How I can love you?
Prólogo:
Santuario de Atenas. 20 de Noviembre del 1991.
Han pasado tres largos años desde la última y temible gran batalla con el dios de los infiernos. La diosa de la sabiduría en la guerra había logrado restaurar la paz en su amada tierra. El Santuario comenzó a prosperar.
Saori sin embargo, no estaba satisfecha por los sacrificios que habían llevado a sus caballeros dorados a la muerte. Así fue que, orando a su padre Zeus, y pidiéndole su favor, saori logró resucitar a sus valientes caballeros caídos, ya que Hades no podía mantener sus almas en el encierro. Para Saori, el sacrificio no había sido justo. Los caballeros dorados habían dado su vida al servicio de Athena, y por ello, Saori les brindaría una segunda oportunidad.
Todos volvieron a la vida, incluyéndose Aioros, era la forma en que la diosa agradecía todo lo que sus fieles hicieron en su nombre. Era la preciada oportunidad, para que sus caballeros fuesen felices.
Sabiendo que los caballeros dorados estaban de regreso en el Santuario, y que su diosa estaría a salvo resguardada por su nueva orden, los agotados caballeros de bronce decidieron reponerse a las grandes batallas, abandonando el Santuario de forma temporal, y regresando a sus tierras natales, así lo hicieron todos menos Shun de Andrómeda, que prefirió quedarse donde Saori, y servir en el Santuario.
Los doce templos del Santuario tardaron en ser reconstruidos, pero fue gracias al nuevo Patriarca, Aioros de Sagitario, que se logró semejante proeza. Y a pesar de que los caballeros de bronce legendarios en su mayoría no vivían ya en el Santuario, las 88 armaduras encontraron a nuevos dueños, y el Santuario recuperó la gloria, que no había tenido en cientos de años.
Saori había decidido vivir en el Santuario para tomar riendas de su responsabilidad como diosa, además de que durante la reconstrucción había formado un vínculo especial con Aioros. En ocasiones inclusive, diosa y Patriarca viajaban juntos a oriente para ver como prosperaban los múltiples negocios de la familia Kido, ya que sin Mitsumasa Kido, Saori al ser su nieta no podía dejar sus negocios desatendidos. Sus obligaciones la forzaban a que al menos una vez al mes ella viajara a oriente para realizar labores de supervisión.
Durante una mañana fría de noviembre sin embargo, las nevadas terminaron por sepultar a todo el Santuario en una gruesa capa de nieve. Parecía una imagen irreal que se podía admirar desde la ventana de sus aposentos reales construidos en el nuevo templo de Athena.
Uno de los tantos pasatiempos favoritos de Saori ahora que el Santuario estaba en paz, era admirar la nieve desde su ventana. Este miércoles por la mañana no era una excepción. Y sin embargo, hoy observaba el horizonte con cierto aire de tristeza. Caía la nieve, pero desde sus aposentos aún podía ver a sus caballeros dorados patrullando por las doce casas, o simplemente conversando. No podían dejar el Santuario, pero podían socializar.
Entre los caballeros, Saori distinguió a Milo, Aioria y Shura que bajaban del recinto de la cámara del patriarca. Saori alzo su cuello disimuladamente para admirarlos mejor. Cada uno lucia radiante, habían madurado bastante, o probablemente ella lo había hecho. Aioria y Milo ya tenían 23 años de edad. Shura había cumplido 26 años. Todos se veían apuestos, y a los ojos de Saori, inclusive sensuales. Especialmente uno en particular.
Milo, su caballero dorado de Escorpio. Desde hace algunas semanas, Saori no había sido capaz de quitarle la mirada de encima a su apuesto caballero dorado. Fue durante un incidente, que comenzó en aquel mismo balcón desde el cual Saori observaba fijamente al caballero que ahora la mantenía cautivada.
Santuario de Atenas. 09 de Noviembre del 1991.
Hace dos semanas, cuando el estrés de las responsabilidades como diosa, o como miembro de la familia Kido habían logrado vencer la paciencia de Saori, la diosa tomó la decisión de escaparse del Santuario, usando sus sabanas para poder bajar desde el balcón.
A Saori le apetecía visitar la ciudad de Atenas, ir a conocer su pueblo, y se cubrió con una capucha al estilo griego para asegurarse de que no la reconociesen. Ella era la diosa Athena después de todo.
Tomó un juego de sabanas, las amarró una contra la otra formando una soga improvisada, amarró un extremo a su balcón, y se acomodó con cuidado sobre la orilla de este. Lo había planeado bien, estaba segura de que las sabanas resistirían, y que eran suficientes para bajar hasta las escalinatas de los templos entre Piscis y Acuario, sin ser vista por los guardias.
Pero Saori terminó por darse cuenta, de que no había calculado bien la extensión de la soga de sabanas. Y para unirse a sus errores, recordó de la forma más espeluznante que ya no tenía trece años como cuando solía fugarse del segundo piso de la mansión Kido sin que Tatsumi la descubriese. Las sabanas comenzaban a desamarrarse.
Lo que comenzó como un simple intento de escape, se había convertido en una situación que había puesto en riesgo su vida. Ni Poseidón, ni Hades habían logrado matarla, y ahora la tierra perdería a su diosa por una imprudencia. Saori comenzaba a caer al vacío.
Para su suerte, Milo rondaba entre Piscis y Acuario en esos momentos, aparentemente tras reunirse con el Patriarca, atendiendo a todas sus responsabilidades como buen caballero dorado. Escuchó el grito de Saori mientras estaba suspendida, alzó la vista, y su sangre se heló al ver a su diosa aferrándose a las sabanas, intentando volver a subir. Milo comenzó a correr a la velocidad de la luz hasta posarse bajo Saori antes de que las sabanas cedieran, y logró atrapar a su diosa antes de que se estrellara contra el suelo. Terminando con la diosa atrapada en un abrazo improvisado
Milo había quedado estupefacto. No entendía qué hacia su diosa tirándose del balcón. Algo simplemente no estaba bien. Saori notó a Milo, se apenó por su comportamiento, y se ocultó dentro de su capucha intentando negarle a Milo su ruborizado rostro. Pero no pudo evitar sonreírle a Milo cálidamente.
—Muchas gracias, Milo por evitar que me cayera —sonrió Saori como muestra de agradecimiento—. Al parecer no había calculado bien la caída desde el balcón hasta el piso.
—¿Oh? No se preocupe, mi señorita —comenzó Milo desconcertado—. Pero, ¿qué hacía escapándose por el balcón? —pestañó Milo un par de veces por la confusión.
—Solo… quería salir un rato del Santuario sin alertar a los guardias que me hubiesen reconocido y no me permitirían salir sin una escolta —explicó Saori con sinceridad—. Opté por escaparme por el balcón, y bueno… estás viendo los resultados de mi milagroso escape —y Saori se percató de que Milo aún la mantenía en sus brazos—. Gracias otra vez… Milo… ¿puedes bajarme ya? —y Milo se percató también, asintió, y bajó a su diosa.
—No creo que sea una buena idea que usted vaya por las calles de Atenas sin una escolta, mi señorita —respondió Milo con voz fría e inflexible—. No me lo perdonaría si algo le sucede.
—¿Tú también? —se quejó Saori en señal de derrota—. Tú ganas Milo. Accederé a salir con un escolta pero con una condición —apuntó su diosa—. No me gusta que me trates con tanta formalidad. No me llames señorita, solo dime Saori. Todo ese lenguaje formal me hace sentir demasiado importante —le sonrió Saori intentando parecer humilde.
—No puedo llamarla por su nombre —respondió Milo de inmediato—. Sería una falta total de respeto hacia su persona. Le ruego por favor que no vuelva a pedírmelo, señorita —la reprendió el de Escorpio, aunque al parecer estaba deslumbrado al percatarse de la belleza e inocencia de su diosa que por las guerras no había tenido la oportunidad de admirar.
—No pensé que fuera tan importante para ti —comenzó Saori—. La próxima vez sin embargo, te voy a convencer. Pero antes debo ir a ver Aioros, obedeceré, le diré a donde iré, y que partiré con unos escoltas. No quiero preocupar a Aioros demasiado —mencionó mientras se acomodaba la capucha.
—Que así sea, mi señorita —reverenció el de Escorpio—. Permítame escoltarla si no es mucha molestia. Saori sonrió, y le permitió al Escorpio que la escoltara. Desde ese día, Saori simplemente no ha podido de dejar de suspirar por la frialdad e inflexibilidad de Milo.
Santuario de Atenas. 20 de Noviembre del 1991.
Si bien era cierto que Milo era uno de los santos dorados más respetuosos de la orden, Saori estaba segura de que aquel día el caballero de escorpio se veía extrañamente asombrado. Quizás no estaba acostumbrado a tenerla de cerca, eso lo entendía. Pero Saori no podía evitar perderse en esos sensuales y arrogantes ojos azul cielo que a ella también la tenían tan intrigada. A Saori le encantaban los ojos de Milo.
Saori se perdió en sus pensamientos. No se percató inclusive del momento cuando las puertas de su habitación fueron golpeadas con gentileza, y momentos más tarde, las puertas se abrieron, dejando ver al Patriarca, Aioros, quien venía a visitar a su diosa.
Aioros se quitó el casco, y la máscara negra que estaba obligado a vestir. Entonces le sonrió gentilmente a Saori al verla tan distraída y pensativa. Aioros, entonces se aclaró la garganta, y comenzó a informar a su diosa.
—Disculpa que te moleste, Saori —habló con jovialidad, y Saori se sobresaltó, despertando de su trance.
—¡Aioros! ¡Por Zeus, no te había visto! —respondió Saori con brusquedad—. Lo lamento, es solo que me quede viendo el paisaje. Está muy hermoso —mintió mientras se ruborizaba.
—No se preocupe, Saori. Sé que está aburrida de estar todo el día en el templo cumpliendo con sus deberes —explicó Aioros—. Por ello he decidido hacer un día de campo con los caballeros dorados mañana —y Saori observó a Aioros curiosa—. Con el clima invernal un poco más controlado ya, podremos todos relajarnos de nuestras obligaciones.
—Eso sería maravilloso, Aioros —sonrió Saori—. No sabes la feliz noticia que me has dado. No sabes lo aburrido que es estar encerrada aquí —y Aioros asintió—. ¿Aioros? —comenzó Saori mientras se recargaba en el balcón—. ¿Has sabido de los caballeros de bronce? —preguntó.
—Según los comentarios de Andrómeda, los de bronce están bien —mencionó Aioros—. Seiya esta con Seika en el orfanato en Japón. Hyoga regresó a Siberia pero próximamente estará de visita. Shiryu volvió a los Cinco Picos. En cuanto a Ikki, Shun mencionó que no sabía nada de él —terminó de decir.
—Entiendo —comenzó Saori—. Es bueno saber que Hyoga viene de visita al Santuario. Hace tiempo que no sé de ellos. Estoy tan feliz por estas noticias. Si me disculpas, saldré a dar un paseo —terminó Saori con una reverencia.
—No vaya muy lejos por favor —sonrió Aioros—. Aún en tiempos de paz, no podemos dejar de velar por su seguridad —terminó el Patriarca.
—Te veré en la cena, Aioros —agregó Saori mientras se colocaba su capucha.
Aioros se alegró, evidentemente divertido por la actitud tan infantil de Saori. Si bien la joven había madurado con los años, ya no era la adolecente caprichosa de antes. Ahora se había convertido en una joven dulce, tierna, e inteligente. Pero no dejaba a un lado su actitud infantil, que obligaba a Aioros a querer a Saori como a una hija. Aioros jamás se arrepentiría de haber dado su vida por ella. Pero Aioros debía regresar a la realidad. Se estaba distrayendo, tenía demasiado trabajo.
Saori salió emocionada del Templo del Patriarca, estaba aburrida de estar encerrada. Bajó las escaleras que conducían al templo de Piscis, dispuesta a dar un paseo por los alrededores. Tenía por objetivo visitar a Shun para conversar con él un rato.
No tardó en llegar al Templo de Piscis, y se distrajo un poco en el hermoso jardín de rosas a su alrededor que le obligó a detenerse a deleitarse con el rico aroma de las rosas. Sonrió, se agachó para admirarlas mejor, sin darse cuenta de que Afrodita estaba observándola.
El caballero de Piscis estaba agradecido por el deleite de su diosa, que siempre paraba en su templo para oler las rosas.
—Saori —llamó Afrodita. Al menos el caballero de Piscis no tenía problemas por llamarla por su nombre.
—¡Oh! ¡Hola Afrodita! ¿Cómo estás? —sonrió Saori—. Las rosas están preciosas el día de hoy.
—Lo sé, las planté yo mismo —habló Afrodita con soberbia—. Siempre amanecerán preciosas —y Saori asintió—. Dime, Saori. ¿A dónde ibas? —le preguntó curioso.
—Iba a dar un paseo por los alrededores y a visitar a Shun —le explicó la diosa—. ¡Me aburro mucho, Afrodita! ¡Me la paso encerrada todo el día! Ya he terminado todos mis deberes de hoy y quiero relajarme un rato. Espero que me des el permiso para salir de tu casa —agregó Saori mientras se incorporaba.
—Por supuesto —agregó Afrodita suavemente—. Estoy de camino a Virgo, necesito conversar con Shaka. La puedo acompañar el resto del camino —y Saori se preguntó sobre las razones de Afrodita—. Si necesita saber. Son asuntos que tienen que ver con la llegada de las festividades navideñas.
—Es verdad —respondió Saori—. Ahora que lo mencionas, tengo que ver cómo van los negocios. Todos los días recibo los resúmenes de auditoría de todas las empresas de mi difunto abuelo pero aun así, no debo descuidarme —se volvió a estresar Saori—. Se acerca la navidad. Ver el Santuario adornado seguro me levantará los ánimos, estoy ansiosa. Afrodita asintió ante las palabras de Saori.
—Después de usted —le informó a su diosa, a lo que ella simplemente le respondió con un delicado movimiento de cabeza, y siguió con su camino.
Afrodita se convirtió en uno de los caballeros dorados más cercanos a su diosa. Por la cercanía al Templo de Athena, él siempre estaba pendiente de sus necesidades. Lentamente, entablaron una gran amistad, que convirtieron a Afrodita en la confidente de los secretos de su Diosa.
En el camino después de salir de Piscis conversaron temas ligeros sin darse cuenta de que llegaron a Acuario. Adentro, encontraron a Camus sentado mientras uno de sus escuderos pulía su armadura cuando sintió la presencia de su diosa. Enseguida, Camus se paró, le pidió a su escudero que dejara de pulir su armadura unos momentos, y le pidió hacer una reverencia ante la presencia de su diosa. Ambos hicieron una reverencia, Saori respondió con un delicado asentimiento de cabeza. Los saludó a ambos respetuosamente, y luego se retiró con Afrodita a Capricornio, la siguiente casa.
Los dos salieron de Acuario. Camus observo a ambos mientras salían, y observo a Saori con cierto aire de agradecimiento. Su diosa se estaba convirtiendo en toda una mujer. Eso le inspiraba cierto aire paternal.
En estos años que habían pasado, Camus había tenido la oportunidad de conocer a su diosa. Saori se había ganado el cariño de casi todos sus Caballeros. Por ello, el normalmente frívolo Camus de Acuario, sonrió al verla, asombrando a Orestes, su escudero, que no dejaba de mirar a su maestro desconcertado.
—¿Maestro? ¿Está usted bien? —preguntó el joven escudero de apenas de 9 años.
—Claro que estoy bien —respondió Camus fríamente—. Termina con tu trabajo, que después de esto debes limpiar las habitaciones de Acuario.
—Sí maestro —respondió Orestes asombrado. Jamás había visto a su Maestro sonreír. Él siempre se caracterizó por ser frio con todos a su alrededor. Pero cuando estaba su diosa presente, él siempre sonreía con una ternura que él jamás se imaginó que vería en él.
Orestes siguió con su trabajo de pulir la armadura de su maestro, pero se preguntaba: ¿Que tenía su diosa, Saori Kido, que le sacaba sonrisas a su Maestro? Había que aceptar que la joven era muy hermosa para tener solo 17 años de edad. Orestes creía sin embargo que ella tenía 20 años cuando él fue contratado en el Santuario hace más de 3 años. Pero cuando se enteró de la verdadera edad de su diosa, se quedó helado. Pero Saori no dejaba de ser una joven encantadora. Sin embargo, no era el momento de ponerse a pensar en ello. Así que Orestes se concentró en terminar de pulir la armadura de su maestro.
Cuando Saori y Afrodita llegaron hasta Capricornio, Shura los esperaba afuera e hizo una reverencia al ver a su Diosa.
—Mi señorita Saori, que gusto verla —se arrodilló y entonces habló con voz suave—. Se ve hermosa hoy.
—Gracias, Shura —se alegró Saori—. Pero no es necesario que te arrodilles, sabes que no me gusta tanta formalidad —se cruzó de brazos, la diosa.
—Sabe que en el Santuario hay reglas que nosotros los caballeros debemos seguir —prosiguió Shura—. ¿A qué debo el placer de su presencia? —pregunto Shura con formalidad.
—Voy de camino a visitar a Shun —explicó la diosa—. Y Afrodita me acompañará hasta Virgo —respondió Saori, aceptando que debía contestar lo más formal posible.
—Ya veo —respondió Shura solemnemente—. Tenga cuidado, señorita. Hay mucha nieve y el clima se está haciendo más frio. Le ruego que no vaya a resfriarse.
—No te preocupes, Shura —aseguró la diosa—. Estoy cubierta con una capucha. No tienes de qué preocuparte, estaré bien —sonrió. Shura asintió, y escoltó a Saori hasta la salida de la casa de Capricornio. Al salir, Saori se despidió con una reverencia, y bajó con Afrodita.
Así continuó el trayecto, siguieron conversando hasta que llegaron hasta la Casa de Escorpio. Saori al observar que llegaban hasta la octava casa se mostró algo nerviosa, cosa que no pasó desapercibido de Afrodita, que sonrió con picardía.
—¿Sucede algo con la Casa De Escorpio? —preguntó Afrodita de forma maliciosa.
—¿Eh? ¡Oh nada, nada! Estoy bien es que solo tengo… —comenzó a titubear nerviosa.
—Saori, a mí no puedes ocultarme nada —agregó Afrodita—. Sé del incidente de hace dos semanas. Pasó frente a mi casa, ¿recuerdas? —y Saori se ruborizó—. Por cierto, debes ser más cuidadosa, y aún más si querías irte al pueblo. Me pudiste haber avisado, no hagas eso la próxima vez —la reprendió Afrodita.
—Discúlpame… pero ese día estabas ocupado… —respondió Saori—. Yo quería salir a distraerme por Atenas. Además, no salí sola. Milo me acompañó todo el día hasta regresar al Santuario —y Saori se cubrió con la capucha.
—Entiendo pero… —comenzó afrodita—. ¿Por qué te cubres el rostro con la capucha? Es sospechoso —preguntó sonriendo ante el nerviosismo de Saori.
—No por nada —se sonrojó Saori. Y se cubrió aún más cuando llegaron al templo de Escorpio.
Afrodita vio que Saori balbuceaba algunas cosas inteligibles que Afrodita no entendió para nada. Pero simplemente les restó importancia cuando se adentraron el al Casa de Escorpio. Observaron que Milo venia saliendo con un pantalón de entrenamiento de color verde olivo, y se secaba el sudor de su frente. No traía puesta camisa alguna, así que Saori no pudo evitar admirar sus sensuales y bien formados bíceps, de los cuales caían gotas de sudor.
Milo no se había percatado del arribo de sus visitantes, y Saori se quedó petrificada de los nervios, jamás había visto un cuerpo tan masculino y tan bien esculpido como el de su caballero de Escorpio. Ni siquiera los bíceps de Seiya estaban así de desarrollados como los de Milo. Eso la hizo sonrojarse, por primera vez admiraba los atributos de Milo. Él tenía más que eso, tenía un rostro que le daba un aire de sensualidad, y un aire de misterio también.
Saori se sonrojó más al saber que de la nada se formulaban pensamientos por Milo, por su parte, Afrodita arqueó una ceja ante la escena un poco exhibicionista por parte de Milo, aclaró su garganta, y llamó la atención del distraído Escorpio.
—Disculpa. ¿Interrumpimos algo? —preguntó Afrodita con algo de sarcasmo.
—¿Eh? ¿De qué demonios estás hablando, Afrodita? —preguntó Milo arqueando una ceja.
—De que ni siquiera te diste cuenta cuando Saori y yo llegamos a tu templo. ¿Pero qué falta de respeto es esa Milo? No me asombraría de Aioria o de Seiya, pero de ti. Tú que eres respetuoso con tus subordinados —y Milo parpadeó en un par de ocaciones por escuchar lo ofendido que estaba Afrodita—. Vamos, Saori. Antes de que se haga tarde para usted —agregó con molestia.
—¡Espérame Afrodita! ¡Ya voy Milo! —respondió la diosa—. Milo, no te preocupes, no importa que hayas estado distraído. De todas formas se veía que estas ocupado —mencionó Saori con una voz suave y dulce.
—No, usted discúlpeme a mí por no darme cuenta de su presencia, señorita —interrumpió Milo—. Como compensación, permítame escoltarla hasta la salida de mi templo —y Milo hizo una reverencia.
—No es necesario, Milo —le ofreció la mano Saori para que se pusiera de pie.
—Insisto, señorita —respondió Milo. Que entonces alzo su vista para encontrarse con los bellos y puros ojos de Saori, quien lo miraba con una tierna mirada forzando a Milo a desviar la propia.
No estaba acostumbrado a ver a su diosa a si de frente. Si no era estrictamente necesario al menos. Pero tuvo que volver a mirarla entonces, vio que esos hermosos ojos azul-zafiro no dejaban de verlo, forzándolo a quedarse allí, admirando esos hermosos ojos, y entonces se dio cuenta que Saori le estaba ofreciendo la mano, y el no tuvo más remedio que aceptar, y se levantó para encarar a Saori, que no dejaba de verlo con una tierna mirada.
Milo suspiró, la escoltó afuera, y Afrodita sonrió con diversión al ver a Milo. Últimamente lo sentía nervioso ante la presencia de su diosa, cada vez que ella estaba cerca. Afrodita sabía que era por lo acontecido hace dos semanas.
Milo y Saori llegaron hasta la salida de Escorpio, y Saori se despidió haciendo una reverencia. Milo asintió, se rasco la nuca un poco nervioso no entendiendo que le había pasado, y Saori bajó las escaleras. Afrodita por su parte, se quedó para encarar a Milo.
—¿Por qué observas a tu diosa con semejante lujuria? —y Milo se sobresaltó—. He visto que la miras demasiado últimamente. Ella es tu diosa y nada más —demandó al recriminar las miradas entre Milo y Saori.
—Yo jamás miraría a mi diosa de esa manera —aseguró Milo—. Lo que sucedió aquí solo fue una imprudencia que no se repetirá. Para tu información sin embargo, te aseguro que no tengo nada que esconder, y no me importa lo que pienses de mí. Ahora si me disculpas, debo retirarme —habló Milo con molestia.
—Eso es lo que tú crees —respondió Afrodita con la misma molestia.
Milo se viró, pero Afrodita ya no estaba. Milo entonces se extrañó ante las palabras de Afrodita. Al parecer sabía respecto a la escena que tuvo con Saori, pero Milo simplemente se negó a creerlo, y regresó a su templo.
Después de bajar el resto de las casas y saludar al resto de los caballeros, llegaron a la casa de Virgo. Cuando se adentraron, encontraron la sorpresa de ver una niña de cabello rosado y largo, con puntas rizadas una galluza de medio lado. Tenía los ojos azules, tan azules como el cielo. Su piel era pálida, y llevaba un vestido naranja con un lazo rosa. Detrás de ella venia Shun, que se reía ante las bromas de la niña, y Shaka tampoco pudo evitar embozar una sonrisa ante la inocencia de la pequeña.
Saori en cuanto vio a Shun sonrió, y no tardó en reconocer a la pequeña, estaba emocionada de verla, a esa dulce niña que había llegado hace dos años a la Fundación Graude porque había perdido a sus padres en una accidente de avión. La niña tenía 5 años de edad, y le había robado el corazón a Saori. Si no fuera porque era una diosa, seguramente la hubiese adoptado.
—¡Euphie! —gritó Saori emocionada.
—¡Mamá Saodi! —gritó la niña, y corrió a su encuentro.
Saori le tendió los brazos para que la niña llegara y se abrazara de ella con mucha fuerza, como si temiera que al soltarla no la volvería a ver. Shun sonrió al ver la escena, al igual que un conmovido Afrodita. Shaka simplemente mantuvo los ojos cerrados, pero no pudo evitar sonreír al escuchar las risitas de la niña.
—Euphie, qué alegra me da de verte. No sabes cuánto te eche de menos —le susurró Saori, abrazándola con más fuerza.
—Euphie también te extañó —comenzó la niña, que aún no lograba entonar bien las palabras—. Euphie se sentí solita en el ofanato —exclamó con sus ojos cristalizándose en lágrimas.
—Íbamos de camino a buscarte, Saori —exclamó Shun—. A Euphie acaban de trasladarla del orfanato de la fundación Graude, al que fundó usted en el Santuario. Supuse que ya que estabas aquí sería mejor si Euphie se quedaba con nosotros —terminó Shun, feliz de su idea.
—¿Enserio? ¡Eso es maravilloso! ¡No puedo creerlo! —se alegró Saori, abrazando a la pequeña—. Euphie se quedará conmigo —susurró Saori con ternura—. Shun, expresa mis agradecimientos a la fundación por el traslado, y al orfanato del Santuario, coméntales que Euphie se quedará conmigo. Yo misma, me encargaré de cuidarla. Le pediré a Aioros que prepare una habitación en el Templo de Athena —agregó Saori con alegría.
—¿Adoptará a la niña? —se sorprendió Shaka—. Permítame romper sus ánimos señorita pero, ¿en verdad realizará todos esos trámites? No podemos tener a una niña en el Santuario, no al menos de que desempeñe un puesto en especial —insistió Shaka, tratando de mantener a Saori informada de las reglas del Santuario.
—No, Shaka. Euphie debe crecer como una niña normal —agregó Saori—. No quiero introducirla al mundo de la caballería, sería muy duro. Ella está más apta para ser una princesa —y Shaka comenzó a preocuparse—. Sé lo que intentas Shaka. Las reglas de amar a todos por igual y no sentir predilecciones por nadie, pero Shaka. Por favor. Ella perdió a sus padres. Quiero ser una madre para ella —suplicó Saori.
—Las reglas de amar a todos por igual solo vienen enfocados a una sola fuente, Shaka —auxilió Afrodita a Saori—. Mientras Saori se mantenga pura, yo no veo porque la niña no puede quedarse con nosotros —y Saori sonrió por el apoyo de Afrodita—. Además, Saori estaría distraída, no se sentiría sola, y no intentaría escapar del Santuario.
—Veo un punto en tu comentario —aceptó Shaka—. La apoyaré entonces en su decisión de adoptar a esta niña. Pero debe prometer no volver a intentar escaparse del Santuario —y Saori asintió—. Además, el Santuario es muy peligroso para una niña de 5 años, debe atenderla en todo momento —terminó con seriedad Shaka.
—¿Escuchaste eso Euphie? —comenzó Saori—. De ahora en adelante ya no serás Euphie Britania —y Saori le acarició la mejilla con gentileza—. Desde ahora, serás conocida como Euphie Kido. Bienvenida a mi familia.
—¡Euphie Kido! —sonrió la niña—. ¡Ya tengo mamá! —continuó la pequeña.
—Gracias, Shaka —se alegró Shun—. Gracias por permitirle a Saori tener una pequeña compañera. En verdad lo necesitaba —y Shaka asintió a duras penas—. Saori, Euphie. Hay mucho que hacer ahora que se ha decidido la custodia de Euphie, Tenemos que llenar el papeleo, además de llevar las cosas de Euphie al Templo de Athena —y Saori asintió, y Shun le dedicó una gentil sonrisa—. Por cierto, no hay que preocuparnos por Aioros. Él ya estaba enterado de todo esto.
—Entonces también fue idea de Aioros —se alegró Saori—. Eso facilita muchas cosas. Vamos, Euphie. Y muchas gracias a todos, Shaka, Afrodita —se despidió Saori, tomó a su nueva hija de la mano, y la guio a los templos superiores.
Afrodita sonrió agradecido por la idea de que la niña le hiciese compañía a Saori. La diosa siempre estaba sola, tener una responsabilidad como una hija seguro la mantendría ocupada, además de que Euphie había cautivado su corazón. Pero Afrodita también tenía otras responsabilidades, por lo que miró a Shaka, y comenzó a discutir los arreglos por las festividades decembrinas ya próximas.
Templo de Athena.
En un pequeño mirador, Euphie admiraba el paisaje invernal del Santuario sentada en las piernas de Saori, que le hacía compañía en esos momentos. Se acurrucó para jugar con los listones de la capucha de noche de Saori, mientras Shun preparaba una carta para informar lo ocurrido en oriente al resto de los bronces.
—Todos están tan felices —comenzó Saori, viendo desde el balcón en dirección al Santuario—. Ahora eso es lo único que me importa. Ustedes, junto con los caballeros dorados, sufrieron demasiado en estas batallas. Tienen derecho a tener una segunda oportunidad de vida. Además por lo que me comentaste, Shun. Seiya no perdió el tiempo en absoluto. Ahora está con Miho —agregó Saori con un aire de tristeza.
—Seiya solo ve a Miho como una amiga, Saori —explicó Shun, y Saori asintió—. Pero incluso si fueran a formar una relación… escuché de Afrodita que usted también a comenzado a sentir algo por Milo —sonrió Shun, y Saori se sobresaltó—. Todos escuchamos sobre la milagrosa atrapada de Milo, señorita —continuó Shun—. Después de eso, Aioros mandó traer a Euphie para mantenerla en el Santuario.
—Milo solo amortiguó mi caída, Shun… no pienso en él de esa manera —se defendió Saori, sumamente avergonzada—. Aunque… —comenzó Saori.
—Saori, puedes contármelo —comenzó Shun—. ¿Te sientes atraída por Milo? —y Saori lo pensó—. Si me preguntas, es más que obvio. Pero Milo es inflexible, e indiferente. No creo que se sienta atraído por ti o por nadie, para él solo existe la obligación —entristeció Shun.
—Lo sé… es tan… —comenzó Saori sintiéndose frustrada—. Noble —concluyó—. Pero hoy me dí cuenta… de que en verdad me siento atraída por Milo. Aunque… probablemente solo sea atracción física —recordó Saori el ver a Milo sin su armadura—. No sé si en verdad sea amor —y Saori suspiró, preocupando a Euphie.
—¿Mamá Saodi? —llamó su atención la niña—. ¿Pod qué está tiste? —preguntó—. Mamá estaba feliz, ahoda tiste… Euphie tiste también —bajó la mirada la niña.
—No me pasa nada, Euphie —le sonrió Saori con ternura—. Mi pequeña muñequita —le besó la frente —. Solo estoy recordando cosas sin importancia, no te preocupes, pequeña.
—¡Mamá está feliz de estad con Eupgie! —exclamó alegremente la niña de cabellos rosados.
—Pero por supuesto —agregó Saori—. Y siempre será así —y Saori comenzó a hacerle cosquillas a la niña, que comenzó a reír con fuerza. Shun también se rio, contagiado por la risa de la niña.
—Pero volviendo al tema, señorita Saori —interrumpió Shun—.. Me preocupan esos sentimientos que tiene por Milo. Sabes que él jamá la miraría así —y Saori bajó la mirada—. No quiero vrla sufrir, Saori… quiero que sea inmensamente feliz, se lo merece —prosiguió Shun preocupado por la situación.
—Y te lo agradezco, Shun —comenzó Saori—. Además, Shaka y Afrodita tienen razón… una diosa no debe enamorarse jamás de su nadie. Ni siquiera de sus caballeros —y mientras Saori decía esto, Euphie la miraba preocupada—. Incluso si lo deseara, con todas mis fuerzas, no podría amar a Milo… así como me rendí de querer amar a Seiya… el amor de Athena, debe ser igual para todos. No lo olvido pero a veces es difícil… amar es inevitable… seré una diosa, pero también soy una mujer. ¿Qué pasa cuando las necesidades humanas son innegables? —y Saori sintió que su vientre era presionado con gentileza. Euphie había comenzado a cabecear.
—Entiendo que estas prohibiciones sean muy duras, Saori —comenzó Shun, mientras Saori abrazaba a su nueva hija—. No sé cómo es vivir así… pero no todo se le ha prohibido —apuntó Shun a Euphie—. Ya es hora de que lleve a su hija a dormir. Mañana la presentaremos ante todo el Santuario. Será su pequeña compañera en una vida de prohibiciones. Un destello de esperanza —sonrió Shun, mientras Euphie se acurrucaba sobre el regazo de Saori.
—A dormir, Euphie —le acarició la cabellera Saori, y Euphie se quedó dormida en su regazo, arrebatándole una tierna sonrisa.
Saori entonces la cargó con cuidado, hasta llevarla a la habitación donde Aioros los esperaba. Habían terminado de preparar la habitación de Euphie, y Aioros los había esperado para ver la reacción de la pequeña, pero no pudo hacer más que sonreír al verla dormida en los brazos de Saori.
Tuvieron que despertar a Euphie para cambiarla, y ponerle su pijama. Euphie estaba tan cansada que ni siquiera se dio cuenta. Saori la acostó nuevamente, ahora en su cama, y la niña se quedó dormida. Saori la arropó con sumo cuidado, se despidió de su hija, y se preparó para irse a dormir. Pero en lugar de regresar a su habitación, se acostó junto a su pequeña, y la miró dormir. Saori estaba agradecida, se le había dado una oportunidad de ser una madre, a pesar de no poder tener un padre que entregarle a su pequeña. Ya no estaba tan sola, y las prohibiciones del Santuario, parecían tolerables.
Y sin embargo, unas lágrimas traicioneras comenzaron a caerle de los cristalinos ojos. Saori se sentía afligida. Las reglas aún le impedían amar, con Seiya fuera pensó que todo sería más tolerable, pero ahora no sabía qué pensar. Si sentía amor por Milo, Saori sabía que no podía sentirlo, y eso le partía el corazón. Milo no se iría como Seiya, él tenía una vida. Una vida de servidumbre en su nombre.
Sentir algo por Milo la hacía sentirse culpable, sentía que reemplazaba a Seiya. ¿Dónde quedaba Seiya en todo? Ni ella misma tenía la respuesta. Cuando Seiya se fue, Saori sabía que había terminado, que era lo mejor. Como diosa virgen tenía prohibido amar. Pero ahora sentía algo por Milo. No podía amar al Escorpio, mucho menos cuando dejó ir a Pegaso. Pero quizás, aclarando los sentimientos que comenzaban a nacer, no se sentiría tan sola. Ahora tenía a Euphie que le ayudara a superar su soledad.
Saori suspiró ya más tranquila. Tenía que acostarse a dormir. Cerró los ojos, se acomodó al lado de la pequeña ya dormida. E intentó conciliar el sueño.
Casa de Escorpio.
Milo daba vueltas en su cama, no podía dejar de pensar en las palabras de Afrodita con respecto a lo que sucedió con Saori. ¿Desde cuándo había comenzado a verla de una manera diferente? Milo sabía que jamás le faltaría al respeto a su diosa. Pero, ¿cómo no quererla?. Saori era hermosa, dulce, delicada y muy inteligente. Ella era toda una dama, pero él era un caballero dorado. Tenía que respetar ciertas reglas en el Santuario, pero la imagen de los hermosos ojos de Saori llego a su mente de nuevo, torturándolo por un buen rato, y ocasionó que Milo gruñera, se pusiera una almohada en el rostro, e intentara borrar esa imagen. No quería pensar en esos hermosos ojos, pero no pudo ignorarlos tampoco, estaban impresos en su mente. Esa imagen lo acompañó por el resto de la noche.
Templo de Athena. 21 de Noviembre del 1991.
A la mañana siguiente, tanto Saori como Euphie se levantaron temprano para que la niña fuera presentada ante los 88 caballeros que protegían a Athena. Aioros presento a la niña como una huérfana con quien su diosa se había encariñado, y que viviría con ella ahora en el Santuario.
Templo de Escorpio. 23 de Noviembre del 1991.
Dos días después de la presentación de Euphie, la pequeña se había ganado ya a la mayoría de los santos con esa tierna e inocente sonrisa. Una tarde fría, Euphie se había escapado de las manos de Saori al querer bajar a las doce casas a ver a su tío, Aioria. La niña tenía un inmenso favoritismo por los caballeros de Leo, Tauro, y Sagitario. Pero había un caballero al que Euphie no había conocido bien todavía, Milo de Escorpio. Ella pensaba que era muy frio, siempre la veía pasar sin decir más. Reconoció el templo cuando llegó a este de inmediato, adornado con las estatuas de escorpiones.
Entró con timidez. Temía al caballero que cuidaba esta casa. Podía sentir su mirada a través de la oscuridad, acechando, como si Euphie fuera una presa. Euphie no lo sabía, pero comenzaba a sentir su presencia. Se volteó de repente, sintió la presencia de Milo, había sentido su cosmos. Por unos instantes, Milo solo la observó con detenimiento, pero entonces, se agachó, intentando acomodarse a su altura.
—¿Euphie? —comenzó Milo—. ¿Qué haces fuera sin supervisión? ¿No deberías pasearte por las doce casas tú sola? —agregó Milo, en un principio fríamente, pero al final sonrió con una ternura que solo se reservaba para la niña.
—Me pedi —mencionó Euphie—. Buscaba la casa del tío Aioria. ¿No es su casa? —preguntó, y Milo lo negó con la cabeza—. Lo siento… Euphie ya se va de regueso —intentó correr la niña, pero Milo la detuvo.
—No deberías salir, sin un escolta —insistió Milo, y Euphie se preocupó—. Ven, yo te llevo donde Aioria —y Euphie se alegró—. Pero la próxima vez, no te dejaré pasar, y te llevaré de vuelta al Templo de Athena con el Patriarca Aioros. Una niña pequeña debe estar con sus tutores, no sola andando en mi templo —sonrió Milo de forma arrogante.
—Lo siento —se sintió algo reprendida la niña, que entonces observó a Milo fijamente—. ¿Cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes? —preguntó mientras parpadeaba por la curiosidad.
—Mi nombre —comenzó Milo, acomodándose en una pose solemne—. Es Milo, caballero dorado de Escorpio, guardián de la octava casa del zodiaco —se presentó de una forma sumamente formal—. En cuanto a mi edad, no hace mucho cumplí los 23 años de edad.
—¡Ah! —gritó Euphie sorprendida—. ¡Tú edes el mismo Milo que mamá Saodi menciona bastante! —se emocionó Euphie.
—¿La señorita qué? —se detuvo Milo al escuchar que la niña había dicho que su diosa lo mencionaba bastante. Aquello lo preocupo.
Milo observó a Euphie con detenimiento, prestándole toda su atención. La pequeña simplemente sonrió con esos enormes ojos esperanzadores, que conmovían inclusive a Milo.
—¡Entonces tú edes papa Milo! —continuó Euphie, y se lanzó a abrazarle la pierna.
—¿Eeeeeh? —perdió la compostura Milo, se ruborizó, y observó a Euphie que reía con alegría—. ¿Cómo dices? —preguntó conmocionado.
—Edes mi papá —sonrió Euphie—. Poque mamá Saodi te menciona todo el tiempo. Aunque… —se entristeció un poco—. A veces… mamá Saori te menciona, y se pone tiste… y eso pone a Euphie tiste también —y Milo se preocupó un poco por lo que decía la niña—. ¡Ya sé! —exclamó ella orgullosa de su idea—. Si papá Milo le da un besito a mamá Saodi. Mamá Saodi estadá contenta. ¿Vedad? —preguntó la niña.
—¿Un queeeeé? —se sobresaltó Milo—. Espera… Euphie… yo no puedo… —se puso nervioso.
—¡Euphie! —resonó el grito de Saori.
—¡Ah! ¡Mamá Saodi! —gritó de regreso Euphie.
Saori había salido corriendo preocupada en búsqueda de Euphie. Saori salió a buscarla por las doce casas, pero no se imaginó encontrar a su hija abrazada de la pierna de Milo. Cuando la niña vio a su madre, corrió a su encuentro se tiró en los brazos de su mamá, quien la abrazó aliviada tras haberla encontrado, y le dio un gentil beso en si frente.
—Por Zeus, Euphie. No vuelvas a hacerme eso —le mencionó Saori—. No debes salir del Templo del Patriarca sin supervisión. Aioros y yo te buscamos por todas partes, movilizamos a todos los soldados buscándote, teníamos miedo de que hubiera sucedido algo —la reprendió Saori, lo que sorprendió a Milo, pues Saori era normalmente la que se escabullía sin supervisión—. Si quieres salir, la próxima vez avísame. ¿Sí? —le susurró Saori.
—Sí, mamá Saodi —respondió Euphie—. Solo quedía id a ved a tío Aiodia pedo Euphie no sabe cuál es su casa —intentó explicar—. Pedo mida, encontié a papá Milo —y saori se ruborizó inmediatamente, Milo por su parte, intentó ignorar la situación—. Euphie le pidió si podía dadte un besito —sonrió ampliamente la niña.
—¿Un queeeeé? —se apenó Saori—. Espera, Euphie. ¿Por qué le pediste eso a Milo?
—Si me permite —interrumpió Milo, levemente apenado—. Señorita Saori, encontré a Euphie tratando de pasar por mi templo pero… ya la detuve —explicó Milo e hizo una reverencia.
—Gracias… Milo —respondió Saori avergonzada—. No me había dado cuenta de lo traviesa que era Euphie —y Milo asintió—. La llevaré a Leo para que pase un rato con Aioria. Euphie se encariñó con él porque es un infantil. Gracias de nuevo, lamento la molestia. Nos vamos para Leo entonces —y Saori hizo una reverencia, y comenzó a jalar a Euphie a la salida de escorpio.
Para el descontento de su madre sin embargo, Euphie se molestó, se cruzó de brazos, e infló las mejillas. No habían cumplido con su petición todavía, por lo que comenzó un berrinche asombrando a Saori y a Milo pues jamás la vieron así de molesta. Saori le pregunta que le pasaba, y Euphie continuó con su rabieta.
—Papá Milo debe dadle un besito a mamá Saodi pada que esté feliz —recriminó Euphie—. Euphie quiede que papá Milo le dé un besito a su mamá —y observó a ambos con tristeza.
—¿Eeeeeh? —se sobresaltó Saori.
—Eso es imposible —susurró Milo para sí mismo.
—¡Euphie! —comenzó Saori—. Milo no es tu papá —intentó explicar Saori—. Él es el caballero de Escorpio, y yo no puedo besarlo por más que quieras —y Euphie se mostró al borde de las lágrimas—. Vamos… te llevaré a que juegues con Aioria.
—¡No! —gritó Euphie molesta—. Papá Milo debe besad a mamá Saodi —insistió.
—Con el debido respeto —se molestó Milo—. Euphie, no digas tonterías —habló con seriedad, y Saori se sorprendió de la frialdad de Milo—. No hay forma, en que un caballero leal a Athena, haga ese tipo de barbaridades —terminó Milo. Euphie al escuchar esas palabras ya no estaba molesta, ahora sus grandes ojos azules se llenaron de lágrimas que amenazaban caerle del rostro pues ella creía que Milo era su papá.
Pensó que Milo había dejado sola a su mamá Saori. Y Saori al ver a Euphie con ganas de llorar, no sabía qué hacer. Saori detestaba ver a su tesoro llorar, le partía el corazón. Cuando Euphie lloraba, Saori se odiaba a sí misma por no poder hacer nada para evitar que su hija sintiera dolor.
Saori abrazó a Euphie con fuerza, y la acomodó en su regazo, tratando de calmarla. Saori entonces observó a Milo, quien se sentía levemente culpable por el llanto de la niña. Suspiró, intranquilo. Solo había una forma de complacer a la niña, o al menos eso fue lo único que le cruzó por la mente en ese momento ya que Euphie creía que él era su papá.
—No puedo creer que en verdad voy a hacer esto —se dijo a sí mismo, se acercó a Saori, asombrando a su diosa, y entonces le besó el cachete lo más cerca posible de sus labios para engañar a Euphie. Saori estaba en extremo avergonzada, pero comprendía lo que Milo estaba haciendo. Y sin embargo, algo que ninguno pensó que podría pasar, simplemente pasó.
Euphie, sorprendida y feliz por ver cumplido su capricho, alzó la cabeza, golpeando la barbilla de Saori, que por la cercanía de Milo terminó con los labios de ambos tocándose. Acababan de besarse de verdad. Saori se sonrojó horriblemente, su corazón se aceleró más que nunca. Las buenas intenciones de Milo habían terminado de una forma que Saori jamás creyó que Milo aceptaría. Saori no sabía si seguir con el engaño, o simplemente soltarse de él. Saori solo podía pensar en la sensación que se había estado perdiendo por tantos años. Así se sentía besar. Milo estaba igualmente inmerso en su propio mundo, los labios de su diosa eran dulces, pero a la vez sensuales, no quería despegarse de ellos pero no le quedó otra alternativa, era su diosa, estaba prohibido, y había sido solo un accidente. Saori estaba en extremo sonrojada, Euphie por su parte se limpió sus lágrimas y sonrió con inocencia.
—¡Papá Milo, mamá Saodi! —comenzó Euphie—. ¡Los quiedo mucho! ¡Son mis papás! Vprosiguió tendiéndole los brazos a Milo para que la cargara. Saori sin embargo, no podía arriesgarse a más malentendidos.
—Ya es hora… de irnos… —interrumpió Saori, lo que molestó a Euphie, quien quería abrazar a su papá.
Milo quedo asombrado y ruborizado por lo que había ocurrido. No debió besar a su diosa, ni siquiera en la mejilla. Semejante comportamiento merecía un castigo por parte de Aioroa. De momento sin embargó, se limitó a despejar su mente, debía entrenar.
Saori bajó las escaleras sonrojada. No se había siquiera dado cuenta de que Euphie seguía molesta por no poder abrazar a Milo. Cuando llegaron a Leo, para suerte de las dos, allí estaba Aioria y no estaba solo, estaba con Marín, su novia. Cuando Euphie los vio, bajó corriendo para darle un abrazo a ambos. Saori les pidió si podían quedarse un rato con Euphie que quería visitarlos, Aioria aceptó, y comenzó a jugar con Euphie.
Saori se alegró, se despidió, y comenzó a caminar por los alrededores del templo de Leo, hasta llegar a los templos de entrenamiento, y a los bosques cercanos a la montaña. Necesitaba meditar lo acontecido en el Templo de Escorpio.
