Advertencia: tanto los personajes como las situaciones son pripiedad intelectual de George R.R. Martin.

Este relato participa en el reto #32 "¡Yo lo quiero!" del foro [Alas Negras, Palabras Negras].

Lost Heaven

Only Exeption [Cersei]

Desde la cima podía ver el mar lamer la arena, amantes eternos que se mecían en los brazos del otro, como Jaime y ella.

Habían nacido para gobernar, ser grandes, que oyesen su rugido, para que les amaran y les temiesen. Habían llegado al mundo juntos y así deberían estar siempre, unidos por ese vínculo secreto que nadie más tenía.

Le gustaba pensar que eran únicos, los primeros y los últimos en amarse de ese modo, de entregarse al otro sin reservas, como iguales que eran. Podía ver sus ojos ardiendo en los de él, siameses. Besarle era como besarse a ella, labios simétricos, idénticos; la misma forma, el mismo sabor. Cuando le sentía en su interior, tumbado sobre ella, sus corazones latían al unísono, fundidos como ellos, sus pieles pegadas, su cabello confundido, ¿dónde terminaba uno y empezaba el otro?

Desde que le había visto por primera vez supo que le quería, que siempre le amaría, porque era la parte que la completaba, pero la habían casado, separado de él, obligándola a amar, a ser de otro, a alguien que no era la parte que la complementaba. Y estaba triste, sola, desesperada por volver a verle, sentir de nuevo esos labios idénticos sobre los de ella, volver a sentirse entera.