Siento el viento rugir y chocando contra mi rostro. Sentada al borde de la vereda. Viendo pasar la gente en la de enfrente. Entre todas las que pasan, no lo veo. Siquiera se ha aparecido desde hace días. Mi alma esperanzada me dice que si mantengo la insistencia, tal vez se aparezca delante de mí. Con rosas, miles de rosas para mí. Me fascinan ese tipo de regalos. No importa si parezco antigua, soy así. Desde que tengo memoria me fascinó la idea de que alguien me regale flores junto con una carta escrita a puño y letra. Lo considero la muestra más sincera de amor. De esas que toda mujer espera de un hombre. Todo un caballero, no de esos de reluciente armadura y belleza platónica, sino uno que sepa tratarte de la forma más hermosa que existe. Te haga sentir la mujer más perfecta de todas aunque sepas que no lo eres. Que te abrace con uno de esos abrazos fuertes que te hacen sentir sumamente protegida en el agradable calor del amor. Sólo eso deberían de pedir las mujeres en un hombre. Por suerte, el mío es uno de esos. Tan dulce y amable conmigo. Me siento su princesa a su lado, incluso si estoy toda desarreglada. En la espera de mi amado, sigo pensando en sus rigurosas virtudes y sus pesados defectos. He pasado varios días sin él. Sin poder sentir su calor tan reconfortante. Sin poder sentir sus labios ásperos sobre los míos. No sé qué pensar sin su comprensión para alentarme a seguir adelante. Él me dijo que hay que ser fuertes, ¿Cómo serlo si no tengo a mi lado lo que realmente me hace fuerte? Incluso me hace sentir débil su ausencia. Siento que me desmorono. Me despedazo poco a poco, volando retazos de mi alma al viento libre dándole al alba su simpático paisaje. Adornado con las telas de trapo que dejó el olvido y la soledad, unas cortinas bastantes demacradas junto con un escenario vacío, oscuro y solitario. Pero él no apareció y la desdicha de mi temer se presentó. No hubo rosas y el guion de esta horrible escena no se completó. Sin embargo, seguiré esperando a que vuelva a pasarse por aquí. Sigo esperándolo, con la cara empapada en lágrimas, que se aparezca con rosas como lo prometió. Con miles de rosas rojas como me gustan. Aunque parezca mentira, estaría aquí por siempre si así lo desee. Porque el amor verdadero es tan sólo el primero. Los demás, los demás son sólo para olvidar a uno que te hayan herido en el alma y las heridas no sanan con mentiras, sino con hechos. Puede que duela pero valdrá la pena el esperar de mi amado pese a que la tristeza me inunde. Me abrazo a mí misma, llorando mi soledad. A la espera de tan dulce momento que anhelé desde hace mucho. Él me dijo que volvería, el trabajo lo tiene muy ocupado pero todos los viernes lo sigo esperando cada tarde para verlo llegar. Espero tenerlo conmigo así le expreso el amor que guardo dentro de mí. A que llegue para sacarme de la grotesca escenografía de mi rendir. Donde la esperanza dice "Quieta, hoy quizás sí".