito de dolor.
No… No…
Todo se había acabado. Ozai había asesinado a Aang. La Nación del Fuego había sido la vencedora. Todo se había acabado.
Katara cerró los ojos, sintiendo cómo de pronto el calor se hacía más intenso, más y más ardiente, tanto que no pudo pensar más, perdió las fuerzas, y cayó, como todo lo demás había caído a su alrededor. Habían perdido, habían derrotado al Avatar. Aang estaba muerto. El mundo estaba perdido. Todo estaba perdido…
Entonces abrió los ojos, de un solo parpadeo.
Katara sintió que el pulso se intensificó, y de pronto respiró con presura. Frente a ella, había un techo. Estaba acostada en una cama. «¿Dónde estoy?», pensó al reconocer que ese lugar no era el campo de batalla, donde segundos antes Aang había sido asesinado. «¿Aang…?», no podía creer que él había sido derrotado por el Señor del Fuego. Una lágrima rodó por su mejilla. Simplemente, no podía ser posible. Después de todo lo que hicieron para que el Avatar dominara los cuatro elementos, no podía ser que todo se hubiera acabado en una terrible derrota. «¿Por qué…?», Katara sollozó, sintiéndose sola.
Afuera de la habitación, se escucharon murmullos. Katara no sabía dónde estaba, pero sí creía que estar tendida plácidamente en esa habitación después de lo ocurrido, no era algo normal. Debía encontrar a los demás, saber qué había sucedido después de que Ozai venciera a Aang. Intentó incorporarse de la cama, pero sólo logró levantarse ligeramente con los brazos, los cuales fallaron y la hicieron caer de nuevo en el colchón. «¿Qué le ha pasado a mi cuerpo?», se preguntó con temor. Volvió a impulsarse hacia adelante, gimiendo con fuerza, y aunque su cuerpo parecía continuar dormido, logró sostenerse con los codos. Respiró con dificultad. Observó a su alrededor, sin reconocer aquella habitación. Notó que la colcha que le cubría el cuerpo era de color carmín. Una punzada de temor atravesó su pecho. ¿Estaba en una habitación de la Nación del Fuego?
En ese instante, la puerta rechinó ligeramente y una mujer que sostenía una bandeja de madera en las manos, se detuvo. Katara, aun sosteniéndose con los codos, le clavó la vista. La mujer también la miró, y enseguida se alteró, haciendo que la bandeja que llevaba una jarra de agua se cayera al suelo. La extraña lanzó un grito de susto, y luego corrió de vuelta al pasillo, dejando el desastre en el piso. Pero Katara había podido ver que la mujer vestía atuendos de la Nación del Fuego, y eso la llevó a unir los cabos con rapidez. Si estaba en una habitación en la Nación del Fuego, entonces era su rehén.
―No… ―susurró con temor.
Debía escapar. Y lo intentó, tratando de mover las piernas para bajarse de la cama, pero estas tampoco reaccionaron. Aun así, Katara se impulsó bruscamente hacia la orilla de la cama, pero no pudo arrastrar todo su cuerpo, y eso causó que cayera violentamente en la madera del suelo, golpeándose la frente con dolor. Respiró agitadamente, y decidió arrastrarse hacia la puerta, sabiendo que probablemente no llegaría lejos. Pese a eso, no podía quedarse en cama a la espera de lo desconocido. No podía dejar que la tomaran como prisionera. Tenía que encontrar a Sokka, a Toph, a su padre, con la esperanza de que siguieran vivos. Pero de pronto escuchó pasos, varios; eran más de una persona. Se quedó inmóvil de temor, hasta que llegaron a su puerta. Katara observó a la primera persona que entró, temerosa de su destino, pero cuando reconoció de quién se trataba, su adrenalina se esfumó. Era su hermano, Sokka, quien al verla en el suelo, sonrió, a la vez que parecía preocupado.
―¡Katara, despertaste! ―exclamó, y corrió a ella para levantarla del suelo―. ¿Pero qué haces en el suelo? Ven, sostente, voy a subirte a la cama de nuevo… No puedo creerlo, estás despierta. ¡Sabía que lo lograrías!
―Sokka…
Ella no pudo reaccionar bien, pero una dicha inmensa inundó su interior. Vio que detrás de su hermano estaba Suki, notablemente feliz, lo cual la hizo aminorar aún más su preocupación. Lo que le extrañaba, es que la mujer de la Nación del Fuego también los acompañaba, y sonreía, mientras levantaba la bandeja y la jarra del suelo. No entendía qué estaba pasando, y esperaba que se lo explicaran.
De pronto, recordó a Aang, su caída, lo cual volvió a perturbarla.
―Sokka… nos derrotaron…
―¿Qué? ¿Por qué piensas eso?
―Lo vi ―Las lágrimas volvían a sus ojos―. Vi cómo derrotaron a Aang. Lo vi caer cuando el Señor del Fuego lo atravesó con su rayo. Vi su cuerpo en el suelo, y yo no pude moverme. No pude ayudarlo… Aang… ¿Dónde está Aang? ―Las palabras se revolvían en su repentino llanto.
Sokka, que estaba sentado en la cama frente a su hermana, la observó pasmado. No entendía a qué se referían sus palabras.
―Katara, ¿de qué estás hablando?
―De la batalla de Aang, del ataque que hicimos a la Nación del Fuego junto a los guerreros de nuestra tribu, junto a papá, antes del eclipse… ―Katara empezó a recordar los detalles y a quienes lucharon al lado del Avatar―. ¿Dónde está papá? ¿Logró salir a salvo del ataque? ¿Y Toph? ¿Ella está bien? ¿Qué sucedió con Appa y Momo? ¿Están bien? ¡Sokka, respóndeme, por favor! ¿Y Aang? ¿Está muerto? Dime que no, por favor, dime que logró salir con vida, y que sólo falló en su lucha contra Ozai. ¡Sokka, por favor!
Pero Sokka no pudo responder ninguna de las preguntas. Miró fijamente a su hermana como si le hubiera hablado en una lengua muerta. No entendía qué sucedía con ella. Giró a ver a Suki, que estaba igual que él. La guerrera Kyoshi parecía asombrada, y sospechaba que algo extraño le sucedía a Katara.
―Azdra, ve y busca al médico, dile que es urgente.
La muchacha asintió y salió de prisa a obedecer las órdenes de Suki. Katara no entendía por qué actuaban como si la derrota de las naciones no hubiera ocurrido. Algo le parecía extraño. Sokka no se veía angustiado por su fracaso en el ataque. Se suponía que habían perdido la batalla… ¿o no era así?
―¿Qué pasa, Sokka?
―No lo sé… ―Estaba confundido, su rostro lo mostraba―. Tú, ¿sabes quién te lastimó, verdad?
―No estoy segura… ―Katara se esforzó por recordar―. ¿El Señor del Fuego Ozai?
Sokka quedó atónito. Suki se acercó a la Maestra Agua, al ver que el chico del búmeran se trabó.
―Katara, ¿qué es lo último que recuerdas?
―¿Lo último? ―Katara se dio cuenta que algo no estaba bien, así que se esforzó para extraer su último recuerdo―. Yo, estaba peleando contra los soldados de Control Fuego. Era el día del eclipse solar, y mi padre y todos nuestros aliados nos disponíamos a atacar a su nación… Aang iba a enfrentarse con el Señor del Fuego Ozai, aprovechando que él no podría utilizar su elemento. Pero fue demasiado tarde… Ozai venció a Aang… nosotros perdimos.
Suki pareció entender lo que sucedía. Ella y Sokka se miraron preocupados. Hubo un momento de silencio, en el que Katara se sintió perdida. Había sucedido algo que ellos no querían decirle. «¿Se trataba de Aang?», pensó. El que ellos no dijeran nada comenzó a desesperarla.
―¿Por qué no me dicen qué está pasando?
―Quizá deberíamos esperar al médico ―argumentó Suki.
―¿Cuál médico?
―El médico de la Nación del - ―Sokka fue interrumpido cuando Suki le tapó la boca con una mano. Katara frunció el ceño.
―Suki, ¿qué quieren ocultarme? ―Katara estaba asustada.
―No es nada grave ―Sonrió, pensando que no debían preocuparla―. Debes saber que Aang está bien. Todos están bien. Tu padre, la Tribu Agua del Sur, Toph, Momo, Appa, todos… Aang logró vencer al Señor del Fuego Ozai, y así, pudo devolverle el equilibrio al mundo. La guerra que Aang peleó contra la Nación del Fuego ya terminó.
Los ojos de Katara brillaron. Su rostro poco a poco se transformó en una de felicidad. Era como si le hubieran arrancado todo mal presentimiento de un soplido y ahora todo era reemplazado con una súbita alegría que colmaba todo su ser. «No nos derrotaron…», pensó, con las lágrimas rodando por sus mejillas. Con dificultad, se lanzó a los brazos de Sokka, quien sin saber exactamente cómo reaccionar, correspondió al abrazo.
―¡Esto es increíble! ―Sonreía feliz, entre lágrimas―. ¡Lo logramos!
―Así es Katara… ―La voz de Sokka se mezclaba con seriedad e incredulidad―. Lo logramos…
La Maestra del Agua Control se separó lentamente de su hermano. Creía que todavía quedaba algo que no cuadraba. Más bien, había mucho que aún no encajaba con el triunfo del Avatar. La seriedad de Sokka y la guerrera Kyoshi era una de ellas.
―¿Por qué parece que no están alegres de saber que hemos triunfado?
―No, no es eso, Katara ―respondió Suki.
―¿Entonces qué es?
―¡Maldita sea, ya basta! ¡No creo que pueda seguir fingiendo que algo extraño no está sucediendo! ―exclamó el espadachín desesperado.
―Sokka, debemos esperar que el médico nos explique qué está pasando ―protesto la guerrera Kyoshi.
―¿Qué explique, qué? ―preguntó Katara.
―¡Que estás retrasada de noticias! ―dijo él, poniéndose de pie para hablar―. Nos estás hablando del ataque que ocurrió hace años, Katara. Ese no puede ser tu último recuerdo. ¿O sólo intentas bromear con nosotros? Si es así, no es nada gracioso. ¡Estábamos muy preocupados por ti! ¡Creímos que esa bruja loca de Azula te había dañado de por vida! ―Sokka no pudo esconder su peor miedo, y se acercó de nuevo a su hermana―. ¿No entiendes que creí que jamás despertarías? ¿Creí que no volverías a abrir los ojos? No puedes decir que no recuerdas que Azula casi te asesina.
―¿Azula?… ―Katara se estremeció ante ese hecho, y se esforzó por entender―. ¿Cómo pudieron pasar años desde aquel ataque?
―Katara ―Esta vez Suki se acercó a ella, creyendo que Sokka ya había revelado demasiada información, y que tampoco podían esperar a recibir algún diagnóstico para aclarar la situación―. La batalla de la que estás hablando, ocurrió hace cinco años. Aang no derrotó al antiguo Señor del Fuego Ozai en esa batalla. Es verdad que Aang lo venció, pero eso pasó después de que el Cometa de SOzai azotara a la tierra. Tú, yo, Sokka y los demás estuvimos ahí, combatiendo a las Fuerzas Armadas de la Nación del Fuego para liberar al mundo de los planes de Ozai ―Suki vio que Katara se perdió en sus palabras, en su memoria que no recordaba aquello, así que continuó―. Después de eso, todo cambió. La paz se restauró en las Cuatro Naciones y ya nadie vive bajo el yugo de ningún opresor.
―No puede ser… posible ―dijo Katara.
―Míranos, ya no tenemos 15 años ―indicó Suki.
Katara observó a ambos, que no habían cambiado mucho. Pero era cierto, tenían un aire distinto, no eran los mismos de aquel día. Sokka se mantenía callado, a la expectativa de lo que su hermana recordara. Entonces ella entendió que había perdido la memoria. «¿Por cinco años?», se preguntó. No tenía sentido. «¿Cómo pude estar inconsciente por cinco años?». De pronto, comprendió que no pudo haber pasado tanto tiempo dormida, no estaría viva. Si Suki decía que ella estuvo presente el día que Aang derrotó a Ozai, eso significaba que había vivido algo que no recordaba. «¿Qué ocurrió todo este tiempo?», se preguntó sintiéndose alarmada.
―¿Desde cuándo estoy inconsciente?
―Desde hace tres semanas ―respondió Suki―. Azula escapó de prisión hace un año, y volvió para atacarnos. Por desgracia, volvió a huir, pero antes de eso logró dañarte con uno de sus rayos, que te golpeó justo en la cabeza. Esa debe ser la razón por la que tu memoria ha borrado gran parte de tus recuerdos.
―¿Por qué me atacó a mí?
―En realidad, tú no eras su principal objetivo ―comentó Sokka―. Había intentado asesinar a Zuko, pero cuando ella intentaba huir, tú la seguiste, y eso causó que te lastimara.
―¿Por qué Azula querría lastimar a Zuko? Ellos son aliados.
―¡Oh no ―exclamó Sokka, imaginándose lo peor―, si no recuerdas nada desde hace cinco años, ¿entonces no recuerdas quién es Zuko?!
―¡Sokka, detente! ―Le interrumpió la guerrera Kyoshi, temerosa de que revelara información que quizá Katara no estaba preparada para oir.
―¡Claro que recuerdo quien es Zuko! ―aseguró Katara, cambiando su tono a uno notablemente irritado―. Ese traidor… Nos engañó a todos. Me engañó a mí, tan cínicamente. Por su culpa, Aang casi muere. Y yo fui tan tonta para caer en sus mentiras… Ahora entiendo cómo su hermana se volvió contra él, ¡seguramente la traicionó a ella también! Lo único que sé, es que debieron matarse el uno al otro, para hacerle un favor al mundo ¡y desaparecer de la existencia!
Hubo un terrible silencio después del arrebato de la Maestra de Agua Control. Suki se mordió el labio y miró a otro lado, pensando que todo iba a complicarse descomunalmente. Y Sokka… él se tapó el rostro con una mano, exhalando un suspiro que le dolió hasta en las orejas. Por primera vez en su vida, no tenía ganas de revelar un enigma de aquella magnitud. Pero entonces, ¿quién le diría a Katara que Zuko era nada menos que el nuevo Señor de la Nación del Fuego, así como también su querido y preocupado esposo?
¡He llegado con nuevo fic! ¿Qué les ha parecido? ¿Se quieren enterar qué pasará?
En el siguiente capítulo veremos qué opina Zuko al respecto...
Dejen sus reviews para poder leerlos, es muy importante para continuar escribiendo.
Lux
