¿Cómo poder describir aquella sensación tan extraña? Faltaba justamente una semana para la Cosecha de los Septuagésimos Cuartos Juegos del Hambre. ¿Por qué tenía esa sensación de vacío? Eran las ocho de la mañana y su madre ya la había despertado, ella sin muchas ganas se levantó de la cama y comenzó a arreglarse, una ducha rápida de 10 minutos, peinarse, vestirse y bajar a desayunar. Esta semana no habría colegio para los que estaban en edad selectiva, era como una semana de fiesta en el distrito 02, aunque muchos gastaban esas "vacaciones" para ir a entrenar casi todo el día. Muchos como ella. Desde que tenía ocho años llevaba entrenándose para ser una profesional y lo había conseguido, una de las mejores de su distrito. Cuando terminó de desayunar recogió su plato y esperó pacientemente en el porche de su casa, escuchando como su madre y su padre hablaban de algo que no la interesaba demasiado y desconectó rápidamente. Poco tiempo después, quizás unos diez minutos y siempre tan puntual como siempre, apareció él por la acera, caminando tranquilamente, como si no hubiese prisa por ir al Centro de Entrenamiento. Clove se levantó y caminó a su encuentro o la saldrían arrugas de lo tranquilo que caminaba el chico, en cuanto llegó a su lado se paró en frente y se cruzó de brazos.

–Dudo que los demás tributos te quieran esperar.-dijo la morena mirándole fijamente.
–Relájate Clove, los demás tributos esperarán su muerte pacientemente.-dijo el chico mostrando una de sus típicas sonrisas, ella puso los ojos en blanco y se dio media vuelta para comenzar a andar.

Muchas veces la sacaba de sus casillas y le gustaría tener un cuchillo a mano y metérselo de golpe en la boca para que dejase de decir tantas idioteces. Ella sabía que nadie iba a esperar pacientemente su muerte, lo había visto en todos los Juegos porque se los había visto todos, uno tras otro. Notó como Cato aceleraba el paso para ir a su ritmo, pues ella tenía ganas de llegar allí y ponerse a entrenar.

–Siempre que se acerca la Cosecha te comportas así, ¿quieres relajarte un poco Clove?-dijo el rubio caminando a su lado. No entendía como algo tan pequeño podía andar tan sumamente rápido, él tenía que dar zancadas para poder cogerla.
–Si salgo, quiero ir preparada.-dijo la morena sin mirarle, sabía que si lo hacía dejaría de estar alerta.
–¿Y si no sales? Habrás perdido otra semana más de tu vida entrenando como una posesa para que luego otra vaya en tu lugar.-dijo él como si nada, aunque en parte llevaba razón.
–Es tu último año, deberías estar histérico.-rebatió la morena mirándole fijamente y parándose antes de cruzar la carretera.
–¿Y?-dijo el rubio mirándola y parándose a su lado. –Es el último año que podré entrenar contigo Clove, no jodas la última semana, ¿quieres?-dijo y se cruzó de brazos mientras la morena le mandaba una mirada fría y asesina.

¿Por qué se empeñaba en recordarle que era su último año? Era normal, Cato ya tenía 18 años, ella solamente 16. A ella todavía le quedaban 3 cosechas más si contábamos esta. Dos de esas tres cosechas las haría completamente sola, claro que conocía a más gente pero no tenía esa relación tan estrecha que tenía con el rubio. Siguieron caminando en silencio, era un silencio verdaderamente incómodo, pero Clove se negaba a romperlo y Cato también. En diez minutos, llegaron al Centro que, a pesar de la hora que era, estaba realmente lleno de gente. Clove suspiró y miró otra vez mal a Cato, mientras que él se disculpó con la mirada.

Cada uno se fue a su especialidad, Cato a las espadas y Clove a los cuchillos. Él era uno de los mejores de esa especialidad, ella era la mejor, nunca fallaba. La morena estaba totalmente obsesionada con mejorar, pero era algo que ya no se podía mejorar, había alcanzado la perfección con los cuchillos, incluso en peleas de cuerpo a cuerpo. Solamente la fallaba quizás el peso y la estatura, sino, sería una máquina de matar, una tributo a la cuál temer.

Cato no tardó en ir a ver como Clove tiraba una y otra vez, a dianas inmóviles o con movimiento. Pero esta vez, llegó justo cuando luchaba cuerpo a cuerpo con un chico que era casi como él, quizás no tan musculoso y alto, pero rozaba bastante la cercanía. Clove se dio cuenta de que estaba allí, mirándola, así que trató de dejarle ver que no era la niña frágil que él había conocido hace varios años, sino que ahora podía con alguien que era casi como él. Tras varios intentos y golpes de su espalda contra la fina colchoneta del suelo, consiguió asestarle un puñetazo al chico que cayó al suelo, llevándose a ella también. El monitor dio tiempo muerto y Cato se acercó a Clove ayudándola a levantarse.

–Tu y tu manía de luchar contra gente más fuerte que tú.-dijo el rubio observando que estaba bien.
–No siempre estarás tú para protegerme. Recuerda que a mi me quedan tres Cosechas más.-dijo la morena enfadada y con cierto resentimiento. Se dio media vuelta y salió de allí, cojeando, pero con la cabeza bien alta.

El día terminó como había empezado, en completo silencio. Clove seguía cojeando y se negaba a apoyarse en Cato. Él por su parte estaba ya un poco cansado de discutir con ella, por lo que no trató de convencerla. La dejó en su casa, tal como hacía siempre y como siempre, los padres de Clove esperaban en el porche, Cato les saludó y dejó que la morena se fuese a su casa, caminando el hacia la suya, pensando que ese año se presentaría voluntario, que ya era hora de que un Hadley fuese ganador, solamente esperaba que ella no saliese como la tributo femenina del distrito dos, no este año.