FELICIDADES DANA 3 3 Sé que llega un poco con retraso, pero como te hice el dibujito me quedo más tranquila e intentaré actualizar lo antes posible para finalizar este short fic 3
Todo lo que pienso de ti y lo mucho que te valoro te lo digo muchas veces, pero nunca viene de más repetirlo: eres admirable y una gran persona, que nadie te haga creer jamás lo contrario 3
No sé si será de tu agrado, pero lo he hecho con todo mi cariño y quería desde hace tiempo dedicarte un Meltear, pairing que por cierto no shippea nadie más xDDD Así que supongo que esto solo lo leerás tú y curiosamente eso me gusta porque lo hace más personal y entre nosotras xDDD
Es como si el Meltear fuera algo exclusivo que nos une 3
Supongo que en su total el fic se quedará en 4 capítulos en total, espero no hacerlo muy largo XD
Felicidades de nuevo y espero que, como mínimo, no te parezca muy horrible xDD Y espero no tener muchos fallos ni lapsus xD
He escogido un título de Sonata Artica porque me ha gustado mucho la canción y no tenía ni puta idea de qué título ponerle xDDD Pero, creo que los sueños se vinculan con las nubes y, al fin y al cabo, el fic también habla de ver cumplidos sueños respecto a una sociedad más concienciada, así que... XD
1. Cloud Factory
—Supongo que esto es un adiós.
Aguantó las lágrimas, pues poco podía hacer con el temblor de sus piernas. Él clavó sus ojos en ella, fríos como el hielo; carentes de vida. Su corazón palpitaba, su aliento escapaba de sus labios. De eso no había duda. Mas, por mucho que manifestara vigor; por dentro, su alma se quebraba cual cristal fino.
Y ella era la responsable.
Se le contrajo el pecho cuando, incluso destrozado, se esforzó por dedicarle una tenue sonrisa. Cierto calor la arropó al recibirla; cierto frío la invadió ante las expectativas. «Fuego y hielo —pensó—. Ni George R. R. Martin mataría mejor que yo». Tragó saliva, evitando pensar en las ironías de la existencia. Lo que les unió regresaba para recordarle por qué se separaban. Él era hielo y ella... ella era una completa desconocida para sí misma...
Su eterno dilema.
La pregunta que se planteaba cada vez que se reflejaba en un espejo.
¿Quién era en realidad?
—Adiós —la interrupción la sobresaltó—, se dice a quien te decepciona. Sirve para cerrar puertas que nunca desearías volver a abrir.
Sin previo aviso, las lágrimas finalmente fluyeron por todo su rostro, vaciándole lentamente. Un escalofrío repentino le recorrió la espina dorsal cuando la mano de él se posó sobre la suya con cautela. Sorprendida, lo miró de verdad por primera vez desde su encuentro. De nuevo, aquella sonrisa dulce que le sabía amarga.
—No has hecho nada malo, Meredy. Simplemente... no ha funcionado. Tampoco quiero excluirte de mi vida. Solo necesito tiempo para lamerme las heridas. Así que —se levantó dispuesto a marcharse, con una sonrisa bañada en un mar de lágrimas—, ¡esto es un «hasta la próxima, Mer»!
—¡Meredy-chan!
La pelirrosa escapó de sus dolorosos recuerdos; una peliazul se dirigía hacia su encuentro con un abundante vientre que entorpecía sus andares. Meredy reaccionó y acortó la distancia para evitar el sobreesfuerzo a su amiga. La alegría la invadió cuando la tuvo enfrente, rodeándola con un cálido abrazo.
—¡Mírate! ¡Estás tan...!
—¿Redonda?
—¡Nooo! —posó sus dedos sobre su panza con ternura— Preciosa. No te veía desde... —calló de golpe; sus memorias acechaban de nuevo. Juvia se percató y acarició sus mejillas con dulzura.
—Lyon está bien, Meredy-chan. Incluso preguntó por usted cuando supo que quedaba con Juvia —la pelirrosa dibujó un atisbo de sonrisa—. Últimamente ha estado conociendo a alguien y se muestra muy alegre. También la añora, Juvia está segura de que pronto reanudarán su hermosa amistad.
—Gracias —contestó sincera—. Por los ánimos y por colaborar con mi trabajo. Más, cuando has salido de casa a propósito en tu estado.
—No diga tonterías, Juvia está embarazada, no incapacitada —se tocó la barriguita, dirigiendo el rumbo hacía el metro—. Es cierto que Mar pesa cada vez más y el verano comienza a ser insoportable, pero Juvia le extrañaba mucho. Además, ahora Meredy-chan no podrá negarse a acudir a la fiesta del bebé.
Meredy corroboró su asistencia y la peliazul aplaudió satisfecha. Aquel gesto infantil le recordó lo mucho que la echaba de menos, afortunadamente, medio año distanciadas no había quebrado su complicidad.
La conocía desde hacía tres años, cuando acudió a la boda de su primo Jellal. Erza, la mujer de éste, se empeñó en presentarle a todos los hombres solteros de la ceremonia ante la insistencia de la madre de Meredy que temía que a su hija se le pasara el arroz; con la mala suerte de intentar emparejarla con un chico moreno de expresión seria. Cual fue la sorpresa de todos al descubrir que el joven, llamado Gray, mantenía un tórrido romance secreto con Juvia, quien, influida por los efectos del alcohol, hizo pública su historia de amor con el azabache. O lo intentó, pues entre sollozos sus frases eran incomprensibles. Salvo para Meredy, que como chica aguda que era, captó el lenguaje corporal de la muchacha y acudió a consolarla, pensando que Gray no era más que un cerdo sin corazón que se aprovechaba de mujeres.
A veces, las apariencias son mentiras disfrazadas de verdad.
Alejadas de la multitud y más sosegada, Juvia le explicó toda su historia de amor con Gray. Cómo se conocieron en un congreso activista para salvar las nutrias marinas, cuándo descubrió que Gray era un jugador de Hockey reconocido y el momento exacto en el que tras su primer beso, ella le planteó la idea de mantener en secreto su romance para evitar el odio enfermizo de las fans. Porque aunque le doliera, era consciente de la pasión que despertaba el azabache ante las féminas, y como fangirl en su pasado adolescente, conocía hasta dónde llegaba una obsesión. La carrera de Gray serías más fructífera si seguía estando soltero a ojos de las cámaras; y ella, como una simple bióloga marina, era consciente de no estar a la altura de una super estrella del hielo.
—¡Gray-sama le dijo a Juvia que odia la clandestinidad y ahora busca otras pretendientas! —balbuceó entre sollozos.
La historia de la peliazul le generó tanta ternura que se marchó decidida a buscar a «Gray-sama» y solucionar los conflictos absurdos entre aquel par. Lo encontró en una discusión acalorada con la novia de la boda; sin avisar, tiró de su brazo y lo arrastró hasta la peliazul y no los abandonó hasta asegurar la confirmación de su relación. Lo que jamás supo, es que fue precisamente esa manera de actuar la razón por la cual Lyon se fijó en ella. Tiempo después, iniciaron su relación sentimental y el declive de ésta...
Seis meses después de su ruptura, Meredy todavía echaba en falta su presencia. Aunque no supo amarle como merecía, Lyon siempre fue gentil con ella y nunca dejó de ser un amigo imprescindible en su vida. Formaban un equipo junto a Gray y Juvia; eran una familia inseparable. Los quería, sin filtros, ni límites; pero no como debía. Y ese pensamiento le atacaba sin descanso por mucha distancia que hubiera colocado.
Quizá, simplemente, no estaba hecha para enamorarse.
—Es la siguiente parada.
De nuevo, Juvia era la salvadora que la apartaba de sus deprimentes reflexiones. Meredy asintió, nerviosa, ahora que quedaba poco para llegar a su destino. La Mer interna hiperventilaba emocionada, mientras la externa aparentaba calma.
Iba a conocer a Ultear Milkovich.
No, iba a entrevistar a la gran Ultear Milkovich.
La mujer que se había labrado camino como escultora y pintora reivindicativa, convirtiéndose en un icono del movimiento LGTBI y en una de las figuras más emblemáticas del panorama artístico internacional. Ya hacía una década de su debut y, desde entonces, los éxitos se sucedían uno detrás de otro. Pero no era su innegable talento lo que a Meredy le interesaba para el caso en particular, sino su implicación con los colectivos no privilegiados. Ultear dirigía una asociación no lucrativa cuyo objetivo era prestar amparo, información y medios para todas aquellas personas del colectivo LGTBI que sufrían algún tipo de discriminación o tenían dificultades para desarrollar una vida corriente a causa de su condición. También, colaboraba para impulsar nuevas promesas en el mundo artístico, muchas de las cuales, eran repudiadas por su orientación sexual o identidad de género. Sin duda alguna, Meredy tenía muchos motivos para admirar a una mujer cuyo arte se enfrentaba en tono descarado a los prejuicios.
Como periodista, había elaborado una modesta revista con un grupo de antiguos compañeros de carrera con el objetivo de trasmitir al público una visión más realista de la sociedad en contraposición con la que le enseñaban en la universidad. Deseaban difundir la verdad sin tapujos y el nuevo tema propuesto era, precisamente, el colectivo LGTBI en la actualidad. En cuanto se lo comentó a Juvia por teléfono, ésta le informó de la posibilidad de concretar una entrevista con Ultear, pues, la gran artista de renombre casualmente era la hermanastra mayor de su jugador de Hockey.
Por alguna extraña razón, Meredy lo presintió como un buen augurio. Los planetas se alineaban para que todo le saliera a la perfección y, con un poco de suerte, tendrían el número de la revista preparado para el mes del Orgullo Gay y podrían difundirlo gratuitamente. «Necesitamos que el mundo se conciencia de la realidad diaria a la que se enfrentan» pensó decidida.
—Este es el apartamento de Ultear-sama.
Juvia llamó y se escuchó como abrían sin preguntar. Mientras subían por el ascensor, Meredy se cuestionaba la personalidad de la anfitriona con bastante nerviosismo.
—¿Se parece a Gray? Es decir, son hermanos ¿no? Al menos de padre, así que puede que tengan cosas en común.
—Bueno —Juvia meditó—, al principio puede parecer fría y cortante, igual que Gray-sama con desconocidos. Pero, Juvia le asegura que es buena mujer. Al final, se llevarán muy bien, ya lo verá.
Cuando llegaron a la puerta llamaron. Se abrió y tras ella, las recibió la mismísima Ultear Milkovich con su despampanante físico al desnudo, salvo, por la lencería de alta costura. Juvia cubrió sus ojos avergonzadas; Meredy poco le faltó para desencajar su mandíbula «se te olvidó comentar que comparten la vena exhibicionista».
—Vaya, estás más hinchada que la última vez —comentó la morena—. No te pondrás de parto en mi casa ¿no?
—No se preocupe, a Juvia todavía le quedan tres meses. Ella es Meredy-chan.
La pelirrosa contuvo la risa nerviosa y balbuceó un intento de saludo; Ultear frunció el ceño y con un gesto de cabeza las invitó a pasar. Agarró una bata de seda que tenía colgada en un perchero del recibidor de su casa y se la colocó sin anudarla. Una vez dentro, Meredy observó su alrededor maravillada, pues en el corazón mismo de la sala principal se hallaba el esqueleto de una futura escultura que emulaba formas femeninas fusionadas con elementos de la naturaleza con un material que no supo definir. Había aprovechado los colores propios de las piedras preciosas para incrustarlos en la anatomía de la figura adaptándose al contorno de su cuerpo, de tal modo, que la pelirrosa tuvo la sensación de presenciar a una hermosa criatura mitológica que cobraba vida ante ella. Se fijó en los dedos de la morena y descubrió una serie de manchas salpicadas en su piel de porcelana. «Hemos interrumpido su trabajo» meditó preocupada.
—Es magnífica, Ultear-sama.
Meredy corroboró el comentario de Juvia asintiendo anonadada. Ultear se sentó sobre un sillón cristalino que imitaba el estilo del Art Nouveau —como la mayor parte de la decoración interna— y extendió su mano con elegancia instando a sus invitadas a imitarla. Aposentada sobre su trono de cristal, Ultear se asemejaba a una reina del hielo de gélida expresión; la profundidad de sus oscuros ojos clavándose en Meredy la inquietaban, pero, por alguna razón inalcanzable, no podía apartar la vista de ella. Ante el silencio, la peliazul contempló el intercambio de miradas entre ambas féminas con curiosidad.
—Ultear-sama... —titubeó Juvia— Meredy-chan va ha realizar un estudio sobre...
—¿No puedes hablar por ti misma? —espetó la morena dirigiéndose a la joven.
—S-sí —tartamudeó. «Soy una estúpida»—. Disculpe mi grosería, le admiro mucho señorita Milkovich y no estoy siendo todo lo profesional que debería. Yo...
—Para —Meredy tragó saliva acongojada; Ultear apoyó su rostro sobre una mano—. Que Juvia me hable de «usted» lo tolero por diferencias culturales y porque forma parte de mi familia; pero, no me hables como si fuera un vejestorio. Tengo mi orgullo ¿sabes? Tampoco te saco más de diez años, ni soy tu madre como para hablarme con tanto respeto. No he accedido todavía a la entrevista, así que cuida estos detalles cuando te encuentres en situaciones similares. Hay quien desea ser tratado como un dios, y los que preferimos la transparencia a las florituras. No soy el tipo de artista que ansía ser amada por sus seguidores, mi único objetivo es plasmar mis ideales a través del arte y ayudar a los colectivos discriminados. Si luego le parezco a los periodistas una borde de mierda me importa un bledo, cuido de los míos, no de aquellos que quieren aprovecharse de mi fama para escribir prensa sensacionalista. Ahora habla, tengo una agenda apretada.
Meredy centró su vista en las carpetas de trabajo que portaba como muestra de la labor de la revista y alzó la vista de nuevo para fijarla en su interlocutora, pues tenía la sensación de que apartándole la mirada tendría más votos para ganarse su enemistad. Respiró hondo, los dedos de Juvia la rozaban con disimulo aportándole valor. Meredy observó a Ultear con determinación.
—Vengo representando a Crime Sorcière. Somos un grupo de graduados en periodismo y antiguos compañeros de carrera que, al no encontrar trabajo debido a la crisis, nos unimos para elaborar una revista autogestionada donde tratamos temas tabú en la sociedad e intentamos realizar un periodismo lo más objetivo posible para dar visibilidad a injusticias y concienciar a la gente. Planteamos un periodismo diferente, puesto que en la carrera una premisa esencial era aprender a mentir y... ninguno nos inclinamos por la opción laboral de difundir falacias, sino para realizar artículos de denuncia y crítica social. Por ello, al inicio comenzamos a través de internet y, poco a poco, nos estamos haciendo un hueco en el público y hemos empezado a publicar en papel en formatos económicos. He traído conmigo los últimos números, trabajamos en colaboración con distintos campos académicos para aportar datos fiables. Por ejemplo, Juvia nos ayudó con el número de especies marinas en peligro de extinción.
—Entonces —Ultear la observó con frialdad—, habéis decidido realizar un artículo justo el mes del Orgullo porque el resto de tiempo el colectivo no existe ¿no? —la morena se levantó— No es la primera vez que me reúno con un periodista que va de diferente para, después, desarrollar un artículo que más que ayudarnos, nos estigmatiza. Si hablo de sexo sin tapujos somos viciosos; si explico las dificultades familiares en algunos miembros del colectivo, se vende que mis padres son monstruos intolerantes, cuando justo ellos me han apoyado desde niña; si critico la discriminación a niveles globales se me atribuye la imagen de zorra sin escrúpulos que pretende encerrar a heterosexuales en campos de concentración. Cada año, alguien se presenta con la intención de luchar a favor de la causa, pero como resultado me encuentro con una bazofia escrita por gilipollas que pretenden aprovecharse de las fechas para vender por una millonada la entrevista con la rebelde del momento, sea yo u otro famoso del colectivo. No nos ven como personas no privilegiadas, sino como producto que explotar de forma interesada.
«Sin embargo, poco oigo hablar de las denuncias por acoso y agresión a personas por amar o identificarse diferente a lo establecido. De vez en cuando, se susurra sobre un caso determinado, todo para certificar que la prensa se preocupa de nosotros ¡no vaya a producirse una revuelta! ¿Y qué sucede entonces? Que las redes sociales se llenan de defensores y detractores del colectivo durante unas horas, pero al día siguiente la vida continua. Nadie se acuerda del suicidio de un adolescente trans, o de la paliza a una pareja de homosexuales. Nadie, salvo los que nos atragantamos con el veneno del prejuicio. Eso sin mencionar a las pobres familias que tienen que mediar con la discriminación hacia sus seres queridos. ¿Sabías qué conozco casos de padres que rezan para que sus hijos salgan «normales» porque temen la represión y el sufrimiento al que se someterán en el futuro? «Que mis hijos no padezcan ninguna enfermedad, ni discapacidad, ni sean gays» he llegado a escuchar —Ultear se había aproximado tanto a Meredy que se agachó hasta estar a la altura de la chica, quien la miraba paralizada sentada sobre el sofá—. Te he investigado antes de que vinieras, Meredy Fernandes —miró a Juvia—. Sí, confío en ti, por algo eres mi cuñada favorita. Y la única que tengo, pero eres inocente y buena como una palomita —volvió la vista a la pelirrosa—. Lleváis dos años elaborando esa revista, pero nunca habías tocado el tema LGTBI. ¿Por qué ahora?
Meredy se quedó en completo silencio, salvo por la respiración entrecortada. Juvia hizo el amago de hablar, pero la pelirrosa la frenó posando su mano sobre ella. Ultear dibujó una sonrisa amarga y les dio la espalda.
—Marchaos.
Juvia se levantó la primera para reanimar a su amiga en shock y empujarla hasta la salida, pero las palabras salieron sin permiso de los labios de la pelirrosa.
—Uno de los integrantes de la revista salió del armario hace unos meses —Ultear fingió no escucharla, pero Meredy prosiguió con voz temblorosa—. Es uno de mis mejores amigos desde la facultad y, aunque todos lo sospechábamos, tardó mucho tiempo en aceptarlo y no comprendíamos la razón. A los pocos días de sincerarse, me pidió pasar unos días en mi casa. Yo... la compañía me venía bien en esos momentos y la idea me agradó. Al final, me acostumbré a su presencia. Pero un día no regresó. Pensé que había vuelto con su familia, pero... no sé explicarlo. Tenía un mal presentimiento...
Ultear se dignó a observarla, Meredy ni se percató. Sus ojos verdosos miraban al vacío empapados en lágrimas; Juvia la abrazó.
—Meredy-chan, no es necesario...
—Freed había intentado quitarse la... —la pelirrosa rompió a llorar descontrolada—. C-cuando ll-llame a sus p-padres desde el h-hospital ellos... di-dijeron que no tenían hij...
Una sensación de calidez extirpó de golpe la frialdad del llanto. Los dedos de la morena acariciaban con una ternura inusual el rostro de la pelirrosa, apartando el agua de sus mejillas. Acto seguido, la arropó en un reconfortante abrazo respaldado por Juvia que sollozaba enganchada a espaldas de Meredy.
—Tranquila —le susurraba una y otra vez—. Tu amigo está bien ¿verdad? —Meredy asintió todavía angustiada—. Bien, eso es lo importante.
Se quedaron en esa posición hasta que la pelirrosa se calmó, cuando regresó a la realidad se ruborizó recordando lo que acababa de suceder. Ultear se puso en pie y preparó infusiones para apaciguar los nervios.
—Lamento mi comportamiento —dijo la pelirrosa; Ultear la inspeccionó y Meredy no supo descifrar el significado de su mirada.
—Soy yo la que se disculpa, estoy acostumbrada a mediar con imbéciles y te he tomado por una. El caso de tu amigo... —la buscó con la mirada, esperando no herirla— es más común de lo que se piensa. Lo primordial ahora es que le demostréis apoyo y comprensión, sed pacientes e recomendarle acudir a un especialista si es necesario.
—Gracias —Meredy sonrió—. Cuando descubrimos el martirio familiar al que fue sometido entendimos las dificultades a las que se enfrenta una persona del colectivo y decidimos realizar un reportaje para dar visibilidad. En principio, nuestro deseo era entrevistar a personas anónimas, pero Juvia me brindó esta oportunidad y pensé que tu colaboración le daría más fuerza a nuestro proyecto. En parte, es cierto que tu figura nos aporta la publicidad que deseamos para darle impulso a nuestro trabajo con el tema, sin embargo, no deseamos frivolizar el colectivo, todo lo contrario. Queremos luchar para impedir que el caso de Freed vuelva a repetirse. Y... comprendo los motivos por los cuales declinas la oferta de participación —Meredy se levantó para abandonar la estancia—. Y no tiene importancia, ha sido un placer conocerte y me has abierto los ojos en aspectos que ni siquiera me había planteado.
—¿Dónde se supone que vas? —Meredy la contempló perpleja— ¿Vuelvo a repetirlo? No he sido justa contigo; vuestro planteamiento me agrada. Aunque, una entrevista conmigo no será gran cosa para el reportaje, estoy demasiado explotada en la prensa incluso cuando no cuentan con mi consentimiento. Creo que vuestro proyecto necesita ser más ambicioso... ¿y si te llevo a mis círculos bohemios y te presento a gente vinculada al colectivo? Podríais ampliar vuestra visión tanto en sectores anónimos como personajes famosos, multiplicando así el número de entrevistados.
—E-e-e-eso —Meredy no daba crédito a las palabras de la morena y, emocionada, la asaltó agarrándola de las manos con efusividad— ¡¿De verdad?!
—Siempre que dejes de apretar con tanta fuerza mis herramientas de trabajo —la pelirrosa la soltó y se disculpó.
—N-n-no lo puedo creer, estoy realmente agradecida. Yo... nosotros... supongo que Juvia te ha dicho que no podemos pagar... —la peliazul asintió.
—Esto no es una cuestión económica; sino reivindicativa —sentenció Ultear—. Bien, entonces esta noche tienes una cita conmigo, pasaré por tu casa sobre las diez.
—¿U-u-una cita?
—De negocios, niña. No romántica —aclaró—. Venga, salid de mi casa, tengo trabajo que hacer —besó la mejilla de su cuñada y las acompañó hasta la puerta.
—¡Espera! ¿Vas a pasar por mi casa? Necesitas la dirección —comentó Meredy antes de que Ultear cerrara la puerta; ésta esbozó una sonrisa de autosuficiencia.
—No es necesario, como ya te he comentado antes, he investigado sobre ti. Sé puntual, hasta otra Juvia, nos veremos en la fiesta del bebé.
—Juvia saludará a Gray-sama de su parte, gracias por todo.
Ultear cerró la puerta y ambas amigas se miraron complacientes. Meredy cambió su expresión de alegría a una de horror cuando asimiló toda la información. Iba a quedar a solas con Ultear Milkovich. «¿Por qué me pone tan nerviosa su mera presencia? Debe ser ese modo de atravesar hasta la piel con la mirada». Le sudaron las manos, tenía solo cinco horas para llegar a su casa, decidir y preparar su indumentaria sin tener ni idea del lugar al que acudiría; ni del protocolo a seguir. Juvia ya había hecho mucho por ella hoy, buscaría otra persona que le auxiliara.
Y justo le vino a la mente la indicada.
