¡Hola a Todos!

Hace unas cuantas semanas atrás se me ocurrió una idea para en fanfic, e inmediatamente comencé a escribirla; sin embargo, me compenetré tanto que no me detuve hasta que por fin terminé dicha historia. Hubiera deseado haber podido subir esto para el día de RanMasa (el pasado 15/03), pero para entonces todavía no había terminado el final ni las correcciones. (en realidad todavía sigo haciendo correcciones de los últimos capítulos. (´・ω・`))

En cuanto a la historia, está cronologicamente ubicada en la temporada de Chrono Stone, entre el Arco de Nobunaga y el Arco Jeanne D'Arc.

Esta vez sólo subiré un pequeño prólogo, pero en menos de una semana subiré el primer capítulo porque a decir verdad me da algo de pena subir algo tan corto. ww

En fin, espero que disfruten tanto de esta historia así como yo disfruté en escribirla.

Desde ya, ¡gracias por leer!


Prólogo:

¿Quién sabe lo que es realmente la vida de un niño? Es decir, cada niño lleva un estilo de vida único. Hay niños que son beneficiados con los placeres de la vida, con amor, con felicidad y hay otros que simplemente carecen de todo ello. Pero eso es muy relativo; puede haber niños que lo tienen todo pero son infelices como puede haber niños que no tienen nada pero son bendecidos con el amor de su familia. A veces tienes todo y a veces nada, a veces tienes algo, pero no lo valoras y sólo te limitas a enfocarte en lo que no tienes, así como a veces puede ser lo opuesto, pero después de todo un niño nunca podría entender todo aquello porque es demasiado complejo para su pequeña cabeza, llena de inocencia e ingenuidad, al igual que la suya.

Quizás era joven, ya tenía diez años de edad y pronto cumpliría sus once años de existencia, pero lo único que le importaba con sus escasos años de vida era sus padres. Los amaba incondicionalmente, vivía por y para ellos y lo que menos quería era defraudarlos. Una sola mirada de decepción sería suficiente para matar su corazón, porque eso era lo que menos quería; quería enorgullecer a sus padres, hacerlos sentir orgulloso de su único hijo, y esa era la única forma que él tenía de agradecerle a sus progenitores todo el amor, el cariño y el afecto que les brindaban. No importaba lo que fuere, lo que costase, lo que supondría, él sólo se encargaría de esforzarse, exigirse, sobreexigirse si era necesario con tal de dar el cien por cien de sí mismo para destacar y sobresalir en lo que hiciera, y a cambio su recompensa sería y seguiría siendo el amor infinito de aquellos adultos, eso que más apreciaba.

¿Y qué más podía pedir? Llevaba una buena vida, sus padres lo amaban incondicionalmente, obtenía buenas calificaciones, incluso podía practicar su deporte favorito con total apoyo y aprobación de los responsables a cargo de su cuidado. Ser Kariya Masaki era lo mejor que podía haber pedido y realmente no deseaba ser nadie más.

Todas las tardes los adultos permitían que el pequeño se trasladara a practicar el fútbol que tanto quería a la vera del rio de la ciudad. Era un lugar habitualmente frecuentado por otros niños de su edad que jugaban y practicaban al igual que él, por ese motivo el lugar tenía el ambiente perfecto para un pequeño. Mucho de los niños ya lo conocían, así como él conocía a aquellos niños, sin embargo, una tarde en particular advirtió la presencia de un individio que jamás había visto. Recuerda que se encontraba practicando solo con uno de los balones que su padre le había obsequiado y sin querer pateó aquella esfera con tanta fuerza que terminó aterrizando cerca de una de las escaleras conectoras. Corrió a buscar el balón, pero cuando llegó a aquel punto, se encontró con aquella figura que nunca había visto por esos lares, la cual ahora alzaba aquel objeto esférico y se lo ofrecía nuevamente. Todavía recuerda bien a aquella persona: era joven, quizás era unos tres o cuatro años mayor que él, vestía aquel uniforme que era tan parecido a Raimon, sin embargo lograba notar las diferencias en cuanto al diseño y el color; sus imponentes ojos celestes y cristalinos eran deslumbrantes y su particular cabello rosado se encontraba atado con dos coletas perfectas.

No, nunca podría olvidarse de una persona como aquella.